Cuba

“Los tiburones que nunca se harán vegetarianos”: Entrevista al diplomático cubano José Luis Méndez Méndez

Por Geraldina Colotti.

 

El escritor y docente, diplomático de larga trayectoria, José Luis Méndez Méndez, ha escrito importantes libros sobre los ataques imperialistas a la revolución cubana y sobre la utilización de mercenarios refugiados en el exterior para multiplicar los efectos del bloqueo. Entre estos, «Bajo las alas del Cóndor», «La Operación Cóndor contra Cuba» y «Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba».

Conversamos con él sobre las agresiones a Cuba, que comenzaron oficialmente el 7 de febrero de 1962, cuando el entonces presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, declaró la imposición de un bloqueo unilateral. Cuatro días antes había firmado el decreto para implementarlo de manera total. Méndez señala, sin embargo, que “ya el 20 de enero de 1959, apenas veinte días después de la victoria, se anunció el tenor de la agresión con la llamada Operación Verdad. Aprovechando un encuentro internacional de periodistas en La Habana, se orquestó una campaña de difamación para desvirtuar el sentido de los juicios que entonces se realizaban contra los represores a sueldo del dictador Batista. Y ya desde 1959-60 Estados Unidos había impuesto medidas coercitivas, dejando de comprar el azúcar de un país como el nuestro, monoproductor”.

En todos estos años, el bloqueo ha estado acompañado de una campaña de denigración del socialismo cubano, que hoy pinta a una sociedad al borde del colapso. ¿Cuál es la situación?

Por el efecto acumulativo del bloqueo, de las más de 243 medidas coercitivas unilaterales, los desastres naturales y los accidentes, los daños acumulados en el período especial tras la caída de la Unión Soviética, y luego también los costos de la pandemia, para que nos recuperemos de un daño sólo significa volver a la situación anterior al último ataque. No hay manera de recuperarse realmente hasta cuando sigue el bloqueo. Hay que mirar las causas, no sólo los efectos, y quien no lo sepa hacer puede ser víctima de la propaganda, que no ha dejado de apuntarnos con una acción subversiva que, combinando diversas formas de ataque, pretende provocar una erosión interna para poder aplicar el famoso manual de Jean Sharp del golpe suave y las «revoluciones de color»: dentro y fuera del país.

¿Qué recuerdas de la revolución?

Yo tenía 10 años. Mi padre planchaba en un hotel, mi madre era ama de casa. Todos vivíamos en una habitación, una familia de cinco hijos, una familia revolucionaria. El 1 de enero de 1959 recuerdo salir a romper los parquímetros con una barra de metal, porque eran una herramienta muy odiada para extorsionar a la gente. Yo ya era parte de un comando de jóvenes, que surgió de un grupo de Boy Scouts, que luego se convirtió en una patrulla juvenil. Fui alfabetizado por los rebeldes en la Sierra, luego me quedé con los soldados y milicianos para alfabetizarlos yo mismo en la provincia oriental donde estaban combatiendo. Después seguí el curso de la revolución hasta que entré a la universidad. Estudié cinco años en la Unión Soviética. Participé en varias misiones diplomáticas a Nueva York, Nicaragua y luego Panamá. Estuve allí como cónsul general durante la invasión estadounidense.

¿Y cómo te fue?

