Culturales

Los jóvenes y el nuevo fascismo

Por Abel Prieto

Es muy amargo saber que el nuevo fascismo se nutre de gente pobre. Pero lo más amargo es verificar que se nutre de adolescentes y jóvenes.

El espacio alegórico que en la juventud de los años 60 del siglo XX ocuparon figuras que representaban la lucha contra la agresión yanqui en Vietnam, contra todas las guerras imperiales, contra el racismo, contra la moral burguesa y en defensa del amor sin represiones, está siendo ocupado hoy por demagogos de ultraderecha. En ese proceso ha influido la absorción por la industria de la tontería y de la publicidad comercial de gran parte de la poderosa galería de símbolos de la izquierda que se desplegó en aquella época.

Como dijo hace ya muchos años Gabriel Cocimano, «la figura del rebelde compite hoy en las góndolas y escaparates del mercado, y es funcional a sus estrategias». Y puso un ejemplo doloroso sobre cómo emblemas de la rebeldía de los 60 pasaron a ser «estrellas del mercado e íconos de la cultura del consumo».

El mercado ha ido anulando y castrando a los artistas y a los movimientos artísticos que podrían ser peligrosos. Ha ejercido una censura implacable para domesticar a cualquier revoltoso, cualquier herejía, para sustituir a los auténticos rebeldes por impostores, por productos aderezados, falsos, vacíos. En la actualidad, la eficacia de esta industria se ha multiplicado.

El sistema promueve la fragmentación de las causas emancipadoras para evitar por todos los medios la consolidación de un frente anticapitalista. Genera todo el tiempo modas, marcas, estilos de vida y fórmulas donde se diluye lo esencial y solo se mantiene lo más superficial y asimilable de la vocación contestataria.

En un libro muy documentado, muy útil, La dictadura del videoclip, Jon Illescas analiza este tema, y se detiene en el giro que han dado muchos adolescentes y jóvenes negros de Estados Unidos, que ya no se interesan en Martin Luther King, Malcolm X o Angela Davis. Los han sustituido por cantantes afroamericanos. Por supuesto, para el sistema es mucho más conveniente que esos jóvenes admiren a un músico lleno de cadenas de oro, con muchísimo dinero, con automóviles de lujo y un harén con mujeres muy bellas, que a algún luchador contra el racismo y por la justicia social.

El caso del cantante Justin Bieber es digno de estudio. Según parece, era un joven de familia acomodada, muy en su papel de niño bien, hasta que al mánager o al equipo de mánagers se les ocurrió disfrazarlo de marginal, con un atuendo y un vocabulario provocadores. Leí que, después de esa metamorfosis, ganó muchos seguidores y mucho más dinero. Él y los mánagers.

Un síntoma muy revelador de la regresión cultural que ha sufrido la humanidad tiene que ver con los intelectuales y artistas influyentes del mundo de hoy. Si en el siglo XIX Émile Zola se convirtió en un paradigma moral con el caso Dreyfus, como lo fue Tolstoi, como lo fue más tarde Sartre, ¿quiénes son hoy esos paradigmas? ¿Tienen algo que decirles a los jóvenes?

Un delicadísimo problema que tienen padres y educadores está asociado a los famosos y a la ética. La fama tiene valor por sí misma, no importa en última instancia por qué alguien es famoso. A la lista de músicos, actores, actrices, modelos, futbolistas, influencers, presentadores de televisión, hay que añadir a narcotraficantes célebres, como el Chapo Guzmán o Pablo Escobar. El Chapo tiene marcas registradas para comercializar pulóveres o artículos deportivos; a Escobar se le dedica una especie de parque temático. A esto ayudan mucho las narconovelas, la narcomoda y, en general, la narcocultura.

Los grupos neonazis pueden ser atractivos para jóvenes golpeados por la crisis, confusos, desconcertados, que no ven claro su futuro, que no encuentran respuestas para sus preocupaciones en los partidos políticos tradicionales, que están angustiados en medio del clima de incertidumbre propio de estos tiempos.

Estos grupos neonazis se presentan ante los jóvenes como portadores de mensajes «nuevos», «modernos», de símbolos «fuertes», «viriles», propios de los «vencedores». Luchan por detener la disolución moral que implica la invasión de inmigrantes «inferiores», latinos, negros, árabes, y las conspiraciones de «comunistas» depravados, homosexuales, lesbianas, feministas, portadores de doctrinas extrañas, anticristianas.

Las redes digitales han sido decisivas para influir en las nuevas generaciones desde la ultraderecha. Constituyen un espacio idóneo para la formación de grupos de odio, violentos, que niegan el cambio climático y promueven el racismo, la xenofobia, la misoginia, la homofobia, el anticomunismo más rabioso, el rechazo visceral al «otro», al que es diferente, al que es, entre comillas, «inferior».

El 17 de junio de 2023, El Periódico de España publicó una evaluación sobre cómo «el discurso reaccionario se propaga entre redes y móviles de los adolescentes». Destaca cómo «los móviles de los adolescentes reciben a diario cientos de impactos con mensajes de extrema derecha, debido al ejército de “fachatubers”, que es como se conoce a youtubers y streamers de discurso reaccionario». Estos discursos reaccionarios «ahora se presentan como lo verdaderamente antisistema o rebelde. De ahí su poder de persuasión sobre los más jóvenes».

A conclusiones similares han llegado quienes en Argentina han intentado descifrar las claves de la popularidad de Javier Milei entre personas menores de 30 años. Según dicen, para los fanáticos de Milei «el discurso antisistema prima por encima del programa que presenta».

Más allá del aspecto político del asunto, hay muchos analistas que solicitan se tomen en serio los llamados a la violencia en las redes digitales contra mujeres, inmigrantes, pobres y el colectivo LGTBI. La tesis, probada tantas veces, de que los discursos de odio anteceden a los crímenes de odio, es motivo de preocupaciones y alertas.

Para muchos adolescentes y jóvenes españoles, que siguen a Vox en las redes digitales y en particular en TikTok, lo más «guay» en este momento histórico es acercarse a los grupos neonazis. Mientras tanto, el periodista Leonardo Bianchi, desde Italia, se pregunta «¿Por qué es más cool odiar minorías?».

Según Bianchi, «Instagram es el verdadero paraíso para la juventud malvada de Italia». Habría que llamarle realmente «FascioInstagram»: «un mundo lleno de militantes de CasaPound», que es una organización formada por «los fascistas del tercer milenio», y «de hooligans de las sociedades deportivas S.S. Lazio y A.S. Roma, y de los más ardorosos fans de Mussolini». Un mundo también lleno de fotografías de jóvenes que alzan su brazo derecho para hacer el saludo fascista, junto a la imagen de Mussolini. «FascioInstagram» promueve tatuajes con lemas como «Duce (Mussolini) es mi luz», junto a hachas y siglas como las de la società sportiva, o «club deportivo», SS, que nos remiten a las «Escuadras de Defensa» o Schutzstaffel.

*Fragmentos de la intervención especial del Presidente de Casa de las Américas durante la inauguración de la 3ra. edición del Coloquio Internacional Patria, celebrado del 18 al 20 de marzo, en el recinto ferial Pabexpo, La Habana

Tomado de Juventud Rebelde: Caricatura de portada: Osval

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