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Inolvidable crimen en la memoria histórica cubana

Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

Los grupos fascistas dentro de los terroristas de origen cubano, se aliaron de inmediato a los golpistas chilenos, en septiembre de 1971, se propusieron a su servicio con los conocimientos adquiridos de la CIA y la destreza alcanzada en décadas de ejercer el terror como método de alcanzar sus objetivos. Esta alianza de mutua conveniencia, les proporcionó adquirir otros saberes no aplicados en su larga lista de agresiones, como el tan empleado secuestro y desaparición de personas tan utilizado en esa época en el Cono Sur de América Latina. Lo comenzaron a realizar incluso con la participación de sus asesores.

En enero de 1983, el libelo La Crónica, de San Juan, Puerto Rico, publicó una reseña, sobre el grupo terrorista de fascistas de origen cubano, que intentó secuestrar al cónsul cubano en Mérida, Yucatán, el 23 de julio de 1976, también demoler con explosivos la embajada de Cuba en Ciudad de México. En este acto de terror fue asesinado el cubano Artaigñan Diaz Díaz.

Apenas dos semanas después del fallido intento, son secuestrados, torturados hasta la muerte y desaparecidos dos jóvenes diplomáticos cubanos en Buenos Aires, Argentina, el 9 de agosto de 1976, y la extremista organización Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas ( CORU), se adjudicó el grave hecho. Sus restos son encontrados treinta años después como resultado de una acuciosa investigación que duró diez años por parte de investigadores cubanos.

La participación de los terroristas anticubanos refugiados en Miami, trabajando con la CIA de los Estados Unidos, está plenamente demostrada.

Recorrer la historia de aquel sombrío día, en que ambos son secuestrados, cuando después de salir de su trabajo se dirigían a sus viviendas y llevados a uno de los más temibles centros de tortura como fue Automotores Orletti, sede clandestino, tortura y exterminio de la Operación Cóndor en Buenos Aires. Este lugar, recuperado como un Espacio para la Memoria, fue un enorme taller de mecánica devenido en el “ábrete sésamo de la muerte”, consigna para abrir su puerta levadiza por los represores disfrazado en una casa de barrio de dos plantas, tenebroso lugar donde ninguno de los detenidos-desaparecidos que pasaron por ahí, podía no escuchar el horror de las torturas de sus compañeros, los desgarradores gritos y lamentos apenas confundidos en la música a todo volumen que ponían los torturadores, y el llanto de los niños que fueron secuestrados junto a sus padres, como revelan las investigaciones actuales. Mientras, al lado, niños de una escuela colindante, ajenos a la barbarie, jugaban y cantaban tonadas infantiles mientras la muerte rondaba.

Para entender este nivel de perversión, el edificio de “Automotores Orletti”, está separado por una pared de la referida escuela primaria. En este Centro Clandestino durante el tiempo en que funcionó entre mayo y noviembre de 1976, los casos de los cubanos aparecen registrados en las instituciones argentinas, que siguen a los miles desaparecidos, los cubanos aparecen como los números 40 y 41, por los cargos de privación ilegal de la libertad y tormentos a Jesús Cejas Arias y Crescencio Galañena Hernández. Se constató por medio de los testimonios que dieron fe del paso de ellos por allí y su destino final.

Se acreditó, sin lugar a dudas, que los cubanos fueron ilegalmente privados de su libertad el 9 de agosto de 1976, en el barrio de Belgrano por personal de fuerzas de seguridad, luego de lo cual fueron alojados en el centro de detención llamado “Automotores Orletti” donde fueron sometidos a tormentos hasta causarles la muerte.

Fue necesario una década de investigación para descubrir y encontrar la verdad, concluir la posibilidad real de que ambos jóvenes, hubieran sufrido el destino de las víctimas asesinadas en “Automotores Orletti”: cadáveres introducidos en toneles (barriles) de aceite de 200 litros, mezclados con cemento, para después arrojarlos en un basurero donde estuvieron por más de 36 años, por medio de esta siniestra metodología empleada en ese Centro Clandestino.

Haber conocido, por medio de una fuente primaria, que los cubanos soportaron las peores torturas, sin revelar ninguna información de interés de sus captores, como muestra de fortaleza ideológica, convicción, lealtad, actitud que fue reconocida y admirada por quienes los asesinaron por medio del llamado “submarino seco”, consistente en colocarles una bolsa plástica en la cabeza hasta producirles la asfixia y consecuente muerte.

