Cuba

El periodismo es mirar críticamente a la sociedad

Por Liudmila Peña y  Rodolfo Romero Reyes.

Dicen que llega entre los primeros, y que la luz de su oficina es de las últimas en apagarse. Sus horarios actuales emulan con aquellos en la Casa Kholy, cuando las tareas de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) apenas le permitían una dosis de tiempo libre.

El 5 de diciembre de 1999, cuando en Cuba tenía lugar la primera de las tribunas abiertas que exigirían durante meses el regreso del niño Elián González a su Patria, Randy Alonso estaba en Iraq. La Juventud iraquí había invitado al primer secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas, pero el Buró Nacional decidió que, en su lugar, fuese quien se desempeñaba como segundo de la organización en la provincia Pinar del Río. La difícil travesía incluyó viajar a España, de ahí a Jordania y después, por carretera, hasta Bagdad. Por eso, cuando inicia la Batalla de Ideas, él estaba en la casa del embajador de Cuba en aquel distante país. Once días después, ya en la sala de su casa en Pinar, observaba la primera emisión de la Mesa Redonda. Lejos estaba de imaginar que su vida cambiaría en apenas semanas.

Dicen que llega entre los primeros, y que la luz de su oficina es de las últimas en apagarse. Sus horarios actuales emulan con aquellos en la Casa Kholy, cuando las tareas de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) apenas le permitían una dosis de tiempo libre.

Decidimos empezar la entrevista preguntándole por una reunión entre Fidel y un grupo de estudiantes de periodismo que tuvo lugar a finales de los ochenta. Randy cursaba su primer año en la facultad. Presuponemos que, para él, que había sido un pionero destacado y dirigente de la FEEM durante los seis años que estuvo becado — secundaria y preuniversitario — , y para quien «la Revolución estaba encarnada en Fidel», aquel encuentro habría sido en extremo chocante, polémico, conflictivo.

El estudiantado de la Facultad de Comunicación le había solicitado a Carlos Aldana, miembro del Buró Político que atendía la esfera ideológica, un intercambio entre los estudiantes y la máxima dirección del país. La reunión transcurrió en el Palacio de la Revolución, en un primer momento fue solo con Aldana, luego se incorporó Fidel.

«Hubo opiniones muy fuertes, quizás influidas por todas las tendencias de la perestroika. Se cuestionó el tema de los medios, se habló de si había o no culto a la personalidad de Fidel. No trascendió por los temas, sino por la manera en que, quizás festinadamente, se presentaron. Después hubo un proceso de análisis en la facultad. Ese año me eligieron vicepresidente y luego presidente de la FEU, enfrentando el desafío de lo que significaba dirigir la facultad después de todo aquello».

Los cambios no solo tuvieron lugar en la organización estudiantil, también fue renovada la dirección de la facultad. La nueva decana, Magali García Moré, transformó la visión académica que existía y estrechó el contacto con los medios de comunicación. Llevó allí a excelentes periodistas para que impartieran clases y conferencias.

«Recibí clases de Julio García Luis, Pepe Alejandro, Luis Sexto, Irma Cáceres. Esa vivencia de chocar con el periodismo de todos los días creó un ambiente muy bueno. Transitamos de la teoría absoluta a una combinación con la práctica. Nos fuimos casi un mes a trabajar con el contingente Blas Roca, construyendo con ellos, levantándonos a la misma hora y durmiendo en sus albergues. Al final, entregamos reportajes sobre la experiencia como trabajos finales. Con esa misma intención se decidió años antes que los mejores expedientes de la facultad cubrieran misiones internacionalistas, y para allá fueron Katiuska (Blanco), Albertico (Núñez), Froilán (Arencibia), Pelayo (Terry). Después, cuando terminaron las misiones — el año en que Rosa Miriam fue la mejor graduada en docencia de toda la universidad — los integrales iban a los lugares más intrincados del país, por ejemplo, el Plan Turquino”.

Como la facultad estaba cerca de la sede de la FEU, el secretariado nacional se sumaba a sus actividades. «Empezamos a unir a todo el colectivo que se había fragmentado. Demostramos que había personas que, con una visión crítica, apoyábamos a la Revolución». En aquel tiempo muchos artistas de la plástica visitaron la facultad y se creó una galería de arte.

«¿Por qué Periodismo? Les cuento. Mi papá había sido dirigente de la Juventud en Pinar del Río y de vez en cuando publicaba en el periódico provincial. Me inspiró eso, y leer a Galeano; quería escribir tanto en tan poco espacio, como hacía él. También me interesaban las Relaciones Internacionales, pero en aquel momento la carrera no ofrecía la posibilidad de acoger a estudiantes que no vivieran en La Habana. Los vanguardias de la FEEM teníamos la carrera directa, una plaza extra, sin hacer pruebas de ingresos. Para mi provincia ese año destinaron cinco plazas, con la mía fueron seis, aunque solo tres aprobamos las pruebas de aptitud».

Hugo Rius, quién había presidido el tribunal durante los exámenes preingreso, fue su profesor de Nota Informativa, una de las asignaturas inaugurales de la carrera. El experimentado pedagogo tenía como costumbre entregar a cada estudiante un libro de su biblioteca personal, que debían leer durante el semestre. A sangre fría, de Truman Capote; con esa lectura inició su camino en el periodismo.

