Alpidio Alonso Grau: “En Cuba, Revolución y cultura son inseparables”
Por Thalía Fuentes Puebla.
“La cultura ha sido y es un elemento esencial para comprender en profundidad el sentido del proyecto social que estamos construyendo”, aseguró el ministro de Cultura de Cuba, Alpidio Alonso Grau, durante una entrevista exclusiva a Cubadebate, a propósito del Día de la Cultura Nacional este 20 de octubre.
“Desde los primeros meses después del triunfo de la Revolución se aprobaron leyes y tomaron decisiones que favorecieron decisivamente el desarrollo de la cultura: la creación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, la fundación de la Casa de las Américas, la Imprenta Nacional… Además, se generó un espacio de creación muy dinámico en el Teatro Nacional de Cuba, relacionado con el teatro, la danza y otras manifestaciones escénicas. De allí salieron las Brigadas Covarrubias y las expresiones folclóricas recibieron un primer apoyo”.
“Esos pasos iniciales marcaron el rumbo y, de manera concreta, anunciaban ya el espacio protagónico que iba a tener la cultura en el proyecto que estaba naciendo. Es muy simbólico que el primer libro publicado por la Revolución sea precisamente el Quijote”, dijo Alpidio Alonso.
El ministro recordó el intercambio de Fidel con los intelectuales en 1961 y su intervención final que trascendió como Palabras a los intelectuales, una convocatoria diáfana para que los artistas y escritores cubanos participarán en el proyecto de la Revolución.
“Este llamado abría un espacio de participación muy amplio, que incluía a todas las personas honestas dispuestas a colaborar; se le daba espacio, incluso, a aquellos que no se sentían revolucionarios”, enfatizó el ministro.
Desde los inicios de la Revolución, la creación fue puesta en el centro y se reconoció el papel imprescindible de la cultura para conseguir una verdadera transformación en la sociedad cubana.
“El primer gran ademán cultural de la Revolución fue la Campaña de Alfabetización, donde participaron miles de jóvenes, entre ellos, por cierto, muchos que luego llegarían a ser grandes figuras del panorama artístico. A partir de ese momento se abrieron las puertas de la cultura para todos. Y entonces todo fue posible. Esa voluntad democratizadora de la cultura es un signo muy particular de la Revolución cubana, que ya en ese momento marcaba la orientación que iba a tener el proceso revolucionario en los años que vendrían”.
“Después –señaló–, se crea la Escuela de Instructores de Arte, se funda la Uneac, nacen importantes publicaciones y espacios editoriales, las escuelas de Cubanacán, los grandes planes de becas y, más adelante, en 1976, el Ministerio de Cultura”.
Así, con el fortalecimiento del sistema institucional se creó una base que permitió brindar mejores condiciones a los artistas para apoyar y promover su trabajo y, al propio tiempo, “fomentar la participación y el disfrute a gran escala de esas obras y, en general de los servicios culturales. Se potenciaba así un vínculo que tiene como interfase a las instituciones creadas por la Revolución”.
Alpidio Alonso Grau está consciente de que la gran inversión que hizo la Revolución en la educación y la cultura es un elemento que signa al proyecto social cubano.
“De un país con un gran por ciento de analfabetismo, pasamos a ser una nación que tiene su mayor riqueza en los recursos humanos que ha desarrollado: la formación de profesionales en todas las esferas, particularmente de maestros y médicos, el desarrollo de la biotecnología, la producción de vacunas. Todo eso hay que verlo en última instancia como una gran victoria cultural. No es posible concebir lo que hemos logrado, y mucho menos la prosperidad y el desarrollo al que aspiramos, sin el papel de la educación y la cultura”.
Según el intelectual, la capacidad de resistencia que ha demostrado el pueblo cubano frente a la política agresiva de Estados Unidos tiene en el centro un gran acumulado cultural: “La obra misma de la Revolución y los valores que ha sembrado y cultivando en los hombres y mujeres de este pueblo. Cuando uno piensa en esto, comprende la profundidad de aquella idea de Fidel de que la cultura es escudo y espada de la nación”.
