A 50 años del fallecimiento de Pablo Picasso, recuperemos su historia
Por Cristina González.
“Mi adhesión al Partido Comunista es la consecuencia lógica de toda mi vida, de toda mi obra. Y es que nunca, y estoy orgulloso de decirlo, he considerado la pintura como un arte de simple satisfacción, de distracción: he querido, a través del dibujo y del color, porque ésas eran mis armas, penetrar siempre más allá en el conocimiento del mundo y de los hombres, a fin de que este conocimiento nos libere a todos cada día más”.
El 8 de abril de 1973 fallecía en Mougins, Francia, el artista universal Pablo Picasso. Este año se cumplen 50 años desde que Picasso murió, después de toda una vida dedicada al arte y a la causa revolucionaria. Tras el estallido de la Guerra Nacional-Revolucionaria en España el 18 de julio de 1936, Pablo Picasso irá mostrando una evolución política de forma gradual, que hará que en los años 40 tome la decisión de engrosar las filas del Partido Comunista.
No serán pocos los que, de manera oportunista, aprovecharán la ocasión para condenar a Picasso por temas variados, como se está haciendo con varias figuras comunistas o vinculadas al Partido Comunista. Otros dirán que Picasso sólo fue un comunista de boquilla, que su militancia política era sólo una moda que se daba en ese momento entre los grandes artistas y literatos que se juntaban en París y que, por lo tanto, su adhesión al Partido no era más que una pose.
Ni unos, ni otros, tienen la más mínima razón. Picasso no sólo fue un gran contribuyente para las arcas del Partido, sino también para muchas causas obreras, además de mostrar en reiteradas ocasiones su compromiso con las libertades en España y por la amnistía. Por no hablar de que gran parte de su obra está impregnada de su profundo compromiso revolucionario.
Durante la Guerra Nacional-Revolucionaria, Pablo Picasso se pondrá a disposición del Gobierno de la República y de hecho, será nombrado director del Museo del Prado. Fue tanta su preocupación por que la aviación nazi pudiera bombardear al museo de su vida, que de su propio bolsillo puso mucho dinero para transportar las obras de arte hacia Valencia para su salvaguarda.
Ninguno de aquellos que pretenden revisar la historia del artista te contará que Picasso, como miembro de la Junta de Cultura Española (creada en el año 1939), ayudó directamente a sacar a decenas de intelectuales y artistas (y a españoles en general) de los diferentes campos de concentración que existían por Francia y les ayudó a organizar su emigración (o más bien, exilio) hacia Latinoamérica.
Tampoco te contarán que en el país galo, el artista organizará extraordinarias y multitudinarias exposiciones de ayuda en favor de los niños españoles junto a artistas tan destacados como Joan Miró o Man Ray, con un claro guiño hacia la Asociación de Mujeres Antifascistas (AMA), que durante la guerra en España, venían haciendo una gran labor para proteger y salvar a miles de niños y niñas españolas que sufrían la barbarie de la guerra.
Pablo Picasso, además, era miembro del Comité de Ayuda a los Intelectuales Españoles en Francia, organización a la cual cederá el 25% de todas sus ventas de sus obras en Estados Unidos para que, cuando lo necesitaran, pudieran salir adelante allá donde fueran.
Uno de sus símbolos más famosos del artista, como es la paloma de la paz (distintivo picassiano por excelencia), fue elegida como símbolo para el Congreso Mundial de Intelectuales en Defensa de la Paz, celebrado en París en el año 1949. En este Congreso, precisamente, es donde Picasso hará un alegato a favor de la libertad de su gran amigo, el también comunista Pablo Neruda.
Pero todos estos datos, aquellos y aquellas que pretenden envenenar la figura de Pablo Picasso no te los contarán. Cuando se trata de un militante comunista, desde la derecha más reaccionaria hasta la socialdemocracia, intentará, por todos los medios, desdibujar el perfil revolucionario del mismo, acusándole de todo lo que puedan, y les apetezca, aunque no tengan pruebas de ello. Cuando el anticomunismo se infiltra en la sociedad, cualquier revolucionario o revolucionaria está en manos del enemigo. No les importan los actos, las pruebas o su propia vida, sino que con cualquier palabra, o discurso, sacado de contexto, hacen todo un análisis de lo que uno es o deja de ser.
La propia Historia del Arte se empeña, en muchas ocasiones, en separar al artista de su ideología, enseñando de forma parcial lo que en realidad el autor de cualquier obra quiere decir.
Con sus más o menos aciertos, lo que es indudable es que Pablo Picasso marcó un antes y un después en cómo entender la obra de arte no solo desde el punto de vista estético, sino también desde el punto de vista político.
El Guernica, quizá la obra más conocida de Picasso, no se puede entender sin toda la carga política existente en ella. Es el paradigma del pensamiento de Pablo Picasso: el arte, y en particular su pintura, expresa todo lo que tiene que decir. El Guernica es uno de los tantos ejemplos de la asimilación del artista de la época histórica en la que le tocó vivir y de su compromiso con el antifascismo y la lucha por la paz.
A 50 años de su fallecimiento, querer presentar a Pablo Picasso como una persona apolítica y sin ningún tipo de compromiso con la lucha por la justicia social y la paz es un acto de revisionismo histórico, y además, de manera consciente.
Los y las comunistas reconocemos en Picasso no sólo una figura universal de la historia del arte, sino también una figura comprometida con el pensamiento revolucionario. Ante aquellos que hoy, y desde siempre, tergiversan la historia para narrar discursos afines y vinculados a sus intereses, la militancia comunista tiene claro que no cederá ante los que jueguen con aquellas figuras que nos pertenecen, porque son de nuestra clase, de nuestro Partido y de nuestra propia historia.
Más allá de debates absurdos, promovidos por colectivos muy concretos en las Universidades francesas y españolas, quedémonos con el Picasso que consagró su vida a mostrarnos una realidad de dolor y sufrimiento, donde la clase obrera siempre fue la más golpeada por las guerras provocadas por el fascismo.
50 años desde su muerte dan para mucho, también para repasar su vida y su obra sin dejarse llevar por el odio visceral hacia todo lo que tenga que ver con el comunismo o el Partido Comunista. Y nuestra tarea, después de 50 años, sigue siendo la misma: reivindicar la figura clave que fue para entender nuestra historia más reciente y su aporte al desarrollo del Partido.
Pablo Picasso dedicó gran parte de su vida a España, su país, a ese al que nunca pudo volver y donde, por ello, tenemos una deuda pendiente con el artista. No lo dejemos en el olvido, seamos el motor de la memoria histórica hacia aquellos y aquellas que nos precedieron.
Tomado de Diario Octubre.