«De aquellos cinco años conservo amigos entrañables, algunos no viven en Cuba, otros sí: Abel Falcón, Ismary Barcia, Alina Cabrera, René Tamayo. Éramos treinta y pico, muchos no habaneros. Una época difícil. Los performances de los artistas de la plástica se hacían en la calle G, cerca de la facultad, con contenidos contestatarios. La perestroika removía las concepciones y la visión del periodismo en el país. ¿Habría que imitar a Novedades de Moscú y a Sputnik? Todo eso influía en la facultad. Han pasado muchos años, pero, incluso ahora que unos cuantos no viven en Cuba y tenemos nuestras diferencias ideológicas, la mayoría seguimos siendo amigos».

 

Casa Kholy: De la militancia al ejercicio de la profesión

En tercer año, Randy fue elegido para integrar el secretariado nacional de la FEU; tuvo que decir adiós a su apartamento en la residencia estudiantil de F y 3ra. — aunque allí mantuvo su cama — e instalarse en uno de los dormitorios de la Casa Kholy. Ubicada a unos metros del Puente Almendares, aquella vieja casona se convirtió en su hogar por los próximos años.

Entre diversas responsabilidades, atendió las esferas de Cultura, Relaciones Internacionales, Propaganda (lo que ahora es Comunicación), también a la Organización Continental Latinoamericana y Caribeña de Estudiantes (OCLAE) y a la Unión Internacional de Estudiantes (UIE). En 1991 encabezó la primera delegación de universitarios cubanos que visitó Estados Unidos. Precisamente de aquel año ’91, Randy guarda varias anécdotas con Fidel.

En noviembre, el Comandante invitó al secretariado de la FEU al Palacio de la Revolución para conversar durante largas horas sobre la situación de la URSS, los errores cometidos durante la perestroika y el impacto ideológico que eso tendría en Cuba.

«Carmen Rosa Báez era la presidenta de la FEU. Me acuerdo que fuimos hasta allá en bicicleta. El Comandante conversaba con nosotros como si le hablara a sus hijos. Terminó invitándonos a comer espaguetis. Y como teníamos la costumbre de picarlos bien cortos, nos regañó, alegando que no estábamos comiendo arroz, sino pastas. Y fue, mesa por mesa, enseñándole a todo el mundo a comer espaguetis de la manera que lo hacía él».

Los muchachos quisieron ser recíprocos, y en ese fin de año invitaron a Fidel a comer con ellos en la Casa Kholy. Aceptó. Lo esperaron los últimos días de diciembre, pero el Comandante no apareció hasta el 10 de enero.

«Recuerdo la fecha porque estaba preparando el acto dedicado a Mella y andaba con el libro grande de sus escritos. Cuando él llegó, se sentó en la sala y empezamos a hablar. Ese día dijo la frase sobre el joven líder universitario que tanto hemos utilizado: “Nadie hizo en Cuba tanto, en tan poco tiempo”. Por ahí anda la foto, todos sentados a su alrededor en la sala de Kholy”.

Fidel había puesto como condición que él cocinaría, y los muchachos mandaron a hacerle un delantal. Pero la persona que lo hizo le incorporó unos bordados estilo marinero. Creyendo que, quizás por cuestiones machistas, al Comandante no le gustaría, decidieron guardarlo y entregarle otro, que era todo blanco. Ya con el delantal puesto, Fidel, desde la cocina, le solicitó a José Miyar Barruecos que lo ayudara machacando los ajos. Como Chomy andaba en guayabera, pidió también un delantal y solo quedaba el de los bordados «conflictivos». Cuando Fidel lo vio, su respuesta desconcertó a los prejuiciosos:

— ¡Eh!, ¿y por qué el de Chomy es más bonito que el mío?

«Aquella vez él se sintió tan bien con nosotros, que empezó a ir periódicamente a la casa — rememora Randy — . Se aparecía por las noches, los fines de semana. A veces iba a visitar a Gabriel García Márquez, a la casa de protocolo, y si el Gabo no estaba, dejaba el recado: “Cuando llegue, me avisan, que voy a ver a unos amigos”, y se iba para Kholy.

»A partir de esos encuentros, se generó una relación muy particular con él. Nació la idea de hacer una biblioteca ahí en la Casa. Él reprodujo con nosotros un poco lo que hacía a principios de la Revolución, que se aparecía a cualquier hora en la universidad, a intercambiar opiniones con los estudiantes. Nos consultaba sobre la situación económica del país, la apertura al turismo y todo el desafío ideológico que aquello implicaba».

A inicios de 1992, e inmerso en las tareas de la FEU, Randy valoró posponer su tesis. Pero, a finales de mayo, el rector lo mandó a buscar porque había sido elegido el graduado integral de la universidad. Debía hablar en la ceremonia, y si no entregaba la tesis no lo podría hacer. Así que, del 1ro. al 24 de junio, en poco más de tres semanas, y prácticamente sin tutor, tuvo que preparar el informe escrito cuyo tema central era el tratamiento que Granma le había dado al proceso previo del 4to. Congreso del Partido.

Luego de la graduación debía irse a la montaña a cumplir su servicio social. Sin embargo, la dirección de la UJC solicitó al Partido que cumpliera ese tiempo en el secretariado nacional de la FEU. Le orientaron atender la organización en Matanzas y Cienfuegos. Un lunes en la mañana subía al tren de Hershey rumbo a Matanzas, regresaba el sábado a Kholy; y al lunes siguiente viajaba a Cienfuegos, donde permanecía toda la semana.

