Cuba: Ni muertos ni olvidados los asaltantes del cuartel de Bayamo
Por Yurina Piñeiro Jiménez.
En Bayamo no hubo “otro asalto”. Una modesta casa ubicada en la intersección de la calle Alfredo Uset con las de Capotito y Augusto Márquez, salva de la desmemoria a los asaltantes del cuartel Carlos Manuel de Céspedes y a otros nombres decisivos en las acciones del 26 de julio en la Ciudad Antorcha. Es la sala museo Los Asaltantes, otrora Gran Casino-Hospedaje, el lugar que acogió a los revolucionarios, donde se ocultaron las armas y uniformes, donde Fidel llegó para ultimar detalles del plan, el sitio que tanto arrojo hospedó.
Meses antes del verano de 1953, el joven santiaguero Renato Guitar cumplía la orden de Fidel de buscar en la ciudad bayamesa, un albergue para los muchachos que atacarían la entonces sede del escuadrón 13 de la Guardia Rural. Después de hacer varias gestiones y no hallar un sitio adecuado, decidió irse, pero un anuncio lo detuvo; SE VENDE, decía.
“Era el lugar perfecto, poco llamativo a la vista, a solo dos cuadras del cuartel, por lo que contactó con el dueño del local, Juan Manuel Martínez, y le dijo que pretendía desarrollar un negocio avícola. Juan aceptó la propuesta y Renato le pagó el alquiler con antelación.
“Se trataba de un sitio muy modesto, de siete habitaciones, que estaba en venta hacía alrededor de dos años porque su propietario no había logrado deshacerse de las hipotecas que pesaban sobre él. Entonces su hijo de crianza, Juan Olazábal, escribió en la fachada del local el anuncio que haría que aquella edificación entrara en la historia del país”.
Así le narra a los visitantes, Yusnay Cabrera Torres, especialista de la institución, para explicarles a estos porqué aunque Renato no participó en la acción armada en Bayamo, en la sala principal del museo se encuentran fotos y pertenencias suyas como: un librero, un trofeo y un pisapapel con la imagen del Apóstol.
La posición de los objetos facilita la comprensión de la historia. En la fachada del local aún permanece tal cual estaba en la época, el letrero SE VENDE. Una vez dentro, lo primero que encontramos en su sala principal, en la pared de la izquierda, es una imagen del Hospedaje, en los años cincuenta, en la que se observa claramente el anuncio.
A la derecha, dos sillones, testigos materiales de los días rebeldes de julio de 1953. Probablemente en ellos, muchos de aquellos jóvenes, procedentes en su mayoría de las células del Movimiento en Coco Solo y la Plaza del Vapor, de La Habana, balancearon sus dudas y motivaciones.
“Ellos sabían que venían a una acción pero desconocían las particularidades de la misma. Precisamente fue aquí, en esta casa, donde conocieron los pormenores del plan, luego de la visita de Fidel, vísperas del 26”, explica la joven museóloga, mientras muestra las fotos de la ciudad de Bayamo y recortes de periódicos de la etapa, expuestos en el salón.
Entre ellas, una imagen de la fachada de la cafetería La Cubana, porque fue allí -a unos 80 metros de donde se alojaba el comando rebelde- el lugar en que Fidel dejó el carro para no levantar sospechas. En el Gran Casino, el líder del Movimiento informó a los jefes de grupo, los detalles de la acción y les pidió sincronizar los relojes para que los asaltos, el de Bayamo y el de Santiago de Cuba, fueran simultáneos. Atacarían a las 5 y 15 de la madrugada.
Ya conscientes de lo que harían, algunos demostraron que no estaban verdaderamente comprometidos con los hechos. Según el plan, Elio Rosete, único bayamés de los allí reunidos, llevaría a los hermanos Raúl y Mario Martínez Ararás a la guarnición, diría que eran militares -conocidos suyos- que iban para los carnavales de Santiago de Cuba y que necesitaban un sitio donde pasar la noche. Entonces procederían a neutralizar la posta y facilitar la ocupación del lugar. Pero Elio pidió permiso para ir a su casa, y nunca regresó.
