Internacionales

Crimen en la avenida de las embajadas (I)

Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

El lunes no puedo, tengo trabajo,

si quieren lo mato el martes

José Dionisio Suárez Esquivel

(18 de septiembre de 1976)

El asesinato del chileno Orlando Letelier del Solar, exembajador de Chile en Estados Unidos, y su joven asistenta estadounidense, Ronni Karpen Moffitt el 21 de septiembre de 1976 está considerado como una de las atrocidades de más infausta memoria de la Operación Cóndor.

En este crimen tuvieron una participación directa, además de los sicarios enviados por la Dirección de Inteligencia Nacional,  DINA chilena,  los terroristas de origen cubano Guillermo Novo Sampoll, José Dionisio Suarez Esquivel, Virgilio Paz Romero, todos del fascista Movimiento Nacionalista Cubano, MNC.

El gobierno norteamericano, la CIA y el FBI también son cómplices de este crimen. Las evidencias que se poseen permiten establecer, sin lugar a dudas, que este acto alevoso pudo impedirse si hubiese existido la voluntad política de esas autoridades. Algunos documentos secretos desclasificados revelan la tolerancia de estas agencias, en este asesinato.

Ahora se conoce que la CIA espiaba a Orlando Letelier desde 1960, cuando según sus propios datos el dirigente chileno, había asistido en mayo de ese año a un congreso en La Habana. También, después cuando acompañó al líder de la Unidad Popular, Salvador Allende a los actos por el 1ero de Mayo en 1961 en la capital cubana.

Este control pudo haberse extendido durante toda la década de los 60 en que Letelier residió en Estados Unidos y ocupó altos cargos en el Banco Interamericano de Desarrollo, BID en Washington y años más tarde cuando fue nombrado el primer embajador de la  Unidad Popular en Estados Unidos y entre 1974 y 1976 cuando llegó nuevamente a Washington como exiliado después del golpe de la Junta Fascista de Pinochet.

En todo este largo periodo, la CIA armó un voluminoso expediente, con el número 0881118, que contenía reseñas biográficas, perfiles sicológicos, estilos de vida y detallados informes de sus movimientos. 

El seguimiento de la CIA llegó a ser tan meticuloso que en un documento desclasificado elaborado por su Servicio Central de Referencia con fecha 18 de noviembre de 1975 expresaba: “La familia (se refería a la esposa de Letelier  y a sus cuatro hijos) tiene un perro ovejero ingles que atiende al nombre de “Alfie” y al que renunciarán cuando deban trasladarse a la residencia de la Embajada”.

Según la documentación desclasificada, durante su etapa de exilio tras el golpe castrense en Chile, se registra que la CIA espiaba también su activa participación en las iniciativas internacionales contra el régimen tiránico de Augusto Pinochet, periodo en que se convirtió en uno de los miembros más destacados de la oposición chilena en el extranjero. Tres meses antes de su asesinato, el propio dictador chileno, según otro desclasificado del 8 de junio 1976, se quejaba ante el entonces Secretario de Estado. Henry Kissinger, por el amplio acceso e influencia alcanzado por Letelier ante el Congreso estadounidense.

Resulta inexplicable que los servicios especiales que lo mantenían bajo un estricto  control, sobre todo cuando Letelier se había convertido en uno de los opositores  más activos contra la junta militar chilena, no hubiesen detectado el trabajo preparatorio de los conjurados en la misma capital estadounidense.

Evidencia de este seguimiento, es el último documento añadido por la CIA al citado expediente que le llevaban, que tiene fecha 16 de septiembre de 1976, solo cinco días antes del asesinato. Algunos de los terroristas de origen cubano complotados en el asesinato,   habían estado presentes en la constitución de la organización terrorista de origen cubano Coordinación de Organizaciones Revolucionarias Unidas, CORU en República Dominicana en  junio de 1976, en la que según el represor chileno Manuel Contreras Sepúlveda, se había planificado su ejecución, como parte de un compromiso con el gobierno chileno. La misión fue asignada al MNC. ¿Qué hicieron los funcionarios de la CIA prevenir ese crimen?

Ya desde el 3 de agosto de 1976, el Secretario de Estado Henry Kissinger, habia sido informado sobre las primeras acciones de la Operación Cóndor, que le permitía a la Junta Fascista chilena y a otras dictaduras del Cono Sur, operar en territorios de distintos países allende a sus fronteras, incluidas América Latina y Europa, para perseguir a los “subversivos” y darles destino final según el argot de los represores.

El gobierno de Estados Unidos y la CIA se mantuvieron impasibles. Pocas horas antes del asesinato, el 20 de septiembre en la tarde, el sub-secretario de Estado Harry Shlaudeman, indicó a su embajador en Argentina, quien tenía pactada una reunión con el dictador Jorge Rafael Videla, “que no emprendiera ninguna acción, pues en las últimas semanas no habían  recibido informes, que indicaran una posible voluntad de poner en funcionamiento el Plan Cóndor”.

