Culturales

El museo de los autos perdidos

Por Ciro Bianchi Ross.

 

Uno de los automóviles de Adolfo Hitler, un vehículo de 12 cilindros, con una plancha de blindaje de más de una pulgada de espesor y cristales a prueba de balas que la Mercedes Benz fabricó para él de manera especial, estuvo aparcado durante años en un garaje de La Habana. Un oficial norteamericano lo adquirió en Alemania y mientras aguardaba la autorización que le permitiría entrarlo en Estados Unidos, lo mantuvo en depósito en la nave que Francisco Nava destinaba a parqueo de vehículos en la calle Morro números 62-64, entre Refugio y Genios, a muy poca distancia del Palacio Presidencial.

Pudo al fin el Mercedes de Hitler entrar a Norteamérica en 1950 y, hasta donde sabemos, se exhibió entre 1974 y 1975 en el Museo de Antigüedades Automovilísticas de Highland Park, en Illinois. Un coleccionista de San Luis lo había adquirido poco antes en una subasta. Pagó por el vehículo 178 000 dólares de los de entonces.

Los automóviles con historia tienen gran valor para los coleccionistas, que invierten grandes sumas de dinero en ellos, aunque al final todos van a parar a museos como el Instituto Smithsoniano, donde están algunos de los carros más famosos del mundo.

En Estados Unidos se conserva el auto que conducía en sus tiempos en la Casa Blanca el presidente Franklin Delano Roosevelt, adaptado especialmente para él, teniendo en cuenta su condición de paralitico. También está preservado el primer automóvil construido por Henry Ford. En Bogotá, este cronista vio el auto del dirigente liberal Jorge Eliecer Gaitán, cuyo asesinato desencadenó los sucesos que pasaron a la historia con el nombre del Bogotazo. Y en el ayuntamiento de Carolina, en Puerto Rico, pudo ver el automóvil, también blindado, del exgobernador Luis Muñoz Marín, artífice del Estado libre asociado y que, me dijeron, perteneció antes a Roosevelt.

Hace ya tiempo la casa Shoteby, de Londres, sacó a subasta nada menos que el auto de James Bond: un Aston Martin modelo DB5 que utilizó Sean Connery en la serie de aventuras detectivescas del agente 007. Desconozco en qué paró el asunto. Supe que su propietario de entonces, el empresario norteamericano Jerry Lee, lo había adquirido en su momento por 12.000 dólares y esperaba recibir por el vehículo más de cinco millones.

 

Otros autos antiguos
Aseguran especialistas que una de las marcas más solicitadas en las subastas de autos antiguos es Duesenberg. El modelo que la actriz Greta Garbo adquirió en 1933 se vendió 40 años después en 40.000 dólares. El auto, color marrón, fue diseñado para ella por Fernández y Darrin, famosos carroceros parisinos; mientras que la decoración interior, toda en crema, corrió a cargo de una empresa francesa que dotó la cabina de 16 compartimientos con cerraduras e instaló, debajo del guardafangos derecho trasero, una pequeña caja de caudales, de combinación, para resguardo de las joyas de la diva.

En los días de la Segunda Guerra Mundial, la Garbo hizo esconder su vehículo en una zona de la campiña francesa y evitó de esa manera que cayera en manos del ejército de ocupación alemán. Finalizada la contienda, la actriz lo vendió, por una suma no revelada, a un oficial de las tropas norteamericanas y este lo traspasó a un vendedor profesional. Lo adquiriría en definitiva un coleccionista que en ese entonces tenía 23 piezas en su museo particular de automóviles.

Aparte del ya mencionado Duesenberg, se dice que uno de los autos antiguos más solicitados y mejor cotizados es el Bugatti deportivo. El Hispano Suiza es otra reliquia bien pagada. A la categoría de automóviles antiguos más demandados pertenecen los pocos Cadillac de 16 cilindros que se fabricaron entre 1930 y 1933. Al Capone tuvo un vehículo de ese modelo y ordenó que se le instalara un bar y un compartimiento donde se acomodaran dos ametralladoras. Eligio Sardiñas, nuestro célebre Kid Chocolate, tuvo otro. Sobre su destino hablaremos más adelante.

