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¿Evolucionismo o creacionismo?

Por Flor de Paz * / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

El pensamiento creacionista capitaliza más mentes humanas que ideas evolucionistas habitan en ellas, a través del condicionamiento que ejercen las religiones. La herencia de milenios acientíficos desafía las sacudidas al intelecto, incitadas por las luces del conocimiento y la hondura con que pueden mirarse las simas de la naturaleza enfocadas desde el zoom de las tecnologías modernas.

Superadas (o no) épocas como la de los sobrevivientes al diluvio universal, para “justificar” la evidencia de los fósiles humanos, por ejemplo, el creacionismo, “como corriente idealista que es tiene un cuerpo de conocimiento muy débil, que no resiste ningún embate metodológico de tipo científico, puesto que en realidad no es ninguna teoría científica, sino una entelequia formal”.

Así lo definen los investigadores españoles Eudald Carbonell y Policarp Hortolà en su libro Entender la ciencia desde dentro (o por lo menos intentarlo) (1). Y añaden: “Contrariamente al evolucionismo darwinista —que se basa, en primer lugar en la observación de la Naturaleza—, el creacionismo se sostiene en la aceptación apriorística de la existencia de una estructura sobrenatural que pondría orden a las cosas. Como consecuencia de este `orden divino´, el lugar que le corresponde a cada especie es predeterminado e inmutable”.

La dicotomía entre una y otra concepción del mundo sorprende en cualquier escenario; también en el cubano donde la educación es laica y la ciencia es promovida como forma de pensamiento contrastable. Ciencia y pseudociencia se contraponen de ese modo en un entorno donde la primera cuenta con prestigio en la sociedad por su concepción humanista, además del reconocimiento a la capacidad de sus investigadores.

Pero el halo pseudocientífico, específicamente el del creacionismo, anda a hurtadillas en el intento de disfrazarse de ciencia, como la llamada teoría del Diseño Inteligente, definitivamente en coherencia con fundamentos religiosos.

De acuerdo con el texto citado, el creacionismo “apela al criterio de autoridad para defender la veracidad, postula la verdad de su enunciado basándose en que nadie ha podido probar la falsedad y al pretender refutar la opinión contraria no ataca la idea sino al adversario intelectual. También esgrime como razón para ser aceptado la amenaza para el creyente: el evolucionismo darwinista es incompatible con la aceptación de la existencia de Dios”.

“El evolucionismo, por su parte, resiste bien la contrastación empírica, al tiempo que tiene suficiente valor resolutivo en la predicción, por lo que es una teoría científica. El creacionismo, en cambio, no es una teoría científica, sino un artilugio intelectual pseudocientífico que permite generar una explicación irracional de un hecho biológico (la diversidad de los seres vivos) fuera de la propia biología”, explican los científicos.

No omiten los autores la consistencia del creacionismo en la sociedades donde surge, pues, esa determinada visión del mundo “se convierte en una forma más de control social”. En este sentido, citan el caso de los estados norteamericanos de Arkansas y Louisiana en cuyos sistemas educativos fueron establecidos en la década de 1980 la enseñanza `balanceada´ de la Ciencia de la Creación y la ciencia de la evolución.

Asimismo exponen que, “el neocreacionismo es, por su propia naturaleza, un intento de introducir en las aulas contenido religioso disfrazando de biología lo que realmente es religión”.

El más reciente intento de dar la imagen de respetabilidad al neocreacionismo de la Ciencia de la Creación es el desarrollo de la denominada `teoría del diseño inteligente´ —añaden—, que intenta hurgar en las entrañas de la biología evolutiva en busca de lagunas insalvables con las que poder derribar el edificio de la teoría de la selección natural.

“Así, la llamada Ciencia de la Creación, que vale para cualquier creacionismo, cumple todos y cada uno de los criterios de demarcación entre ciencia y pseudociencia, y define la pseudociencia como una obra impulsada por valores culturales en detrimento (y con práctica exclusión) del respeto legítimo a los requerimientos epistémicos”.

 

Nota

(1) Publicaciones URV, diciembre de 2010, Tarragona, España.

 

(*) Periodista cubana especializada en temas científicos y Directora de Cubaperiodistas.

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