Internacionales

Experiencias con Fidel. Derivaciones sobre su personalidad

Por Pedro Monzón Barata.

La admiración que sienten los cubanos hacia Fidel no tiene nada que ver con el culto a la personalidad. Nuestro carácter desenfadado, relajado, que es parte de nuestra idiosincrasia, no lo permite. Nos caracterizamos por la informalidad y a tratarnos como iguales. Pero Fidel es un ser humano excepcional.

Este no es más que un relato anecdótico. Son  visiones, como un cubano más, que tuvo la oportunidad de vivir en la época en que existió físicamente el líder de la Revolución Cubana y experimentar el influjo de su presencia, tanto en Cuba como en el extranjero, desde inicios de la Revolución. Otras en las que tuve el privilegio de estar más cerca de él, lo que le sucedió, mucho más, a otros compatriotas cubanos y extranjeros.

Todas las anécdotas permiten tener solamente algunas ideas de la talla de esta personalidad histórica universal

Primero, recuerdo el momento del triunfo de la Revolución cuando yo era un niño. Una euforia generalizada del pueblo caracterizó su entrada de Fidel a la Habana, 8 de enero de 1959, junto al Ejército Rebelde, lo que fue resultado de la esperanza de poner fin a la extrema polarización social de la riqueza y de la represión en Cuba y contribuyó la leyenda de los guerrilleros, cuya actividad se conocía gracias a la información boca a boca y por Radio Rebelde, fundada por el Che Guevara en terreno liberado. Pude disfrutar este momento justamente frente a mi casa.

Todos esperábamos a Fidel y en las puertas de muchos hogares cubanos apareció un cartel que con el texto; “Fidel esta es tu casa”

Fidel en un tanque

Una curiosidad entonces fue una de las formas en que se reflejó la entrada de Fidel y los Rebeldes a La Habana.  Se   trata de una anécdota contada por “Hernando”, pintor cubano, a quien el Che le dio la tarea de dibujar una imagen del acontecimiento en el peso cubano.

Nos contó que el Che le indicó que hiciera un dibujo de la entrada de Fidel en un tanque, junto a la triunfante caravana rebelde que llegó a La Habana. “Hernando” le rectificó al Che: “Pero Comandante, Fidel entró en un jeep”. La respuesta del Che fue tajante: “…de todas maneras, ponlo en un tanque.”

Yo interpreto que este gesto tuvo un valor simbólico, que expresó la admiración que siempre sintió el Che por el Comandante en Jefe y la fortaleza que le reconocía como líder. Fidel solamente pudo haber llegado en un tanque real o simbólico.

Los discursos de Fidel

Después del triunfo, la aparición pública de Fidel en nuestra historia, estuvo identificada por continuos discursos públicos, donde hacía uso de su extraordinaria capacidad didáctica.

Fue, desde el primer momento y siempre, un maestro de masas. La historia penosa y a la vez gloriosa de Cuba atravesó todas sus intervenciones, así como los propósitos políticos y sociales nacionales e internacionales de la Revolución. Justicia social para el pueblo de Cuba, junto a independencia nacional, solidaridad internacional y realce de la dignidad, fueron y son los pilares de la Revolución, que llenaron de contenido su oratoria.

Eran muy largos discursos. Todos tenían un sólido contenido, impulsados por un enorme carisma que hacían de Fidel un líder extremadamente magnético. La gran mayoría del pueblo participaba de las concentraciones. No eran alocuciones unilaterales, monólogos, dialogaba con las masas. Había un contrapunteo de sentimientos, una armonía entre el discursante y el oyente popular. Donde quiera que apareciera, súbitamente, todos lo rodeábamos sin poder escapar de su influjo.

La alta cultura general, histórica y política, el compromiso con la Revolución y el sentimiento solidario del pueblo cubano, son resultado de estas intervenciones magistrales, de su actitud política y de la revolución educacional y social que se llevó a cabo.

Mi primer encuentro con Fidel

Mi primer encuentro ocasional con él fue durante los primeros días de la Revolución en el Hotel que todavía se llamaba Habana Hilton (hoy Habana Libre).

Ese, como muchos otros hoteles, era propiedad de la mafia estadounidense. Todos tenían casinos de juego, donde las élites cubanas y estadounidenses disfrutaban de una vida suntuosa, acompañada de ron, drogas y bellas mujeres (a veces prostituidas para servir a la High Society).

En esos días, en ese propio hotel, un periodista estadounidense le hizo una entrevista cuando estaba junto a su hijo. Entonces habló inglés, como lo hizo en las montañas cuando la entrevistó Herbert Mathew. Después, creo, nunca más lo oí utilizar inglés en público. Quiero imaginarme que no quería que lo viesen hablando el idioma de un país que había cercenado nuestra independencia y que apoyó al batistato, hasta el final. Sin embargo, años más tarde dijo, sin prejuicios, que el inglés se había convertido en el verdadero “esperanto”.

Mi encuentro con él en el Habana Hilton no fue nada del otro mundo, si no fuera porque se trataba de Fidel. Cuando entré estaba su imponente figura frente a mí, sólo, vestido de verde olivo y lo saludé deslumbrado. Para mí este simple hecho fue muy impresionante y una muestra de una de sus características: mezclarse, con naturalidad, con el pueblo.

La alfabetización

Algo no dije y que sentí desde el momento en que llegaron los “rebeldes” a la Habana. Eran barbudos, muchos con pelos largos; otros tan jóvenes que ni siquiera podían exhibir las barbas. Eran todos héroes legendarios como salidos de una aventura mítica.

Esas imágenes eran muy fuertes y alimentaban un complejo tremendo, que abarcaba a toda nuestra generación: La sensación de que habíamos perdido una increíble oportunidad histórica que era irrepetible y de la que no habíamos podido ser protagonistas.

Fidel pudo percibir esa frustración, que encauzó junto a las grandes necesidades de provocar cambios sociales en Cuba en tiempo record. Además de las patrullas juveniles, las milicias, la creación de la Asociación de Jóvenes Rebeldes y de “los 5 Picos”, una de las primeras grandes tareas que nos encomendó fue la alfabetización del alto por ciento del pueblo que no sabía leer ni escribir.

En un discurso histórico nos dijo que esa era nuestra oportunidad. Detuvo las clases en las escuelas durante un año y nos convocó para que nos convirtiéramos voluntariamente en alfabetizadores y cubriéramos todos los rincones de la isla, en lugares muchas veces intrincados, donde no había infraestructura urbana, luz eléctrica, ni agua potable.

Experimentamos, en primer lugar, lo difícil y duro de la nueva situación para muchachos, muchos pobres, pero citadinos, como nosotros. Tuvimos que luchar día a día por no salir derrotados, “rajados”, y pedir regresar a nuestras cómodas casitas.

Fuimos siendo niños y regresamos mucho más maduros. Ya para nosotros la leyenda rebelde no consistía en una atractiva e idílica imagen de cuentos de aventura. Ya éramos protagonistas de hechos reales con todo el sacrificio que ellos implicaba.

En su discurso al final de la campaña nos hizo ver la magnitud de la obra:

“Ningún momento más solemne y emocionante, ningún instante de júbilo mayor, ningún minuto de legítimo orgullo y de gloria, como este en que cuatro siglos y medio de ignorancia han sido derrumbados”, afirmó.

Después nos otorgó a todos becas de estudio en suntuosas casas de antiguos burgueses o personas implicadas con la dictadura que emigraron a EE.UU., y escuelas que habían sido privadas, solamente para las élites sociales.

Esa política de sumar al pueblo y, sobre todo, a la juventud a misiones de trabajo heroicas y solidarias en Cuba y fuera de Cuba, se transformó en una de las principales características de la Revolución. Era una forma de revitalización del proceso y la proliferación de hombres y mujeres revolucionarios, no comprometidos solamente a nivel teórico.

Martí en Fidel

En toda la etapa de la lucha independentista y revolucionaria el ideario y la práctica martiana estuvieron y están muy presentes. Los cubanos se transformaron en un pueblo martiano y marxista. Sin la influencia del pensamiento y acción de José Martí, no se puede entender el socialismo en Cuba.  Esa fue siempre la concepción de Fidel, por ello afirmó tempranamente: “Martí es el autor intelectual del Moncada” (la primera gran batalla de la última fase de la lucha por la revolución cubana”).