Era una situación muy complicada, porque había mucho personal en tránsito hacia La Habana de países que no tenían relaciones con Cuba, cuando empezó la invasión, que pasó a la historia como el golpe de diciembre, el 20 de diciembre de 1989. Allí estaban mezclados patrullas panameñas y norteamericanas. Los estadounidenses desarmaron a los panameños ya el 18. Y cuando George W. Bush anuncia la Operación Causa Justa, ya estaba todo bajo su control, no necesitaban llevar a cabo toda esa masacre. Sabían exactamente dónde estaba Noriega. Pero necesitaban usar la invasión como laboratorio, para probar las armas ultramodernas que luego se usarían bajo Bill Clinton contra Yugoslavia. En Panamá masacraron a la población de El Chorrillo. Gente muy pobre, casi todos negros, que vivían en barracones de madera edificados para la construcción del Canal. Tenía una hija de 8 meses, no fu fácil. Nuestra embajada fue rodeada por militares estadounidenses y mercenarios latinoamericanos de aspecto espantoso, seleccionados para intimidar. Como luego supe, cuando profundicé en el tema de los ataques mercenarios contra nuestro país, a partir de varios testimonios de los propios contratistas, los cubanos son los más feroces, y han actuado así en otros escenarios. Luego, una vez tomado el territorio, llegaron también los batallones ideológicos norteamericanos, de apariencia inofensiva, evidentemente de piel blanca, que deben intervenir cuando el país ya ha sido ocupado: dan caramelos, ayudan a los ancianos a cruzar la calle para interactuar con la población. Cuba no reconoció al gobierno de Endara Galimany, quien se instaló en una base militar, pero logramos permanecer allí durante 25 meses para proteger a los aislados, incluido un diputado del PRV que había luchado contra la invasión en el barrio de San Miguelito, Lucho Gómez. Una situación diplomática sin precedentes. Cuando nos cortaron la comida, logramos sobrevivir gracias a la entonces embajadora de Venezuela, Tibisay Urdaneta, que hizo venir un avión de Caracas y que renunció a la inmunidad diplomática para que lo inspeccionaran y lo dejaran pasar.

Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 12 de febrero de 2023.

 

El escritor y docente, diplomático de larga trayectoria, José Luis Méndez Méndez, ha escrito importantes libros sobre los ataques imperialistas a la revolución cubana y sobre la utilización de mercenarios refugiados en el exterior para multiplicar los efectos del bloqueo. Entre estos, «Bajo las alas del Cóndor», «La Operación Cóndor contra Cuba» y «Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba».

Conversamos con él sobre las agresiones a Cuba, que comenzaron oficialmente el 7 de febrero de 1962, cuando el entonces presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, declaró la imposición de un bloqueo unilateral. Cuatro días antes había firmado el decreto para implementarlo de manera total. Méndez señala, sin embargo, que “ya el 20 de enero de 1959, apenas veinte días después de la victoria, se anunció el tenor de la agresión con la llamada Operación Verdad. Aprovechando un encuentro internacional de periodistas en La Habana, se orquestó una campaña de difamación para desvirtuar el sentido de los juicios que entonces se realizaban contra los represores a sueldo del dictador Batista. Y ya desde 1959-60 Estados Unidos había impuesto medidas coercitivas, dejando de comprar el azúcar de un país como el nuestro, monoproductor”.

En todos estos años, el bloqueo ha estado acompañado de una campaña de denigración del socialismo cubano, que hoy pinta a una sociedad al borde del colapso. ¿Cuál es la situación?

Por el efecto acumulativo del bloqueo, de las más de 243 medidas coercitivas unilaterales, los desastres naturales y los accidentes, los daños acumulados en el período especial tras la caída de la Unión Soviética, y luego también los costos de la pandemia, para que nos recuperemos de un daño sólo significa volver a la situación anterior al último ataque. No hay manera de recuperarse realmente hasta cuando sigue el bloqueo. Hay que mirar las causas, no sólo los efectos, y quien no lo sepa hacer puede ser víctima de la propaganda, que no ha dejado de apuntarnos con una acción subversiva que, combinando diversas formas de ataque, pretende provocar una erosión interna para poder aplicar el famoso manual de Jean Sharp del golpe suave y las «revoluciones de color»: dentro y fuera del país.

¿Qué recuerdas de la revolución?