“Aunque algunos no lo adviertan y no falten los que, incluso, lo niegan, hoy estamos sometidos a una guerra cultural feroz, de dimensiones colosales. Frente a esto, el rol de la cultura en la defensa de la nación es esencial. Hablo, por supuesto, de la cultura en el sentido más complejo y profundo, de toda la memoria y riqueza espiritual de este pueblo, de su capacidad creadora, de la cultura como una actitud. Ese es nuestro seguro de vida”.
“Por eso estamos empeñados en desplegar un trabajo cultural a fondo a todos los niveles, y particularmente en las comunidades. El presidente Miguel Díaz-Canel hizo un llamado a incorporar mucho más a la cultura en las labores de transformación que se están produciendo en los barrios. Como bien señaló, esas transformaciones no pueden ser solo de orden material; hay mucho que hacer en el orden espiritual. Y allí el papel de la cultura es fundamental”, explicó el ministro.
Alonso Grau alertó también sobre el peligro que significan las herramientas del arte en manos del Imperio, como un instrumento de dominación. “Al contrario de ellos, para nosotros la cultura es el único camino hacia la plena emancipación. Como dijera Fidel: ‘Sin cultura no hay libertad posible’. Apropiándonos de la conocida frase de Martí, también hoy se trata de ‘plan contra plan’. En esa siembra de valores y de conciencia, las herramientas del arte y la literatura, de la cultura en sentido general, son imprescindibles”.
El dirigente cree que las instituciones tienen que sentirse responsables y contribuir a abrirle el camino a la obra de arte.
“El rol de las instituciones no termina con la puesta en escena, su labor es mucho más abarcadora. No solo debe acompañar en lo posible a los creadores en los diferentes momentos del proceso de creación, sino que tiene una función insustituible en la promoción y puesta en circulación de esa obra, e igualmente en la formación y preparación de los públicos, para que puedan llegar a disfrutar a plenitud esa experiencia”.
Apostar por el arte y los artistas: Una premisa
“El periodo de pandemia nos obligó a suspender la presencialidad de los eventos. Comprendimos que no podíamos dejar de trabajar y había que buscar otras vías para interactuar con el público. Así descubrimos muchas de las potencialidades de las nuevas tecnologías digitales para la promoción del trabajo artístico”, explicó el ministro de Cultura de Cuba.
En esas circunstancias, muy difíciles desde todo punto de vista, el Estado cubano decidió proteger a sus artistas. “Miles de músicos y artistas escénicos vinculados a nuestras empresas recibieron una protección salarial durante la pandemia. Al propio tiempo, no se renunció a los eventos que promueven nuestras instituciones. Fue sorprendente ver la cantidad de jóvenes que seguían las actividades y los eventos a través de las redes”.
A partir de entonces, en la nueva normalidad, se decidió aprovechar esos espacios y hoy todos los grandes eventos se desarrollan de manera híbrida.
“La voluntad ha podido más y aun cuando se ha recrudecido del bloqueo, que tiene implicaciones en el trabajo cultural, especialmente en el proceso de enseñanza artística, no hemos suspendido actividades y priorizamos la programación cultural y el desarrollo de nuestros eventos con los recursos que tenemos y apelando a la creatividad”, aseguró Alpidio Alonso.
“Ese es el caso del Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, que llega en medio de la difícil situación que tenemos con los teatros de la capital, varios de ellos cerrados, por mantenimientos y reparaciones impostergables. Pero, en la dirección del Ballet prevaleció a voluntad de no suspender el evento y encararlo de manera diferente. Aun cuando el grueso de la programación será en el Teatro Nacional de Cuba, este año el festival llegará a varias provincias del país, incluso a Pinar del Río, donde, después de los daños ocasionados por el paso del huracán, se ha hecho un gran esfuerzo para recuperar el teatro Milanés, de manera que esté listo para celebrar allí algunas funciones del evento”.
“Ese ha sido el espíritu con que hemos enfrentado los intentos de boicotear varios de nuestros eventos. Así actuamos cuando hicieron de todo para boicotearnos la Bienal de La Habana, el San Remo Music Awards, la Feria Internacional del Libro, etc. Pero, como siempre, en sus cálculos subestiman el caudal de experiencia de nuestras instituciones y, sobre todo, la calidad moral de nuestros artistas. En todos los casos, han fracasado”.
Deficiencias en el sistema institucional de la cultura
El ministro de Cultura de Cuba reconoció que existen serias dificultades en la infraestructura institucional, “fundamentalmente derivadas de las restricciones a las que estamos sometidos por el bloqueo, en especial en la importación de tecnologías e insumos para las producciones artísticas y la enseñanza especializada”.
