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Qué más tiene que ocurrir en Gaza para decir (de verdad) basta

Seis meses después, Israel continúa arrasando a la población de Gaza con la intensificación de tácticas menos visibles, como la Inteligencia Artificial.

Las cifras son las que son: más de 33.000 personas asesinadas, entre ellas, miles de niños. Más de 76.000 personas heridas, entre ellas, miles de niños. Una de cada cuatro personas está al borde de la hambruna, entre ellas, miles de niños. Hasta el momento, nada ni nadie ha frenado la matanza, la masacre, la barbarie, la deshumanización. Nada ni nadie ha frenado lo que Sudáfrica, que inició un proceso contra Israel en La Haya y al que ahora se ha sumado Colombia, pidió que se pusiera fin: el “genocidio” de la población palestina en Gaza.

“Este nuevo informe [del Banco del Mundo y Naciones Unidas] muestra que las estimaciones de la destrucción de Gaza utilizadas en mi informe Anatomía de un genocidio eran conservadoras”, avisaba la Relatora Especial sobre la situación de los derechos humanos en el territorio palestino ocupado desde 1967, Francesca Albanese, hace unos días. “El informe expone un nivel de borrado de una sociedad que no tiene precedentes en nuestro tiempo”, proseguía.

Ese documento, publicado el pasado 2 de abril, concluía: “Más de un millón de personas se encuentran sin hogar y el 75% de la población está desplazada. Los impactos acumulativos catastróficos sobre la salud física y mental han afectado con mayor dureza a las mujeres, los niños, los ancianos y las personas con discapacidad, y se prevé que los niños más pequeños enfrenten consecuencias de por vida en su desarrollo”.

Este domingo, cuando se han cumplido seis meses del brutal atentado de Hamás sobre la población israelí y la respuesta de Netanyahu, cuando se han cumplido seis meses de barbarie, con sus días y sus noches, y sus horas, sin escuelas ni hospitales ni apenas ayuda humanitaria; cuando se han cumplido seis meses de una guerra retransmitida en directo, de familias enteras destruidas, de periodistas silenciados, de cooperantes asesinados; cuando se han cumplido seis meses de una guerra de la que la sociedad y la política y la diplomacia y todas las instituciones que pueden levantar la mano son plenamente conscientes, plenamente sabedoras; este domingo, cuando se han cumplido seis meses de todo esto, Israel ha anunciado que retira sus tropas del sur de Gaza.

La estrategia de la Inteligencia Artificial

La noticia, que llega después del asesinato de los siete cooperantes de World Central Kitchen, trae más incertidumbre que otra cosa. ¿Cuál es la intención? Algunos expertos y expertas ya han avanzado que lo que persigue Netanyahu –a quien, por otro lado, desde su propio país, ya están cuestionado– es reorganizar su estrategia y concentrarse en Rafah. Fue lo dijo el propio ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant. Pero también hay quien interpreta esta decisión como una manera de desviar la atención de la comunidad internacional a otros puntos como Irán –tras el ataque a su embajada en Damasco y las amenazas que Teherán ha lanzado sobre Israel– mientras continúa arrasando a la población gazatí –que ya vivía encarcelada en la Franja– con la intensificación de otras tácticas menos visibles. Por ejemplo, la Inteligencia Artificial.

“Durante años he advertido de los peligros de convertir la inteligencia artificial en un arma y reducir el papel esencial del factor humano”, dijo la semana pasada el mismo secretario general de la ONU, António Guterres. Hace ya meses, +972 y Local Call publicaron una investigación que demuestra cómo el Ejército israelí está empleando un programa de Inteligencia Artificial llamado The Gospel (El Evangelio) que ha triplicado los objetivos bombardeados en comparación con la guerra de 2014. Como explicaba en esta entrevista el director de +972 y coeditor de Local Call, Haggai Matar, sólo en los primeros 35 días de ofensiva, ejecutó más de 15.000 ataques. El programa llega a identificar el número “aceptable» de civiles asesinados por ataque.

Y no es lo primero. Hace ya tiempo que Israel, como se explica en este artículo del dossier especial sobre robots asesinos publicado en LaMarea99, excluyó la validación humana de parte de su entramado militar. Así, recoge el texto, el escudo antimisiles israelí, llamado Cúpula de Hierro, que costó 200 millones de dólares pagados por Estados Unidos, tiene capacidad para abrir fuego de manera automática, aunque según el Gobierno está supervisado por una persona, por si se equivoca de objetivo. «Israel lleva años produciendo drones merodeadores que son empleados por regímenes como el de Marruecos para bombardear territorio saharaui. También ha puesto en el mercado otros modelos con capacidad para lanzar misiles guiados con precisión», escribía la autora, Patricia Simón.

La doble moral con Gaza

Y con todo esto de fondo, qué más tiene que ocurrir para que el mundo diga, de verdad, basta. Para que las cifras de arriba tengan sentido. Para que los gobiernos, entre ellos el de España, además de impulsar la declaración del Estado palestino, como viene repitiendo Pedro Sánchez sin parar, dejen de vender armas a Israel, impongan sanciones a Israel, actúen contra Israel.

Haggai Matar, en esa misma entrevista, concluía: “El mundo occidental es muy cómplice de esa deshumanización. La respuesta inmediata al 7 de octubre condenando lo ocurrido y afirmando que protegerían a Israel era legítima. Pero nunca hemos visto una declaración similar respecto a las vidas de los palestinos. Este doble rasero es muy preocupante. Los palestinos saben que cuando matan a israelíes, el presidente de Estados Unidos envía un portaaviones para protegernos –lo que, además, creo que puede generar una guerra regional–. Pero nunca para protegerles a ellos”.

Porque, en este otro sentido, las cifras también son las que son. Quedémonos en España: en noviembre de 2023, cuando ya había comenzado la invasión de la Franja de Gaza, se vendieron municiones a Israel por valor de 987.000 euros. Las adjudicaciones desde el Ministerio de Defensa a empresas israelíes o sus filiales en España no han cesado desde entonces.

Tomado de La Marea / Foto de portada: BBC

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