 

De la noche a la mañana
Las calles cubanas son un enorme museo rodante. Circulan por ellos autos de marcas y modelos inimaginables, los llamados almendrones. La necesidad mantiene vivos a la mayoría de ellos y solo la inventiva y creatividad del cubano logran mantenerlos en activo. Feos, ruidosos y con mil y una adaptaciones, contribuyen a resolver en alguna medida el problema de la transportación y ponen una nota pintoresca en el paisaje urbano.

Otros, sin embargo, son tan vistosos y conservan tal originalidad en sus líneas, partes y piezas, que bien podrían formar parte de colecciones museables, como la del Depósito del Automóvil, en La Habana Vieja, o la que se exhibe en el Parque Baconao, de Santiago de Cuba. El Depósito, rebautizado como El Garaje, se ubica en San Ignacio entre Amargura y Teniente Rey.

En el Depósito se conservan vehículos de todo tipo —de paseo, fúnebres, de carga…— notables por su antigüedad, así como otros que deben su celebridad a las figuras que los utilizaron, como el Oldsmobile 1959 del comandante Camilo Cienfuegos, y otro auto de la misma marca, pero de 1960, que utilizaba la recordada Celia Sánchez, así como el Packard 1930 del expresidente Alfredo Zayas, y el VW propiedad del novelista Alejo Carpentier y su esposa Lilia, quien lo conducía. Recientemente, El Garaje enriqueció su colección con un camión Mack, de cadena, de los que, hasta 1960, se utilizaron durante de décadas para el transporte de mercancías en La Habana.

Se halla allí, además, el Fiat 1930, de lujo, en el que Flor Loynaz, su propietaria, movió al poeta Federico García Lorca por toda La Habana, en especial, por La Habana de noche, y lo llevó al puerto cuando regresó a España, luego de tres meses en Cuba, el 12 de junio del año mencionado.

Una leyenda envuelve ese vehículo. Se dice que, conducido por Flor, fue utilizado, en septiembre de 1932, en el atentado a Clemente Vázquez Bello, presidente del Senado e íntimo del dictador Gerardo Machado, que le llamaba “mi inseparable”. Sin embargo, nunca se ha reportado la presencia de una mujer en ese hecho ni en ninguno de esa naturaleza, y parece poco probable que alguien utilizara un auto de su propiedad para perpetrarlo. Los que defienden la participación de Flor aluden a los impactos de bala que muestra el Fiat en cuestión en su parte trasera, y a que el vehículo permaneció durante años en un segundo piso —sí, un segundo piso— del rancho Santa Bárbara, residencia de Flor en La Coronela. ¿Escondido?

En Baconao, una colección de más de 1 500 miniaturas que reproducen marcas y modelos de automóviles desde el siglo XIX alterna con decenas de muestras reales, como un Ford T 1912, un Austin Seven 1937 —primer minicoche que se produjo en el mundo— y un Buick Skylark del 54. El Chevrolet 59 del Che Guevara se conserva en el Centro de Estudios que su nombre.

Se supone que el automóvil más antiguo que existe en Cuba es un Cadillac de 1902 que forma parte de los fondos del Museo de Guanabacoa. Un Cadillac de 1905 se exhibe en la colección de El Garaje. En esa fecha hacía ya siete años que el nuevo medio de transporte había hecho su aparición en las polvorientas calles habaneras, un ruidoso auto que se movía con bencina y desarrollaba una velocidad de 10 km/h: un Parisiense francés que costó 1 000 pesos a su dueño. Seis meses más tarde llegaba un segundo automóvil, un Rochet & Schneider de 8 caballos de fuerza y que desplegaba una velocidad superior. Un tercer auto llegó poco después, esta vez un vehículo de carga que quedó al servicio de una empresa cigarrera. En los inicios del siglo XX llegaban también a la Isla el cine y la aviación, el tranvía eléctrico y el teléfono automático.

Todo cambió de la noche a la mañana, decía la escritora Renée Méndez Capote; del dominio español se pasó a la dependencia de los Estados Unidos. De la era de la tracción animal a la era de la combustión interna. De expresiones como “enganchar la pareja” a “sacar el automóvil”. De las riendas al timón y al freno de palanca o de pedales.