“Es criminal lo que se hace a un país pequeño, empeñado en sostener algo tan noble como el proyecto cultural de la Revolución. Se habla poco del daño tremendo que le hace el bloqueo a la cultura. Debiéramos hablar más sobre eso, poner ejemplos que evidencien las dificultades que nos crea y aportar datos que prueben en cuánto encarece el bloqueo todo lo que hacemos en favor de la cultura”.
“Por solo poner un ejemplo sencillo, fácil de comprender: un par de zapatillas de media punta para un estudiante de ballet o una bailarina ha llegado a costarnos el doble, y más, de lo que nos costaría si pudiéramos comprarlo directamente en los Estados Unidos. Si multiplicas eso por la cantidad de bailarines y estudiantes de ballet en el país, la cifra es considerable. Es decir, el bloqueo existe, nos hace daño, nos afecta a diario”.
“Es un crimen que se comete impunemente frente a todos. Y la principal prueba de su eficacia criminal es que no lo quitan, sino que lo recrudecen, a pesar de que dicen que los problemas que tenemos se derivan de la ineficiencia de nuestro Gobierno, de nuestra incapacidad para gestionar, en este caso, la cultura”.
Alonso Grau dijo que también existen “problemas serios de preparación de los cuadros. No siempre encontramos cuadros con una comprensión cabal del papel de la cultura y con la sensibilidad y capacidad necesarias para llevar adelante una labor tan compleja. Por supuesto, eso incide en la capacidad de interlocución de nuestras instituciones con los creadores, en la eficiencia de su gestión y en el liderazgo que deben tener en la conducción de muchos procesos”.
“De igual manera –sostuvo– se necesitan formar verdaderos empresarios de la cultura y desarrollar las industrias culturales, no con un sentido mercantilista, pero sí aprovechando su potencial para insertarse en esos mercados y generar dividendos que luego se inviertan en el fomento de la propia cultura. En nuestros productos y servicios culturales hay potencialidades que no estamos explotando y que debemos promover dentro y fuera del país. Para eso se necesitan instituciones y empresas eficientes y, por consiguiente, dirigentes y empresarios con preparación y capacidad para gestionarlas”.
La guerra cultural y Cuba en el epicentro
“Me siento en el deber de denunciar, una vez más, la guerra cultural y la campaña difamatoria de la que somos víctima. Hay mucho dinero puesto para desarrollar proyectos de subversión en el país, relacionados con la cultura. Buena parte de él se otorga descaradamente, de manera pública. El repertorio de acciones de esa guerra cultural es muy diverso. Los datos de la cuantía y el origen de su financiamiento están al alcance de todos”, comentó el ministro de Cuba sobre la guerra no convencional contra el país.
“No se trata solo del boicot a nuestros principales eventos y la manera en que presionan a muchos artistas para que desistan de venir a Cuba. Es verdaderamente bochornosa la forma en que son presionados los artistas cubanos que han encontrado algún mercado en los Estados Unidos. Utilizan ese mercado como un elemento de presión política y a aquellos que no ceden, se les cierran las puertas de inmediato”, denunció.
El intelectual cubano señaló que hay toda una plataforma para el linchamiento mediático de los artistas que trabajan en las instituciones o que de manera abierta se identifican con el proyecto socialista.
“A veces son presionados y denigrados en las redes sociales solo por vivir en Cuba. Tratan de descalificar y minimizar la obra de auténticos creadores por el solo hecho de que se identifican y trabajan con nuestras instituciones. Y, al propio tiempo, exaltan, casi siempre de manera desmedida, el trabajo de aquellos que han roto con la Revolución o de algún que otro mercenario, sin obra que justifique el currículo que le han construido”.
En este sentido, el ministro de Cultura mencionó también la cantidad de dinero destinado a comprar la opinión de periodistas y escritores dentro de Cuba, para que colaboren con publicaciones con posturas hipercríticas sobre la Revolución.
Consideró que es despreciable la manera en que se ha tratado de manipular a algunos artistas para que rompan con las instituciones, o como se ha intentado sembrar cizaña para dividir al movimiento artístico, enfrentarlo a las instituciones y restarle apoyo a la Revolución. “Todo el tiempo presentan a las instituciones como entes burocratizados, que limitan la libertad de creación”, dijo.
