Cuba y las listas negras de Washington
Por Raúl Antonio Capote.
Como si no fuera suficiente el castigo impuesto a la Isla por parte de las sucesivas administraciones estadounidenses, el gobierno de Joe Biden acaba de agregar a Cuba en otro de sus índices espurios.
En una decisión que desborda la imaginación más perversa, Washington incluyó a la Mayor de las Antillas en la lista negra de violadores de la libertad de religión, junto a Nicaragua y al grupo ruso Wagner, confirmó el viernes el secretario de Estado, Antony Blinken.
La actual administración sustenta su decisión en que, según ellos, Cuba «ha cometido o tolerado violaciones especialmente graves de la libertad religiosa», explicó el Secretario de Estado en un comunicado.
Desde su cuenta en Twitter, el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla, repudió de inmediato la designación de nuestro país en otro listado arbitrario. «El gobierno de EEUU necesita recurrir a acusaciones deshonestas para mantener la insostenible política de abuso contra el pueblo cubano», dijo.
No puede haber nada más desatinado, pero poco tienen que ver la verdad, la cordura y la razón con la política de Washington hacia la Isla.
Si un país en el mundo goza de libertad religiosa, ese país es Cuba, algo que es conocido por todo el que nos visita y que ha sido evaluado por diversas organizaciones internacionales.
Es oportuno aclarar que no es simbólica la incorporación de La Habana en estas listas creadas por la Casa Blanca, cada inclusión significa medidas de sanción contra la economía del país.
La inserción en la lista de países patrocinadores del terrorismo, por ejemplo, ha traído afectaciones serias a las finanzas del país, que se reflejan en la vida diaria de los cubanos.
Pero nada de esto es casual ni constituye un mecanismo individual de represión, forma parte de la guerra no convencional contra la Revolución Cubana.
Incluir a Cuba en listas negras de toda clase, además del efecto inmediato sobre las relaciones económicas con el mundo, va dirigido a destruir la reputación de la Isla, privarla de la solidaridad internacional, aislarla del mundo, para que nadie actúe contra sus agresores en caso de que tomen la decisión de usar la fuerza.
El asesinato de carácter de una nación es un proceso premeditado y sostenido, que busca destruir la credibilidad, deslegitimar al gobierno y justificar cualquier medida punitiva.
Forma parte de los métodos utilizados por los servicios especiales de EEUU para destruir a los adversarios del sistema capitalista, a los enemigos del imperio.
Tomado de Granma / Foto de portada: Archivo / Rebelión.