Cuba

Victoria en Playa Girón: Secretos de un fracaso (II)

 Por José Luis Méndez Méndez */ Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano

La desconfianza hacia los más de mil enrolados en la aventura invasora era clara, evidente y tangible, a los argumentos y razonamientos expuestos en los debates sobre el curso probable del destino final se añadió: “Recomiendo inducir, más que a forzar a la Brigada para que acepte esta propuesta, “Debido a la falta de una utilización militar inmediata para la Brigada, debemos desmantelar ésta como tal. Como puede ser que en un futuro deseemos contar con la presencia de cubanos entrenados militarmente en las fuerzas armadas de Estados Unidos, debemos alentar a los miembros de la Brigada para que se enrolen en el programa de entrenamiento militar existente para los cubanos y que a partir de ahí se incorporen a la unidad de reserva de Estados Unidos”.

En contra de esta propuesta se argumentó: “Esto podría generar una crítica política y militar nacional al incorporar grupos extranjeros organizados en el componente de reserva de las fuerzas armadas estadounidenses. Existe el riesgo de que un acto impulsivo e irracional de los miembros de la Brigada, como miembros de las fuerzas de reservas norteamericanas, pudiera ser la fuente de serias molestias para Estados Unidos”.

El colofón de este criterio fue expresado: “Debemos ofrecerles cierta ayuda especial, pero no hasta el punto de que se conviertan en una clase privilegiada de forma perpetua…”.

Así quedó diseñado el final de la Brigada 2506, que después derivó en la fraternal Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos. Los mercenarios no fueron reconocidos como veteranos de guerras extranjeras, lo cual conllevaba beneficios económicos y reconocimiento social, solo alcanzaron ser admitidos como combatientes, lo cual desató polémicas y pugnas internas, entre quienes aceptaban haber sido mercenarios al servicio de una potencia extranjera contra su país de origen y aquellos que abogaban por ser veteranos. Los primeros se consideraban “patriotas”, que habían actuado al invadir por el interés superior de liberar a su país de la amenaza comunista y por lo tanto no necesitaban ser resarcidos ni recibir reparación material, otros estimaban haber servido a Estados Unidos en una guerra y por lo tanto les correspondía esa aceptación con sus implicaciones, Fue un largo debate interno, que dividió sus miembros, solo en 1981, durante la administración del ultraconservador Donald Reagan, se retomó el tema, sin grandes avances.

Al ex presidente republicano Donald Trump se le presentó la misma disyuntiva el viernes 16 de junio de 2017, cuando lanzó su punitiva política hacia Cuba, desde la sede de los derrotados mercenarios. En ese momento no recordó cuando Kennedy se enfrentó a este conflicto, que se denominó con clínica frialdad: the disposal problem, (eliminación del problema) en los primeros días de abril de 1961, al conflicto de qué hacer con la Brigada 2506, cuando reflexionó: “Tenemos que salir de estos hombres. Es mucho mejor botarlos en Cuba, que dejarlos en los Estados Unidos. Especialmente si es allá donde ellos quieren ir”. El Presidente había dado la solución a esa rémora.

Un grupo selecto de mercenarios fueron entrenados en el campamento de Fort Benning, de donde egresaron con el grado militar de segundos tenientes del Ejército de Estados Unidos y destinados a misiones de contrainsurgencia en países de América Latina, como se acordó.

La rendida Brigada, solicitó a la administración de Lyndon B. Johnson formar una unidad integrada en exclusiva por mercenarios cubanos para combatir en Vietnam, pero la oferta se rechazó, participaron pero dispersos e insertados dentro de batallones de los agresores estadounidenses. Volvió a primar el recelo argumentado de que podían en potencia convertirse en un problema para Estados Unidos, en la zona de combate.

Unidades marítimas, terrestres y aéreas, integradas por mercenarios de origen cubano, fueron enviadas por la CIA al Congo ex belga, en 1965, para unirse a otras legiones de soldados de fortuna, destacados en ese país. Desde noviembre de 1962, la llamada Fuerza Aérea de la derrotada brigada fue contratada para servir en el conflicto militar congolés.

El domingo 14 de abril de 2013, como todos los años, cientos de mercenarios, familiares de estos y políticos de origen cubano se congregaron frente al llamado Monumento de los pilotos caídos, durante la invasión, ubicado en el aeropuerto local de Tamiami, para recordar a los mercenarios que formaron parte de la fuerza aérea invasora y fueron derribados entre el 15 al 19 de abril de 1961. El sitio se inauguró en el 2010, para recordar el 49 aniversario de la derrota.

Una placa de bronce rememora los nombres de los 14 pilotos y navegantes muertos durante los ataques aéreos repelidos por las defensas de Cuba, Todos mercenarios, diez eran cubanos y cuatro estadounidenses. Como adorno, al lado del monumento se encuentra un bombardero B-26 número 931 posicionado en dirección a Cuba. Banderas, del país agredido y la del agresor, ondean al lado del sitio. Este bombardero de B-26 es similar a los 16, que participaron en la artera agresión, iniciada el 15 de abril, con el ataque no anunciado contra varios aeropuertos cubanos, en la capital y en Santiago de Cuba, con la intención de destruir la defensa aérea cubana, como preludio de la mercenaria invasión, que causó la muerte y heridas para decenas de cubanos.

Los atacantes venían disfrazados con insignias cubanas en el fuselaje, para confundir, práctica prohibida por el Derecho Internacional Humanitario, que regula las reglas de la guerra.

El presidente John F. Kennedy dio la orden de reducir el primer ataque a Cuba de 16 bombarderos B-26 a solo ocho y en vez de todos los aeropuertos a solo tres aeropuertos donde se encontraban los aviones cubanos.

