Tras la muerte de Francisco, cómo se elige al próximo Papa: el cónclave por dentro
La muerte del papa Francisco, ocurrida este lunes, se dio poco después del éxito de la película Cónclave, que desde la ficción plantea las internas palaciegas para elegir al jefe de la Iglesia Católica. En la realidad, se trata de un rito bimilenario, en el que varias decenas de hombres eligen al líder espiritual de, en este momento, 1200 millones de fieles.
Para poder ser Papa, primero hay que ser cardenal. Es la máxima dignidad dentro de la Iglesia. Los nombra el Papa. Cualquier sacerdote, por el hecho de serlo, puede ser nombrado cardenal, aunque por lo general priman las jerarquías en el escalafón. El Papa llama a un consistorio en el que se formaliza la llegada al cardenalato de quienes son, en el 99 por ciento de esas convocatorias, obispos.
El tema de la edad no es menor. Cuando muere un papa y se convoca al cónclave, entran a la Capilla Sixtina todos los cardenales, pero el derecho a votar está limitado a los menores de 80 años. Además, el elegido debe reunir las dos terceras partes de los votos. La puerta de la Capilla se cierra con llave para las deliberaciones. Y de esa expresión, «con llave», deriva la palabra cónclave.
El cónclave se inicia tras el luto oficial por la muerte del Papa, período en el cual un cardenal gobierna el Vaticano hasta que se elige al nuevo pontífice. Se lo denomina camarlengo. Este convoca a los cardenales, motivo que originó la frase «todos los caminos conducen a Roma».
Suele haber dos votaciones por la mañana y dos por la tarde hasta que se elige al Papa. La manera de informar a los fieles del desarrollo del cónclave es la siguiente: una vez contadas las papeletas en las que se anotaron los nombre votados, se procede a quemarlas. Si esa votación no tiene un vencedor por los dos tercios, químicos mediante, el humo que se ve desde la chimenea de la Capilla Sixtina es negro. Si hay papa, el humo es blanco.
Las votaciones son secretas y no hay registros oficiales respecto de quiénes sacaron votos. Jorge Bergoglio fue señalado como el segundo más votado detrás de Joseph Ratzinger en el cónclave de 2005.
El Papa electo elige el nombre con el que será identificado y se convierte, automáticamente, en obispo de Roma. El decano del Colegio de Cardenales anuncia en latín el nombre del nuevo pontífice, con las palabras «Habemus Papam!» («¡Tenemos Papa!»). Acto seguido, el flamante líder espiritual de los católicos saluda desde el balcón de la Basílica de San Pedro e imparte la bendición «urbi et orbi».
La elección del nuevo Papa es un proceso centenario en manos de los cardenales
Cuando el Papa fallece o dimite, los cardenales se reúnen en el Vaticano para elegir a su sucesor. Este proceso se conoce como cónclave, y se celebra en estricto secreto dentro de la Capilla Sixtina. El Colegio Cardenalicio está formado por 252 cardenales católicos de los que 135 pueden votar en esta elección, ya que los que pasan la edad de 80 años solo participan en el debate.
Durante el cónclave, los cardenales votan individualmente por su candidato preferido hasta que se determina a un ganador. El proceso puede durar varios días, y en el pasado ha llegado a prolongarse durante semanas.
La única pista sobre el desarrollo de la elección es el humo que emerge dos veces al día por la quema de las papeletas de los cardenales. El humo negro indica que no se ha llegado a un acuerdo, mientras que la tradicional fumata blanca significa que se ha elegido a un nuevo Papa.
Algunos de los nombres que suenan para ser elegidos en el próximo cónclave son:
Cardenales Conservadores:
– Cardenal Erdo (Hungría): Primado de Hungría.
– Cardenal Sarah (Guinea): Crítico con el Papa Francisco.
Cardenales Liberales:
– Cardenal Tagle (Filipinas): Considerado el «Francisco asiático».
– Cardenal Zuppi (Italia).
Cardenales Moderados:
– Cardenal Pizzaballa (Italia): Patriarca latino de Jerusalén.
Cardenales cercanos al Papa Francisco:
– Cardenal Parolin (Italia): Secretario de Estado del Vaticano y considerado el número dos del Papa Francisco.
La elección del Papa es un momento crucial para la Iglesia Católica, ya que determinará el rumbo y la dirección de la institución en los próximos años. Los cardenales deben considerar las necesidades y desafíos de la Iglesia y elegir a un líder que pueda guiarla de manera efectiva.
Fuente: Página/12/ teleSUR
Foto: Angelo Carconi/ EFE
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