Aún más, en una complicidad inaudita con el dictador chileno, se echó a rodar la tesis de que el asesinato lo habían realizado elementos de izquierda para fabricar  un mártir y poner al gobierno de Chile en un compromiso internacional. La CIA negaba conocimiento aun el 1ero. de noviembre de 1976: “Ningún agente de la Junta Militar Chilena tomó parte en el asesinato de Letelier” Lo anterior fue expresado por el entonces Director CIA George H. W. Bush en una entrevista con el Secretario de Estado Kissinger. 

En octubre de 1976, la Casa Blanca solicitó informes sobre las investigaciones practicadas sobre el acto de terror que segó la vida de Letelier y de su asistenta estadounidense de 26 años. La Agencia obstruyó la investigación al ocultar datos útiles al Departamento de Justicia, tampoco reveló la estrecha relación con el referido general Manuel Contreras. Un año después, la CIA y el FBI identificaron a la DINA y a la Operación Cóndor como principales implicados en el atroz atentado

Existen también sólidas evidencias sobre la participación del FBI en el seguimiento físico y de las actividades de Orlando Letelier, también del control que ejercían sobre los terroristas de origen cubano que participaron en la conjura asesina. Ninguno de los participantes era novato en asuntos de asesinar, más de una vez el FBI, los había detenido por estar implicados en actos de terror en Estados Unidos y Canadá. Esta agencia conocía que desde principios de 1975, Guillermo Novo Sampol, José Dionisio Suárez y el propio Orlando Bosch,  conspiraban y planeaban actos terroristas bajo el control de los oficiales de la  DINA, que operaban  en Miami.

Las investigaciones realizadas encontraron un documento muy revelador, se trata del  Documento Secreto M.185-29 del   FBI, de fecha 5 de enero de 1975 y que da fe de la conspiración: “Informantes de la policía local han informado que Guillermo Novo estuvo recientemente en Chile, viajando con un pasaporte y documentos de identidad falsos brindados por el gobierno chileno y el propósito de su viaje a Chile fue entrevistarse con Orlando Bosch Ávila, exiliado cubano terrorista y fugitivo federal. Se rumora que Novo y Bosch han firmado un acuerdo en virtud del cual llevarán a cabo actividades terroristas y esperan que el dinero y el equipamiento sea brindado por el gobierno de Chile…”.

El Memorando del SAC (Especial Agent in Charge) de Newark, New Jersey dirigido al Jefe  FBI, con fecha 2 de mayo de 1975. Dos agentes encubiertos (FBI) alertaron, que en diciembre de 1974, Guillermo Novo realizó un viaje a Santiago de Chile donde se reunió con Orlando Bosch, de la organización extremista Acción Cubana y supuestamente también con representantes de la Junta Militar chilena. Estas fuentes tenían entendido que Guillermo Novo viajó con un pasaporte falso y que es posible que haya sido un pasaporte chileno. Ambas fuentes expresaron que no tenían información específica para verificar estos datos sobre el viaje de Guillermo Novo.

Otro informe del FBI, del 4 de junio de 1975, sobre las actividades del cónsul chileno Héctor Durán, indica: Héctor Duran se había reunido  con exiliados cubanos para realizar actos de violencia en Estados Unidos. No se mencionaron blancos específicos para los actos terroristas en Estados Unidos, pero cualquier acción que se lleve a cabo será de manera que la culpa recaiga sobre la Misión de Cuba en Naciones Unidas”.

Esta documentación valida que desde 1975, ya las principales agencias encargadas de proteger y defender la ley y el orden en Estados Unidos, conocían que la DINA y la mafia anti-cubana elaboraban planes terroristas de conjunto para actuar en territorio estadounidense. Un documento secreto titulado Cable nro. 009 MM Code, de las  3:44 PM calificado de Urgente del 6 de Junio 1975 CSL, dirigido al Director del FBI en Miami, indicaba: “Con anterioridad se ha informado que Héctor Durán, agregado cultural chileno que reside en Miami, Florida, alegó que es agente de inteligencia del gobierno chileno. También se han informado los detalles de reuniones clandestinas previas celebradas con Durán en Miami”.

En otra parte del informe detalla: “Guillermo Novo y Dionisio Suárez Esquivel estaban en Chile; que estas dos personas y Orlando Bosch hablaron con el gobierno chileno con relación al apoyo del gobierno chileno a actividades terroristas”. “Novo y Suarez son miembros de grupos anti-Castro en las zonas de New York y New Jersey. Orlando Bosch es un fugitivo federal, violador de la libertad bajo palabra, ha sido condenado en Estados Unidos,  por actividades terroristas”. “El gobierno chileno brindará a este grupo toda la protección diplomática de que dispone, la cual incluirá asilo en embajadas chilenas si algún miembro está en peligro de arresto. Dijo que su objetivo común es la destrucción del régimen de Fidel Castro”.

Sobre la confiabilidad de la fuente del FBI, la agencia lo califica así: “La fuente de esta información es de extremo valor y muy bien ubicada, fuente de valor continuo y cualquier acción que se derive de esta información debe ser muy discreta para no comprometerla”.  Los preparativos para el asesinato estaban en su etapa final, todos los servicios especiales norteamericanos estaban al tanto de lo que ocurriría, pero  dejaron que siguiera su curso.

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

Foto de portada: EFE.

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