El mando invasor evaluó, que el ataque sorpresivo del 15 de abril de 1961 a San Antonio de los Baños, a Columbia y a Santiago de Cuba tuvo éxito, pero quedaron vitales siete aviones entre ellos jets T-33, Seafuries (caza rápido) y bombarderos B-26, esta fue la capacidad defensiva aérea de Cuba, contra una fuerza concebida, organizada, entrenada, armada y dirigida por el país más poderoso del mundo, lo cual habla del empeño y valentía de quienes repelieron y vencieron el colosal ataque.

Los recopiladores, en Estados Unidos, de los detalles de lo ocurrido, argumentan, que por orden del Presidente estadounidenses, los dos otros ataques aéreos fueron suspendidos y con esas órdenes y otras que dio, sentenció a la invasión a su destrucción, lo cual ha sido desmentido por autoridades de la época y por estudiosos serios del suceso. Como resultado de la respuesta fulminante de los combatientes cubanos, la invasión al siguiente día de iniciarse, estaba virtualmente condenada, el objetivo de lograr una cabeza de playa, para el aterrizaje de refuerzos no fue logrado, la desbandada y desmoralización de sus integrantes, asestó un categórico e irreversible golpe, que terminó en un fracaso.

Entre las opiniones de los mercenarios, tal decisión presidencial, fue sin dudas un “acto de negligencia criminal”. Lo cual, es por igual falso. Los críticos señalan: “Sin el control total del aire la Brigada no podía vencer a unos 200,000 soldados enemigos”. No se trató de cantidad de defensores, la derrota se produjo por la capacidad de resistir y vencer del pueblo uniformado contra el oprobioso agresor.

Los derrotados invasores, décadas después, se consuelan y minimizan la respuesta patriótica, unos de sus textos describe así el inicio del fin del intento: “Durante la madrugada del 17 de abril los pequeños barcos de carga que transportaban los 1,500 soldados de la Brigada 2506 llegaron a la Bahía de Cochinos donde fueron atacados una y otra vez por los siete aviones castristas. El Río Escondido explotó como una bomba atómica y el Houston comenzó a hundirse y su capitán Luis Morse lo encalló a 1 ½ milla de la costa. Yo iba a bordo del Houston con mi Quinto Batallón y la mayoría nos tiramos al agua que tenían cientos de tiburones para nadar a tierra. Esa triste mañana 26 de los 160 soldados del Quinto Batallón perecieron por tiros de los aviones castristas, ahogados o devorados por tiburones. Mi batallón tuvo el mayor número de muertos de toda la Brigada 2506”. La redacción falaz contrasta con lo realmente ocurrido, también desconoce el esfuerzo desplegado por mantener en el aíre a los vetustos aviones y la dedicación de pilotos, navegantes, mecánicos y armeros de la Fuerza Aérea Revolucionaria, quienes durante horas repelieron la agresión, incluso murieron en defensa de la Patria, agredida.

Sigue el engañador relato: “Los otros barcos huyeron perseguidos por los aviones enemigos después que la Brigada había desembarcado en Playa Larga y Playa Girón. Los bombarderos B-26 de la Brigada, al no poder usar el aeropuerto de Playa Girón ya que nuestros barcos traían la gasolina, tenían que volar ida y vuelta desde la base llamada Happy Valley en Puerto Cabezas, Nicaragua por unos 45 minutos sobre el aire en la Bahía de Cochinos. A los bombarderos de la Brigada se les habían quitado las ametralladoras de la cola porque la CIA había dicho que “el cielo será nuestro”. La historia se ha encargo de colocar cada pasaje de este hecho en su lugar y demuestra con sobradas razones la realidad acontecida.

La respuesta antiaérea y de los aguerridos pilotos derribó seis bombarderos B-26 agresores. Sigue el falaz relato: “En Nicaragua cuatro pilotos mercenarios estadounidenses, los cuales habían entrenado a los pilotos cubanos, furiosos al ver como su presidente dejaba morir a los brigadistas en Playa Girón abordaron dos B-26 para ayudar a la Brigada y fueron derribados”. Falso, los pilotos mercenarios cubanos, temerosos y convencidos del fracaso, se negaron a tripular los aviones ese día y los contratados soldados de fortuna de Alabama, ocuparon su lugar.

Estos agresores fueron Thomas W. Ray, a quien el Gobierno Revolucionario de Cuba, el 5 de diciembre de 1979, hizo entrega oficial a la representación del Gobierno de Estados Unidos, de su cadáver conservado intacto en Cuba, por 18 años. Fue derribado el 19 de abril cuando en unión del también agresor estadounidense Frank Leo Baker, bombardeaban el central azucarero Australia, ubicado lejos de la zona de combates. Los otros dos abatidos fueron los soldados de fortuna estadounidenses Riley Shamburger y Wade Gray.

Egresados de cursos intensivos de contrainsurgencia en Fort Benning, fueron despachados como asesores de dictaduras en Bolivia, Argentina, Ecuador, Perú y en Venezuela un grupo de mercenarios de origen cubano se integraron a la Dirección General de la Policía (DIGEPOL) y fundaron en 1969 de Dirección del Servicio de Inteligencia y Prevención (DISIP), donde ocuparon elevados cargos de dirección.

Este es uno de los secretos posteriores, poco conocidos, que demuestra el empleo de los emigrados cubanos para agredir a su país, para con aviesos intereses retrotraernos al pasado y el desprecio de quienes los habían utilizado. Numerosas heridas dejadas tras el fracaso invasor, siguen abiertas en Estados Unidos. Continuará…

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

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