Aquella fue su rutina hasta agosto de 1993, cuando se decidió que debía sustituir a Rogelio Polanco en Praga, quien representaba la FEU ante la UIE. Arribó dos meses después y permaneció allí hasta febrero de 1995. No obstante, pudo viajar a La Habana en más de una ocasión, como en diciembre de 1994 cuando participó en un evento mundial de solidaridad en La Habana, coincidiendo unos días después con la primera visita de Hugo Chávez a la capital cubana y al Aula Magna de la universidad. En ese contexto, ante la inminente desaparición de la UIE y con la cercanía del Congreso Latinoamericano y Caribeño de Estudiantes (CLAE), resultó elegido para presidir la OCLAE.

«La primera tarea consistió en preparar el congreso, que sería en República Dominicana. Organizaciones impulsadas por una ideología socialdemócrata, cuestionaron la presencia de la FEU al frente de la OCLAE. No obstante, logramos que el cónclave — celebrado en agosto de 1995 — fuese un éxito y se ratificara por unanimidad que la FEU continuase presidiéndola».

En 1996 se celebraron en La Habana los 30 años de la organización continental. En abril se organizó una Copa deportiva en la que estuvieron presentes disciplinas como beisbol, atletismo, fútbol, baloncesto, tenis de mesa, y en la que participaron estrellas del deporte cubano y de diferentes universidades de América Latina. Con esa celebración, que incluyó el rescate de la revista de la OCLAE y la publicación de los libros sobre la historia de la organización, Randy puso punto final a su vida estudiantil.

Culminada su tarea al frente de la OCLAE, le propusieron una nueva misión: rescatar las publicaciones para niños, adolescentes y jóvenes que estuvieron a punto de desaparecer en los duros años del Periodo Especial. Iroel Sánchez había sido nombrado director de la Casa Editora Abril y el Comité Nacional de la UJC propuso que Randy asumiera la subdirección editorial, específicamente las publicaciones juveniles y los libros. En septiembre de 1996 comenzó en sus nuevas responsabilidades.

En aquel momento, Alma MaterJuventud Técnica y Somos Jóvenes se habían dejado de publicar. Por eso — sin equipos de redacción conformados — Randy aparecería como director de las tres publicaciones. «Las únicas que tenían un equipo eran El Caimán Barbudo, dirigida por Fernando Rojas, y Zunzún, por Ernesto Padrón. Pionero vendría después, con la impronta de Diana Lío».

«Estuve ahí dirigiendo desde el ’96, en una circunstancia personal compleja. Yo, aquí en La Habana; mi esposa, en Pinar del Río. Iba a verla los fines de semana. Mi primer hijo nació en octubre de 1997, y al mes y unos días le detectaron un soplo en el corazón. En febrero de 1998 hablé con la dirección de la Juventud: asumiría cualquier tarea, pero en Pinar del Río».

Lo designaron como miembro del Buró Provincial al frente de la esfera de Educación; seis meses después, sería seleccionado como segundo secretario de la UJC en la provincia.

A finales de diciembre de 1999, Randy participó en el Consejo Nacional de la FEU. «Allí me reencontré con Felipe (Pérez Roque), que ya era ministro de Relaciones Exteriores. Él me propuso ir a trabajar para el Minrex, pero le expliqué mi situación familiar. A principios de enero, él le comentó la idea al Comandante y Fidel aceptó, pero modificó la propuesta inicial: “¿Y quién te dijo que Randy es propiedad del Minrex? Él es de la Revolución”, me dicen que le contestó. Al día siguiente me trasladé para La Habana de manera definitiva».

La Batalla de Ideas

«Cuando me incorporo al Grupo de trabajo de la Batalla de Ideas, se habían hecho varias marchas, tribunas, y una sola Mesa Redonda, la de diciembre. Me dieron la tarea de organizar, de conjunto con Carmen Rosa, la Mesa siguiente, la de los psicólogos. Los moderadores variaban de acuerdo con el tema, Fernando Rojas, Iroel Sánchez, Rolando Segura… Hasta un día en que Fidel me comentó: “¿Si tú eres el que las organiza, por qué no asumes toda la responsabilidad? ¿Por qué no las conduces?”. “La televisión no me gusta realmente, Comandante, a mí lo que me gusta es escribir”, le respondí. Pero al final terminé de moderador».

Aunque Randy fungía como el coordinador del programa, confiesa que el verdadero director era Fidel. «Todas las noches y madrugadas discutíamos qué tema íbamos a tratar. Terminaba la Mesa, la “sobremesa” — porque él se quedaba después una hora o dos hablando con la gente — , y de ahí nos íbamos a Palacio, donde nos veíamos con el resto del Grupo. La mayoría de mis colegas aprovechaba el momento de la Mesa para ir a su casa, comer y bañarse antes de la reunión. Yo no podía. Casi siempre comía en la madrugada, cuando terminaban aquellas intensas reuniones. Fueron tiempos tremendos. Allí, en el Grupo, se debatía de todo, desde las cosas de alta política hasta los temas específicos de cada proyecto. Todos los días aparecían nuevas ideas; en total fueron 201 programas de la Revolución durante la Batalla de Ideas».

El Comandante defendía la tesis de que la Mesa Redonda no era un programa de televisión, sino un programa de la Revolución. «Fidel repetía que la Mesa era nuestra universidad. En otro momento dijo: “Es nuestra universidad política, pero tenemos que hacer una universidad para todos, para enseñarles cosas como Redacción…”; así empezó el primer curso de ese otro programa. Un día nos dijo: “Si nosotros hacemos eso, ¿por qué no logramos que nuestros niños, cuando les hablemos del Amazonas, no tengan que imaginárselo, sino que vean las imágenes? ¿Por qué no hacemos un canal donde los mejores profesores impartan las clases y el profesor en el aula reafirme esos conocimientos?”. De ahí nació la idea del Canal Educativo. Fidel pensaba que había cosas que debían hacerse desde las instituciones, pero defendía que otras debían hacerse fuera, porque si no se burocratizaban, se perdían. Por eso los trabajadores sociales nacieron fuera de ellas (desde la UJC), y todo el programa de alfabetización se llevó desde fuera, y así otras tareas; aunque contaban con la participación decidida de las instituciones concernientes».

