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Escuela Solidaridad con Panamá: El mundo de Mía

Por Yaimi Ravelo / Video: Syara Salado Massip / Víctor Villalba Gutiérrez / Resumen Latinoamericano Corresponsalía Cuba. 

Mía Isabela crecía saludable dentro del vientre de su mamá. Traer al mundo a un hijo no es tarea fácil aunque a veces lo parezca, es el momento sublime en que pende de un hilo la vida de una madre y su bebé.

El día de nacimiento de Mía es inolvidable para Sonia Santana Robaina, el parto no fue lo que esperaba. A las 3 de la tarde declararon el alumbramiento, diez minutos después su deceso.

-“Fue traumático –cuenta Sonia con los ojos llenos de lágrimas- la taparon con una sabanita como que ya … Tres minutos después comenzó a respirar por ella misma, de inmediato la pasaron para terapia, y ahí estuvo un año.” Mía no saturaba oxígeno en sangre, no asimilaba la lactosa.

La pequeña tuvo un Apgar de 1-4-7. El examen de Apgar es una prueba rápida que se realiza al primer y quinto minuto después del nacimiento del bebé. Se basa en un puntaje total de 1 a 10. Cuanto más alto sea el puntaje, mejor será la evolución del bebé después de nacer. Cualquier puntaje inferior a 7 es una señal de que el bebé necesita atención médica. Cuanto más bajo es el puntaje, mayor ayuda necesita el bebé para adaptarse fuera del vientre materno.

“Los médicos hicieron de todo para sacarla adelante, el diagnóstico a los 24 meses fue desfavorable, que sería ‘un vegetal’, que no lograría hacer nada. Y ahí comenzó una larga batalla por Mía”.

“La llevamos a todos los especialistas y cuando se le hizo la primera resonancia magnética el examen afloró que no tenía ningún problema cognitivo. Mi hija tiene una parálisis cerebral con una cuadriparesia y disquinética -disminución de la fuerza motora o parálisis parcial que afecta a los cuatro miembros-, ella tiene los miembros rígidos y el tronco muy débil.”

Mía dice mamá

Sonia tiene 34 años, es madre soltera, ahora trabaja como abogada en la empresa estatal “Aguas de La Habana” en el Municipio Cotorro. Pero antes estuvo mucho tiempo sin ejercer su profesión, desde que Mía nació.

Tras cuatro años de hospitalizaciones, rehabilitación y tratamientos médicos para la niña -en medio de lo que implica ser madre soltera en las condiciones de un país bajo bloqueo y constante agresión- la madre piensa en el futuro de su hija.

El mundo de Sonia es Mía, pero sabe que Mía merece un mundo mejor, un lugar más allá de la solidaridad de médicos, familiares, amigas y amigos.
“El papá ‘desapareció’ –se fue del país– cuando la bebé tenía 25 meses, no sé más de él”.

“Un día vi en la televisión un reportaje sobre la escuela –Solidaridad con Panamá-, mis compañeras de trabajo también me hablaron maravillas del lugar. Vine aquí y la evaluaron, comenzamos en el Programa Educa a tu Hijo.”

“La pandemia fue desfavorable para la evolución de Mía, estuvo dos años sin rehabilitación, sin embargo, después de la reincorporación –a la escuela- ella ha avanzado mucho”, explica Sonia con satisfacción.

-“Mía dice agua. Mía dice mamá”,-sonríe.

“Ella es de las niñas que llora si no puede venir a la escuela, aquí se siente bien, feliz, cuando llueve la tienen que ir a buscar –relata Sonia con orgullo-. Mía tiene rehabilitación todos los días, avanza muchísimo aquí; le das la mano y ya logra incorporarse por sí sola. Hace el esfuerzo por comer sin ayuda, agarra el recipiente para el agua, los cubiertos y los intenta llevar a la boca, un gran logro para Mía.”

-“Lo que no hacía en casa lo ha logrado hacer aquí. A veces las madres nos equivocamos cuando sobreprotegemos a los niños con este tipo de dificultades. Me dio mucho trabajo soltar a Mía, aunque sabía que para ella lo mejor era la escuela estaba acostumbrada a que todo el tiempo estuviera conmigo.”