Todo se precipitó a partir de entonces. Si en 1901 circulaban por las calles de La Habana 11 de esas máquinas, y el primer auto llegaba a Santiago en 1902, en 1913 corrían por la capital más de 1 000 vehículos, y en 1916 se contabilizaban 1 300 autos particulares, 1 900  autos de alquiler y 219 camiones. En 1958, Cuba era el sexto país del mundo en el promedio de automóviles por habitantes. La superaban, en ese orden, EE. UU., Canadá, Gran Bretaña. Venezuela y Alemania Occidental.

 

Museo imposible
Muchos automóviles quedaron en el camino. Se les perdió el rastro porque se desmantelaron para utilizar sus partes y piezas en otros vehículos, los convirtieron en chatarra o quedaron por ahí, olvidados por todos. Se los tragó el tiempo.

Nada se sabe del Chevrolet beige de 1949 que utilizó Fidel Castro en la campaña electoral de 1952, cuando aspiraba a un acta de representante a la Cámara por el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos). Parece haberse perdido para siempre la cuña convertible azul, marca Packard, también de 1949, con que Eduardo Chibás, presidente de esa organización política, recorrió la Isla en sus campañas de entonces. A la muerte del líder ortodoxo, en 1951, la cuña se guardó en el garaje del edificio Chibás, en 25 esquina a G, en El Vedado. De allí desapareció misteriosamente después del golpe de Estado de Batista, el 10 de marzo de 1952. Durante los últimos años se ha buscado, en vano, a fin de incorporarla a los fondos de El Garaje.

Una búsqueda inútil sería la del Packard verde que el corajudo Ángel Pío Álvarez, paradigma de la “acción directa” en la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado, utilizó en 1932 para atentar contra la vida del capitán Miguel Calvo, jefe de la Sección de Expertos de la Policía Nacional. El joven revolucionario y el militar se “cazaron” mutuamente. Pío le ganó la partida al oficial una mañana en las inmediaciones del Hotel Nacional, aunque los “expertos” terminaran pasándole la cuenta en enero de 1933.

Un sujeto que, pese a lo temprano de la hora, mataba el tiempo en el muro del Malecón, comunicó a la Policía que el auto de Calvo, un Dodge Brother con chapa oficial número 15, había sido baleado desde un Packard verde, y a partir de ese momento las autoridades se afanaron en la búsqueda del vehículo; información que por otra parte divulgó la prensa.

Después de la acción, Pío escondió el vehículo en una nave en Marianao hasta que días después lo sacó a fin de llevarlo a San Miguel de Padrón para desmantelarlo y arrojar sus partes en un lagunato. Refiere el historiador Newton Briones Montoto en su libro Acción directa, que detalla ese suceso, que, durante el trayecto, en un lugar donde el tráfico obligó a Pío a aminorar la marcha, un grupo de niños gritó a su paso: “Miren, miren el Packard verde”. Pío no perdió el aplomo. Aparcó el auto junto a un policía y le pidió que requiriera a los muchachos porque “este no es el coche buscado”.

El Packard verde de Pío Álvarez, desaparecido por el propio Pío, forma parte de un imposible museo de los autos perdidos.

Conformarían dicha colección, entre otros vehículos, el Buick con chapa particular en el que el presidente Carlos Prío salió del Palacio Presidencial el 10 de marzo de 1952, dejando en la cochera de la mansión palatina el auto con matrícula 001, que era la de los mandatarios cubanos. Y el Lincoln blindado que Machado dejó abandonado en su huida, el 12 de agosto de 1933. Como ese, hay otro que tampoco aparece, el del general Alberto Herrera, jefe del Ejército cubano desde 1922 y que acompañó a Machado en su caída.

Otra pieza, y no de menor cuenta, de ese museo imaginado, sería el ya aludido Cadillac de 16 cilindros de Kid Chocolate. Nuevo, costaba 25 000 dólares, pero el Kid lo cogió de uso, en 1931 y pagó por el vehículo algo más de 18 000 dólares. Años más tarde le ofrecieron 42 000, pero el afamado boxeador dijo no transarse por menos de 60 000. Al final, se vio obligado a deshacerse de él por muy poco dinero. Consumía combustible como un demente y el modelo estaba descontinuado y sus piezas eran difíciles de conseguir. En 1970 un auto como el Cadillac de Chocolate valía más de 50 000 dólares. Hoy, ¿cuánto valdría?

Tomado de Cubadebate / Foto de portada: Ismael Francisco.

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