En aquel momento ya se había ampliado el Buró Nacional de la UJC: unos compañeros se encargaban de las tareas habituales del funcionamiento y otros conformaban el Grupo de trabajo, que funcionaría hasta finales de 2006 y en el que participaban ministros, funcionarios del Partido, entre otros compañeros.

«Muchos de los jóvenes que asumimos aquellas responsabilidades — desde organizar las Mesas Redondas hasta coordinar la delegación que participaría en la Cumbre en Mar del Plata, en Argentina, por solo poner dos ejemplos — éramos de aquella generación que Fidel había conocido en los años ’90, ’91, en la FEU».

– ¿En las reuniones del Grupo de trabajo de la Batalla de Ideas existía una mirada crítica hacia los problemas internos del país?

No siempre el diálogo fue fácil. A veces la dirección de determinado ministerio sentía que la Juventud estaba asumiendo cosas que les tocaban a ellos, pero eran orientaciones de Fidel, resultado de aquellas reuniones nocturnas de trabajo, para tratar de encausar las ideas lo más rápido posible. Aunque era difícil, se lograba armonizar el trabajo con las instituciones. Intentábamos trasmitirle al Comandante — no siempre de la mejor manera; otras veces con mayor objetividad — los problemas y las dificultades que existían en el país. Allí se analizaba de todo: los problemas de la salud, los policlínicos, las escuelas. Él preguntaba, indagaba. La información que teníamos se la dábamos, unos más valientes, otros menos, pero en sentido general, eran diálogos fecundos.

Pienso que la Batalla de Ideas fue una etapa fecunda. Primero, de movilización del país en un momento en el que estábamos saliendo del Período Especial y había fracturas ideológicas evidentes en Cuba. La Batalla de Ideas constituyó el resurgir de ese fervor revolucionario, al tiempo que atendió contextos sociales que habían sido muy golpeados con la crisis económica de los noventa. De ahí nació la atención de los trabajadores sociales a la gente menos favorecida — lo que estamos rescatando ahora en las comunidades — , dándole colchones, atendiendo a los niños desnutridos, reparando viviendas de familias con dificultades, buscándoles empleo y sobre todo, tratando de influir en sus valores y hábitos.

Fidel siempre valoró a la gente que sabía expresar sus ideas. No imponía, todo lo contrario, pedía opiniones de la gente y nunca se quedaba con un solo criterio. Valoraba mucho que las personas opinaran sin miedo.

Vivía pendiente de los detalles. A veces preguntaba: “¿Dónde será la Tribuna?” En tal lugar. “¿Y ya vieron con meteorología si va a llover?” Bueno, no. “¿Pero qué están organizando ustedes ahí?” Luego venían los compañeros: Comandante, ya vimos con meteorología que no va a llover. Entonces preguntaba: “¿Pero y ahí dónde da el sol?” Ah, no sabemos. “Pero tienen que saber, porque el sol de frente al orador no lo deja leer bien el papel”.

Para Fidel la comunicación con la gente era clave para movilizar. Se dice que en sus discursos repetía las ideas, pero es que, primero, el auditorio no era el mismo, segundo, no decía lo mismo de la misma manera. En los momentos más difíciles, lo primero que él hacía era hablar con la gente.

– ¿En qué contexto surgió Cubadebate?

La Mesa Redonda fue una idea de Fidel, venía de una experiencia anterior cuando los juegos panamericanos de Winnipeg y todo el invento aquel del dopaje de nuestros deportistas. Sugirió hacer algo similar porque consideraba que la batalla no podía ser solo con en las calles reclamando a un niño, sin saber el sentido profundo de por qué estábamos marchando. Los cubanos teníamos que conocer el trasfondo, el enfrentamiento de Estados Unidos con Cuba, el bloqueo, la Ley de Ajuste Cubano.

Cubadebate es parte de ese mismo espíritu, pero es una creación de los periodistas cubanos. En marzo de 2003 fue la invasión estadounidense a Iraq. Había informaciones, que después se corroboraron; Bush le dijo a aquel general: “Después de Iraq, te puedo conceder Cuba”. A partir de esa guerra, en Miami salieron a manifestarse con carteles: «Iraq ahora, Cuba después». Fidel planteó que, como en Girón, y en medio de la euforia de Bush, había que cortarle al imperio sus operadores internos. Se apresaron a quienes podían armar una provocación que diera pie a la invasión. Fueron 75. Se desató entonces una campaña anticubana feroz — le llamaron la primavera negra — . Cuba, en respuesta, desclasificó agentes que eran parte de los grupúsculos contrarrevolucionarios y se realizaron varias denuncias.

En ese contexto, le propuse a la UPEC crear el Círculo de periodistas contra el terrorismo. Convoqué a un grupo de compañeros, unos participaban en las Mesas y otros eran extranjeros que trabajaban en Cuba, fundamentalmente en Prensa Latina y en Radio Habana Cuba.

Durante la reunión, el 21 de junio de 2003, decidimos que la primera acción del Círculo fuera crear un sitio web para promover un debate desde Cuba con el mundo. Debíamos buscarle un nombre que sirviera tanto en español como en inglés. En ese momento, en la web empezaban a aparecer nuestros periódicos, había nacido La Jiribilla un poco antes, más centrada en el ámbito cultural, pero no existía un sitio que fuese de debate, de confrontación, de análisis de la política de Estados Unidos hacia Cuba o que abordara el tema del terrorismo.

Hablamos con un grupo de jóvenes de la Universidad Central de Las Villas, que se llamaban grupo Chasqui — un equipo de programadores, informáticos — y habían hecho el sitio web del periódico Vanguardia. Los mandamos a buscar y les dimos la tarea de crear Cubadebate, que estuvo online el 5 de agosto de ese mismo año, recordando la victoria frente a la contrarrevolución en ese mismo día, pero de1994. El trabajo inicial, de cabecera, se lo pedimos a Fabián Escalante, quien escribió un artículo sobre el historial de atentados contra Fidel. Era el primer medio de comunicación, de los nacidos en las últimas décadas de la Revolución, que no era fruto directo de ninguna institución o de una organización de masas, sino de la idea de un grupo de periodistas decididos a defender la Revolución.

A mí me nombran presidente de aquello, y entre Rosa Miriam y yo nos dimos a la tarea de organizar el sitio. No había ninguna estructura. Claro, no teníamos la avalancha de contenidos que existe hoy.

– ¿Cuál era la relación entre la Mesa Redonda, Cubadebate y la Oficina de Información del Consejo de Estado?

En 2005, el Comandante inició varias comparecencias públicas que se hacían desde el Palacio de las Convenciones como parte de las Mesas. Un grupo de periodistas, entre ellos Taladrid, Arleen, Rosa Miriam y yo, le preparábamos información y análisis sobre esos temas. Un día me pidió crear una oficina que aglutinara a todos esos compañeros.

El 19 de mayo de 2005 quedó constituida como Oficina de Información, teniendo como sede el edificio que está en 1ra., entre A y B, en el Vedado. La creamos con la idea de tener equipos de monitoreo de la información en Internet y las televisoras extranjeras, y ahí fue donde logramos institucionalizar por primera vez Cubadebate, con una plantilla de tres personas: Rosa Miriam y dos compañeros más. Luego, con el paso del tiempo, creció el flujo de trabajo y también el equipo.

En aquel edificio, además, tuvieron sede otros grupos de trabajo relacionados con la Batalla de Ideas y que andaban dispersos. A partir de una decisión que se tomó en 2008, cada uno de esos grupos se incorporó a distintos ministerios. Nos quedamos prácticamente solos, y había que buscar una solución porque no tenía sentido que estuviéramos allí conviviendo con empresas extranjeras que rentaban pisos en la parte inmobiliaria. Hasta ese momento éramos Oficina de Información del Consejo de Estado. En 2010 se decidió que pasáramos a ser Oficina de Información del Comité Central. Nos trasladamos para la actual sede, en Vía Blanca.

Aunque como Oficina nos subordinamos al Partido — sobre todo a partir de que le brindamos servicios en temas de análisis y monitoreo — , Cubadebate sigue siendo una publicación de los periodistas, con autonomía y con una línea editorial propia, es decir, no es un órgano del Partido ni algo por el estiloHemos mantenido nuestra independencia como medio digital, creado por la UPEC, pero con la línea clara de defensa de la Revolución.

Cubadebate se fue abriendo espacio por sí mismo y demostrando que se podían hacer cosas diferentes, audaces para el contexto mediático cubano. En 2009, tuvo un primer relanzamiento, entrando en la web 2.0, gracias a un grupo de técnicos e ingenieros de la UCI que hicieron toda la nueva arquitectura del sitio. Así entramos en las redes sociales y abrimos los comentarios en nuestros trabajos. Esa nueva versión la lanzamos en junio, haciéndola coincidir con el aniversario de la primera reunión. En la actualidad queremos convertirnos en un multimedio; es decir, un ente de comunicación con varias salidas: Cubadebate, la Mesa Redonda, Con Filo, Cuadrando la Caja, el sitio web Fidel Soldado de las Ideas.

La filosofía que siempre adoptamos fue, en el marco de la comunicación revolucionaria, correr la cerquita todos los días un poquito más allá, aunque fuera un milímetro. Ir ganando espacios. Y lo hicimos. No sin contradicciones, no sin encontronazos, no sin dificultades. Abrimos caminos en las redes sociales, en la manera de moderar los comentarios — algo polémico y no bien visto por todos — , en el uso de sms para trasmitir noticias, en la realización de podcast.

– Después de 2006, ¿cómo fue la relación de Fidel con Cubadebate?

La primera reflexión que él publicó después de su enfermedad, fue aquella sobre los biocombustibles, en 2007. Salió simultáneamente en Granma, en Cubadebate y se leyó en la televisión. En 2008, ya electo Raúl como presidente, en los días previos al 1ro. de Mayo, el Comandante preparó un texto sobre algo importante que estaba ocurriendo en Bolivia para publicarlo el 30 de abril, pero ese mismo día era la víspera del desfile de los trabajadores. Fidel me llamó y comentó: «Fíjate, no se la vamos a dar ni a Granma, ni a la televisión, porque si nosotros la publicamos, ellos van a querer ponerlo de primero, y les van a quitar protagonismo al 1ro. de Mayo, y eso es lo más importante ahora. Vamos a publicarlo nada más en Cubadebate, y después, el 2 o el 3, lo publicamos en los periódicos».

A partir de esa circunstancia, las reflexiones comenzaron a publicarse en exclusiva primero en nuestro medioy eso, por supuesto, nos dio prestigio y reconocimiento. Imagínense, tener a Fidel como articulista de Cubadebate. Luego, medios nacionales e internacionales lo reproducían y ponían «tomado de Cubadebate».

Publicar, consultar o censurar

Desde el IV Congreso de la UPEC, celebrado en 1980, el gremio periodístico cubano coincidió en la necesidad de desterrar el estilo apologético de la prensa y fortalecer, en cambio, el análisis y la crítica. El 12 de junio de 1987 un acuerdo del Buró Político respaldó la política trazada en el V Congreso del Partido en el que se establecía que los directores de los medios de prensa eran quienes decidían qué se publicaba o no, y si era preciso consultar o no la publicación de algún material. Prevaleció el criterio de que, como regla, se debía publicar, y como excepción, consultar.

Por su experiencia dirigiendo tres publicaciones de la Casa Editora Abril (a finales de los noventa), un espacio televisivo como la Mesa Redonda (desde 2000) y un medio como Cubadebate (desde 2003), Randy acumula algo más de dos décadas lidiando con el ejercicio periodístico y las regulaciones que a lo interno y externo recaen sobre este. La pregunta de hasta qué punto existe o no autonomía, lo lleva a plantearnos ideas en relación con diferentes periodos.

«Hubo una etapa de mucha centralización en la que no sufrí directamente las consecuencias porque conciliaba y recibía orientaciones directamente de Fidel, por lo tanto, no había intermediarios. Y él estaba fuera de todos los esquemas. Hubo momentos en que el gremio sufrió mucho por lo que algunos colegas llamaron la “mesarredondización”, y era que la información fluía únicamente a través de la Mesa, los demás medios tenían poco acceso y se veían obligados a reproducir lo que publicábamos nosotros».

Para Randy eso respondía a elementos estratégicos, como parte de la batalla por el regreso de Elián. No obstante, aquella manera de centralizar la información continuó algún tiempo después.

«La etapa más compleja para nosotros fue cuando Fidel ya no estaba activo, entre 2008 y 2010, porque anteriormente él siempre estuvo al tanto de la Mesa, llamaba, nos veíamos casi todos los días. En ese periodo hubo cierta desavenencia con el ICRT. Se manejaba la idea de desplazar la Mesa, de crear otros programas».

Un tiempo antes, durante los años 2006 ,2007 y parte del 2008, la Mesa Redonda había abordado con mucha fuerza los temas nacionales, algo impulsado por el propio Raúl desde que había asumido la conducción del país. Sin embargo, el paso por la Isla de dos grandes y nefastos huracanes hizo que el país estuviera meses movilizado, inmerso en las labores de recuperación, lo cual absorbió su agenda informativa.

«Para Cubadebate también fue complicado, imagínense tener que moderar una avalancha de comentarios. ¿Cómo poner los límites? Me guiaba por el mismo concepto de Fidel “dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”; lo que vaya en contra de los principios, no se publica. Ahora, una crítica a lo que sucede en determinada provincia, a un dirigente… eso sí tiene que ir. Son intocables las esencias de la Revolución, todo lo demás es criticable. Y con esa política editorial hubo sus desavenencias. Incluso, publicábamos algo antes que determinado ministerio y nos llamaban para decirnos que no podíamos adelantarnos hasta que no nos dijeran, y cosas así. Eso es lógico y normal en todo proceso, pero las contradicciones fueron más agudas».

Para Randy, otro cambio importante tuvo lugar cuando Díaz-Canel, como miembro del Buró Político, empezó a atender la actividad ideológica. Se logró una comprensión mayor del valor de la comunicación, y un mejor entendimiento de lo que significaba Cubadebate en el contexto de la batalla ideológica y cultural.

«No obstante, en todas las etapas me he sentido con la independencia y la responsabilidad para sumir lo que se publica en Cubadebate. En los periodos complejos hubo más contradicciones con respecto a qué publicar, cómo publicarlo, pero igual, en ese contexto, yo asumía todas las decisiones. El Partido no me ha dicho tienes que hacer esto porque sí, y ahora menos todavía, con toda la conciencia que se va ganando sobre el papel y la autorregulación de los medios. Nosotros decidimos nuestra agenda editorial, por supuesto, conciliamos con el Partido cuando hay cosas que son a nivel del país, pero siempre comunicándolo desde la visión de Cubadebate».

También admite, con cierto pesar, que en algún momento se sintieron menospreciados. Para quienes tomaban las decisiones, lo importante eran los diarios impresos, la televisión. Fueron tiempos en que, para obtener las primicias, tenían que agenciárselas ellos mismos. Por suerte, ese escenario cambió. Ahora Cubadebate figura entre los principales medios a la hora de una acreditación para las coberturas.

«Hemos mostrado que se puede ser crítico dentro de la Revolución, que se puede llegar a sectores amplios de la población con una mirada que no es complaciente, y tampoco deja de ser revolucionaria. Hemos establecido como un contrapeso a lo interno de nuestra actividad periodística. La Mesa Redonda tiene una visión más informativa, con cierta dosis de análisis, pero más desde la vista de los funcionarios o de periodistas especializados; una visión informativa desde la Revolución hacia la población. Y Cubadebate nos da la posibilidad de hacer el otro papel que le toca al periodismo, que no es solo informar, sino mirar críticamente a la sociedad».