“Es recurrente la manera en que tratan de traer al presente algunos errores de política cultural cometidos en el pasado, como si aún estuviéramos en el mismo punto, negando una obra que no es perfecta, lo sabemos, pero de la cual podemos sentirnos orgullosos, mucho más cuando ha tenido que hacerse en condiciones tan difíciles”.
“Buscan a toda costa envenenar la opinión pública y sembrar la matriz de que Cuba es el paraíso de la censura. Sinceramente, no creo que nadie con dos dedos de frente, que conozca Cuba, pueda dar crédito a estos infundios. Lo pienso, incluso, de algunos de los que hoy nos atacan, que han llegado a consolidar una carrera artística gracias, sobre todo, a las oportunidades que les brindó la Revolución, porque estudiaron en nuestras escuelas de arte y se formaron en un ambiente como el que allí se vive, que favorece al máximo la actitud creadora”.
“Además, fueron promovidos por nuestras instituciones y tuvieron en esos mismos eventos que hoy boicotean, un pilar fundamental para el lanzamiento de su trabajo artístico. Y porque disfrutaron de un público inteligente, que les costará trabajo encontrar en otra parte, cuya preparación es también resultado de una ardua labor cultural. Ni ellos mismos se creen semejante mentira. Pero, pobrecitos, en ellos el odio (o el dinero) pudieron más”.
El ministro de Cultura recordó que siempre han soñado con crear un frente contrarrevolucionario en la cultura. “Pero por más dinero que gasten en proyectos subversivos, publicaciones digitales, tecnología y honorarios para colaboradores que critiquen a la Revolución, becas y premios inventados, cursos de liderazgo, eventos en universidades de renombre y hoteles lujosos, no van a poder dividirnos. Se tendrán que conformar con un puñadito insignificante de mercenarios, sin peso real en la cultura, que les mantenga vivo el negocio en que se ha convertido esta nueva industria de la contra Revolución”.
Sobre el tema, aseveró que “la verdad está en la fuerza de la obra creadora de nuestros artistas; en el prestigio social y el compromiso de nuestros premios nacionales; en el clima de libertad creadora que se vive en nuestras escuelas de arte; en la diversidad y pujanza del trabajo artístico de nuestros jóvenes, y en los miles de artistas que están trabajando, muchas veces gratuitamente, en nuestras comunidades”.
“La verdad está en los miles de creadores de todo el país, que ahora mismo se han sumado, con donaciones solidarias y con su trabajo artístico, a las labores de recuperación en las provincias occidentales. La verdad está en la riqueza de nuestra vida cultural; en la diversidad y calidad de los eventos que, aun en medio de las dificultades, seguimos haciendo; en el público que sigue llenando las salas de teatro, los conciertos, y en las decenas de miles que cada año abarrotan La Cabaña y las principales plazas del país durante la Feria del Libro”.
“La verdad está en los miles de concursantes que cada año mandan sus obras al Premio Literario Casa de las Américas; en el compromiso con la obra colectiva que mantienen los miles de escritores y artistas que todos los días se levantan a trabajar, enfrentando las mismas dificultades que el resto del pueblo, para aportar con su labor a esa obra mayor que da sentido a sus vidas, y en el diálogo franco y en el clima de trabajo que mantienen nuestras organizaciones de creadores con las diferentes instituciones y sus principales dirigentes”.
“La verdad está en el respeto y la admiración que se ha ganado el presidente Díaz-Canel por la seriedad, la transparencia y sistematicidad de sus intercambios con nuestros escritores y artistas. Eso no se puede ocultar. Soy el primero en decir que falta mucho por hacer y que todavía cometemos lamentables errores. Pero ello no puede llevarnos a negar una obra que está a la vista de todos”, aseguró Alpidio Alonso Grau.
“Más allá de las calumnias, esa es nuestra verdad. Y contra esa verdad seguirán estrellándose las campañas de los odiadores de hoy y de mañana y los intentos de destruir lo que tanto sacrificio ha costado. Mal que les pese, en Cuba, Revolución y cultura son ya inseparables. Es una pena que estén incapacitados para entenderlo”.
Tomado de Cubadebate/ Foto de portada: Abel Padrón Padilla/ Cubadebate.