Las Unidades Cubanas del Ejército norteamericano: Una fuente de mercenarismo (IV)
Por José Luis Méndez Méndez * / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.
Los mercenarios que integraron las llamadas Unidades Cubanas en el Ejército de Estados Unidos, no sólo sirvieron a sus amos contra Cuba y en otros escenarios internacionales, fueron utilizados también como conejillos de indias en sus experimentos para el terrorismo biológico aplicado en sus agresiones en todo el mundo.
Hay historias, no reveladas, que se tratan aún de ocultar y silenciar, las cuales dan fe de estos manejos criminales. Una de ellas la exposición experimental a gases tóxicos de los hombres que integraban la Compañía A-17-4 de los mercenarios cubanos que se entrenaban en Fort Knox, Kentucky y en Fort Jackson en Carolina del Sur entre 1962 y 1963.
Oficialmente se considera que este experimento estuvo vigente entre el 5 noviembre de 1962, aunque la fecha de inicio de la convocatoria para los reclutamientos se establece el 15 de octubre cuando comenzó en Miami, Florida, hasta el 6 de diciembre de 1963. Según cifras parciales en esos dos años aproximadamente más de 5.000 cubanos recibieron entrenamiento en estas bases norteamericanas, como parte de la nueva invasión militar directa que se gestaba en el marco de la fracasada Operación Mangosta. Ese era, al menos en teoría, el pretexto para incorporarlos sin ser ciudadanos norteamericanos al Ejército de Estados Unidos.
Los entrenadores eran norteamericanos, algunos nacidos en Puerto Rico como el Sargento Mayor Pedro Juan Ortega Meléndez enviado allí en marzo de 1960 que sirvió hasta el mismo mes de 1963.
Pero en realidad, además del entrenamiento recibido, fueron utilizados en experimentos de guerra biológica con nuevos productos químicos que pocos meses después serían empleados en el exterminio de la población vietnamita. Las provocaciones para agredir a ese país asiático estaban en curso ya en 1963.
Dentro de los de menor rendimiento militar fueron seleccionados sesenta reclutas, quienes, sin su consentimiento explícito, ni aclarado, fueron rociados con el químico letal Dioxín. Años más tarde otros mercenarios cubanos enviados a Vietnam, serían víctimas de esta sustancia, unos fallecieron, enfermaron y antes de morir transmitieron a sus descendientes los efectos directos y colaterales del mismo.
Los herbicidas fueron utilizados con profusión en la guerra química contra Vietnam, que dejó secuelas en la flora y la fauna de ese país durante años. Estos son compuestos químicos activos empleados contra las plagas de origen vegetal. El agente naranja es una mezcla de dos tipos que se utilizó como defoliante en esa agresión entre 1962 y 1971.
Después de muchas denuncias y presiones, en 1998 la Academia de Ciencias de Estados Unidos (National Academy of Science) reconoció una asociación positiva entre la exposición al herbicida y numerosos cánceres humanos, incluido el cáncer prostático aunque en este caso su incidencia fue considerada limitada y no concluyente, que seguía siendo estudiada.
Sin embargo, para sustentar estos hallazgos científicos, en el 2008, un estudio que abarcó a 6.214 veteranos de la agresión a Vietnam expuestos al agente naranja, arrojó resultados relevantes con respecto a 6.930 veteranos no expuestos. Los autores de la pesquisa sostuvieron haber encontrado doble cáncer de próstata entre los arriesgados en una proporción de 239 contra 124, con edades más tempranas del diagnóstico.
Un caso publicitado fue el del capitán José Manuel Montano Fajardo, mercenario de la derrotada Brigada 2506 en Playa Girón en abril de 1961, quien murió como consecuencia de enfermedades derivadas de su exposición al llamado agente naranja esparcido sobre zonas de combate y poblaciones vietnamitas. Montano Fajardo fue el padre de la cantante de origen cubano residente en Estados Unidos, Gloria Montano, conocida en el mundo artístico como Gloria Estefan, apellido asumido de su esposo.
Estos mercenarios durante años han clamado ser reconocidos como veteranos de guerras extranjeras norteamericanas, pero su condición de soldados de fortuna les ha impedido tal calificación, ni las autoridades han admitido que algunos de ellos fueron parte de experimentos secretos durante su entrenamiento militar. Esto les ha privado de recibir beneficios médicos adicionales por haber estado expuestos al Dioxín.
Investigaciones privadas han determinado que durante todo un mes, que comenzó el 7 de marzo y terminó el mismo día del siguiente mes de 1963, los voluntarios no declarados, fueron rociados con gases de Dioxín con diferentes dosis y tiempo de exposición. Se observaron sus efectos inmediatos, pero las secuelas sólo fueron registradas cuando ya ellos no estaban en las bases militares. Se estima que la presencia de este químico en el organismo humano puede durar entre 30 y 40 años y que además es transferible.
Varios denunciantes entre quienes fueron objeto del experimento coinciden en que los médicos en las mencionadas bases los llevaron a locales, que ellos califican de cámara de gases, donde eran divididos en dos grupos. Uno era destinado a recibir un gas de color azul y el otro para el gas naranja. Allí recibían las exposiciones.
Los acusadores durante años optaron por el anonimato, pero recientemente tienen páginas en Internet como la de Carlos J. Ruiz Jr. quien en unidadescubanas@msn.com pide solidaridad con sus denuncias e invita a que se sumen los que se consideren víctimas de esos experimentos, que según afirman han causado cáncer, enfermedades degenerativas, congénitas, tumores y otros males.
Afirman los estudios que el químico penetra lentamente por los poros, va a la sangre, se disemina por el torrente sanguíneo y circula por todo el organismo durante años.
La mayoría de los reclutas eran jóvenes en una edad extendida por resolución de las autoridades militares norteamericanas, que admitían cubanos entre las edades de 18 y 31 años, en lugar de 18 y 26, límites en la conscripción regular de sus Fuerzas Armadas por ese tiempo. Ese límite de edad fue extendido por un acta del Congreso en consideración al número elevado de aspirantes que excedían los 26 años, incluso hasta algunos llegaban a los 35 años y más, pero igual fueron admitidos. En los pelotones de la Compañía B-4-1 estaban los de mayor edad.
Algunos de estos mercenarios que pasaron por Fort Jackson, se integraron después a los grupos terroristas más agresivos. Tal es el caso de Eduardo Macaya, directivo de la llamada Asociación de Veteranos de Fort Jackson, quien fue un activo miembro de Omega-7, además de presidir el llamado Bloque Revolucionario Unido Cubano, versión para los estados norteamericanos de Nueva York y Nueva Jersey, de la Operación CORU. Macaya, de Fort Jackson fue enviado a la guerra contra Vietnam, después estuvo en la guerra sucia de la CIA en Centroamérica en la década de los ochenta, donde dirigió la organización Freedom Fighter, organizada por esa agencia.
Estos servidores pagados del imperio se han prestado para todo tipo de agresión por más de medio siglo, pero también han recibido en pago las secuelas de experimentos con el empleo del Dioxín y el conocido agente naranja. Son las consecuencias y beneficios colaterales por ser mercenarios.
(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, «La Operación Cóndor contra Cuba» y «Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba». Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.
Foto de portada: John Moorlez/ Getty Images.