Yo tenía 10 años. Mi padre planchaba en un hotel, mi madre era ama de casa. Todos vivíamos en una habitación, una familia de cinco hijos, una familia revolucionaria. El 1 de enero de 1959 recuerdo salir a romper los parquímetros con una barra de metal, porque eran una herramienta muy odiada para extorsionar a la gente. Yo ya era parte de un comando de jóvenes, que surgió de un grupo de Boy Scouts, que luego se convirtió en una patrulla juvenil. Fui alfabetizado por los rebeldes en la Sierra, luego me quedé con los soldados y milicianos para alfabetizarlos yo mismo en la provincia oriental donde estaban combatiendo. Después seguí el curso de la revolución hasta que entré a la universidad. Estudié cinco años en la Unión Soviética. Participé en varias misiones diplomáticas a Nueva York, Nicaragua y luego Panamá. Estuve allí como cónsul general durante la invasión estadounidense.

¿Y cómo te fue?

Era una situación muy complicada, porque había mucho personal en tránsito hacia La Habana de países que no tenían relaciones con Cuba, cuando empezó la invasión, que pasó a la historia como el golpe de diciembre, el 20 de diciembre de 1989. Allí estaban mezclados patrullas panameñas y norteamericanas. Los estadounidenses desarmaron a los panameños ya el 18. Y cuando George W. Bush anuncia la Operación Causa Justa, ya estaba todo bajo su control, no necesitaban llevar a cabo toda esa masacre. Sabían exactamente dónde estaba Noriega. Pero necesitaban usar la invasión como laboratorio, para probar las armas ultramodernas que luego se usarían bajo Bill Clinton contra Yugoslavia. En Panamá masacraron a la población de El Chorrillo. Gente muy pobre, casi todos negros, que vivían en barracones de madera edificados para la construcción del Canal. Tenía una hija de 8 meses, no fu fácil. Nuestra embajada fue rodeada por militares estadounidenses y mercenarios latinoamericanos de aspecto espantoso, seleccionados para intimidar. Como luego supe, cuando profundicé en el tema de los ataques mercenarios contra nuestro país, a partir de varios testimonios de los propios contratistas, los cubanos son los más feroces, y han actuado así en otros escenarios. Luego, una vez tomado el territorio, llegaron también los batallones ideológicos norteamericanos, de apariencia inofensiva, evidentemente de piel blanca, que deben intervenir cuando el país ya ha sido ocupado: dan caramelos, ayudan a los ancianos a cruzar la calle para interactuar con la población. Cuba no reconoció al gobierno de Endara Galimany, quien se instaló en una base militar, pero logramos permanecer allí durante 25 meses para proteger a los aislados, incluido un diputado del PRV que había luchado contra la invasión en el barrio de San Miguelito, Lucho Gómez. Una situación diplomática sin precedentes. Cuando nos cortaron la comida, logramos sobrevivir gracias a la entonces embajadora de Venezuela, Tibisay Urdaneta, que hizo venir un avión de Caracas y que renunció a la inmunidad diplomática para que lo inspeccionaran y lo dejaran pasar.

Por Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 12 de febrero de 2023.

 

El escritor y docente, diplomático de larga trayectoria, José Luis Méndez Méndez, ha escrito importantes libros sobre los ataques imperialistas a la revolución cubana y sobre la utilización de mercenarios refugiados en el exterior para multiplicar los efectos del bloqueo. Entre estos, «Bajo las alas del Cóndor», «La Operación Cóndor contra Cuba» y «Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba».

Conversamos con él sobre las agresiones a Cuba, que comenzaron oficialmente el 7 de febrero de 1962, cuando el entonces presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, declaró la imposición de un bloqueo unilateral. Cuatro días antes había firmado el decreto para implementarlo de manera total. Méndez señala, sin embargo, que “ya el 20 de enero de 1959, apenas veinte días después de la victoria, se anunció el tenor de la agresión con la llamada Operación Verdad. Aprovechando un encuentro internacional de periodistas en La Habana, se orquestó una campaña de difamación para desvirtuar el sentido de los juicios que entonces se realizaban contra los represores a sueldo del dictador Batista. Y ya desde 1959-60 Estados Unidos había impuesto medidas coercitivas, dejando de comprar el azúcar de un país como el nuestro, monoproductor”.

