Internacionales

Estados Unidos – Israel: ¿Ahora, Irán?

Por Carlos Fazio (*).

Mientras la maquinaria de propaganda masiva del llamado lobby judío y pro Israel en Washington sirvió para justificar la complicidad del presidente Joe Biden y el Estado profundo (deep state) con el etnocidio en Gaza −asimilando la estrategia de “tierra quemada” y la brutal carnicería y destrucción de infraestructura edilicia provocada por la aviación y la artillería israelí sobre la población gazatí argumentando una respuesta en legítima defensa−, persisten las interrogantes acerca de si la Operación Diluvio de Al-Aqsa, protagonizada por Hamás y otros grupos de la resistencia palestina “sorprendió” a los servicios de inteligencia israelíes, el Mosad, el Shin Beit (contraespionaje) y el AMAN (la inteligencia militar).

Para justificar el devastador ataque de los tanques y la aviación contra la población civil de Gaza, cuya cifra de muertos supera ya las 8,300 personas (de ellas, 3,400 niños), la “propaganda de la atrocidad” sembrada por los servicios de inteligencia de Israel, EU y el Reino Unido –y multiplicada en los medios del Occidente colectivo− resaltó los crímenes cometidos por algunos de los atacantes palestinos, pero omitió la actitud respetuosa de los demás.

Con el paso de los días van surgiendo evidencias de varios montajes mediáticos, entre ellos, que Hamás mató supuestamente a unos 1,400 civiles, entre ellos bebés, niños y mujeres. Sin embargo, estadísticas publicadas por el diario israelí Haaretz,da cuenta de que hasta el 23 de octubre el número de víctimas mortales, incluidos sus nombres y el lugar de su deceso, era de 683, de los cuales 331 (48.4%) eran soldados y policías, muchos de ellos mujeres; 13 eran miembros del servicio de rescate, y los 339 restantes son considerados aparentemente civiles. Si bien la lista no es exhaustiva, y sólo representa aproximadamente la mitad de los muertos difundida por la inteligencia militar israelí, casi la mitad de ellos fueron identificados como combatientes israelíes. Hasta el momento, ninguno de los identificados era bebé; siete tenían entre 4 y 7 años, y nueve entre 10 y 17 años.

Acusaciones sin fundamento

Un análisis realizado por The Cradle de los videos que provenían de teléfonos israelíes o publicados por combatientes palestinos que filmaban su propia operación el 7 de octubre y que inundaron las redes digitales, muestra enfrentamientos entre combatientes palestinos y fuerzas armadas de Israel, y en medio civiles desarmados cubriéndose. También exhiben israelíes posiblemente desarmados asesinados en sus vehículos o en las entradas de instalaciones y hay versiones de testigos presenciales que sugieren que se arrojaron granadas a refugios antiaéreos, pero no está claro quién.

Sobre el Festival por la Paz israelí, citado como el evento más mortífero cometido por las milicias palestinas, The Cradle alude a videos que parecían mostrar a las fuerzas de defensa israelíes abriendo fuego a través de una multitud de civiles desarmados, hacia objetivos que creían que eran miembros de Hamás. El medio consigna que, ABC News, también informó que un tanque israelí se había dirigido al lugar del festival. En su informe sobre los hechos en Be’eri Kibbutz, ABC News fotografió piezas de artillería que se asemejan a municiones israelíes frente a una casa bombardeada. El periodista David Muir mencionó que después se encontraron combatientes palestinos cubiertos con bolsas de plástico.

Acerca de qué ocurrió ese día en Be’eri, Haaretz describe una historia muy diferente de la versión oficial israelí. Un residente del kibutz reveló que fue hasta la noche del lunes 9 de octubre, después de que los comandantes en el terreno tomaron “decisiones difíciles”, incluido “el bombardeo de casas con todos sus ocupantes adentro para eliminar a los terroristas junto con los rehenes”, que las fuerzas de defensa de Israel completaron la toma de control del kibutz. “El precio fue terrible: al menos 112 personas murieron. Once días después de la masacre se descubrieron los cuerpos de una madre y su hijo en una de las casas destruidas y se cree que todavía hay cadáveres entre los escombros”. Según The Cradle, la evidencia fotográfica de la destrucción en Be’eri corrobora su relato. Sólo las municiones pesadas del ejército israelí podrían haber destruido las viviendas de esa manera.

