Cuba

Fidel y Jesús

Por Ana Hurtado.

El martes 20 de Junio visitaba el presidente cubano Miguel Díaz-Canel junto a su equipo la ciudad del Vaticano y el Papa Francisco les recibió en lo que popularmente conoceríamos como el país o la ciudad de Dios.

Se va cambiando el paradigma. El mundo recibe a Cuba con honores mientras los que se empeñan en destruir su reputación tienen que asumirlo. La visibilidad de la verdad se abre paso poco a poco y hasta la iglesia católica con su pasado le abre las puertas a la Revolución Cubana en su propio territorio.

Desde que nací, como quien dice, tenía una cruz  y una virgen arriba. No en el sentido peyorativo de la palabra. El castellano es muy amplio y tener una cruz puede entenderse como arrastrar una desgracia.

Pero no, lo mío era en el sentido más semiótico.

Siempre había religión alrededor. Sacerdotes, monjas, misas, excursiones con la iglesia y todos los sacramentos recibidos desde el bautismo a la confirmación.

El ambiente no era un ambiente de derechas, ni mucho menos.

España es un país en el que desde los años sesenta la iglesia católica y los llamados “curas rojos” se abrieron al pueblo y actuaban en los barrios incluso como líderes sindicales.

No digo que esa sea la historia de mi vida. Sí digo que mi educación ha sido un híbrido que quizás mucha gente no entiende y otra sí entre el catolicismo y el socialismo. Y sin ser yo cristiana practicante pero sí socialista con firmeza, seriedad y honradez, me atrevo a decir que con los años y con una mirada retrospectiva y crítica, pude entender que sacando a las instituciones, el daño que se ha hecho en nombre de dios y tantos siglos de mentiras, la búsqueda de la justicia social de ambos movimientos es exactamente la misma.

Durante años estuve que no quería que me mencionaran nada que tuviera que ver con Jesús delante de mí. Y son las paradojas de la vida las que hicieron que al llegar a Cuba por primera vez en busca de marxismo, encontrara una reconciliación espiritual con ese pasado mío que tanta religión había tenido; siendo nieta y bisnieta de republicanos españoles, pero que como a Fidel, sus padres consideraron que había que darle una educación religiosa escolar hasta antes de entrar a la Universidad.

Buscando el marxismo y buscando las bases científicas, me encuentro con Frei Betto y cae en mis manos Fidel y la Religión. Qué curioso que viniendo al bastión socialista al cual yo he decidido entregar mi ideología en cuerpo y alma, veo que aquí no solo se lucha por las necesidades materiales sino espirituales y emocionales de los individuos.

Y recuerdo las historias de Jesús que escuchaba de niña. Y pienso en Fidel.

Los primeros cristianos que eran tratados como revolucionarios, terroristas y sectarios. Perseguidos por el imperio romano. Que tras la muerte de Cristo debían esconderse para reunirse en las catacumbas. Unos alborotadores para el gobierno y el poder hegemónico del momento.

Pero, si observamos muy ligeramente a Jesús, ¿Nos recuerda a alguien?

Echó a los mercaderes del templo. Volcó las mesas de los que vendían y dijo que esa era la casa de su padre y no una cueva de ladrones. Sin ir más lejos, cuando triunfó la Revolución, los imperialistas fueron mandados a sus casas con todas las empresas con las que llevaban años explotando al pueblo cubano, tanto sus tierras y materias primas como su mano de obra.

Recuerdo también aquel pasaje en el lago de Galilea donde Jesucristo multiplicó los panes y los peces. Con una pequeña cantidad de comida, dio de comer a muchas personas. Y en la semejanza con la isla, no hace falta que nos traslademos a la Reforma Agraria de la que ya Fidel hablaba en su defensa recogida en La Historia me Absolverá que se cumplió al triunfar la Revolución. Esa reforma que transformó tanto. Podemos hablar de ahora. Con una guerra económica que ahoga a un pueblo que pasa necesidad material, Fidel y sus sucesores hacen lo indecible por multiplicar los recursos que tienen para que todo llegue a todos. Aunque cada día es una zancadilla nueva y una trampa más por parte de los enemigos de la justicia social. La misma que defendían los primeros apóstoles y sucesores de Jesús, que eran perseguidos y crucificados en aquellos primeros años tras su muerte.

¿De quién se rodeaba el hijo de Dios? No iba con poderosos ni con los comerciantes. No le importaba lo que dijera la gente y por no importarle se rodeó hasta de prostitutas diciendo que el reino de los cielos estaba abierto para todos. Lavó los pies a sus discípulos en un gesto de humildad sentando la base de que un líder enseña con el ejemplo. Por y para los humildes.

Y 1926 años después en el Caribe cubano, un niño con sangre gallega viene al mundo en una familia trabajadora que gana ciertos privilegios sociales a base de trabajo. No nació de una virgen. Nació de la historia de dos pueblos. De sudor y lágrimas. De inmigración. De sacrificio. Y creció viendo como en su familia se trabajaba tratando por igual a aquellos que la vida les había arrebatado todo tipo de honor y dignidad y que habían nacido y morían descalzos. Comía con esos haitianos del mismo plato. Y forjó su conciencia de clase antes de los libros. La forjó, en el corazón. Es el secreto fundamental. Cuando sientes la injusticia antes de haber leído a nadie, o cuando miras a un desprotegido a los ojos.

Al igual que Jesús, devolvió la vista a los ciegos, no tocándolos literalmente con sus manos, pero si con la Operación Milagro en misiones internacionalistas por diferentes puntos del planeta. Lo suyo no fue uno, sino miles de milagros, gracias a sus ángeles de batas blancas.

A ciencia cierta, con una cruz de oro que me cuelga del cuello como reliquia con un valor sentimental indescifrable, puedo decir que no tenemos la certeza de que un hombre llamado Jesús, hijo de un carpintero y un ama de casa hayan existido.

Me gustaría pensar que sí. Pero la historia hasta el día de hoy no lo ha demostrado científicamente. Solo hay un consenso universal al respecto.

De lo que si podemos estar seguros tanto la historia, como la ciencia, la educación, y cualquier sector que se precie, es que quién sí existió fue un hombre que se llamó y se llama Fidel Castro Ruz que será recordado por los siglos de los siglos al igual que se recuerda al hijo de Dios. Porque al igual que él, Fidel es otro hijo del cielo. Un hijo que vino a traer al mundo justicia social y paz.

Algún día a título póstumo deberá ser nombrado Premio Nobel de la Paz. Que cambien los estatutos para dárselo. O que se cree una nueva condecoración. No lo olvidéis. Se hablará siempre de él. Será recordado eternamente en el mundo por su obra.

 

Tomado de Cubadebate.

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