En todos estos años, el bloqueo ha estado acompañado de una campaña de denigración del socialismo cubano, que hoy pinta a una sociedad al borde del colapso. ¿Cuál es la situación?

Por el efecto acumulativo del bloqueo, de las más de 243 medidas coercitivas unilaterales, los desastres naturales y los accidentes, los daños acumulados en el período especial tras la caída de la Unión Soviética, y luego también los costos de la pandemia, para que nos recuperemos de un daño sólo significa volver a la situación anterior al último ataque. No hay manera de recuperarse realmente hasta cuando sigue el bloqueo. Hay que mirar las causas, no sólo los efectos, y quien no lo sepa hacer puede ser víctima de la propaganda, que no ha dejado de apuntarnos con una acción subversiva que, combinando diversas formas de ataque, pretende provocar una erosión interna para poder aplicar el famoso manual de Jean Sharp del golpe suave y las «revoluciones de color»: dentro y fuera del país.

¿Qué recuerdas de la revolución?

Yo tenía 10 años. Mi padre planchaba en un hotel, mi madre era ama de casa. Todos vivíamos en una habitación, una familia de cinco hijos, una familia revolucionaria. El 1 de enero de 1959 recuerdo salir a romper los parquímetros con una barra de metal, porque eran una herramienta muy odiada para extorsionar a la gente. Yo ya era parte de un comando de jóvenes, que surgió de un grupo de Boy Scouts, que luego se convirtió en una patrulla juvenil. Fui alfabetizado por los rebeldes en la Sierra, luego me quedé con los soldados y milicianos para alfabetizarlos yo mismo en la provincia oriental donde estaban combatiendo. Después seguí el curso de la revolución hasta que entré a la universidad. Estudié cinco años en la Unión Soviética. Participé en varias misiones diplomáticas a Nueva York, Nicaragua y luego Panamá. Estuve allí como cónsul general durante la invasión estadounidense.

¿Y cómo te fue?

Era una situación muy complicada, porque había mucho personal en tránsito hacia La Habana de países que no tenían relaciones con Cuba, cuando empezó la invasión, que pasó a la historia como el golpe de diciembre, el 20 de diciembre de 1989. Allí estaban mezclados patrullas panameñas y norteamericanas. Los estadounidenses desarmaron a los panameños ya el 18. Y cuando George W. Bush anuncia la Operación Causa Justa, ya estaba todo bajo su control, no necesitaban llevar a cabo toda esa masacre. Sabían exactamente dónde estaba Noriega. Pero necesitaban usar la invasión como laboratorio, para probar las armas ultramodernas que luego se usarían bajo Bill Clinton contra Yugoslavia. En Panamá masacraron a la población de El Chorrillo. Gente muy pobre, casi todos negros, que vivían en barracones de madera edificados para la construcción del Canal. Tenía una hija de 8 meses, no fu fácil. Nuestra embajada fue rodeada por militares estadounidenses y mercenarios latinoamericanos de aspecto espantoso, seleccionados para intimidar. Como luego supe, cuando profundicé en el tema de los ataques mercenarios contra nuestro país, a partir de varios testimonios de los propios contratistas, los cubanos son los más feroces, y han actuado así en otros escenarios. Luego, una vez tomado el territorio, llegaron también los batallones ideológicos norteamericanos, de apariencia inofensiva, evidentemente de piel blanca, que deben intervenir cuando el país ya ha sido ocupado: dan caramelos, ayudan a los ancianos a cruzar la calle para interactuar con la población. Cuba no reconoció al gobierno de Endara Galimany, quien se instaló en una base militar, pero logramos permanecer allí durante 25 meses para proteger a los aislados, incluido un diputado del PRV que había luchado contra la invasión en el barrio de San Miguelito, Lucho Gómez. Una situación diplomática sin precedentes. Cuando nos cortaron la comida, logramos sobrevivir gracias a la entonces embajadora de Venezuela, Tibisay Urdaneta, que hizo venir un avión de Caracas y que renunció a la inmunidad diplomática para que lo inspeccionaran y lo dejaran pasar.

