Internacionales

Al mundo le urge un «adiós a las armas»

Por Elson Concepción Pérez.

Internacionalmente, el año 2024 no ha podido ser peor: genocidio de Israel contra la población palestina en Gaza; guerra en Ucrania, estimulada por la OTAN y, especialmente, por Estados Unidos, que ha roto todo diálogo entre Kiev y Moscú, y ha llenado de armamentos de todo tipo –incluso misiles de largo alcance– a Ucrania, convertida en un laboratorio de Occidente, y donde las muertes provocadas por los enfrentamientos suman decenas de miles.

El objetivo, como se sabe, es cercar militarmente a Rusia para que, después, se le pueda agredir, chantajear y seguir aplicando más sanciones económicas, financieras y comerciales.

Similar estrategia significa mantener militar y financieramente al Gobierno sionista de Israel, como muro de contención contra la República Islámica de Irán, con reflejo reciente en lo ocurrido en Siria.

Aunque ni por asomo son los únicos –varios estudios coinciden en que ha sido uno de los años con más conflictos simultáneos luego de la Segunda Guerra Mundial–, ambos escenarios de guerra permiten caracterizar un 2024 particularmente mortal, a lo que ha contribuido el descrédito de entes internacionales como el Consejo de Seguridad de la onu, incapaz de aprobar una resolución que exija el cese el fuego, por ejemplo, en tierra palestina.

El veto de Estados Unidos en la onu, para que no se sancione a Israel por genocida, es sencillamente vergonzoso, y es la prueba más fehaciente de su complicidad en el exterminio de más de 45 000 palestinos, casi la mitad de ellos niños, sin contar los desaparecidos bajo los escombros.

Ciertamente, la palabra conflicto resulta muy limitada para referirse a las confrontaciones bélicas en curso.

El genocidio israelí no es un conflicto, es una filosofía de guerra de exterminio, por parte del gobierno de Benjamín Netanyahu, contra una población a la que se le niega el derecho a la vida, a la tierra, a la formación de un Estado libre e independiente.

Además de los muertos y heridos, el 80 % de la infraestructura de Gaza ha sido destruida con las bombas y los cohetes, solo comparable con los efectos destructivos de las bombas nucleares lanzadas por Estados Unidos contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, en 1945.

Pero, no conforme con la masacre en Gaza, Israel ha emprendido acciones militares de gran envergadura contra el Líbano y su capital Beirut; así como contra Siria, especialmente luego del abandono del poder por Bashar al-Asad, ocupando toda la franja de las Alturas del Golán y bombardeando las instalaciones militares de esa nación, sin oposición alguna.

Y, aunque resulte increíble, nada ha podido hacer el organismo creado para garantizar la paz en el mundo, la onu, rehén de la política del Gobierno estadounidense, principal responsable de lo que pasa en el mundo.

En la batalla de la OTAN contra Rusia también es cabeza la administración norteamericana, promotora de innumerables sanciones a Moscú, a las que se han unido líderes de países del Viejo Continente, para cuyas naciones ha resultado un verdadero «tiro en el pie», pues el costo de esa alineación se está cobrando en las facturas que sus ciudadanos deben pagar ahora, por ejemplo, por un servicio eléctrico y de gas más caro, al boicotear el mercado ruso de combustibles, tal cual hicieron con el de cereales, mucho más competitivo, seguro y con precios accesibles.

Entendido así, lo que vive el mundo es una dictadura de la política de Estados Unidos. Recordemos que, si algo anima a Washington son las guerras lejos de sus fronteras, que es lo mismo que vender armas de todo tipo, a fin de enriquecer a un Complejo Militar Industrial que es sostén de la economía nacional.

EN OTRAS LATITUDES

Varios países también han vivido un año 2024 marcado por guerras interétnicas, tribales y de otra índole, que han desembocado, frecuentemente, en golpes de Estado.

Así ha pasado en países africanos, como consecuencia última de problemas crónicos como la pobreza, la insalubridad y el hambre, lamentable herencia de siglos de colonización y latrocinio a gran escala. Bandas armadas, facciones militares y la corrupción han contribuido a la propagación de los enfrentamientos y los golpes militares en muchos de los empobrecidos países de África.

En naciones como Sudán, República Centroafricana, Yemen, Birmania, República Democrática del Congo y otros no se han podido detener los enfrentamientos armados, bases de la desestabilización, las muertes masivas y la destrucción de los patrimonios nacionales.

Muy grave también es la situación caótica de Haití, secuestrado por el imperio sangriento de las bandas armadas, que controlan parte de la capital, Puerto Príncipe. El reciclaje de la violencia y la falta de mecanismos de control y de autoridad constituyen el pan nuestro de cada día en esa nación.

También ha habido acuerdos de paz que no han logrado los objetivos, como en Colombia, entre el Gobierno y las guerrillas, violados constantemente por inconsecuencias y tendencias políticas a las que se les ha dado más valor que al propio fin de la guerra.

Sumemos, no precisamente en el recuento bélico, otras crisis sin solución en 2024, como la climática, las cada vez más diversas y masivas migraciones, y el crecimiento de las desigualdades entre el mundo rico y el pobre, este último languidecido por el aumento del hambre y la miseria, así como por las enfermedades y la falta de condiciones de vida, cuando se trata del poco o nulo acceso a la educación y otros beneficios sociales.

En resumen, al mundo, en el nuevo año, le urge un «adiós a las armas» y una bienvenida al diálogo, a la paz. Sería otro nuestro planeta si todos los recursos que hoy se usan en las guerras estuvieran a merced del desarrollo integral y sostenible de los pueblos.

Tomado de Granma / Foto de portada: Unicef.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *