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El Banco Interamericano de Desarrollo, caso de intervencionismo político

Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

 

Desde la imposición del estadounidense Mauricio Claver-Carone, a la cabeza del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, desde el año 2020, en contra de la tradición y voluntad consuetudinaria, que le concedía a un latinoamericano ese elevado cargo, ese organismo financiero ha cambiado su razón social y cada día se muestra más como un instrumento de intervencionismo político.

Además de estar radicado en la capital de Estados Unidos y creado en el año de 1959 con el propósito de financiar proyectos viables de desarrollo económico, social e institucional y promover la integración comercial regional en el área de América Latina y el Caribe. Es la institución financiera de desarrollo regional más grande de este tipo y su origen se remonta a la Conferencia Interamericana de 1890.

Su fundacional objetivo central es reducir la pobreza en Latinoamérica y El Caribe y fomentar un crecimiento sostenible y duradero. Esta supuesto a ser el banco regional de desarrollo más grande a nivel mundial y servir como modelo para otras instituciones similares a nivel regional y subregional.

Aunque nació en el seno de la Organización de Estados Americanos, OEA  en apariencias no guarda ninguna relación con esa institución panamericana, ni con el Fondo Monetario Internacional, FMI o con el Banco Mundial. Se estima que el capital ordinario del banco asciende a más de cien mil millones de dólares estadounidenses. Así es en teoría.

¿Pero qué ha pasado con esa entidad financiera desde la regencia asumida por un norteamericano, como Claver-Carone, con elevados antecedentes intervencionistas, durante la administración republicana de Donald Trump, que lo impuso?

Además de escándalos domésticos dentro de la entidad, que han trascendido y aún son investigados, que tienen como protagonista al  mayoral del BID, su gestión se caracteriza por intervenir en los asuntos internos de los países, criticar a otras entidades financieras como al FMI y ejercer presión política como condicionantes al otorgamiento de créditos, prestamos, asignaciones y liberación de fondos otorgados.

Los países beneficiados deben dar fe de obediencia a los designios de la Casa Blanca, manejos ajenos a la memoria histórica del organismo. Un caso reciente es Argentina, a cuyo país se le han aplicado un paquete de medidas coercitivas, que van desde denigrar y denostar a su Presidente, obligar a cambios en el gabinete, apelar a falacias sobre el orden interno, hasta dudar de la capacidad de gestión administrativa argentina, incluso cuestionar las decisiones soberanas del FMI, en relación con su ejercicio financiero.

El instalado utilizó su investidura para poner en duda la aprobación de un crédito clave para la Argentina, hizo más, en  una oprobiosa nota de  opinión aparecida en el Wall Street Journal, le exige al país que cumpla con las metas acordadas con el FMI, para recibir un préstamo de US$500 millones del organismo, fondos dilatados en su entrega por más de tres meses.

Esta imagen degradada de Argentina, exhibió sus asuntos internos, los calificó a su antojo al publicar: “El éxito de la Argentina es el éxito del BID, pero el tumultuoso historial financiero de la Argentina afecta de manera única los costos del banco”, escribió el inquisidor en su columna en el Journal, titulada: “Para obtener ayuda del BID, la Argentina debe ayudarse a sí misma”.

Para más humillación remató: “El BID debe proteger su capacidad para ayudar de manera confiable a todos sus 26 prestatarios, incluidos los países pequeños con pocos recursos. Por mucho que el BID quiera aprobar nuevos fondos para la Argentina, no puede aprobar las solicitudes automáticamente sin garantizar que tenga un impacto en el desarrollo”, justificó el presidente del BID.

Eso a él no le toca, interviene en los asuntos internos de Argentina y del FMI, erigiéndose como supra censor financiero universal, que desborda el contenido de su cargo. Hoy es ese país, pero el estilo de “gallo de corral” le puede ser aplicado a cualquier nación.

Si apelamos al leninismo, hay una frase adecuada, si se raspa la piel de un extremista, se encontrará a un redomado oportunista, sirve también para funcionarios capitalistas. Quien se erige como paladín de la transparencia financiera y se enquista en los argentinos con denuedo, tiene un tejado vidrioso dentro de la propia entidad que administra, donde tiene varias investigaciones en curso, una de ellas por un escándalo ético que puede llegar a costarle su puesto, además de los merecidos encontronazos con el soberano gobierno de Alberto Fernández.

El inicio de la intervención en los asuntos internos argentinos comenzó el mismo día que asumió Alberto Fernández, cuando el inquisidor se retiró del acto de investidura objetando que el aíre que respiraba era compartido con un ministro del legítimo gobierno de Venezuela. Payasada colosal, que ha sido registrada en los anales de las relaciones diplomáticas universales.

Esta actitud poco ética actual de Claver-Carone, tiene evidentes visos de “pase de cuentas” inculcada por rencores acumulados por una personalidad retorcida y prepotente. Cuando Estados Unidos, quebraba la voluntad de gobiernos de países latinoamericanos, para romper con la tradición en el BID y colocar a su “halcón”, Argentina  impulsó la candidatura de Gustavo Beliz, secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia, un esfuerzo que no prosperó.

Al final, Estados Unidos logró imponer a su candidato, que tejió su respaldo entre las naciones del Caribe, y aprovechó la falta de un candidato de consenso entre las potencias regionales. Desde entonces el favorecido había criticado la política económica del gobierno argentino.

La indicación de atacar por todos los medios disponibles a la administración argentina, partió después de la cumbre de los ausentes, que se realizó en Los Ángeles, donde Alberto Fernández asumió la voz de la mayoría y volvió a criticar que el BID había quedado en manos de Claver-Carone, el primer norteamericano que llega a la presidencia del organismo. Históricamente, la presidencia del BID siempre recayó en mano de representantes de la región. “Se han apropiado de la conducción del Banco Interamericano de Desarrollo que históricamente estuvo en manos latinoamericanas”, recordó dignamente Fernández en su mensaje.

La mala práctica es manifiesta, el BID nunca dejó de prestarle fondos a la Argentina, ni siquiera cuando el país estaba en default, y ahora es el único organismo multilateral que mantuvo bloqueado un crédito para el país.

En cuanto al FMI, el acuerdo ha quedado estancado y se encamina a ser enmendado ante las dificultades para alcanzar las metas anuales, el Gobierno logró pasar la primera revisión del programa. El Fondo y el Banco Mundial mantienen al día su cronograma de desembolsos con el país. La próxima revisión del Fondo está prevista para septiembre. El intervencionismo político del BID es una práctica actual bajo la batuta de su dominador.

 

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, «La Operación Cóndor contra Cuba» y «Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba». Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

Foto de portada: Carlos Jasso / Reuters.

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