Cuba

Una cubana en los algoritmos de la inteligencia artificial

Por Sara Más

Cuando no existían celulares ni laboratorios tan avanzados como los de hoy, cuando todo eso parecía otro anuncio de ciencia ficción, la cubana Yailé Caballero Mota tomó la que sería una de las mejores y más acertadas decisiones de su vida: matricular la carrera de Cibernética y dedicarse al área de la inteligencia artificial.

Hacerlo, además, desde una ciudad de provincia y en su condición de mujer –no siempre bien vista en el campo de las llamadas “ciencias duras” –, añadió más desafíos a su determinación.

Hoy sonríe discretamente cuando remonta desde la memoria ese recorrido que empezó en un aula lejos de casa, donde solo había ocho muchachas en un grupo de 80 estudiantes. “Pero las ocho que empezamos, terminamos…”, precisa con una mezcla de orgullo y seguridad.

Apasionada por las Matemáticas desde muy niña, Yailé tuvo la suerte de poder escoger libremente su ruta profesional. “Quería ser como mi mamá, una mujer con una imagen grande para mí, de carácter fuerte, emprendedora. Quería ser como ella, pero no quería ser médica como ella”, relata. “Mi familia siempre me apoyó a que estudiara lo que me hiciera feliz y estaba segura de que sería la Matemática”.

Natural de Camagüey, provincia a unos 530 kilómetros de la capital, la joven tuvo que dejar por primera vez a su familia para irse a estudiar Cibernética en la Universidad Central “Marta Abreu”, en la provincia de Villa Clara, a 260 kilómetros de su casa.

“Siempre digo que no importa a dónde hay que ir ni cuánto haya que recorrer para estudiar la carrera que se desea. Hoy me siento feliz y orgullosa de haber dado ese paso, aunque era hija única y me separaba de mis padres”.

Esos cinco años de estudio, entre 1996 y 2001, marcarían también sus inicios en el ámbito de la inteligencia artificial, a partir de un estudio en el Centro de Neurociencias de Cuba en busca de un clasificador automático para las etapas del sueño, que terminó siendo su tesis de grado y el motivo de sus primeras publicaciones científicas. “Esa investigación me marcó y reafirmó el camino que había escogido”, relata.

Cuando trata de definir en una explicación sencilla la inteligencia artificial, Yailé habla de una ciencia que se nutre de los datos. “Es como si tuviéramos a la mano el conocimiento de muchos y valiosos expertos para que, a partir de ahí, el sistema aprenda y sea capaz dar una respuesta”.

Agradece a la Universidad Central de Las Villas su formación como cibernética y al profesor Rafael Bello Pérez por haberse convertido en su tutor o padre científico.

Entre búsquedas y algoritmos

Por más de 20 años Yailé ha liderado investigaciones de inteligencia artificial que dan solución a problemáticas de campos tan diversos como la meteorología, la ingeniería civil, la salud, la educación, el turismo, el manejo eficiente de la energía, la optimización del transporte y la biotecnología, entre otros.

Más recientemente volvió a incursionar con éxito desde los algoritmos en el campo de la salud, en la obtención de conocimiento sobre la letalidad de la covid 19, como lo ha hecho también en la predicción de la ataxia de la marcha, el pronóstico de enfermedades renales y dermatológicas.

“Desde abril de 2020, apenas comenzando en Cuba la pandemia y a través de las técnicas de inteligencia artificial, un grupo de científicos habíamos detectado variables que podían conducir al desarrollo fatal de esa enfermedad. Mediante la modelación matemática pudimos ayudar a interpretarla, combatirla, optimizar recursos, distribuir el transporte y asignar pacientes a los hospitales”, dice mientras recuerda lo que fue un momento de tensión, gran utilidad y aplicación de conocimientos por el bien común.

En su currículo se glosan varios resultados científicos y reconocimientos, entre ellos el Premio Internacional de la Academia de Ciencias de Países en Desarrollo 2017, su incorporación como integrante de la Academia Mundial de Ciencias (TWAS) en noviembre 2022 y el Premio Sofía Kovalevskaya, otorgado en marzo de este año.

