Internacionales

De qué manera dicta el Pentágono los argumentos de Hollywood

Por Jonathan Cook.

Un documental reciente explica cómo, a través de la influencia del Pentágono sobre miles de películas y programas de televisión, se predispone a las audiencias occidentales a favor del agresivo militarismo mundial estadounidense.

Este mes [de agosto de 2022] John Bolton, asesor de seguridad nacional del anterior gobierno del presidente Donald Trump, admitió de pasada en CNN en lo que debería haber sido una confesión extraordinaria en televisión que mientras ejercía su cargo había ayudado ayudado a planificar el derrocamiento de gobiernos extranjeros. Al descartar la idea de que Trump hubiera tratado de dar un golpe de Estado en el Capitolio con los disturbios del 6 de enero, Bolton dijo al resentador Jake Tapper: “Como alguien que ha ayudado a preparar coups d’etat [golpes de Estado], no aquí [en Washington], sino, ya sabe, en otros lugares, [sé que] eso cuesta muchísimo trabajo”. Esta declaración implicaba admitir que él mismo y otras personas de su gobierno habían cometido el “crimen internacional supremo”, tal como los Juicios de Nuremberg al final de la Segunda Guerra Mundial definieron un ataque no provocado contra la soberanía de otra nación. Pero Tapped hizo el comentario como si fuera algo verdaderamente insignificante.

Washington puede hacer abiertamente lo que otros países no pueden únicamente porque se asume de forma excepcional que a esta superpotencia mundial no se le aplican las restricciones normales del derecho internacional y de las normas de la guerra.

Según se ha informado, Estados Unidos ha provocado “cambios de régimen” en más de 70 países desde la Segunda Guerra Mundial. En los últimos años ha estado involucrado de forma directa o indirecta en las guerras en Afganistán, Iraq, Libia, Siria, Yemen y Ucrania. El propio Bolton se ha jactado de haber participado en los intentos que hubo a lo largo de 2019 para derrocar al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela y de tratar de instalar como presidente de este país al candidato de Washington, Juan Guaidó.

El Pentágono gasta [en Defensa] más que los siguientes nueve países juntos y mantiene repartidas por todo el mundo unas 800 bases militares. Y aun así, el Congreso se dispone una vez más a aumentar decenas de miles de millones de dólares el presupuesto de Defensa.

Un documental reciente sugiere por qué la opinión pública occidental sigue siendo tan dócil tanto respecto a que Estados Unidos esté en un casi permanente un estado de guerra, como respecto a que gaste en su máquina de guerra unas cantidades cada vez mayores de dinero.

La mano que dirige en la sombra

Según el documental Theaters of War [Escenarios de guerra], el Departamento de Defensa estadounidense no se limita a influir sutilmente en cómo describe Hollywood las guerras de Estados Unidos para presentarlas de forma más favorable, sino que el Pentágono exige enérgicamente supervisar los guiones y dicta los argumentos. En la práctica ha estado librando una guerra de propaganda en toda regla contra las audiencias occidentales para predisponerlas a apoyar el agresivo y global militarismo de Estados Unidos.

El documental, que se basa en datos descubiertos gracias a consultas recientes del periodista de investigación británico Tom Secker y del académico Matthew Alford de los registros de agencias federales amparados por la Ley de libertad de información, saca a la luz el hecho asombroso de que en las últimas décadas el Pentágono ha sido la mano que ha guiado en la sombra miles de películas y programas de televisión.

Muchas otras películas nunca llegan a proyectarse porque la oficina de enlace de espectáculos del Departamento de Defensa se niega a cooperar al considerar que se fomentan mensajes no adecuados. Las objeciones que presenta el Pentágono (que suelen ser el beso de la muerte) tienen que ver con cualquier sugerencia de incompetencia militar o de crímenes de guerra, de pérdida de control sobre el armamento nuclear, influencia de las compañías petroleras, venta ilegal de armas o tráfico de drogas, uso de armas químicas o biológicas, el hecho de que Estados Unidos fomente golpes de Estado en el extranjero o esté implicado en asesinatos o torturas. De hecho, precisamente aquellas cosas que se sabe que ha hecho el ejército estadounidense.

¿Cómo ejerce tanto control el Departamento de Defensa sobre las producciones cinematográficas? Porque es mucho más probable que los costosos éxitos de taquilla recuperen lo gastado y obtengan beneficios si presentan las armas más nuevas y brillantes. Solo el Pentágono puede proporcionar portaaviones, helicópteros, aviones de combate, pilotos, submarinos, vehículos blindados, extras militares y asesores, pero solo lo hace si le agrada el mensaje.

