Cuba: Mi hermano Tin
Por Miguel Fernández Martínez.
Por culpa de Tin ―digo, de Carlos Alberto Cremata, en mayúsculas―, esta noche del 30 de agosto se me volvió a estrujar el corazón, y no niego que hasta alguna lágrima de orgullo me corrió por las mejillas, cuando vi en televisión que el presidente Miguel Díaz-Canel le colocó en su pecho la Orden Félix Varela en primer grado.
Hace apenas cuatro días compartimos juntos, en una muchachada de cerca de 80 sesentones, en el cumpleaños 51 de haber ingresado en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos (camilitos), y como siempre, Tin Cremata estaba allí, asegurando el sonido, garantizando la proyección de un video, repartiendo abrazos y alegrías, disfrutando a sus hermanos.
Verlo hoy, rodeado de sus niños de la Compañía de Teatro Infantil La Colmenita y recibiendo tan alto honor, me obligó a regresar en el tiempo, a recordar al Tin Camilito, el entusiasta animador, el declamador espontáneo, el organizador de eventos, el artista natural entre aquellos niños ―como él― que desde ese entonces le reconocieron su valía.
Aquellos camilitos del 71 fueron su primera colmenita. A niños de su edad los puso a bailar, a cantar, a recitar, a interpretar personajes del teatro. Una «colmena» donde hace más de 50 años se forjó este chiquillo inmenso del que Cuba vive orgullosa.
El pasado 21 de julio, en ocasión de recibir la condición de Doctor Honoris Causa del Instituto Superior de Arte, el trovador gigante Silvio Rodríguez estremeció a todos con sus palabras, calificando a Tin Cremata ―con toda justicia―, como «un niño disfrazado de adulto».
Tin nunca ha dejado de ser un niño, a pesar de los años, las canas, los títulos y las condecoraciones; Tin Cremata es alegría viva, es sonrisa abierta, es un remolino de ideas, un huracán de sueños, un soñador perpetuo y un constructor de felicidades. Ese es Tin.
Hace algunos años, en una de esas excelentes crónicas que nos regala el maestro de periodistas José Alejandro Rodríguez, en las páginas de Juventud Rebelde, aseguró que «Tin se deja llevar por su propia obra, como un príncipe encantado por el hada madrina de la creación.
«Privilegiado Cremata, que a fuerza de conducir a sus diminutos por los insondables pasadizos de la imaginación, terminó halado por ellos a ciertos parajes virginales, aún intocados por la maldad y la conveniencia», escribió Pepe Alejandro.
«Lleva apodo de minucia ―agregó el articulista―, vaya paradoja, un hombre tan grande que ni se lo cree. Solo por La Colmenita, esa factoría de sueños, Tin Cremata merece hace rato ―¡qué Nobel ni ocho cuartos!― algo así como el Premio Universal a la Fraternidad Humana, o la Orden Cósmica de la Niñez Eterna».
Ahora, junto a la Estrella de Oro de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, que ostenta desde 2016, Tin Cremata lleva en su pecho la Orden Félix Varela, pero también lleva en su corazón el amor de Cuba entera, y sobre todo, el de los niños, por y para los que entrega sus mejores energías.
Felicidades mi hermano Tin. Qué honor y qué orgullo saberme tu amigo por más de 50 años, y compartir contigo y con el resto de nuestros chicos esa condición que nos enorgullece siempre: seguir siendo camilitos del 71.
Tomado de su perfil en Facebook / Foto de portada: Marcelino Vázquez / ACN.