Entre los profesores estadounidenses Ann Hibnerz y Neil Kloblitz, cuando recibió en la Universidad de La Habana el Premio Sofía Kovalevskaya, en marzo de 2023.  Foto: SEMlac Cuba

La Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte y Loynaz, donde trabaja, encabeza un proyecto nacional con la idea llevar adelante una estrategia para el fomento de la inteligencia artificial, junto a otras universidades cubanas, ministerios, instituciones científicas y de empresas, con el foco en el uso ético de este campo científico de la informática, en favorecer una mejor infraestructura de trabajo y de capacitación de recursos humanos.

“En Cuba hay una comunidad científica dedicada a la inteligencia artificial con buenos resultados y reconocimientos a nivel internacional; sin embargo, nos falta impactar aún más en la solución de problemas reales de diversas áreas, aunque se han hecho investigaciones importantes en todo el país para”, comenta.

Entre los proyectos que la cautivan y a los que ha dedicado energías en los últimos tiempos, está el que su institución emprende con la Universidad de Estudios Internacionales de Hebey, en China, y que acoge la creación de un instituto internacional de investigaciones en inteligencia artificial en el país asiático.

Concebido no sólo para la formación, sino también para el desarrollo de aplicaciones, esa instalación contará con un centro de datos de alto desempeño que dará soporte a las investigaciones, así como a las demandas de empresas chinas y cubanas. Entre las posibilidades que abre, menciona el desarrollo de aplicaciones que favorezcan la calidad de vida de las personas mayores, ciudades inteligentes, la industria 4.0, la agricultura de precisión y otras áreas.

“Hoy la inteligencia artificial es noticia –sea positiva o negativa– y ha llegado a todos los ámbitos del conocimiento. Abundan los ejemplos positivos y nuestra apuesta, como comunidad científica, es contribuir directamente a las áreas de aplicación, para encontrar soluciones”, sostiene.

Aunque se trata de un asunto que en la actualidad genera polémicas entre partidarios y detractores, ella está convencida de que es completamente útil y ya imprescindible, sólo que necesita ir siempre de la mano de las buenas prácticas.

“Si algo tiene que marcar el desarrollo de las investigaciones en inteligencia artificial, es su uso ético. Desde la Unesco y varias organizaciones se investiga acerca de las regulaciones que deben cumplirse a la hora de desarrollar algoritmos inteligentes”, advierte y de inmediato toma partido.

“Vetándola no vamos a evitar su uso negativo. Soy su defensora ciento por ciento de la inteligencia artificial, desarrolladora de investigaciones en ese campo, pero con uso ético y enfocado en el bienestar social, no para emplearla en guerras o con fines negativos en el ciberespacio.

Una oportunidad para las mujeres

Convencida de que “las mujeres pueden aportar muchísimo al desarrollo de las ciencias matemáticas y computacionales”, a Yailé Caballero Mota le satisface comprobar que en las aulas e instituciones “crece el número de científicas y docentes en estas áreas, aunque aún son minoría respecto a los hombres”.

Esto nada tiene que ver con la capacidad de las mujeres, pero sí con las prácticas y la cultura social, asegura.

“Los padres aún creen que las niñas deben inclinarse hacia otras carreras. Basta ver los juguetes que les ofrecen a sus hijos: a los niños telescopios o microscopios, a las niñas casi siempre muñecas. Desde nuestros roles de padres y madres creamos una predisposición que muchas veces les aleja de su potencial real. Niñas y niños tienen las mismas capacidades, pero no siempre se estimula que desarrollen esas habilidades”, argumenta.

“Se sigue pensando que las niñas son más dadas al español y las Ciencias Sociales, y los niños a las ciencias técnicas y las matemáticas. Y no es así: hay investigadoras brillantes en Física, Matemática o Ciencias de la Computación, por ejemplo, con la misma capacidad de los hombres”.

En su aula universitaria, donde enseña como docente, hay cada año más alumnas, muchas más que aquellas siete que, junto a ella, se iniciaban en la carrera hace 25 años. “Pero todavía son pocas al lado de los varones”, reitera.

Por ese camino identifica barreras y brechas que tienen que vencer las mujeres en el campo de la ciencia. “En Cuba se confía en la mujer y sus capacidades, se apuesta por ello. Pero todavía hay machistas que no comprenden ni aceptan su liderazgo en el trabajo y la profesión”, comenta.

En cambio, defiende la idea de que la ciencia necesita de la constancia, capacidad creativa e innovación que las mujeres acostumbran a desarrollar y percibe esa posibilidad como “una gran oportunidad para ellas de crear y proyectar sin límites lo que realmente quieran y pueden hacer”.

Tomado de SEMLAC

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