El IX Festival de la Juventud y los Estudiantes

Tiempo después, en 1965, un buen número de jóvenes de nuestra generación tuvimos la oportunidad de estar más cerca de él. Fue cuando el Festival Mundial de la Juventud y  los Estudiantes, que debió haberse realizado en Argelia.

Hubo una selección nacional de unos mil jóvenes, entre los cuales había héroes cubanos en diferentes terrenos. Yo pude ser miembro de la delegación como un simple dirigente estudiantil de pre universitario.

Sin embargo, cuando más ilusionados estábamos con el viaje, súbitamente, se produce un golpe de Estado al presidente argelino entonces, Ahmed Ben Bela, y, por consiguiente,  no habría Festival.

Fidel se reunió con nosotros y nos dijo: tenemos otra tarea importante para Uds.: Los invito a sembrar un millón pinos en la zona montañosa de la Sierra Maestra. Aunque ello indicaba su interés permanente por el medio ambiente, y estábamos dispuestos a hacer lo que fuera necesario, no puedo esconder nuestro desencanto entonces, porque no íbamos a poder disfrutar del Festival y conocer a otro país, Argelia. Claro, que fuimos todos a cumplir con la tarea. Al terminar la alfabetización todos los jóvenes cantamos a coro; “Fidel, Fidel, dinos que otra cosa tenemos que hacer.”

Recuerdo bien que, entonces, ya habíamos sido vacunados contra la viruela y muchos teníamos fiebre, lo que sufrimos más con el intenso frío de las montañas, el duro trabajo agrícola y el hecho de que dormíamos en hamacas dentro de una carpa de circo inmensa, que dejaba pasar el frío. Fidel nos acompañó personalmente e hizo comentarios simpáticos y picantes a nuestro grupo de jóvenes, muchos adolescentes; uno de ellos fue afirmar, mientras reía y en doble sentido, que no nos preocupáramos, que el frío era muy bueno para las hormonas.

Aseveró que él también participaría y no nos abandonaría hasta que sembrara 1100 pinos. Después de las duras labores del día en que nos relajábamos y nos bañábamos en el río, y a veces de noche, Fidel se mantenía trabajando para cumplir su meta, hasta que lo logró: sembró 1136 pinos. Nos dijo, “como ven yo cumplí, ahora les toca a Uds”.

Todo no terminó allí. Seis días después, nos comunicó: “les tengo una sorpresa, los han invitado a visitar a la URSS y Bulgaria”. Esa expedición, que él ideó, en un crucero de la Segunda Guerra Mundial, el “Gruzia” fue también inolvidable y constituye una muestra de la bondad de este hombre.

Muchas cosas más sucedieron, pero me las salto.

Fidel y la Universidad de La Habana

Ahora, quiero referirme a las visitas regulares de Fidel en mi época a la Universidad de La Habana.

Siempre dio gran importancia a los estudiantes de este nivel y sostenía una relación de amistad muy cercana con el Rector, que años después se convirtió en el Secretario del Consejo de Estado, y su ayudante personal hasta el final de sus días, al noble y fiel “Chomy” (José Miyar Barruecos). Con él realizaba experimentos para el desarrollo de quesos y yogurts especiales, que no conocíamos los cubanos, así como cultivos agrícolas exóticos, que nos daba a probar, con gusto.

Siempre estuvo preocupado por la solución de los problemas de la alimentación del pueblo y de la humanidad.

Se aparecía a cualquier hora en la Universidad, casi siempre de noche y tenía largas charlas con los dirigentes estudiantiles que estábamos acostumbrados a estar allí hasta tarde. En una ocasión se paró en el estribo del jeep y nos lanzó naranjas que traía de algún proyecto agrícola en el que acababa de estar. Yo estaba allí con mi hijo, muy niño, y él tocó a una naranja de Fidel. Otra de las veces, recién llegado de una visita al Chile de Allende, se paró en un banco de la Plaza Cadenas y, con dolor, nos dio una visión penosa sobre lo que estaba sucediendo en este país amigo y un pronóstico poco halagüeño. No mucho tiempo después se produjo el sangriento golpe de Estado.

En unas cuantas ocasiones invitó a algunos de los dirigentes juveniles a continuar con él en el jeep. Varios de ellos pasaron a formar parte de su grupo personal de apoyo, con los que emprendía tareas que necesitaba que tuvieran resultados ágiles. Su propósito era saltarse instituciones intermediarias que podrían ralentizar la comunicación y la acción.

Fidel, los intelectuales y la cultura en el mundo

De nuevo tuvimos la oportunidad de estar con él durante nuestra estancia en la Dirección de Relaciones Internacionales del Ministerio de Cultura.

En aquella época los EE.UU. trataban de desarmar a la Revolución con métodos que combinaban el poder duro y el blando. Ello se reflejaba en los dos tracks de la Ley Torricelli.

Esta ley reconocía dos herramientas contra Cuba; el bloqueo y los llamados contactos “pueblo a pueblo”. La idea era mantener la presión del bloqueo y ofrecer, simultáneamente, canales de contacto, por otras vías, como los encuentros académicos y la cultura. Trataban de hacernos la vida imposible en un extremo, con el bloqueo, y ofrecernos una forma de escape, una “mano amiga”, por el otro, cuyo fin era exhibir el “sueño americano”, como la salvación. Creyeron que lograrían subvertirnos. Asumimos el reto y respaldamos el intercambio. Ellos fracasaron.

Mencionaré solamente dos momentos de este proceso:

Primero, los encuentros con el crucero educacional Semester at Sea de la Universidad de Pittsburg, en 2004. Se iniciaron estos viajes con cientos de estudiantes, profesores y tripulantes a bordo. En cuanto lo supo Fidel, no perdió la oportunidad para invitarlos a largas conversaciones, repletas de preguntas y respuestas.

Las huellas que dejó fueron indelebles y generaron amplia oposición al bloqueo. Supimos que la visita a Cuba fue la más popular del barco y querían realizarla anualmente. Sin embargo, se cancelaron con la administración Bush.  Años después, con Obama, los organizadores nos llamaron para reiniciar la experiencia, lo que se logró en 2013.  En 7 de sus viajes Fidel se reunió con ellos. Nunca perdió la ocasión de taladrar las murallas creadas por el bloqueo y hacer saber nuestra verdad.

Un comentario de un destacado profesor y organizador de Semester at Sea sobre él fue:

“Habló elocuente y apasionadamente. Me sorprendió la amplitud de los conocimientos de Castro…Tocó todos los temas, desde la  biología evolucionista y la globalización hasta las relaciones con EE.UU. No dijo nada que sonara marxista. Su comentarios sobre economía y política, incluso sobre finanzas internacionales, eran muy exactos…”

El otro fue la organización del intercambio cultural Music Bridges, en 1999 que reunió a muy destacados músicos cubanos y  estadounidenses en La Habana y de ahí salieron magníficas composiciones musicales conjuntas, que se presentaron al final en el teatro mayor  de Cuba.

Fue idea de Fidel reunirse y sostener conversaciones con sus participantes. El resultado también fue muy positivo y de rechazo al bloqueo.

Uno de los cintillos de la prensa estadounidense, entonces, decía:

“Las murallas del embargo cayeron con el intercambio entre músicos cubanos y de Estados Unidos.”

Con Bush todo terminó y desapareció el segundo track de la Ley Torricelli, para que predominara solo el bloqueo. Entre otras razones, porque todos los visitantes regresaban a EE.UU.  con una visión positiva de Cuba. Muchos declararon que esa no era la imagen que los medios habían construido sobre Cuba en EE.UU.

Tiempo después otras oportunidades aparecieron, mientras trabajábamos en el Ministerio de Cultura y en la Coordinación Nacional de la Red En Defensa de la Humanidad.

La Red, entre otras vías, provocó la visita de muy importantes personalidades del mundo y, con muchas de ellas, Fidel encontró tiempo para reunirse durante largas horas. Solamente mencionaré algunas, como fueron  casos de Premios Nobel y artistas de Hollywood.

Me detengo solamente en unos pocos con los que tuve relación.

José Saramago, portugués, Premio Nobel de Literatura, que nos visitó muchas veces y desarrolló una gran amistad con Cuba y Fidel, afirmó una vez:

“Fidel Castro personifica el heroísmo del pueblo cubano… Si no fuera por la voluntad del pueblo cubano y la voluntad de Fidel Castro, Cuba no podría vivir. Cuba es más firme que una roca; más que una roca, porque una roca se desgasta y eso no está sucediendo en Cuba.”

Arthur Miller, famoso dramaturgo estadounidense, ex esposo de Marilyn Monroe, y William Styron, otro renombrado escritor estadounidense, llegaron a La Habana en marzo del 2000 y compartieron jornadas con Gabriel García Márquez (Premio Nobel y gran amigo de Cuba) y Fidel Castro. Hablaron de literatura y también de política, con pausas considerables en la Segunda Guerra Mundial y sobre el niño balsero Elián González, que enfrentaba a Cuba y a Estados Unidos. “Fue muy estimulante e interesante”, dijo luego Styron, y Miller agregó: “Habló de todo lo imaginable”.

Un comentario simpático posterior de Miller a la prensa fue:

“En la comida propinó algunos golpes a la CIA y sus numerosos intentos de asesinato contra él pero, en este tema, dio la impresión de sentirse más divertido que bravo, quizás porque esos intentos les reventaron en la cara a los Estados Unidos [es decir, les salió el tiro por la culata].  Y uno no pudo esquivar la percepción de un cierto aire altanería y de  firme confianza frente a Estados Unidos. Fue como si Cuba fuera la gran potencia y América un tipo de adolescente impredecible que tiraba piedras y rompía sus ventanas”.

Kevin Costner visitó Cuba en  2001 y le pidió ver juntos su film sobre la crisis de los misiles, titulado  “Trece días” . Entonces comentó:

“… fue emocionante sentarme cerca de él y verle revivir una experiencia de cuando él era un hombre joven, y que viese cómo John F. Kennedy, otro hombre joven, también sufrió en esa dramática situación”.

Tras la proyección de la película, el productor, Armyan Bernstein, contó que a las 2 de la madrugada.   “…después de la cena que le ofreció Fidel [a Costner], sugerí… que Cuba hiciese otra [película] en la que se reflejase la perspectiva cubana.  Le preguntamos, quién interpretaría en esa película el papel de Fidel Castro, y dijo: ‘Yo podría desempeñar ese papel‘”.

Finalmente, Costner comentó:

 “Solo he estado en Cuba en una ocasión, pero veo muy bien la nueva situación. En el mundo en el que vivimos siempre me alegro de las noticias que implican que cada vez nos acerquemos más entre nosotros.”

Fueron incontables las visitas de otras personalidades y periodistas destacados, entre ellas: Gina Lollobrigida, Harry Belafonte, Danny Glober, Oliver Stone, Sean Penn, Steven Spielberg, Jack Nicholson, Ted Turner y Naomi Campbell.

Fidel encontró siempre tiempo para reunirse con ellos y tener largas charlas. Dejó muchas huellas positivas y la convicción de que el bloqueo era injusto.

Después de la grave enfermedad que lo obligó a recesar en la dirección del Estado y del gobierno, siguió siendo la persona más importante de Cuba. A pesar de su fragilidad, cada vez que teníamos un encuentro de la Red En Defensa de la Humanidad con personalidades extranjeras, aprovechaba para sostener, a veces, muy largas conversaciones con ellos sobre temas de interés de la humanidad.

Fidel visita a Tokio en diciembre de 1995

Otras coyunturas aparecieron durante nuestra vida diplomática, que nos permitieron observar su comportamiento fuera de Cuba. La primera fue justamente en Tokio en diciembre 1995.  Tuve la oportunidad de trabajar en las coordinaciones de la visita.

Después de un viaje a China y Viet Nam, Fidel decidió realizar una “parada técnica” en esta ciudad. El Premier de Japón en estos momentos era el socialista Tomiichi Murayama.  Él y otros dirigentes políticos y empresariales japoneses aprovecharon muy bien su visita, tal como lo hizo Fidel. Fueron encuentros tras encuentros que dieron a la visita un tinte oficial. Este fue un momento de considerable importancia en el proceso de re-acercamiento entre nuestros dos países.

Fidel, Malasia y Tun Mahathir

Una gran oportunidad fue después en Malasia, donde encabecé la Misión diplomática cubana y fui la contrapartida del Comandante en Jefe durante la Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, en febrero de 2003.

Recuerdo que, previo a la salida hacia Kuala Lumpur, yo estaba en la obligación de informarme intensamente sobre la situación de Malasia, antes de su llegada a la Cumbre, pocos meses después.  Tenía que prepararme en tiempo record porque todos conocemos la curiosidad de Fidel y la lluvia de preguntas que sobrevendrían.

Lo recibí en el aeropuerto y me senté a su lado en el auto que lo llevaría al hotel. Aunque estaba muy cansado del viaje, que había realizado a China y Viet Nam y se dormía por segundos, cada vez que se despertaba me bombardeaba con las preguntas más disimiles: Desde el costo de la producción de un litro de aceite de palma, el pensamiento de Mahathir, hasta el precio de los diferentes autos Protón que produce Malasia. Es decir, mientras dormía su cerebro continuaba procesando.

Después continué junto a él durante la Cumbre. Participé en entrevistas con varios Jefes de Estado y pude percibir con que seriedad, al terminar las entrevistas, corría literalmente para no dejar de atender a todos los discursos que se dictaron en la Cumbre.

Fidel y Timor Leste

De las entrevistas, la sostenida con Xanana Gusmao y Ramos Orta fue la más importante para mí, y sus resultados me mantuvieron ocupado durante años. Fidel los hostigó a preguntas. Xanana me dijo después: “nos puso en aprieto, sabe más de Timor Leste que nosotros”.

En esa ocasión Fidel prometió dar ayuda médica al pequeño país.

Como yo era Embajador no residente, se me encomendó la tarea de trabajar por convertir en realidad esta oferta del Comandante en Jefe. En poco tiempo, Cuba cumplió con sus promesas, a pesar de que en ese momento enviábamos miles de médicos a Venezuela y otros países.

Timor Leste se convirtió en el país de Asia-Pacífico con mayor ayuda cubana. Cientos de médicos cubanos fueron a trabajar allí para lograr mejorar sensiblemente los indicadores de salud; creamos una Facultad de Medicina en Dili y cientos de jóvenes timorenses fueron a estudiar gratuitamente medicina a Cuba. Se inició también la alfabetización con el método cubano “Yo Si Puedo”, que respalda la UNESCO.

Hoy este pequeño país ha de tener unos mil médicos, para el más alto indicador de médicos por habitantes en la región.

Como en todos los casos, Fidel se interesaba por el estado del personal de la salud, cuando se producían accidentes naturales u otros problemas que implicaban peligros, como fue la casi guerra civil que afectó a Timor Leste.  Una de esas ocasiones fue su comunicación telefónica personal con un médico muy joven, en un lugar apartado donde se producían encuentros armados. A una pregunta de Fidel, el muchacho le respondió: “Estamos muy bien, Comandante, no se preocupe”. Esta es una muestra del sentido humano de Fidel que nunca dejó abandonado, ni desatendido a nadie, y del valor de nuestros médicos.

Semanas después fui a visitar a este médico y nos hizo la historia en detalle y riéndose. La verdad fue que su consultorio era muy pequeño y estaba completamente expuesto a las agresiones. La situación era verdaderamente peligrosa para él.

Como sucede, en general, los médicos cubanos tenían un gran prestigio en Timor Leste. Daban servicios vitales a la población sin inmiscuirse en política. Recuerdo una ocasión en que pasábamos de un bando a otro y las partes beligerantes y antagónicas decían, “déjenlos pasar, son médicos cubanos”.