Como observa un académico en Theaters of War, la propaganda es más eficaz cuando se puede hacer pasar por entretenimiento: “Se está más abierto a incorporar esas ideas porque se han bajado las defensas”.

¿Cuántos espectadores se tomarían en serio una película si estuviera precedida por un logotipo de patrocinio del Departamento de Defensa o de la CIA? Por eso, los contratos del Pentágono suelen especificar que se oculte su papel en una película. Esa es la razón por la que pocas personas saben que el Departamento de Defensa y la CIA han controlado proyectos tan variados como Apollo 13, Jurassic Park y las franquicias de James Bond, las películas de Marvel, Godzilla, Transformers, Meet the Parents [Los padres de ella] y I Am Legend [Soy una leyenda]. O que el ejército participa regularmente en programas de televisión sobre repostería y concursos. Según Theaters of War, la realidad es que muchas películas de Hollywood son poco más que anuncios de las industrias bélicas estadounidenses.

Vender la guerra

Este verano Hollywood estrenó la esperada secuela de Top Gun, una película protagonizada por Tom Cruise sobre pilotos de guerra estrella que en la década de 1980 definió cómo vender la guerra y hacer que matar pareciera excitante. Los realizadores de Top Gun tuvieron acceso a portaaviones de la marina estadounidense, a una base aérea naval y a toda una serie de F-14 y otros aviones. Como informó el Washington Post, “es poco probable que se hubiera podido hacer la película original sin el considerable apoyo del Pentágono. Solo un avión F-14 Tomcat cuesta unos 38 millones de dólares”. El presupuesto total de la película fue de 15 millones de dólares.

El Pentágono obtuvo muchísimo a cambio. En su base de datos consta que la película “acabó de rehabilitar de la imagen del ejército, que había quedado destrozada por la guerra de Vietnam”. Instaló oficinas de reclutamiento a la salida de los cines para sacar partido de esa nueva credibilidad.

Top Gun logró vender tan bien el machismo bélico que unos pocos años después se vio implicada en el escándao Tailhook en el que más de 80 mujeres militares fueron agredidas sexualmente por sus compañeros oficiales en una convención en Las Vegas. Ese escándalo hizo que la continuación de la película, Top Gun: Maverick, se retrasara 36 años. Con todo, las condiciones del Pentágono para aprobar la nueva película fueron aún más estrictas. En el acuerdo se especificaba explícitamente que del Departamento de Defensa podría supervisar el guion, “introducir temas de conversación claves” y censurar las escenas que no le gustaran. El ejército estadounidense también exigió poder vetar a los actores que trabajaran en la película y una proyección oficial antes de que se aprobara el estreno de Maverick. El Pentágono podía castigar cualquier incumplimiento del acuerdo eliminando aquellas escenas en las que aparecía su material, lo que acabaría con la película. También podría negar un “futuro apoyo”, lo que acabaría con las carreras de los realizadores de Maverick.

No hay nada inusual en lo ocurrido con Top Gun, sino que, según Theaters of War, eslo habitual en las superproducciones estadounidenses, las películas que probablemente tienen más impacto en la cultura popular y en cómo se percibe la guerra en Occidente.

La premisa de una de las franquicias más populares, Iron Man de Marvel, se reformuló tras la intervención del Pentágono. En la primera versión el personaje principal, Tony Stark, interpretado por Robert Downey Jr, era un claro opositor a la industria del armamento, que cambió el imperio de su padre para que la tecnología Iron Man pudiera detener las guerras. Pero después de que el Pentágono reescribiera el guion, Stark se convirtió en un defensor a ultranza de la industria del armamento: “La paz significa tener un palo más grande que el otro tipo”. En una de las primeras escenas pone en ridículo a una joven reportera que critica su imperio empresarial, antes de acostarse con ella para subrayar que también es una hipócrita.

Fracaso militar

Tras un fracaso en 1993, cuando uno de sus helicópteros fue derribado en Mogadiscio, lo que provocó un largo tiroteo en el que murieron más de una docena de soldados estadounidenses y cientos de somalíes, el Pentágono ha sido especialmente sensible a cómo se representa al ejército estadounidense. Al año siguiente el Departamento de Defensa insistió en que se hicieran cambios importantes en la película protagonizada por Harrison Ford Clear and Present Danger [Peligro inminente], sobre todo en una escena en la que una milicia colombiana aplasta a las fuerzas especiales estadounidenses. Como muestran los documentos que ha sacado a la luz Theaters of War, a los altos cargos estadounidenses les preocupaba que lo ocurrido en Mogadiscio hubiera hecho que el ejército estadounidense “quedara en ridículo” y se negaron a “cooperar en una película que hace lo mismo” en otra zona de combate. Exigieron cambios para lograr que la película fuera “más ‘rentable’ para nosotros”.