Los dos ejercicios periodísticos a los que tantos años ha dedicado no están exentos de errores. Un programa en vivo, un sitio que aspira a la inmediatez y en el que basta un clic para llegar a miles de usuarios en cuestión de segundos. ¿Cómo se asumen los errores, desde el ejercicio del periodismo responsable? Preguntamos a sabiendas de que, alguna que otra vez, Cubadebate o la Mesa se han equivocado.

«La principal lección me la dio Fidel cuando nos dijo: “Ustedes se pueden equivocar, pero, si se equivocan, al otro día tienen que rectificar”. Esa es una lección de ética que he intentado llevar a Cubadebate y a la Mesa. Uno es las 24 horas del día y el otro es en vivo. En los medios de comunicación tradicionales el periodista escribe y hay un editor web que es el que publica el trabajo. En Cubadebate los periodistas son los editores del medio y son quienes ponen no solo los trabajos de ellos, sino todo lo que se publica, hacen guardias editoriales, moderan los comentarios. Siempre le digo al periodista que está de guardia editorial que por ese día él es el director de Cubadebate. A mí me consultan las dudas, o temas que sean estratégicos, pero toda la información que se pone ahí es decisión de ellos. Todos son muy jóvenes y tienen mucho conocimiento de la tecnología, un lenguaje periodístico renovado, fresco, dominan las técnicas narrativas más modernas, pero carecen de experiencia política, no dominan temas internacionales. Nuestro deber radica ya no en enseñarles las cosas del periodismo — que las saben — sino las cosas de la vida y de la experiencia política que uno ha adquirido con el paso del tiempo».

A partir del proceso de institucionalización que empezó a desarrollarse en Cuba en el 2008, desaparecieron muchos de los llamados Programas que habían nacido al calor de la Batalla de Ideas. Incluso, figuras que tuvieron determinado protagonismo en el Grupo de trabajo dejaron de estar en esos espacios.

«Los ataques no faltaron. Quizás algunos pensaron: esto es lo que queda y hay que eliminarlo. No lo lograron. Y pienso en dos elementos clave: uno, la confianza de Raúl que nos mandó a decir: “Ustedes tienen una misión y tienen que continuarla”; y el otro, que salvó al proyecto, fue trabajar y trabajar, sin complejos, sin quedarnos a pensar en las nimiedades de la gente. Para nosotros la Mesa era un proyecto de Fidel y la misión que teníamos era llevarlo adelante tal como él lo concibió».

Coincidimos con él en que la Mesa Redonda fue renovadora en su tiempo, un espacio diferente dentro de la televisión: «Por primera vez los cubanos veían al enemigo en vivo y en directo. La gente aprendió a despreciar a Ileana Ros-Lehtinen, a Díaz-Balart, y a muchos otros, escuchándolos por primera vez. Eso antes era un tabú en la televisión cubana. Las personas aprendieron a combatirlos desde su propio discurso e ideario. La Mesa, además, sacó de los gabinetes y de los pequeños círculos académicos a gente súper inteligente de este país, muy valiosas, que apenas se conocían porque exponían en algún que otro evento científico o entre los círculos académicos. Los televidentes en Cuba y en el mundo pudieron constatar cuánto talento hay en este pueblo, creado por la Revolución; esa fue otra contribución que hizo la Mesa como espacio de comunicación. Se demostró que todos los temas se podían tratar; la emigración ilegal, por ejemplo, era un tema ausente en la televisión. De hecho, las primeras emisiones, que tuvieron que ver con Elián, alcanzaron un rating de audiencia altísimo, un verdadero récord en nuestra televisión».

Camino recorrido, camino por recorrer

– «¡Ya son 23 años!», nos decías hace unos minutos. ¿Cuánto sientes que has sacrificado de tu vida personal por la Mesa, por Cubadebate?

Muchísimo, sobre todo porque hubo una etapa súper intensa, cuando estaba el Comandante. Fidel te consumía, para bien, para aprender, para vivir experiencias inolvidables. Para mí es como mi segundo padre. En aquel tiempo, prácticamente no veía mucho a mi familia, a mi hijo, muy pequeñito. A la luz de los años, me doy cuenta de que no lo pude disfrutar totalmente, ni pude hacer todo lo posible por él en esa etapa de formación. Y es lo que trato de compensar ahora con mi hijo más pequeño.

Soy de los que, cuando me dedico a una obra, lo hago plenamente. Eso lleva tiempo, dedicación, dificultades familiares, incomprensiones. Hubo momentos en Cubadebate en que éramos poquitos y las guardias me consumían. No solo soy el director, hago guardias editoriales igual que los periodistas, apruebo comentarios, publico, escribo. A veces me acuesto a las 3:00, 4:00 a.m., para levantarme a las 6:00 o 7:00 a.m. Eso deja muy poco tiempo para uno, incide en la salud, en la familia.

En los últimos años, por suerte, hemos ido creciendo un poco y ya la carga es menor. Cuando salió Rosa Miriam para la dirección de la UPEC, tuve que dedicarme de cuerpo entero. Era el momento en que hubiese querido hacer mi tesis de doctorado y lo tuve que postergar porque salía una persona clave en el proceso y la obra colectiva tenía que seguir. Tuve que dedicarle mucho más tiempo y eso siempre impacta en la familia. Afortunadamente, en la misma medida en la que los muchachos han ido ganando en experiencia, he podido dedicarle más tiempo a mi hijo más pequeño.

– Después de dirigir Cubadebate, la Mesa Redonda, ¿quedan pendientes sueños, metas, aspiraciones?

