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Chile: ¿Cómo se formó el basural a cielo abierto de ropa en Atacama que ardió en un incendio con un alto costo ambiental?

Por Marcela Soberano.

Hace días comenzó el incendio que arrasó con hectáreas de millones de ropas usadas en el desierto en Chile. Una vieja problemática sobre el consumo desmedido y la sobreproducción de una industria que, a pesar de sus campañas de marketing, sigue siendo una de las más contaminantes del planeta.

A pocos kilómetros de Iquique, en pleno desierto de Atacama, se amontonaban montañas de ropa de segunda mano descartada, que acabaron en ese improvisado basural que se incendió, aunque no se saben las causas, y emite gases tóxicos mientras las prendas se descomponen por el fuego.

Este basurero clandestino se fue ampliando por los descartes de 59.000 toneladas de ropa que llegan cada año a Chile —el primer importador de prendas de segunda mano de América Latina— a través de la zona franca del puerto de Iquique, a 1.800 kilómetros al norte de Santiago. Cerca de 39.000 toneladas acaban allí, sin ser revendidas.

El incendio, cuyas causas son investigadas, complicó a las poblaciones que viven en el basural, que se ganan la vida vendiendo esa ropa descartada y, además, el humo fue llegando a las ciudades cercanas, contaminando el aire de amplios sectores de Iquique.https://www.youtube.com/embed/Y8iXsmB02qc?feature=oembed

La historia del basural

El hilo tuitero del periodista Jason Mayne, su informe en Telenoche, el documental The True Cost, dirigido por Andrew Morgan, las dos millones de notas acerca de moda sustentable a mil dólares la prenda. Todo suma para visibilizar cuestiones importantes que ya fueron exploradas con innegable maestría hace más de veinte años. No me refiero a ninguna investigación ganadora del Pulitzer, sino a la película Zoolander. Derelicte sigue siendo el mismo chiste triste que en 2001; las tendencias pasan pero las verdades perduran.

Si la comedia es tragedia más tiempo, en la industria de la moda los años se miden distinto porque la desgracia se alimenta del consumo. Honremos el hilo de Mayne y tratemos de explicarlo en un tuit: en el desierto de Atacama hay un basural de ropa a cielo abierto donde se acumulan al menos cien mil toneladas de prendas, muchas de ellas jamás usadas. Sobreproducción, contaminación y miseria. Después podemos hablar de cuántos litros de agua se utilizan para lavar un jean o de ese desastre ecológico del mayor basurero fashion del mundo que es Ghana, pero Mugatu sabía lo que hacía.

Hace dos décadas, el villano de Zoolander, interpretado por el gran Will Ferrell, creaba su colección Derelicte, dedicada a un estilo de vida inspirado en “los sin techo, los vagos y los adictos al crack que hacen tan única a esta ciudad”, y la presentaba en una ficticia New York Fashion Week. O no tanto, porque a algunas etiquetas de lujo, como Giambattista Valli, Lanvin o JW Anderson, se les ocurrió que era divertido vender tote bags que imitaban bolsas de residuos, abrigos harapo style, tecnogadgets similares a cajitas de cartón corrugado y generar una estética posapocalíptica, hija tuerta de Blade Runner y Mad Max. La moda te vende todo, hasta sus miserias. Y si no lo logra es imposible llevártelo a casa como ese ansiado paquetito de sobras navideñas. Las marcas descartan o queman.

Recordemos el escándalo que tuvo la cancelación a Burberry, cuando se supo que habiendo ganado 3,6 mil millones de dólares destruyó otros 36,8 mil millones de su merchandising. Parece absurdo, pero lo mismo hacen Louis Vuitton, Nike, H&M o exclusivas líneas de relojería destinadas al segmento de lujo.

Cuenta una leyenda porteña que, hace años, cierta primera marca internacional, de las pocas que subsisten en la Argentina, organizaba ferias secretas para amigos a precios ridículos porque lo que no se vendía iba a parar a la quema. No me consta, nunca escribí esto, me hackearon la nota. Basta con leer los comentarios que le dejaron a Jason Mayne para darse cuenta.

Un modelo basado en el exceso y el derroche

Ahora, la gran pregunta es por qué las marcas no donan esas toneladas de ropa a quienes la necesitan. ¿Por qué favorecen la creación de basurales altamente contaminantes y un cirujeo doloroso? Sobran preguntas y busco respuestas, por eso recurro a Laureano Mon, el hombre que nos hace pensar desde que comandaba aquellas memorables jornadas de análisis en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Hoy vive en Francia y es cofundador de The Sprout Studio, una agencia consultora dedicada al reporte de tendencias sociales y entrenamientos online para quienes quieran transitar un proceso completo de innovación.

