Cuba

Manolón en sus 111 cumpleaños, recordando el Collar Olímpico de la ODEPA

Por Noel Domínguez*

Aunque en otro de mis vetustos anecdotarios, ya refrendé este episodio de su galardonada existencia, me detendré recreándolo dada la enseñanza cognitiva que encierra.

Ya desde la visita que habíamos hecho al Presidente de la Organización Panamericana Deportiva (ODEPA) el mexicano, muy amigo de Cuba, Don Mario Vázquez Raña, en su residencia de Ciudad México, desde el verano de 1993 regresando de Mar del Plata en Argentina, se manejó la idea y él, Manolón, había plantado dejándolo bien claro.

No aceptaría el renombrado reconocimiento del Collar Olímpico Panamericano de la Odepa antes de otorgársele al Comandante en Jefe y Presidente Cubano Fidel Castro quien era el gran merecedor por todo lo hecho en el deporte y no solo en Cuba porque entre otros aciertos la creación del Instituto de Medicina Deportiva y sus mecanismos antidoping, no tenia parangón mundial, en aquel entonces. Al menos entre países subdesarrollados.

Fue tal su incisiva argumentación que el también miembro del Comité Olímpico internacional (COI) el anfitrión, no le quedó más remedio que aceptarlo aún a regañadientes porque aunque no difería en esencia, insistía que el del Comandante por su cargo y prestigio de envergadura, debería hacerse en otra ocasión y como para pasar página, su proceder siempre pintoresco, veleidoso y algo mordaz se impuso, emprendiéndola con este escribidor intentando atenuarla por ratos ríspida discusión previa.

«Órale ahí nomacito y a este cuando lo hacen General?, puedo proponerlo a mi Comandante, nomás, durante el acto de otorgación, a mi no me lo negaría, ni modo, pues‘en…»

Fue como si me fueran atizado en una hoguera, a pesar de haberme mantenido antes en discreto margen, salté literalmente a la riposta por ser el aludido. No solo espeté sino a gritos riposté…! ni se le vaya ocurrir Sr Presidente!, allá en mi país, no sé en el suyo, se consideraría indigno porque lo asociarían a lo que en nuestro argot popular denominamos como un ¨talle¨ y sencillamente no lo acepto..

..Es más ante la duda, seguí atropelladamente, propondré a mi segundo al mando para que esté presente en la ceremonia encargándose de la protección y seguridad que me correspondería.

Volviendo a su carga de sabiduría innata intervino González Guerra imponiendo su magisterio, ahora de mediador,.. no le hagas caso que este es un jodedor y no se atrevería hacerlo porque entre otras cosas yo se lo impediría a la buena o la mala y además tampoco tú te mandas para eludir tus responsabilidades.

Llegado el día del ceremonial en el Salón de Protocolo del Palacio de la Revolución y muy a pesar de haber intercambiado telefónicamente varias ocasiones previas, donde González Guerra me aseguraba haber convencido al mexicano, intenté pasar inadvertido e incluso escurridizo en el brindis final ignorando las gesticulaciones de Vázquez, quien con algunas copas encima, permanecía al lado del Comandante y del Presidente Olímpico cubano, instándome a que me les acercara.

No fue hasta que el propio Manolón fuera a buscarme y tomándome del brazo algo presionadamente, me condujo al encuentro sin que más nadie hablara, me introdujo algo más tarde en la disipada conversación con su característico vozarrón.. hablábamos Coronel de lo simpático que resultó en la casa de Mario cuando intentaste separar a Fernández (José Ramón ¨el Gallego¨ ) de las salpicaduras de agua de las hijas de Vázquez al tirarse en la piscina en la sala de su casa y él muy circunspecto, lo rechazó para mantener su hidalguía de siempre.. Las risas se impusieron y entonces respiré tranquilo.

Una vez más la erudición y hombría de aquél inolvidable, nacido un día como hoy hace 111 años se impuso ofreciéndole a Raña y a mí, un imperecedero aprendizaje que en mi caso, me sigue acompañando hasta estos días. Logró neutralizar las pretensiones de Don Mario de una manera cortes y diplomática haciéndolo desistir de sus bien intencionadas pero ingenuas ideas.

Manuel Ricardo González Guerra, Manolón en el deporte cubano había nacido en la capital cubana en el humilde barrio de El Pilar y su niñez y juventud trascendieron en Santo Suárez. Su padre Manuel González Iglesias y su madre Nervisa Guerra Rubio, procrearon cinco retoños, tres hembras y dos varones, siendo solo él quien se dedicara al deporte como practicante del amateurismo primero y como importante dirigente después, logrando alcanzar la cima del reconocimiento tanto en Cuba como en el Mundo.

(*) Periodista de Prensa Latina y Escritor.

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