10 años del ‘rescate’ de Grecia: Una catástrofe social
Pocos se acuerdan ya de la crisis de la deuda griega, que comenzó en 2009. Desde entonces, se sucedieron los “planes de rescate”, que incluyeron “reformas” bajo la supervisión de la “troika”: FMI, Banco Central Europeo y Comisión Europea. Si los bancos se han salvado, las consecuencias sociales del “rescate” son catastróficas.
Muy empobrecida, Grecia se ha convertido en un gigantesco club donde se han privatizado infraestructuras estratégicas y se han vendido servicios públicos. La población se resigna o abandona el país.
El 20 de agosto Grecia salió de la vigilancia económica de la Comisión Europea. Un día calificado de “histórico” por el primer ministro Kyriakos Mitsotakis, mientras que el presidente de la Comisión Europea elogió la “resistencia” de Grecia y la instó a “mirar al futuro con confianza”. Sin embargo, los resultados de las “reformas” y del programa de “ayuda” son catastróficos.
El sistema europeo de control se creó a raíz de la crisis económica para garantizar que se aplicaran las “reformas necesarias”, es decir, el desmantelamiento del Estado griego para reducir la deuda pública. A cambio de las “reformas”, Grecia recibió ayuda financiera internacional, especialmente de la Unión Europea. El objetivo era reducir la deuda pública, que se consideraba muy elevada. Sin embargo, dada la caída del PIB, es decir, de la producción, la deuda es ahora mucho más elevada que al inicio del programa de supervisión: mientras que el PIB en 2009 era de 237 000 millones de euros, ha descendido a 182 000 millones en 2021. Como resultado, el nivel de deuda, en porcentaje del PIB, sigue siendo mucho más alto que en 2009. A finales del año pasado era del 193% del PIB, mientras que a finales de 2009 era del 127%.
Esa situación catastrófica también se observa en la tasa de desempleo, que pasó del 10% a finales de 2009 a más del 13% a finales de 2021. La lacra afecta especialmente a los jóvenes. La tasa de paro de los menores de 25 años superaba el 36% en abril de este año, mientras que en diciembre de 2009 era del 29%. Como consecuencia, gran parte de los jóvenes, especialmente los más formados, están emigrando: entre enero de 2008 y junio de 2016, el Banco de Grecia calcula que más de 427 000 griegos han abandonado su país, mientras que la población de Grecia es ligeramente inferior a los 11 millones de habitantes.
La tasa de suicidios también ha aumentado, pasando de 3.6 por cada 100 000 habitantes en 2009 a 5.1 en 2019. Los sucesivos recortes en el presupuesto de sanidad son sin duda responsables de ello: el presupuesto de sanidad rondaba el 4.3% del PIB en 2009, mientras que en 2020 fue del 3.6% del PIB. Teniendo en cuenta la caída del PIB entre estas dos fechas, ha habido un recorte del presupuesto sanitario de 4 000 millones de euros. Se trata de algo menos de la mitad de los 10 000 millones estimados que se necesitaban para salvar a Grecia a principios de 2010.
El remedio es peor que la enfermedad
Además de los severos recortes en las pensiones de los jubilados y de los recortes en la administración pública, otra de las “reformas” exigidas era la privatización de infraestructuras clave en el país. El puerto de Atenas, el Pireo, fue vendido al grupo naviero chino Cosco a cambio de una promesa de inversión que hasta ahora no se han cumplido, lo que ha enfurecido a los trabajadores locales. Esta adquisición por parte de un grupo chino también está teñida de una cruel ironía para la Unión Europea, que ha declarado repetidamente sus intenciones de oponerse a China.
El Pireo no es el único puerto que ha sido privatizado. Lo mismo ocurre con el segundo puerto griego, Salónica, mientras que otros puertos regionales, como los de Alexandroupolis e Igumenitsa, parecen destinados a seguir el mismo camino. A la lista de privatizaciones hay que añadir las de 14 aeropuertos regionales en beneficio del consorcio alemán Fraport-Slentel, y las que seguirán este año de la autopista Egnatia (la más larga del país, que une el oeste de Grecia con Turquía) y de las infraestructuras de la compañía de gas DEPA. Sólo se ha impedido hasta ahora la privatización de los yacimientos arqueológicos y museos griegos, que tocaría las raíces mismas de la identidad griega.
Al mismo tiempo, Grecia se ha desindustrializado en favor del sector de los servicios, ya que la proporción del empleo en el sector industrial, en porcentajes del empleo total, ha caído del 22% en 2009 a alrededor del 15% en 2019, mientras que la proporción del sector de los servicios ha aumentado del 67% en 2009 al 73% en 2019. En particular, el sector turístico está en auge, con un número de turistas anuales que ha pasado de 15 millones en 2009 a 34 millones en 2019, cifra que podría superarse este año.
El auge del turismo está poniendo a prueba las frágiles infraestructuras griegas (agua, electricidad), mientras que el coste de la vida, y no digamos de las vacaciones, se dispara para los locales. En consecuencia, una gran parte de ellos se ha visto privada de vacaciones en su propio país.