Cuando en 2001 Hollywood se fijó en el libro Black Hawk Down [Black Hawk derribado], que trataba específicamente del incidente de Mogadiscio, el Pentágono insistió en que se hicieran importantes cambios en el guión que transformaron la obra. Solo ocho años después de los hechos reales, el Departamento de Defensa había convertido un relato acerca de su propia incompetencia en una historia totalmente estadounidense de valor militar frente a tenerlo todo en contra ante un enemigo salvaje y sin rostro.

Hubo engaños similares con Argo (2012), una película sobre la crisis de los rehenes en Irán en 1979. De hecho, según Theaters of War, fue la CIA quien cinco años antes había promocionado en su página web, en la sección “Fuentes de inspiración para futuros argumentos”, el libro en Hollywood. La historia atraía tanto a la CIA porque se centraba en su único éxito tras la revolución iraní: la agencia había logrado sacar de Teherán a un puñado de rehenes estadounidenses fingiendo que eran un equipo de rodaje canadiense que estaba de visita. Los documentos censurados que saca a la luz Theaters of War muestran que la oficina de relaciones públicas de la CIA estudió muchas versiones del guión de Argo antes de acabar aceptándolo: “La agencia sale muy bien parada”. Sale bien parada debido a lo que se ignora en Argo: la intromisión de la CIA en Irán durante mucho tiempo, incluido el derrocamiento en 1953 del gobierno elegido democráticamente para instalar uno títere de Estados Unidos, lo que acabó provocando la revolución de 1979; los fallos de inteligencia de la CIA, que no se dio cuenta de que se avecinaba una revolución, y el hecho de que los seis rehenes que liberó la CIA fueran eclipsados por otros 52 que estuvieron encarcelados en Teherán más de un año. La historia de los crímenes y de la flagrante incompetencia de la CIA en Irán se reinventó como un relato de redención.

Ese mismo año la CIA consiguió un similar golpe maestro de relaciones públicas con Zero Dark Thirty [La noche más oscura],después de que el gobierno Obama perdiera la batalla para ocultar que utilizaba regularmente la tortura en Irak y otros lugares. Los cineastas tuvieron que reconocer que la CIA recurría a “la bañera”, una técnica de tortura que para entonces era de dominio público, pero tras ser presionados aceptaron ocultar el hecho menos conocido de que la agencia también utilizaba perros para torturar a las personas presas. Con todo, se presentó falsamente esta técnica de “la bañera” como una herramienta vital para la batalla que libraba la CIA con el fin de conseguir información necesaria para la supuesta seguridad de los estadounidenses y para ayudar a cazar y matar al autor de los atentados terroristas del 11 de septiembre, Osama ben Laden. La distorsión de la realidad histórica era tan grande que incluso el político de derecha John McCain, un héroe de guerra condecorado, salió a la luz pública para despreciar la película.

Colocar el producto

El Pentágono tiene un dominio tan gran sobre Hollywood que incluso logró dar la vuelta al mensaje antibélico que caracterizaba una película de monstruos, Godzilla. En la década de 1950 la película era una alegoría acerca de los horrores que había provocado Estados Unidos al lanzar bombas nucleares sobre Japón al final de la Segunda Guerra Mundial. Pero en la versión de 2014 la intromisión del Departamento de Defensa hizo que se eliminara la referencia a Hiroshima y que en su lugar se introdujera la dinámica de la Guerra Fría: un submarino nuclear ruso perdido provoca un enfrentamiento con Godzilla. Y lo que es más sorprendente todavía, tanto en la versión de 2014 como en la de 2019 la historia da un giro de 180 grados: las armas nucleares se convierten en la salvación de la humanidad en vez de en una amenaza, son la única manera de destruir a Godzilla. La proliferación nuclear patrocinada por el Pentágono ya no es un problema, sino que en Godzilla es fundamental para la supervivencia humana.

Theaters of War también argumenta que el Pentágono fomentó la incursión de Hollywood en el ámbito de la ciencia ficción y la fantasía. Por ejemplo, los mundos imaginarios del universo Marvel ofrecen un escaparate perfecto que demuestra lo necesarias que son las armas más brillantes del Pentágono contra enemigos implacables y de otro mundo. Hollywood y el Pentágono pueden dejar de lado las preocupaciones del mundo real, como el valor de la vida humana, los motivos comerciales que hay detrás de las guerras y los fallos de los planificadores militares en el campo de batalla.

