Cuba

Mercenarios caníbales, una historia de la derrotada Brigada 2506 (IV)

Por José Luis Méndez Méndez */ Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

 

Así de simple: “No me siento avergonzado”, afirmó Julio Pestonit Pérez, quien fungiera como asistente del terrorista José Basulto León, principal de la formación provocadora Hermanos al Rescate, dedicada a violar el espacio aéreo de Cuba, al confesar haber participado en un acto de canibalismo, en abril de 1961, mientras desaparecía en una embarcación de pesca, después de la derrota de la invasión organizada por la CIA en las arenas de Playa Girón, costa sur de Cuba. “Si tengo que hacerlo de nuevo, lo haré”, confesó el caníbal.

Seis años después este bárbaro, integraba el grupo terrorista el titulado Movimiento Nacionalista Cubano, de corte fascista, dirigido por los criminales Felipe Rivero Díaz y los sicarios Ignacio y Guillermo Novo Sampoll, involucrados en la colocación de bombas en Estados Unidos y Canadá, contra representaciones cubanas. Además del asesinato del ex canciller de la Unidad Popular de Chile, Orlando Letelier del Solar, en plena capital de Estados Unidos y del diplomático cubano acreditado ante la ONU, Félix García, en la ciudad de Nueva York, así como decenas de actos de terror en varias ciudades estadounidenses y en Puerto Rico.

El diario Miami News, publicó un artículo donde relató el 30 de mayo de 1967, que Julio Pestonit y Evaristo García Sarmiento, habían estado involucrados en la colocación de una bomba que estalló.

Volvamos a los hechos. Después de varios días sin agua ni alimentos los mercenarios se desesperaban por no ver aparecer costa alguna, solo mar a su alrededor infestado de tiburones que rastreaban próximas víctimas. Cuenta la historia, que cuando algunos murieron sucesivamente de aparentemente de inanición, varios de sus compañeros resolvieron, en una suerte de delirio colectivo, engullir vísceras y carne de cuerpos y la sangre de los fallecidos. Esto es lo relatado, que ofrece más sombras, que luces sobre un suceso tan bárbaro, incluso inducido en apariencias por situaciones extremas. La ciencia acude para arrojar dudas sobre si los profanados estaban realmente muertos en el momento de la consumación del acto descrito.

¿Qué le pasa exactamente a nuestro cuerpo cuando morimos?, Existen diversas creencias y mitos, pero la ciencia ha desmitificado algunas y explicado otras sobre el proceso que se inicia en el cuerpo cuando el corazón deja definitivamente de latir.

Existen elementales pasos a seguir para determinar si realmente una persona ha expirado y poder certificar su deceso.  Por ejemplo,  hay que escuchar durante un minuto si su corazón está latiendo y tomarle el pulso también por un minuto, explicó Clare Gerada, profesora del Colegio Real de Médicos Generales del Reino Unido.

Hay que asegurarse de que no esté respirando y revisar las pupilas con una linterna para comprobar que no responden al estímulo de la luz. Si todavía se tienen dudas, se puede frotar el esternón, que provoca dolor de manera que si la persona no está muerta, reaccionará de inmediato, esto determina si no ha sido un desvanecimiento a consecuencia de la debilidad o enfermedades en curso.

Para ir por partes, es oportuno abrir un espacio dudoso sobre “beber la sangre” del cadáver. Cuando el corazón deja de latir, la sangre deja de circular, se espesa y se coagula. Al dejar de circular, comienza a acomodarse por el peso de la gravedad en un proceso conocido como livor mortis o lividez post mórtem. No fluye por las venas, se torna espesa, sin circulación, el cuerpo comienza a perder temperatura y los músculos se endurecen, en un proceso conocido como rigor mortis. Este proceso comienza de inmediato y se consolida después de seis horas de la muerte.

Dura entre 36 y 48 horas, dependiendo de una serie de circunstancias. El frío, por ejemplo, puede ralentizar el rigor mortis, pero si hay fiebre “se acelera”.

Al dejar de respirar, las  células ya no se nutren de oxígeno. Sin oxígeno, la mitocondria dentro de las células no puede producir adenosín trifosfato,  una sustancia química que cumple una serie de funciones celulares. Si las células no la pueden producir, dejan de funcionar. Les llega el turno a las bacterias.

Las células muertas comienzan a romperse y a liberar toda clase de sustancias, incluidas enzimas, que crean un ambiente ideal para las bacterias y los hongos, que se incorporan a esta mezcla y comienzan a descomponer el cuerpo. Entramos en la parte de comer la carne del cadáver.

Durante el proceso de descomposición, las bacterias despiden una gran variedad de derivados químicos. Dos en particular, la putrescina y la cadaverina, ambas de un olor muy desagradable. También se producen compuestos que contienen azufre que, junto con numerosos gases que comienzan a hinchar el cuerpo temporalmente, si no es eviscerado.

Este proceso de descomposición se ve afectado por numerosos factores. Uno de ellos, el que nos ocupa y para seguir la regla básica que demuestra que bajo tierra, el despojo tarda ocho veces más en descomponerse que fuera de ella, tal fue el caso referido, cuando estaba expuesto acelerado por el sol intenso y la intemperie. Hay una excepción, si el cuerpo se encuentra en un ambiente seco como en el desierto, tampoco fue el caso, un inmenso mar lo acompañaba.

Esto no lleva a una duda razonable, de esas que aseguran que nada es lo que parece y lo real es lo que no se ve ni conoce, es presumible que mercenarios agonizantes hayan sido sacrificados por otros para escurrir su sangre y digerida, además de extraer sus vísceras y alimentarse.

Se puede añadir, que el sacrificio fue en más de uno, ya que no tenían condiciones para preservar la sangre ni la carne, aún si la hubiesen salado con el agua de mar. Es lógico que se hayan alimentado durante varios días, incluso con el último cuyo deceso se produjo una hora antes de ser rescatados. Recordar que fueron 10, los declarados muertos en apenas quince días de travesía, sin contar que se alimentaron también de la pesca y con víveres encontrados a bordo, lo cual reduce el tiempo de la acción de los antropófagos. Esta parte, de lo que en realidad ocurrió, está por revelarse, como se dijera en el evangelio de Marcos 4:21-25 “Nada oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a la luz”.

 

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, «La Operación Cóndor contra Cuba» y «Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba». Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

 

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