A su vez, Yasmin Porat, una sobreviviente del kibutz Be’eri, dijo en una entrevista con la radio estatal Kan, que las fuerzas israelíes “eliminaron a todos, incluidos los rehenes”. Agregó que “hubo mucho fuego cruzado, muy intenso” e incluso “bombardeos de tanques”. Porat reveló a varios medios israelíes que había asistido al festival y fue hecha prisionera por los combatientes de Hamás, que la “custodiaron” y le dijeron en hebreo: “Mírame bien, no te vamos a matar. Queremos llevarte a Gaza. No te vamos a matar. Así que cálmate, no te vas a morir”. Agregó que le dieron de beber y cuando se ponía nerviosa la calmaban, y aunque fue “muy aterrador, nadie nos trató violentamente”. “Por suerte no me pasó lo que escuché en los medios”.

Al respecto, el 24 de octubre la emisora estatal israelí Kan lamentó que se le hubiera permitido hacer declaraciones en vivo a Yocheved Lifshitz, de 85 años, liberada por “razones humanitarias y debido a problemas de salud” por Hamás. En un video difundido por la organización, se ve cuando combatientes armados entregan a Lifshitz a los intermediarios de la Cruz Roja y la anciana es captada por las cámaras estrechando la mano de uno de sus captores y diciendo “Shalom”, palabra hebrea que significa “paz”. Al hablar de su terrible experiencia de dos semanas, Lifshitz dijo: “Fueron muy amables con nosotros. Nos cuidaron. Nos dieron medicinas y nos trataron. Uno de los hombres que nos acompañaba resultó gravemente herido en un accidente de moto. Sus paramédicos (de Hamás) cuidaron las heridas, le dieron medicamentos y antibióticos. La gente era amigable. Mantuvieron el lugar muy limpio. Estaban muy preocupados por nosotros”. La anciana expresó críticas por el fracaso de los servicios de inteligencia israelí y la transmisión en vivo “humanizó” aún más a sus captores.

La escandalosa historia de los “40 bebés decapitados” por Hamás, amplificada por el propio presidente de EU, Joe Biden, quien dijo haber visto “fotos confirmadas de terroristas decapitando bebés”, también resultó falsa, pero ocupó los titulares y las portadas de los grandes medios occidentales. Nunca se presentó prueba alguna que respaldaran esas afirmaciones y la propia Casa Blanca confirmó después que Biden nunca vio esas fotos.

Inicialmente, la información fue difundida por la reportera Nicole Zedeck, del canal de noticias israelí i24 (muy próximo a la familia Netanyahu), durante una visita guiada por el kibutz de Kfar Aza, aledaño a la franja de Gaza, que había sido asaltado por milicianos de Hamás con resultados letales. Cuando se requirieron más detalles a la periodista, ésta admitió no haber visto personalmente a ningún niño decapitado y se refirió a una fuente militar: un soldado. Preguntado por la agencia turca de noticias Anadolu, el Ejército israelí declaró que no podía confirmar que Hamás hubiera decapitado a niños. El portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel, Roni Kaplan, a instancia de diversos medios, tampoco pudo confirmar la noticia.

Tampoco hay pruebas de decapitaciones de soldados y civiles israelíes, ni de tortura o violaciones sexuales, individuales o masivas. La primera en difundir la afirmación de que el 7 de octubre hubo “niñas israelíes violadas y sus cuerpos arrastrados por la calle”, fue Aviva Klompas, exredactora de discursos de la misión de Israel en la ONU. Lo publicó en X a las 9:18 pm (hora de Palestina); pero en un artículo de opinión que ella misma publicó en Newsweek a las 0:28 am del 8 de octubre, no hizo mención alguna de violencia sexual.