El reto de enemigos sobrehumanos con poderes sobrehumanos ha demostrado ser la manera perfecta de normalizar unos gastos militares desorbitados y cada vez mayores. Esa es la razón de que el Pentágono insista regularmente en que se destaque donde se colocan sus productos, como el Increíble Hulk pilotando un F-22 en la película de Hulk de 2003, Superman volando junto a un F-35 en Man of Steel [El hombre de Acero] de 2013, y la glorificación de un vehículo blindado Ripsaw en la octava entrega de la franquicia Fast and Furious de 2017.

Generar dividendos

Theaters of War concluye que promover el militarismo estadounidense genera dividendos. Significa mayores presupuestos para el Pentágono y sus contratistas, un mayor prestigio, una supervisión y un escrutinio menores, más guerras despilfarradoras y más beneficios.

Donald Baruch, asistente especial del Pentágono para los medios de comunicación audiovisuales, ha señalado que el gobierno estadounidense “no podría comprar el tipo de publicidad que nos dan las películas”. Al lavar la imagen del ejército estadounidense, Hollywood anima no solo al público occidental, sino también al propio Pentágono a creer en su propio despliegue publicitario. Hace que el ejército estadounidense confíe más en sus poderes, sea menos consciente de sus puntos vulnerables y esté más dispuesto a hacer la guerra, aunque sea con los pretextos más endebles.

Con el beneplácito de Hollywood, el Pentágono también define quiénes son los malos. En Top Gun: Maverick el malo es un apenas disimulado Irán que supuestamente trata de fabricar una bomba nuclear encubierta. Otros malos en plantilla son Rusia, China y unos genéricos Estados árabes. La constante deshumanización de los enemigos oficiales y el desprecio por sus preocupaciones facilitan al Pentágono racionalizar unas guerras que sin lugar a dudas provocan muertes y desplazamientos, o imponer unas sanciones que provocan un enorme sufrimiento a sociedades enteras.

Esta cultura beligerante es en parte el motivo de que no haya habido ningún debate público sobre las consecuencias de que Estados Unidos haya entregado a Ucrania miles de millones de dólares en armas para que libre una guerra por intermediación contra Rusia, incluso a riesgo de una conflagración nuclear. Como argumenta convincentemente Theaters of War, la influencia encubierta del Pentágono sobre la cultura popular puede desempeñar un papel decisivo para incrementar el apoyo a guerras polémicas, como la invasión estadounidense de Irak en 2003. Puede suponer la diferencia entre la aprobación y el rechazo del público.

Un caso ilustra lo diferentes que podrían ser las cosas si Hollywood estuviera protegido de la influencia del Pentágono. The Day After [El día después]era una película sobre la Guerra Fría que se hizo en 1983 para la televisión estadounidense a pesar de las objeciones del Departamento de Defensa. El Pentágono rechazó la parte del guión que presentaba un intercambio nuclear entre Estados Unidos y Rusia tras una serie de malentendidos. Según Theaters of War, el Departamento de Defensa exigió que se culpara directamente a Moscú de iniciar esta guerra ficticia. A diferencia de lo que suele ocurrir, los cineastas se mantuvieron firmes. Casi la mitad de la población estadounidense vio The Day After. El presidente de entonces, Ronald Reagan, apuntó en su diario que la película le había dejado «muy deprimido». La película creó un clima político que contribuyó a hacer avanzar las conversaciones sobre desarme nuclear. Una sola película que se salía del relato simplista del Pentágono del “buenos estadounidense” generó un debate acerca de si podía estar justificado el uso de las armas nucleares. De forma generalizada se atribuye a The Day After el mérito de ralentizar el aumento de los arsenales nucleares de las dos superpotencias militares. Y trataba a los rusos no como simples enemigos, sino como personas que se enfrentan a la misma amenaza existencial de la bomba atómica que los estadounidenses ordinarios. A pequeña escala, The Day After hizo que el mundo fuera más seguro.

Theaters of War deja al publico con una pregunta: ¿qué hubiera podido suceder si el Pentágono no se hubiera inmiscuido en 3.000 películas y programas de televisión para fomentar sus mensajes a favor de la guerra?

Fuente: https://www.jonathan-cook.net/2022-08-04/pentagon-dictates-hollywood-storylines/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

Tomado de Rebelión.
 

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