Culturales

A Julio

Por Ana Hurtado

Cuando tengo que hablar de él nunca encuentro las palabras.

Hoy, en su 109 cumpleaños, si el mundo sigue teniendo algo de sensibilidad y belleza creo que se debe en gran parte a su obra y a su mirada. No la mirada frente a otros ojos. La mirada frente al mundo.

Rayuela me enloquecía. La Maga y esos nombres impronunciables de amigos varios y de saxofonistas de jazz – o de blues- que Horacio y su pandilla escuchaban por la noche entre alcohol y cigarrillos; en ese París que se erigía como un hervidero de ideas. La verdadera vanguardia de las letras que a día de hoy no me atrevería a situarla en un mapa.

Luego, hace ya unos cuantos años, llegué a Buenos Aires. Y me sentía tan cerca de él, entendiendo el mundo con esa misma maligna manera que él decía que le ayudaba a reírse por lo bajo. Porque los amantes de Julio vivimos en este mundo real pero al mismo tiempo habitamos otro. Y es solo nuestro.

Quién pertenezca al universo Cortázar puede dar fe de lo que escribo.

Amante de los gatos él, amante yo, llamé al primero de los míos Julio en su honor justo a mi regreso de Argentina.

Pero luego vino Reunión en el momento que menos esperaba. Esa narración que cuenta como el Che y los Barbudos desembarcan en Cuba para salvarla.

Gran amigo nuestro Julio de la isla, sin necesidad de gritarlo. Le bastaba con ir al Malecón y ver las olas chocar con las piedras mientras imagino le salpicaba un poco de agua salada sobre los cristales de sus poderosas gafas.

En una de mis idas a París hace poco quise ir a encontrarme con él por primera vez frente a frente. No os voy a negar que lloré. Que aún él estando bajo tierra había algo en el aire del cementerio de Montparnase que me erizaba la piel. Que a pesar de no haberlo podido tocar nunca, yo lo sentía y lo siento como si me hubiese fumando un cigarro con él ayer mismo.

Como comencé diciendo, termino. Me quedo sin palabras para continuar evocándolo. A él, que entendió este mundo y a sus hombres y mujeres de esa manera en la que solo un cronopio podría entenderla.

Como te escribí aquel día otoñal en París,

Gracias por tanto, maestro.

Tomado de Cubadebate

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