Según The Cradle, el único caso promocionado como prueba de violación fue el de una joven germano-israelí, Shani Louk, filmada boca abajo en la parte trasera de una camioneta y dada por muerta. Pero como dice el medio, no está claro si los combatientes filmados con Louk en el vehículo con destino a Gaza eran miembros de Hamás, ya que no lucen los uniformes o insignias de las tropas de Al-Qassam identificables en otros videos de Hamás; algunos incluso vestían ropa civil informal y sandalias. Posteriormente, su madre afirmó tener pruebas de que su hija aún estaba viva, pero había sufrido una herida grave en la cabeza. A su vez, Hamás indicó que Louk estaba siendo tratada de sus heridas en un hospital no especificado de Gaza.

El 11 de octubre, un artículo de The Forward informó que el ejército israelí había reconocido que no tenía pruebas de tales acusaciones. Pero cuando después el ejército hizo propios señalamientos de decapitaciones, amputaciones de pies y violaciones, la agencia británica Reuters señaló que “el personal militar que supervisaba el proceso de identificación no presentó ninguna prueba forense en forma de fotografías o registros médicos”. Como dice The Cradle, hasta la fecha no se ha presentado ninguna prueba creíble de tales atrocidades.

A su vez, sitios web como Swiss Policy Research y el judío-estadunidense Mondoweiss, reportaron que un número sustancial de muertes de militares y civiles no fueron causadas por miembros de Hamás sino por “fuego amigo” durante el contraataque de las Fuerzas de Defensa de Israel. En ese sentido, The Cradle sostiene que la evidencia que está surgiendo ahora “indica que existe una alta probabilidad, especialmente debido a la magnitud del daño a las infraestructuras (edilicias), de que las fuerzas militares israelíes pudieran haber matado deliberadamente a cautivos, disparado contra objetivos incorrectos o confundiendo a israelíes con palestinos en sus tiroteos”. Dado que la única fuente de información sobre el terreno es el ejército israelí, participante activo en los hechos, hay que tener en cuenta que tienen motivos para ocultar los casos de muertes por fuego amigo.

Netanyahu y el Gran Israel

Con independencia de lo anterior –o de si se trató de una operación de “bandera falsa” planificada durante años por la inteligencia militar israelí en coordinación con la CIA, el Pentágono y la OTAN (de la que Israel es miembro de facto desde 2004), como sostiene Michel Chossudovsky−, los hechos del 7 de octubre marcan un punto de inflexión en el conflicto generado por la Organización de las Naciones Unidas al crear un país de diseño: el Estado sionista, en 1948, en la Palestina histórica.

Ya nada volverá a ser igual. La política expansionista y racista de colonización ilegal de los supremacistas judíos que integran la coalición de Benjamín Netanyahu (en particular su ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, y el de Finanzas, Bezalel Smotrich), parecen pasar a una nueva fase: ya no se basará en la política de apartheid que creó una frontera de tres mil kilómetros que, a la manera de un ‘cinturón sanitario’, rodea cada una de las ciudades y pueblos palestinos (y dónde como dijera Moshe Dayan, la “solución” para la población era seguir viviendo como “perros”), sino consiste en la exclusión total del pueblo palestino de su patria.

Fiel a la ideología de su padre, Benzion Netanyahu (y del mentor de éste, Zeev Jabotinski), el primer ministro israelí señaló en enero pasado que “el pueblo judío tiene un derecho exclusivo e incuestionable a todas las áreas de la Tierra de Israel”, y que promovería asentamientos en Galilea, el Néguev, el Golán, Judea y Samaria. Liderada por el partido Likud, la ultraderecha israelí ha perseguido durante años el objetivo de un Gran Israel, que abarque todo el territorio de la Palestina bajo mandato británico entre el mar Mediterráneo y el río Jordán, incluidas Gaza y Cisjordania. Lo que refrendó Netanyahu en su discurso ante la Asamblea General de la ONU días antes de la operación de Hamás. A eso respondió el plan de reubicación forzosa de un millón de palestinos de Gaza en Egipto, que garantizaría, como dijo cínicamente un funcionario israelí, que “al menos no toda la gente sea asesinada”. El plan fue una copia de manual del Programa Estratégico Hamlet aplicado por EU en Vietnam, pero fracasó.