Todas esas “reformas” se llevaron a cabo con el objetivo de recibir “ayuda” internacional, es decir, de la eurozona y del FMI. En total, mientras que a principios de 2010 eran necesarios 10 000 millones de euros para salvar a Grecia, finalmente recibieron 273 000 millones en “ayudas”.
¿Por qué semejante despilfarro de dinero público y semejante masacre social? Los bancos alemanes y franceses estaban muy expuestos a la deuda griega. En lugar de anular una parte, es decir, hacer que el sector privado sufriera unos cuantos miles de millones de pérdidas, prefirieron verter dinero público. Eso permitió a los bancos alemanes y franceses desembarazarse de los títulos de deuda de riesgo. Fue otro caso de socialización de las pérdidas.
El inicio de la máquina infernal
La crisis de la deuda griega fue una consecuencia de la desregulación financiera iniciada en la década de 1980. Cuando estalló la crisis de las hipotecas de alto riesgo en 2008 con la quiebra de Lehman Brothers, todo el sector financiero mundial se puso en tensión y se bloquearon los flujos de capital. Los gobiernos decidieron inyectar cantidades masivas de dinero público en el rescate de los bancos. Ese fue el caso de Grecia.
Al mismo tiempo, los especuladores pasaron de los activos inseguros a la deuda soberana, que es segura porque los Estados no pueden desaparecer. El principal defecto de esos activos es que no rendían lo suficiente: sus tipos de interés eran demasiado bajos.
Era lo que necesitan los mercados financieros para poner en marcha la máquina infernal. Comienza un ataque especulativo, los tipos de interés de la deuda griega suben. La perspectiva de un impago de la deuda griega se hizo evidente para todos los actores. La “troika” intervino y concluyó un acuerdo en 2010 con Giorgios Papandreu, el primer ministro del Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok). Va a aplicar un programa de austeridad destinado a “controlar el gasto público” para reducir el déficit griego.
En 2011, ante un movimiento popular antiausteridad y mientras la “troika” sigue exigiendo la sangría del país, Papandreu plantea la posibilidad de un referéndum. Abandonó la idea al darse cuenta de que Bruselas no dudaría en expulsar a Grecia de la Unión Europea.
Una falsa esperanza: Syriza
Hasta principios de 2015 las “reformas” se sucedieron. Paralelamente, creció el movimiento popular contra la austeridad. Finalmente, los oportunistas de izquierda de Syriza, encabezados por Alexis Tsipras, ganaron las elecciones en enero de 2015. En su programa plantearon varias medidas para salir de la crisis: suspender el pago de la deuda, realizar una auditoría para evaluar la parte ilegítima, llamar a la participación ciudadana y decretar el fin de la austeridad.
En 2015 la campaña de Syriza nunca propuso romper con la Unión Europea. El objetivo siempre fue negociar con la “troika”, pero en ningún momento se planteó una salida del euro o de la Unión Europea. Las élites europeas, principalmente el Banco Central Europeo, explotaron esa laguna. Menos de 10 días después de la victoria de Syriza, el BCE cerró la principal vía de financiación de los bancos griegos.
La tensión fue creciendo durante el primer semestre de 2015, pero ni Tsipras ni Varufakis, su ministro de Economía, pondrán en duda la integración de Grecia en la Unión Europea.
La infernal máquina europea aplasta al pueblo griego
Lo que tenía que pasar, pasó. En la noche del 26 al 27 de junio de 2015, tras la negociación de otro paquete de “ayuda” a Grecia, Tsipras anunció su intención de someter el plan propuesto por la “troika” a un referéndum. Si gana el sí, Tsipras aceptará y la austeridad continuará. Si gana el no, Tsípras rechazará el plan. El gobierno promueve el referéndum como una herramienta para continuar las negociaciones y no para salir de la Unión Europea.
Desde el 29 de junio de 2015, 6 días antes del referéndum, los bancos griegos cerraron por un incumplimiento de liquidez provocado por el BCE. A pesar de ello, el voto “oxi” (que en griego significa “no”) ganó sin ambigüedades: más del 62% de los votos emitidos fueron a favor. Entre el pueblo y la “troika”, Tsipras optó por ésta. El 9 de julio, tres días después de la victoria del “no”, envió un proyecto que incluía las principales recomendaciones de la “troika”: recortes en las pensiones, en la administración pública y aumento del IVA.
Otro camino era posible: el de romper con la Unión Europea, abandonándola. Las primeras medidas que deberían haberse tomado son de sobra conocidas: nacionalización de los bancos, salida del euro y adopción de una moneda nacional, control de capitales y devaluación de la nueva dracma, además de satisfacer las necesidades básicas de la población (alimentos, medicinas, combustible, etc.).
Grecia se ve ahora muy afectada por la crisis social y ningún partido parece capaz de encarnar la ira popular. La población está totalmente desilusionada por las renuncias de Syriza. La crisis energética y la dependencia energética de Grecia de Rusia, que ha disparado los tipos de interés de su deuda, han hecho resurgir el fantasma de la crisis financiera.
Tomado de Mpr21/ Foto de portada: Archivo Reuters.