El fallo de Rosete, posiblemente despertó en algunos, cierto temor de una delación, por lo que otros cinco inquilinos salieron del acuartelamiento y no retornaron. El líder principal de la acción en Bayamo, Raúl Martínez Arará, y Pedro Celestino Aguilera, jefe de un grupo, discutieron sobre el plan alternativo. No obstante, llegaron a feliz acuerdo y la mayoría de los muchachos mostró disposición para el combate.
A pesar de la tensión inherente a las cirscuntancias, hubo quien logró descansar, dice Yusnay, y nos invita a pasar a la habitación siguiente, en la que se resguardan otros dos objetos del otrora Gran Casino: la cama donde reposó Calixto García Martínez, la única que existía en ese momento en el hospedaje, y la maleta en que este transportó uniformes y armas para utilizar en el asalto.
Igualmente, el refrigerador de queroseno, marca Westinghouse, que descansa en el espacio colindante. “Quizás alguno de ellos tomó agua fría por primera vez en aquí, porque en ese tiempo muy pocos en Cuba tenían equipo de refrigeración”, le comento a la historiadora. “Muy probablemente”, contesta ella y nos invita a pasar a la cuarta sala expositiva, dedicada a los mártires y sobrevivientes de las acciones del 26 de julio en la Ciudad Antorcha.
Nos explica la especialista que debido a la pérdida del factor sorpresa, se malograron los objetivos de la acción en esta ciudad.
“En la oscuridad de la madrugada, los jóvenes que solo conocían el cuartel por fotos y planos tomados siempre de lejos, tropezaron con latas y desechos que habían al fondo del fortín, poniendo en alerta al guardia de la posta más cercana. A uno del comando rebelde se le escapó un tiro. Los otros 9 uniformados batistianos se sumaron al combate. Los revolucionarios con fusiles de caza ante ametralladoras y armamento de mayor efectividad… Optaron por replegarse”.
Ninguna pérdida para los revolucionarios durante el enfrentamiento. Pero solo 15 de los asaltantes pudieron sobrevivir a la embestida brutal del Ejército Batistiano en los días posteriores a la acción”.
Allí, en aquella sala, encuentras sus rostros rebosantes de vida, acompañados de otros datos personales.
“Jóvenes sometidos a juicio tras el asalto al cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo: Agustín Díaz Cartaya, Enrique Cámara Pérez, Andrés García Díaz, Pedro Celestino Aguilera González”.
“Sobrevivientes del asalto al cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo: Antonio López Fernández (Ñico), Antonio Darío López García, Calixto García Martínez, Ramiro Sánchez Domínguez, Adalberto Ruanes Álvarez. Otros sobrevivientes: Raúl Martínez Ararás, Orestes Abad Lorenzo, Armando Arencibia García, Orlando Castro García, Gerardo Pérez-Puelles Valmaceda, Rolando Rodríguez Acosta.
“Mártires del asalto al cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo: Lázaro Hernández Arroyo, Rolando San Román de La Llana, Ángel de la Guardia Guerra Díaz, Hugo Camejo Valdés, Pedro Véliz Hernández, Mario Martínez Ararás, José Testa Zaragosa, Luciano González Camejo, Rafael Freyre Torres, Pablo Agüero Guedes”, precisan las impresiones.
En este mismo salón se conserva la partitura original de la Marcha del 26 de julio, escrita por Agustín Cartaya a petición de Fidel Castro. Además, una tijera, unos espejuelos, un bastón, varios emblemas, medallas y otros documentos relacionados con el Movimiento y que pertenecieron a algunos de los jóvenes que atacaron la entonces sede del escuadrón 13 de la Guardia Rural.
Pero lo más valioso de la sala museo Los Asaltantes es la historia que salvaguarda. Y te puede suceder lo que a mí, que de pronto, allí, en el otrora Gran Casino-Hospedaje, a cientos de kilómetros de mi terruño natal, descubrí por qué el reparto conocido por Oriente en la ciudad de Pinar del Río, lleva el nombre de Lázaro Hernández Arroyo. “¡Ah!, es que es un mártir del asalto al cuartel de Bayamo”.
Tomado de Cubadebate/ Foto de portada: Foto: Yordanka González Arceo/ Cubadebate.