– Un esquema que Trump también ha intentado aplicar a Venezuela…

Reajustan viejas tácticas a nuevos contextos. Por ejemplo, la invención de las «damas en blanco» no es nueva. Viene del «proyecto golpe», en el que participan muchas agencias estadounidenses. Hay figuras clave como fue la de John Maisto, entonce embajador ante la OEA, en Nicaragua, en Venezuela, que tenía la tarea de subvertir gobiernos de la misma manera. En Filipinas participó en la caída de Marcos fundando el Movimiento por unas elecciones libres y democráticas. De allí pasó a Panamá donde creó la Cruzada civilista nacional, con pañuelos blancos, las caravanas «pacifistas». Lo conocí en Panamá. Estaba casado con una filipina. El 20 de diciembre salió del país: su tarea había terminado. Su Cruzada Civilista se asemeja a la llamada «desobediencia civil» organizada para desestabilizar a Venezuela y Cuba: y no lo lograron, ni lo lograrán. Pero continuarán. Ya haya en el gobierno norteamericano republicanos, más proclives a los negocios, o demócratas, más oblicuos en las decisiones, su propósito contra Cuba no cambia: ellos son tiburones que nunca se harán vegetarianos.

Un esquema que Trump también ha intentado aplicar a Venezuela…

Reajustan viejas tácticas a nuevos contextos. Por ejemplo, la invención de las «damas en blanco» no es nueva. Viene del «proyecto golpe», en el que participan muchas agencias estadounidenses. Hay figuras clave como fue la de John Maisto, entonce embajador ante la OEA, en Nicaragua, en Venezuela, que tenía la tarea de subvertir gobiernos de la misma manera. En Filipinas participó en la caída de Marcos fundando el Movimiento por unas elecciones libres y democráticas. De allí pasó a Panamá donde creó la Cruzada civilista nacional, con pañuelos blancos, las caravanas «pacifistas». Lo conocí en Panamá. Estaba casado con una filipina. El 20 de diciembre salió del país: su tarea había terminado. Su Cruzada Civilista se asemeja a la llamada «desobediencia civil» organizada para desestabilizar a Venezuela y Cuba: y no lo lograron, ni lo lograrán. Pero continuarán. Ya haya en el gobierno norteamericano republicanos, más proclives a los negocios, o demócratas, más oblicuos en las decisiones, su propósito contra Cuba no cambia: ellos son tiburones que nunca se harán vegetarianos.

– Un esquema que Trump también ha intentado aplicar a Venezuela…

Reajustan viejas tácticas a nuevos contextos. Por ejemplo, la invención de las «damas en blanco» no es nueva. Viene del «proyecto golpe», en el que participan muchas agencias estadounidenses. Hay figuras clave como fue la de John Maisto, entonce embajador ante la OEA, en Nicaragua, en Venezuela, que tenía la tarea de subvertir gobiernos de la misma manera. En Filipinas participó en la caída de Marcos fundando el Movimiento por unas elecciones libres y democráticas. De allí pasó a Panamá donde creó la Cruzada civilista nacional, con pañuelos blancos, las caravanas «pacifistas». Lo conocí en Panamá. Estaba casado con una filipina. El 20 de diciembre salió del país: su tarea había terminado. Su Cruzada Civilista se asemeja a la llamada «desobediencia civil» organizada para desestabilizar a Venezuela y Cuba: y no lo lograron, ni lo lograrán. Pero continuarán. Ya haya en el gobierno norteamericano republicanos, más proclives a los negocios, o demócratas, más oblicuos en las decisiones, su propósito contra Cuba no cambia: ellos son tiburones que nunca se harán vegetarianos.

 

Tomado de Resumen Latinoamericano Argentina.

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