Cuba

Anécdotas con “Barbarroja”, el «Gallego» para Fidel (IV y final)

Por Coronel® Nelson Domínguez Morera (NOEL) / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

Lo vi, por última vez, tarde en la noche de aquel mismo triste día del 11 de marzo de 1998 y hablamos, siempre con la empatía para nada disimulada que le profesaba, unas horas antes del fatal accidente. Acababa de regresar de la conmemoración del 40 Aniversario de la constitución del Segundo Frente que Fidel orientó a Raúl organizar para extender la guerra a toda la serranía. De allí vino raudo a la Embajada de México, no recuerdo por qué conmemoración e hizo otra breve escala.

El Nuncio de turno, Monseñor Benamillo Stela, presente en aquella recepción mexicana, como el resto del cuerpo diplomático, quien le profesaba, me consta, una gran admiración y simpatía personal, lo tenía asediado en un aparte, presentándole una y otra personalidad religiosa presente en la actividad. Cuando me divisó, él, conspirador sempiterno, me hizo una seña de que me acercara, a lo que accedí solícito, “médico ¿qué era lo que tu querías plantearme?”

…con permiso, señores, tengo que hablar con estos misteriosos de la Seguridad que siempre se creen que se las saben todas”, me tomó por el brazo y me apartó “sácame de aquí, que estoy cansado con co… y quiero irme pa’ l carajo”.

Así de franco, espontáneo, fácil y gran comunicador era “Barbarroja”, “El Gallego” para Fidel. No había evidenciado nada con hablarles de mi oficio porque él de sobra conocía que durante la visita papal yo fui designado públicamente como un jefe de la C.I, integrante de la Comisión Iglesia Estado que presidida por Balaguer y compuesta por Caridad Diego y todos los obispos cubanos, más el Cardenal Jaime Ortega, se había constituido para la ocasión.

Fui testigo en aquella recepción de la Embajada mexicana, cuando, sin ingerir un solo trago, no lo hacía casi nunca y menos trabajando y él siempre estaba laborando conspirativamente, se le ofreció para llevar hasta su casa a Luisito Báez, que andaba sin carro, se fueron juntos y cuando regresaba de la casa de Luis del Vedado para la suya en Miramar, siempre solo y sin chofer, una hipoglicemia, (era un diabético crónico mal cuidado), le jugó una mala pasada en la calle 7ma.

Lo que no pudo el enemigo, que le vigilaba paranoicamente sus rastros como perro sabueso tratando de conocer en Cuba y en el Mundo, en qué pasos andaba, porque sabía a ciencia cierta que en cada uno de sus desplazamientos, estaba siempre una orden del Comandante en Jefe que por demás no le auguraba a ellos, nada agradable  ni calmado, lo hizo el destino y nos lo arrancó, en  plenitud plena, a pesar de sus ya  muy próximo a cumplir, tres días después, los 65 años, y de estar comenzando a descompartimentar, por indicaciones de Fidel, informaciones sobre acciones vividas haciéndolas públicas dosificadamente en la revista Tricontinental.

Sirvan estos modestos recuerdos, expuestos en forma de cuatro anécdotas, para honrar la memoria de aquél cuyas misiones y tareas, siempre quedarán en el mayor de los misterios, las más solo conocidas por él y FIDEL, pero que su audacia, carisma y ejemplo de fidelidad sin límites y a toda prueba para con “el maestro del Che”, siempre constituirán guía para los nuevos combatientes del MININT en este próximo medio siglo (ahora serán sesenta y un años) de heroico Aniversario.

Foto de portada: Archivo.

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