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Venezuela y el dilema electoral de la oposición

Por Orlando Oramas León* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

Si cumpliera lo prometido, la oposición venezolana volverá a la competencia política en las elecciones presidenciales de 2024, aunque corre el tiempo, afloran las divergencias y faltan de decisiones y consensos sobre cómo encarar el reto electoral.

Antes de retomar el camino constitucional, los sectores de la derecha de la nación sudamericana boicotearon anteriores citas en las urnas y apostaron todo al atajo de derrocar al gobierno legítimamente electo del presidente Nicolás Maduro.

En ese andar apoyaron y reclamaron sanciones económicas contra su propio país, que Estados Unidos ejerce en férreo bloqueo que trajeron consigo graves penurias para la población y fuertes efectos en la economía del país petrolero.

Ha resultado una ruta fracasada, que ahora tiene como epílogo los contactos entre Miraflores y la Casa Blanca, que debe haber enviado señales a su quinta columna sobre la necesidad de un cambio de estrategia.

En este contexto, y cuando Venezuela reporta signos de despegue económico y de estabilidad social, incluido el combate a la delincuencia, la Plataforma Unitaria Democrática de la oposición anunció que realizará unas elecciones primarias en el 2023 para escoger a un único candidato presidencial.

La Plataforma está conformado por los partidos Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular, Un Nuevo Tiempo, La Causa R, Copei, Convergencia, Proyecto Venezuela, Encuentro Ciudadano y Movimiento por Venezuela.

Allí no está todo el conglomerado antichavista y desde fuera de esa especie de agrupación hay otros actores que aspiran a tener su nombre en la papeleta presidencial; de hecho, los hay quienes ya están en campaña.

Y aunque faltan dos años para los comicios presidenciales, quizás el tiempo, la voluntad política y el consenso falten entre el liderazgo opositor para realizar una verdadera contienda primaria, dadas las desavenencias y apetencias de poder de quienes se han desgastado con una política errada que también cansó y causó desconfianza en sus filas.

Juan Guaidó, el auto titulado presidente, que es cada vez menos útil a Washington, no clasifica en las encuestas precampaña, aunque asegura que las primarias provocarán cohesión y unidad en el espectro opositor.

Otra cosa bien distinta opina el vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Diosdado Cabello.

“En verdad no van a hacer elecciones primarias, eso es mentira, es imposible que se pongan de acuerdo. Ellos pueden hacer un simulacro, pero hacer unas elecciones primarias de verdad, no las van a hacer, no hay forma”, dijo el diputado en rueda de prensa.

En la ocasión aseguró que las fuerzas revolucionarias se presentarán a los comicios de 2024 en “unidad perfecta”, y aseguró que el antichavismo está dividido en “mil pedazos”.

Cabello acotó que los candidatos de la derecha serán los que decida Estados Unidos y de ocurrir tendrá un añadido impacto divisorio en los aspirantes contrarios a la Revolución Bolivariana.

Que lo diga la coordinadora del partido Vente Venezuela, María Corina Machado, quien acusó de corrupción a su propio sector. La ex diputada arremetió contra lo que denominó el G4, alusión a la colusión de las organizaciones derechistas Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo.

No es la única divergencia en el mundo de la contrarrevolución. Asuntos estratégicos sobre quién organiza las primarias, cuál será el reglamento y la postura ante el Consejo Nacional Electoral siguen sin definición y su resolución podría avivar más las diferencias.

(*) Periodista cubano, autor de los libros “Raúl Roa, periodismo y Revolución”, “Pohanohara, cubanos en Paraguay” y “Cuentos del Arañero”.

 

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