Internacionales

El sistema imperante, siempre encontrará razones para apelar a las armas

Por Raúl Antonio Capote (*) / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue un conflicto a escala global que comenzó en Europa e involucró a los territorios coloniales. Dos grandes alianzas forjadas desde el siglo XIX, de un lado la Triple Alianza formada en 1882 por Italia, el imperio austro-húngaro y Alemania (Italia pasó a la otra alianza en 1915) y la Entente, formada en 1907, con la participación de Francia, Rusia y el Reino Unido, se enfrentaron en los campos de batalla de buena parte del mundo.

La rivalidad ruso-alemana, causada por el dominio de las vías de acceso al Medio Oriente, rico en petróleo y otros recursos naturales, el anti germanismo inglés fruto de la competencia industrial alemana, que comparecía con éxito creciente, incluso en el mercado interno inglés. Francia que esperaba recuperar los ricos territorios de Alsacia y Lorena perdidos durante la guerra franco-prusiana, el pangermanismo y el paneslavismo, fueron las reales causas de una guerra que cambió el mapa del poder mundial y sembró la semilla de una nueva y peor “aventura bélica”: la Segunda Guerra Mundial.

El 1ro. de agosto Alemania declaró la guerra a Rusia y luego a Francia. El 4 de agosto, el Reino Unido declara la guerra a Alemania. Un día después, el imperio austro-húngaro declara la guerra a Rusia.

En abril de 1917, entró en la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos, fortaleciendo el bloque militar de la Entente.

Los monopolios estadounidenses se enriquecieron, la guerra permitió a ese país reducir sustancialmente el desempleo, activar la producción de carbón, acero, maquinarias y armas, hicieron, en verdad, un gran negocio.

Estados Unidos, terminada la guerra, se había apropiado de muchos de los principales mercados que habían pertenecido a Inglaterra, Francia y Alemania y se convirtieron además en los acreedores de Europa, en los principales suministradores de producción industrial y cultural del viejo continente, papel que se incrementaría después de la Segunda Guerra Mundial, donde repetirían la experiencia de «neutralidad» y oportuna entrada al conflicto.

El 11 de noviembre de 1918 fue firmado el Armisticio de Compiègne entre el imperio alemán y la Entente, y el 18 de junio de 1919 se firmó en el Palacio de Versalles, en París, el tratado que oficialmente puso fin a la guerra entre los aliados y Alemania.

La Segunda Guerra Mundial, nacida de la semilla sembrada en la primera, la necesidad una nueva repartición del mundo y, como asunto de suma importancia, una razón de peso, de supervivencia para el Sistema Capitalista Mundial, acabar con el socialismo, destruir a la URSS y borrar toda huella de rebeldía en los trabajadores, finaliza con la derrota del nazi fascismo y el militarismo japonés y con la emergencia de dos grandes súper potencias, la Unión Soviética y Estados Unidos.

A finales del siglo XX, la desaparición del Campo Socialista y la caída de la URSS, levantaron oleadas de entusiasmo entre los gurús del capitalismo, los vencedores proclamaron el fin de la historia y se lanzaron a desmantelar material y simbólicamente cualquier rastro de socialismo.

Tras los atentados del 11-S, Estados Unidos emprendió la “guerra contra el terror”, Afganistán, Irak, Siria y Yemen son aún escenario de conflictos con un alto coste en vidas humanas, tanto de combatientes como de civiles.

Ante la mirada atónita de los “vencedores”, ante la torpeza de occidente que trató a Rusia, no como socio sino como enemigo, acercando a la OTAN a sus fronteras, -claro, no podía ser de otra forma, es la naturaleza del capitalismo-, frente la aspiración a una nueva repartición del mundo, la ambición y la ceguera, tropezaron cara a cara con una Rusia que se levantó del desastre y una China capaz de retar a la superpotencia que se creyó eterna, EE.UU.

Baten de nuevo los tambores de la guerra mundial, esta vez, extremadamente peligrosa y con la capacidad de exterminar todo lo viviente sobre la tierra.

Los huevos de la serpiente no fueron destruidos finalizada la contienda mundial y la semilla del mal quedó de nuevo sembrada en campo fértil, no tardarían en aflorar y poco a poco crecer, hasta amenazar de nuevo a la humanidad, está vez con un final catastrófico.

(*) Escritor, profesor, investigador y periodista cubano. Es autor de “Juego de Iluminaciones”, “El caballero ilustrado”, “El adversario”, “Enemigo” y “La guerra que se nos hace”.

Foto de portada: Andreas Beil / Legion-Media

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