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El conquistador de trumplandia (III y final)

Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

Al anciano presidente estadounidense Donald Trump, quien cumplirá 80 en el 2026 y comienza su final político, no le interesa conocer de la Luna, quién robo y escondió sus aretes que le faltan ni ver si su cara oculta es bella o no, su interés de dominación y conquista, guía sus alucinantes ideas, inculcadas por Elon Musk, artífice de los viajes turísticos a ese cuerpo celeste, devenido en figura influyente en esta administración republicana, encargado entre otras misiones de adecentar a la gestión pública que se inicia.

Su política espacial vaticina sorpresas, aunque el diagnostico inicial muestra continuidad y cambios. Los militares darán, con respaldo gubernamental, auge a sus proyecciones anunciadas en el 2019, cuando se crearon la omnipotente Fuerza Espacial de Estados Unidos y en el mismo año su Comando Espacial.

La comercialización de los proyectos de la NASA tomados de la administración de Barack Obama, emprendidos en el pasado mandato de Trump y en espera de ser priorizados ahora, deuda pendiente desde entonces, cuando pasaron los años y las capacidades especiales militares de Estados Unidos, no se incrementaron.

Una de las metas es ganar en dimensión para poder rastrear y seguir en el espacio cósmico desde desechos hasta satélites, con el empleo de versiones modernas de los aviones, como el X-37B y los satélites Silent Barker y el GSSAP.

Durante el mandato Biden, se transfirieron funciones de rastreo espacial al Departamento de Comercio civil, que esta administración orientada a lograr la paz mediante la fuerza, deben regresar al Pentágono.

El mencionado proyecto Artemisa, para que los estadounidenses vuelvan a la Luna, se reanima, seguidores del tema coinciden en que el entusiasmo del presidente en este programa, unido a su encantamiento hacia las proyecciones de SpaceX y Musk, además de la exploración de Marte, podría derivar en otorgar fondos adicionales para los vuelos espaciales tripulados de Estados Unidos.

De ser así, otras prioridades aplazadas por Biden sobre ciencias de la Tierra y los efectos de su cambio climático, en los cuales Trump no cree, se podrían ver recortadas más aún.

Una tormenta se avizora en el lejano horizonte, el vicepresidente electo JD Vance, presidirá el Consejo Nacional del Espacio, encargado de las políticas de seguridad civil, comercial, nacional e internacional.

Algunos éxitos registrados en materia de política espacial en la pasada presencia de Trump se pueden atribuir al Consejo, ahora una figura como Musk, con intereses propios, podría argumentar en sus recortes que esta entidad es una duplicación de las funciones y misiones del Consejo o generar conflictos con los objetivos de SpaceX. El indetenible Musk, encargado de “desmantelar la burocracia gubernamental” y “las regulaciones excesivas”, podría convertir al Consejo en una deformación a erradicar.

Los trascendidos convergen en que Musk ha convencido al casi octogenario Trump de que la prioridad es conquistar Marte, entonces dónde queda el ansiado proyecto Artemisa lunar. Marte, se ha convertido en el sueño elegido y así lo ratificó el presidente en un discurso, al señalar que ese planeta es el priorizado, el actual “destino manifiesto· de Estados Unidos. Prometió llevar estadounidenses a suelo marciano y clavar allí la bandera de las barras y las estrellas, aun cuando sobreviven las conspiraciones sobre si realmente los tripulantes de los Apolos 11 y 17, estuvieron o no en territorio lunar o todo fue una tramoya para vindicar el poder estadounidense, en el año de escándalos políticos en Estados Unidos.

Las primeras proyecciones en política exterior en su entorno inmediato, han sido inamistosas, ha atacado a las autoridades de México, con el pretexto migratorio y reeditando el expansionismo de siglos pasados que tragó gran parte del territorio del vecino, ahora anuncia el cambio del nombre del Golfo, cuyas aguas bañan las costas de varios países, ignorados por igual por el conquistador de turno; intenta someter al pacífico Canadá, exhibiendo ganas anexionistas; ilusiona revertir los tratados canaleros contraídos desde 1977 con la República de Panamá y apropiarse de su canal interoceánico.

La obcecada intención de sucesivas administraciones de revertir al sistema político cubano, es uno de los objetivos priorizado del lunático, anhela pasar a la historia como el presidente que lo logró. La primera medida fue derogar la temerosa decisión tardía del demócrata Joseph Biden, de excluir a Cuba, de una lista donde nunca debió estar, por ser un país víctima del flagelo del terrorismo por más de seis décadas, en todas sus formas de manifestarse, incluso aceptado por Estados Unidos, que la Isla participa y colabora en su enfrentamiento, lo cual crea un mentís inexplicable: enfrentarlo pero serlo, lo cual evidencia que los motivos y pretextos esgrimidos son utilizados como presión política, por lo que implica y limita todo emprendimiento dirigido al alivio del generalizado bloqueo y poner fin a la guerra económica, de casi setenta años.

La conquista, recién comienza, veremos cómo se hacen realidad los sueños anunciados. Por lo pronto el equilibrio del mundo defendido por Bolívar, Martí y Fidel, es preservado en numerosas naciones, aunque otras están asustadas y descansan en la ilusión de la indulgencia trumpiana, para que su rapacidad no los alcance, evitan molestar al depredador.

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

Foto de portada: Reuters.

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