Necesito que hablemos del “sistema de la moda” porque ni Roland Barthes se atrevió a tanto. ¿La sobreproducción es la auténtica basura tanto a nivel ecológico como humano? Mon responde: “El modelo de consumo actual está basado en el exceso y el derroche, subsiste porque genera en las personas la sensación de que necesitan siempre algo más para ser o pertenecer. No es una lógica basada en la solidaridad, por ello las marcas no donan los excedentes”.

¿Y qué pasa con el retail? ¿Por qué las grandes cadenas prefieren desprenderse de sus sobrantes e incluso destrozar su stock antes de hacerlo? “En el caso de la moda masiva, a ello se suma un sistema de producción y comercialización ineficiente que no responde correctamente al volumen de la demanda; para las empresas resulta más barato producir en exceso a bajo costo y desechar lo que no se vende –la mayoría de los países no penalizan esto– que implementar sistemas inteligentes y sustentables. En el caso de la moda de lujo, donar los excedentes iría en contra de la frívola idea de la exclusividad que sostiene que sólo un grupo de personas selectas pueden acceder a los productos”, dice Mon.

Pienso en todos esos barbijos aspiracionales que algunas etiquetas comercializaban a precio oro, o en las supuestas obras de bien que iban a realizarse con el producto de su venta. La frivolidad no es una pavada, el circuito de la banalidad mata dulcemente.

Greenwashing

Sin embargo, la prédica sustentable se erige como un dogma que rara vez se condice con los hechos. Los basureros tercermundistas del fast fashion desmienten una carta de intenciones con mucho marketing. ¿Vamos hacia un cambio real o estamos parados en el medio del relato? Me lo pregunto y le transmito la inquietud a Laureano. “El problema de la moda es su modelo de negocios, es rentable si las personas consumen en exceso, o sea, si compran muchas más prendas de las que necesitan. Poco importa si es fast-fashion, prêt-à-porter o moda de lujo, en todos los casos lo que se propone es una lógica de consumo que va en contra del medioambiente. La moda utiliza y malgasta recursos en su fabricación y distribución (en muchos casos, además, altamente contaminantes) para ofrecer muchos productos que no se necesitan”, sentencia Mon.

Freud habló del “porvenir de una ilusión” y no puedo evitar pensar en la sostenibilidad. ¿El sistema está preparado para un mundo compostable? Mon descree. “Por más que se llegue a implementar un sistema productivo cien por ciento sustentable y materiales compostables, ¿dónde vamos a compostar los miles de millones de prendas cuando ya no se usen? Esto pasa en muchas industrias, no sólo en la moda. El basurero de prendas en el desierto de Atacama o las cinco islas de basura plástica en los océanos son tan sólo algunos de los tantos sitios visibles donde se descartan y desechan productos en el mundo, pero hay muchos más ocultos”, remata Laureano.

Economía circular, ¿la solución?

Tenemos que discutir algo: ¿en los países periféricos se puede hablar de sustentabilidad real cuando los procesos de producción no están verificados y en general ni siquiera existe el comercio justo? Porque no sé si vamos hacia un lento cambio o nos queda la feria americana. Lo digo en serio y Mon lo sabe. “La solución en América latina, Europa o cualquier país del mundo es reducir el consumo e ir hacia un sistema cien por ciento circular. Dentro de ese paradigma, hay múltiples acciones a realizar del lado de las empresas: reconvertir la moda en un sistema sustentable en todo el proceso productivo, de distribución y comercialización, sin olvidar el impacto del transporte en las cadenas de producción global, y mejorar las condiciones laborales de la mano de obra”, dice Laureano, y agrega: “Del lado del consumidor, ayuda hacer elecciones conscientes y premiar a las empresas sustentables cuya trazabilidad sea transparente, aprender a reutilizar y reciclar los productos (eso incluye revalorizar las prendas de segunda mano) y, principalmente, consumir lo menos posible, algo nada fácil en un mundo donde lo material está asociado a la autoestima, la pertenencia y el estatus. En ambas partes uno ve progresos muy lentos que no están alineados con la emergencia climática que estamos viviendo”.

El pronóstico anuncia días agobiantes, sequía por un lado, intensa sudestada por otro. Las tiendas comenzaron sus rebajas y se replican en las redes hasta quemarnos los ojos. Zoolander manda su mirada Magnum. Disculpen que llore, pero se me metió una basurita en el placar.

Tomado de Resumen Latinoamericano Argentina/ Foto de portada: Gentileza Jason Mayne.

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