Me siento realizado con lo que estoy haciendo. Le dedicamos muchos años a hacer el proyecto Fidel Soldado de las Ideas, estuvimos casi seis años haciéndolo hasta que lo publicamos en su 90 cumpleaños, fue el último regalo que le hicimos. Con Filo fue una idea que nació después del 11 de julio de 2021. Y como mismo empezamos en la Mesa cuando éramos jóvenes, y todo el mundo decía: “De dónde sacaron al feo ese que sale en la televisión”, nos dimos a la tarea de buscar gente joven, con un pensamiento revolucionario pero iconoclasta, con conocimiento del tema de las redes y que pudiera dar una visión que se acercara más a los jóvenes y que planteara la batalla ideológica utilizando elementos de las redes.

Tengo la certeza de que podemos hacer un proyecto de comunicación diferente dentro del socialismo, porque creo que hay talento en la gente que tenemos en los medios; hay una política de comunicación más abierta; hay una mayor comprensión del papel de los medios en la sociedad, no en todas las esferas, no en todos los organismos, pero sí en la dirección del país, que es clave, y ahora, además, se suma el hecho de que quien encabeza el departamento ideológico es alguien que dirigió un medio de comunicación y que vivió la descarnada confrontación ideológica en Venezuela.

– Y que también formó parte de aquella generación de la FEU, y del Grupo de trabajo de la Batalla de Ideas…

Sí, él fue mi compañero en el Grupo, mi sustituto cuando no podía hacer las Mesas, el director de Juventud Rebelde y una persona con una compresión clara del papel de los medios y de la comunicación en sentido general.

En el entorno mediático cubano hay ejemplos muy buenos: Escambray, Invasor, lo que han venido haciendo las publicaciones de la Editora Abril. Hay varios medios demostrando que se pueden hacer cosas y con pocos recursos. Ustedes mismos, en Ocean Sur, cuántas cosas no están haciendo en pro de la promoción y difusión del pensamiento revolucionario, con más voluntad que recursos.

Se está trabajando en la reconversión del modelo de gestión editorial y de gestión económica. Los propios festivales de la prensa que ha impulsado la UPEC han ayudado a que se intercambien ideas, a que la gente vea otros horizontes. No podemos seguir pensando en un periodismo indigente, hay que aspirar a lo que están haciendo los mejores, poniendo la impronta ideológica y los intereses revolucionarios, pero utilizando las herramientas y tendencias en el periodismo, en la comunicación y en las nuevas tecnologías que existen en el mundo.

– Cuando conversábamos, al principio, sobre tu etapa universitaria, nos decías que la amistad puede sobrevivir a las diferencias ideológicas. ¿Y qué pasa con los lazos afectivos que se construyen con compañeros de trabajo, amigos con quienes se comparte durante años proyectos y posiciones comunes y que, de un día para otro, son depuestos de sus cargos y separados de esa vida política que compartían? ¿Sobreviven también esos lazos de amistad cuando ya no se vive el día a día desde la misma trinchera?

No es un proceso fácil, ni con los que están en Cuba, ni con los que no están. A mí, incluso, me cuesta menos que al que vive en Miami. A ese le puede afectar más que se sepa que es amigo de Randy Alonso. De mis grandes amigos de la universidad, una parte está aquí y la otra en Miami, con posiciones ideológicas totalmente contrarias a las mías, pero respetamos la amistad por encima de todo. No hablamos de política. En algún momento quizás intercambiamos de algún tema en particular, pero no es el objetivo de nuestras conversaciones. Y han sabido, además, ser respetuosos, porque los han ido a buscar, les han pedido información, hablar en público sobre mí, y no lo han hecho.

Con los que aquí cometieron errores, ¿qué ser humano no los comete? Es cierto que ya no tenemos ese mismo roce de antes, pero nos comunicamos. Cuando me han pedido ayuda, he tratado de dársela. Prácticamente no nos vemos, en parte, porque ahora cumplen con otras responsabilidades, pero cuando coincidimos nos saludamos, hablamos, recordamos buenos momentos. En su gran mayoría, se sienten apenados por lo que sucedió, porque no respondieron a la confianza que se tenía en ellos. Sin embargo, no han dejado de defender la Revolución, ni se han puesto al servicio de la contrarrevolución. A veces creo que, como ellos me ven como un sobreviviente de aquellos tiempos, piensan que podría afectarme una relación de ese tipo.
Nosotros en la Mesa, en Cubadebate, no teníamos aspiraciones políticas, lo que estábamos era cumpliendo una misión que nos dio Fidel. Incluso, hubo momentos recientes en que la televisión planteó hacer un programa alternativo con el presidente, y al final él dijo: «No, ese programa es la Mesa; Fidel la creó para eso». Hemos demostrado coherencia en el trabajo. La vocación periodística nada tiene que ver con aspiraciones políticas, aunque hayamos sido cuadros políticos durante mucho tiempo.

Hubo un momento en que la gente dijo: «Esa generación se perdió, y traicionó a Fidel». Y yo digo: ¡No! Ahí hubo tres compañeros, cuatro, cinco, que cometieron errores y fueron separados de sus responsabilidades; pero la mayoría de los compañeros que hoy están al frente del Partido en los municipios, los que están en las direcciones del gobierno, los que están al frente de los ministerios, son de esa generación, que hoy tiene cincuenta y pico de años y que, en su mayoría, vienen de la UJC. Esa generación no se perdió, está ahí, activa, y combatiendo del lado de la Revolución.

 

Tomado de Alma Mater.

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