La ralentización de la operación terrestre israelí –lanzada finalmente el 28 de octubre y definida en términos orwellianos por Netanyahu como una guerra del “humanismo contra la barbarie”−, pudo tener que ver con “los tiempos” de Washington. Biden dio apoyo irrestricto a Israel y lo definió como una “inversión inteligente” que brindará “dividendos”. Ergo, igual que en Ucrania, Israel pondrá los muertos (la limpieza étnica y el genocidio de palestinos sale sobrando), para que EU alcance sus objetivos geopolíticos en la zona.

El retraso de la operación terrestre tendría que ver con el envío de una docena de sistemas de defensa aéreo “Cúpula de hierro”, para proteger a las tropas de Israel y EU de misiles y cohetes enemigos en caso de que se desate una conflagración regional. A su vez, según The Intercept −que cita documentos gubernamentales de EU−, el Pentágono está construyendo una base militar secreta en el desierto de Négev, a sólo 32 kilómetros de Gaza. La base se identifica con el nombre en código “Sitio 512” y está ubicada en una antigua unidad castrense de EU enfocada en Irán, que está a más de 1.200 kilómetros de distancia y tiene misiles de largo alcance. Unos meses antes de la incursión de Hamás, el Pentágono otorgó un contrato por 35,8 millones de dólares para construir instalaciones en ese sitio. A principios de octubre se conoció, también, que EU desplegó la Fuerza Delta y el Sexto Equipo SEAL, dos grandes unidades antiterroristas, para apoyar a Israel. Su misión principal sería buscar y rescatar a los rehenes secuestrados por Hamás. Washington también envió el portaviones USS Dwight Eisenhower al mar Mediterráneo oriental en la zona de responsabilidad del Mando Europeo.

Michael Hudson, los neocons y el petróleo

Según Michael Hudson, ante el rápido colapso del “orden basado en reglas” y el progreso de un mundo multipolar y una Eurasia interconectada con Rusia, China e Irán liderando ese proceso –lo que desafía la hegemonía imperial−, la respuesta de los halcones neocons es la militarización de la política estadunidense.

Para Hudson, la lucha nominal entre el pueblo palestino e Israel enmascara el intento de EU de atacar a Siria e Irán (y también Líbano). Dice que EU necesita el petróleo iraní para mantener la supervivencia del sistema. Y agrega: “Todos los economistas saben que el PIB de un país se basa fundamentalmente en el consumo de petróleo, gas y electricidad”, y que detrás de cada guerra contra los países productores de energía, “están los intereses del capital estadunidense”.

Israel vuelve a ser un peón de EU. Hace 50 años el Pentágono definió a Israel como el portaviones (terrestre) de EU en Medio Oriente. Lo repitió después Alexander Haig, secretario de Estado de Ronald Reagan, con el argumento de que se trata de una zona “crítica” para la seguridad nacional de EU. Y en 2007, el general Wesley Clark, comandante supremo de la OTAN durante la Guerra de Kosovo, reveló que el 20 de septiembre de 2001 (a escasos días de los atentados contra las Torres Gemelas), conoció un memorando avalado por el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld y el Estado Mayor Conjunto, que describía cómo eliminar siete países en cinco años, comenzando por Irak, y luego Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán y, terminando, Irán.

¿Es el turno de Irán? Porque no se envía una armada entera, incluidos dos portaviones, y vuelos cargados de proyectiles de defensa aérea (THAAD y Patriot) a sus siete bases en Israel (y a las de Jordania y Chipre), para atacar a un puñado de milicianos con cohetes artesanales. “Sin Irán no hay Hamás y no hay Hezbolá (…) Ese es el eje del mal contra el mundo libre y la civilización occidental”, dijo el corrupto y genocida Netanyahu.

(*) Carlos Fazio escritor, periodista y académico uruguayo residente en México, Doctor Honoris causa (Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo) autor de diversos libros y publicaciones.

Tomado de Mate Amargo.

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