No puedo dejar de decir que, en esa coyuntura tan peligrosa, los únicos cooperantes en Timor Leste que no desertaron fueron los cubanos, quienes se mantuvieron en sus puestos médicos, lo que indica la categoría de su estirpe y el peso que la educación cubana da al cultivo de los valores.

La influencia de las ideas que sembró Fidel en Australia y el Pacífico

Pocos años después me tocó encabezar la Misión diplomática cubana en Australia. Siguiendo la política de Fidel, una tarea fundamental en este país fue la ayuda en la salud a Vanuatu, Islas Salomón, y Nauru, donde fui Embajador concurrente. Entonces no pudimos lograrlo en Papua Nueva Guinea, a pesar de nuestros esfuerzos.  

También iniciamos la alfabetización de los aborígenes australianos, algo sin precedente. En un encuentro, el entonces Primer Ministro Tony Abbott, me dijo sobre este tema: Ud han logrado algo en lo que nosotros hemos fallado…

Fue en ese periodo en que Fidel enfermó, pero continuó lo que llamo la “Batalla de las Ideas”. Su convicción era que la opción que tenía el movimiento revolucionario en Cuba y el mundo era promover ideas (Martí había dicho “valen más trincheras de ideas que trincheras de piedra”).

Comenzó la publicación de sus continuas “Reflexiones” sobre problemas internacionales y nacionales, que incluían la protección del medio ambiente. Por su indicación, nuestras embajadas crearon las llamadas “Casas Editoras” cuya función era y es divulgar estas reflexiones y presentar la verdad de Cuba.

En general nuestra experiencia diplomática con Fidel fue amplia y por veces intensa. En las reuniones con los Embajadores en La Habana, todos los años, nos hablaba largamente sobre temas nacionales e internacionales, e insistía mucho en la necesidad de llevar a cabo la diplomacia económica, con el fin de ayudar al desarrollo del país, y presentar objetivamente a Cuba, sin las deformaciones de las grandes agencias de prensa.

En cada uno de los países donde estuve en misión diplomática, a pesar de que somos una pequeña islita del Caribe, muchos conocían a Fidel y, prácticamente, a diario nos llegaban peticiones de personalidades políticas, empresariales y sociales para visitar Cuba, entrevistarlo o simplemente encontrarse con él. Eran listados interminables, imposibles de atender a plenitud. Fidel aceptaba a los que consideraba más importante y les impactaba positivamente, incluyendo a la prensa.

La  noticia del deceso de Fidel afectó  profundamente a los cubanos y a numerosas personas en el mundo. Tenemos conocimiento  de que entristeció también a muchos en Japón, incluyendo a partidos políticos. Ello se vio reflejado en la prensa, que reconoció que  se había perdido una  figura formidable en la política internacional.

El canciller  Fumio Kishida, envió un mensaje caluroso de condolencia y destacó que, “en Hiroshima, había renovado su compromiso por un mundo libre de armas nucleares”. El Premier Abe envió otra nota de condolencia en la que afirmó: “Fidel fue un líder prominente de nuestra época…lo recuerdo vivamente hablando con pasión de asuntos globales”.

A pesar de la propaganda en contra, que lo pintaban como dictador, donde quiera que iba fuera de Cuba todos querían conocerlo y mostraban admiración, sin disimulo.

Era humano, honesto, consistente, seductor, anti dogmático, tenía una gran capacidad para prever el futuro, y mucho interés por escuchar y conocer. Por eso, disfrutaba del respeto general, hasta de muchos de sus enemigos.

Cuba ha tenido que luchar contra el aislamiento, las deformaciones de los grandes medios y su personalidad fue la principal arma. Sin Fidel y el respaldo de nuestro pueblo habría sido imposible sobrevivir como país y sistema. Según el Premio Nobel García Márquez

“[Fidel]… ha creado una política exterior de potencia mundial, en una isla 84 veces más pequeña que su enemigo principal.”

Imprimió una huella imborrable en los cubanos y la época en que vivió. El capital que nos dejó como herencia con sus ideas y acciones es inmenso, del cual los cubanos no debemos, podemos, ni queremos escapar.

Tomado de Consulado de Cuba SP.

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