El maravilloso mundo de Mía comienza cuando la guagua la recoge a las siete de la mañana en la esquina de su casa. Ahora cursa el preescolar en la escuela especial Solidaridad con Panamá, en el poblado habanero Fontanar.

El mundo de Mía

En la escuela Solidaridad con Panamá estudian 213 niños incluyendo a Mía Isabela. Sus aulas y espacios especializados están condicionados para prestar atención a las disímiles patologías que presentan los niños del occidente del país.

Similar a este centro modelo de la educación especial en Cuba se encuentran una en el Centro y otra en el Oriente del país, todas con el mismo objeto social: insertar en el sistema educacional cubano a niños con discapacidad físico-motora e intelectual, que comprende desde la enseñanza primaria, secundaria hasta la enseñanza media superior.

Según Isiely Ramírez Lombide, psicóloga de la escuela especial Solidaridad con Panamá, la misión de estos centros educacionales es: “la rehabilitación física, la rehabilitación logopédica y la estabilidad emocional de los niños y sus familiares”.

“La escuela tiene un vínculo estrecho con las familias y sus comunidades”, dijo.

El área de rehabilitación es la preferida de Yankier Alberto Amaro Gómez, está en 3er grado y dibuja en su rostro una sonrisa perfecta.

“La rehabilitación física es muy importante para estos niños, ellos lo disfrutan y son conscientes de los beneficios que le reportan”, dijo Alfredo Jordan mientras hacía los ejercicios de fisioterapia con el alegre Yankier.

En el mundo de Mía, “Los zapaticos de rosa” es el aula donde ella aprende las figuras geométricas, los colores y a ser independiente en la cotidianidad. Sus compañeros de estudios comparten similares condiciones físicas.

Se respira solidaridad, uno de los valores humanos que tempranamente desarrollan. Los que caminan -aún con dificultad- ayudan a otros/as como Mía a sostenerse, a trasladarlos/as en las sillas de ruedas, les alcanzan juguetes, ríen, emiten sonidos, hablan, juegan.

“Los niños de esta aula tienen todos discapacidad motora –explica Niubis Torres, la maestra- todos tuvieron al nacer un PCI (parálisis cerebral infantil), algunos tienen dificultad para caminar, otros hacen menos, pero todos son muy inteligentes.” Basta usar las herramientas adecuadas para llegar a ellos y que aprendan.”

-“Mía Isabela es muy inteligente, muy inteligente –repite la maestra- casi sin hablar es la que más rápido aprende en el grupo”.

Kely Maday, Sacha, Alex, Leyanis son los amiguitos en el mundo mágico de Mía, gran parte de sus logros viene del cariño colectivo que germina en cada obstáculo que juntos vencen.

En este mundo mágico que es escuela y también hogar, pueden estar internos niños y niñas de las provincias de Pinar del Río, Artemisa, Mayabeque, Matanzas y los considerados como casos sociales dentro de la capital. El centro tiene una capacidad para 150 estudiantes “becados”, actualmente 22 estudiantes se benefician de este servicio privilegiado.   

La escuela especial Solidaridad con Panamá fue inaugurada por el Comandante Fidel Castro el 31 de diciembre de 1989. En el año 2019 el General de Ejército Raúl Castro Ruz y el presidente Miguel Díaz-Canel completaron el sueño de Fidel con la inauguración de las escuelas especiales en Villa Clara y Santiago de Cuba.

Sentí un orgullo muy grande de ser cubana y vivir en un país que cuenta con escuelas especializadas como Solidaridad con Panamá, donde a niñas como Mía y niños como Yankier el Estado les garantiza la mejor atención integral sin costo alguno para sus familias. Y todo en una Cuba bloqueada, la que no se invita a una Cumbre excluyente por un anfitrión que no le importan los derechos humanos de los niños de nuestra América y menos aún los que tienen capacidades diferentes.

Fotos: Yaimi Ravelo / Víctor Villalba Gutiérrez / Resumen Latinoamericano Corresponsalía Cuba.

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