Cuba y la vigencia del socialismo como proyecto
Por José Ernesto Nováez Guerrero (*)
Dos hechos recientes sirven de fundamento a estas notas. El primero es la Cumbre del G77 más China, celebrada en La Habana los días 15 y 16 de septiembre, con la presencia de jefes de estado y representantes gubernamentales de más de 130 países. En el cónclave, entre otros temas, no solo se denunciaron los bloqueos y las medidas coercitivas unilaterales, sino que se hizo un marcado énfasis en la inversión en el desarrollo científico como vía para la soberanía y el desarrollo humano en las naciones del Sur Global.
Lo interesante de este énfasis es que se hizo en la capital del único país del tercer mundo que pudo producir, en menos de dos años, cinco vacunas propias para hacerle frente a la devastadora pandemia de la COVID 19, cuyos efectos en lo económico y social aún nos golpean a todos.
Cinco vacunas que además de ser realizadas en tiempo récord, reunían un grupo de requisitos que las hacían sumamente valiosas de cara al Sur: seguras, por descansar sobre una base tecnológica ampliamente probada, económicas y resistentes al calor, lo cual facilitaba su transportación y almacenamiento, sobre todo en naciones de la franja tropical, curiosamente uno de los espacios geográficos donde más lenta e ineficientemente progresó la vacunación en esa etapa.
Esas vacunas fueron el resultado de la masiva inversión realizada por el país desde el principio de la Revolución, pero particularmente en los difíciles años 90, cuando se consolidó el famoso Polo Científico de La Habana del Este. Ese potencial humano y social permitió desarrollar esas cinco vacunas con muy poca inversión, en medio de una crisis nacional y global y con un Bloqueo recrudecido que, incluso, apuntaba a dejar a Cuba fuera de los mecanismos de distribución de vacunas creados por los organismos internacionales.
El otro hecho interesante ha sido la visita del presidente cubano a Nueva York, en el marco del 78 Período de Sesiones de la Asamblea General de la ONU. Además del despliegue diplomático y político implicado, y la hostilidad mediática y de la contrarrevolución organizada en el país, la agenda presidencial se cumplió. En un encuentro con más de un millar de representantes de organizaciones sociales y amigos de la isla, el joven activista Manolo de los Santos, en su intervención afirmó: “Nosotros no tenemos miedo de decir que creemos en el proyecto socialista. No tenemos miedo de decir que el sistema necesita cambiar”.
Además de la denuncia al Bloqueo y el apoyo a Cuba expresado por miles de voces, la expresión de Manolo permite reflexionar sobre un hecho a mi juicio fundamental: la resistencia y el ejemplo de Cuba, a pesar de 65 años de asedio y hostilidad del imperialismo (aunque no solo Cuba, también Venezuela y otros proyectos que resisten asedios similares), permite a una nueva generación de militantes conectarse con el socialismo como proyecto posible de transformación de un orden de cosas cada vez más injusto.
En medio de la campaña permanente para mostrar la pobreza en la isla, sus problemas sociales, como evidencia insoslayable del fracaso del socialismo en todas las latitudes, hay realidades que resultan imposibles de negar, para aquel que quiera verlas. Si a pesar del Bloqueo, activo y recrudecido, del acoso, del chantaje, de las listas espurias, de las propias limitaciones humanas de las mujeres y hombres que hacen el día del país, una isla que ha defendido su proyecto de socialismo incompleto y perfectible logra en condiciones extremas cinco vacunas propias y es capaz de enviar más de cuarenta brigadas médicas altamente especializadas a salvar vidas en los cinco continentes, entonces el socialismo es un horizonte viable.
Un horizonte que no se puede medir en materia de consumo, pues es un proyecto distinto del consumismo como único modelo de éxito y prosperidad nacional e individual. El socialismo es una poderosa fuerza motriz que organiza el desarrollo humano de una nación para llevarla a saltar por encima de los límites que sus propias condiciones de desarrollo le han impuesto, por encima del papel que le habían asignado en la arquitectura productiva global los grandes poderes fácticos. Por eso una nación condenada a ser solo una productora de azúcar puede tener desarrollos biotecnológicos propios, un índice de mortalidad infantil comparable con países desarrollados, toda su infancia en edad escolar en escuelas, altos índices de formación superior, una esperanza de vida longeva, etc. Por eso una pequeña isla del Caribe es parte de la historia de África y sus hijas e hijos fueron protagonistas de los procesos independentistas en no pocos países africanos y hoy llevan calidad de vida y salud a todo el planeta.
Esos elementos y muchos más explican la importancia de negar, satanizar, vulgarizar, disminuir el proyecto cubano. Para el modelo imperante y para sus defensores, incluso aquellos que no son parte de las élites y nunca lo serán, es impensable que un orden más justo pueda emerger incluso en las condiciones más adversas.
Cuba hoy es un proyecto político con contradicciones e insuficiencias. Las limitaciones propias y las impuestas determinan el cariz de una parte de la realidad y el día a día de la isla.
El pueblo cubano debe bregar en condiciones muy difíciles, que tendremos que resolver con la mayor urgencia posible, valiéndonos de nuestras propias fuerzas y del apoyo solidario de naciones y pueblos amigos.
Porque la realidad, que es siempre más rica, demuestra que, a pesar del cerco, Cuba no está sola. Que su prestigio político es internacionalmente reconocido y que su sola existencia, conecta a toda una generación con el ideal y la causa del socialismo. Una lucha y una causa que no puede ser para el impreciso futuro, sino que es, siempre, para el presente.
(*) José Ernesto Novaes Guerrero, Escritor y periodista cubano. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Coordinador del capítulo cubano de la REDH. Colabora con varios medios de su país y el extranjero.
Tomado de Mate Amargo.