Es imposible describir esos días y continuas horas de investigación, en que se debatían diversas hipótesis, introducidas por los represores para impedir esclarecer la verdad de lo acontecido y encontrarlos, sobre todo lo que podía haber pasado con Jesús y Crescencio. Ya existía la certeza de su paso por “Automotores Orletti”, y de la carta que perversamente les obligaron a escribir y firmar, en medio de atroces torturas para decir que habían decidido “pasar al mundo occidental”, abandonar su misión y que ninguno de sus compañeros de la embajada creyó, como entonces sostuvo con toda firmeza el embajador cubano Emilio Aragonés Navarro, a quien en agosto de 1975 también intentaron secuestrar o matar.

Fueron años de angustia, un sentimiento mezclado ante el horror de la posibilidad de encontrar esos restos amados en donde se suponía, un barril con cemento para llegar hasta el fondo de un río. También de ansiedad y temor por el paso del tiempo, que podía borrar el destino final de esos barriles. Sobre todo cuando fueron exhumados los ocho cadáveres encontrados el 14 de octubre de 1976, en el Canal de San Fernando, algunos de ellos identificados como procedentes de “Orletti” y ninguno correspondía a los cubanos.

Finalmente en junio de 2012, el hallazgo esperado en la zona de San Fernando, en un inmenso basurero, de tres barriles con restos humanos en el interior trajo la luz a miles de días de penumbras en la búsqueda y la certeza de que tenían que ser los cubanos. Databan de por lo menos treinta años atrás y eran similares a otros encontrados ya citados. Una vez identificados, una verdad se expuso, habían puntos comunes que los diferenciaban de los hallados con anterioridad: Mientras que aquellos también procedían de “Orletti”, habían sido asesinados con disparos en la nuca, excepto a una joven embarazada a término, que le mataron lo engendrado por la pelvis y a ella en la nuca; habían sido secuestrados en septiembre de 1976 y sumado a ellos un secuestrado en julio, vinculado a ese grupo. Ahora los tres encontrados, habían sido secuestrados todos en la primera quincena de agosto de 1976, dos tenían nexos con la embajada de Cuba en Argentina: Maria Rosa Clementi de Cancere, maestra argentina secuestrada el 3 de ese mes y Crescencio Galañena Hernández, secuestrado el 9. Los tres asfixiados hasta la muerte. ¿Entonces dónde había quedado el otro cubano?

Esta noticia se reveló, después de concluido el proceso verificador, el 3 de agosto de 2012. Se habían reconocido los otros restos: los de Ricardo Manuel González, argentino secuestrado el 4 de agosto de 1976, hijo de un oficial superior de la Policía Federal argentina y los de la mencionada joven María Rosa. Fue un momento único. Parecía imposible que la búsqueda de tantos años terminara allí, en lo que quedaba de los restos. Todo lo que Cuba había denunciado era verdad, no habían traicionado. Se acababa la mentira y la espera, pero la zozobra proseguía: faltaba encontrar a Jesús. El 18 de abril de 2013 en el mismo predio del hallazgo anterior frente al aeródromo internacional de San Fernando apareció, a pocos metros del lugar del hallazgo anterior, un barril de metal oxidado. Estaba algo deteriorado y en su interior se apreciaban restos humanos. Otra vez la esperanza y el temor. Este hallazgo tan lleno de simbolismos culminaría, después de una serie de indagaciones que confirmaron que los restos encontrados correspondían al cubano Jesús Cejas Arias.

Todo volvió a revivirse. En ambos casos los restos colocados en urnas fueron expuestos en la sede de la embajada cubana, en aquel mismo edificio, desde donde salieron los dos jóvenes, aquel aciago día de agosto de 1976. Miles de argentinos que pasaron junto a las autoridades gubernamentales, militantes políticos, a la solidaridad hacia Cuba y a la causa de los desaparecidos para hacer una guardia de honor en larga fila luctuosa. El dolor profundo que embargaba a los miembros de la embajada y a la vez la tranquilidad “más allá del dolor” de haber podido llegar hasta el trágico final de esta historia y llevar la paz a sus hogares campesinos por haber recuperado los restos de los suyos, de la “noche y la niebla”. Un inolvidable crimen en la memoria histórica de las agresiones contra Cuba.

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

Foto de portada: PL.

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