Nosotros no seremos cómplices
Por Ana Hurtado
En los últimos días se han vivido acontecimientos importantes en Cuba y en el mundo. Pero no se han conocido en los países de los que venimos los que hemos nacido en el capitalismo.
La “posverdad”, la mentira, la demagogia y la manipulación nos invaden.
Son plagas que están por todos lados. Y llegados a este punto, o se tiene una absoluta responsabilidad al respecto, o nos perdemos en esta marea embravecida que se llama información. Para mí, me atrevería decir, es el arma de guerra más potente con la que cuentan las naciones hoy día.
Es por ello que llevo una semana entendiendo y profundizando en las palabras pronunciadas por Jean Paul Sartre en la Sorbona el 1 de noviembre de 1946.
¿Cuál es la responsabilidad del escritor?
Entremos en materia.
Históricamente, se ha escrito para la burguesía, para las élites dominantes. Los siglos demuestran que los que cogían pluma y papel lo hacían para un círculo reducido de intelectuales. No llegaba nada a los oprimidos. Además, ¿Sabían leer estos? ¿Tenían tiempo y capacidad de comprensión dentro de sus vidas para adentrarse en la lectura?
Esta conferencia de la Sorbona, aparte de lo que Sartre haya sido en diferentes momentos de su vida – o pensado y cambiado de parecer-, deja claras varias cosas. La primera es en qué tipo de escritura debemos enfocar la responsabilidad del oficio.
No es lo mismo la poesía, el arte por el arte, que la prosa que se ocupa tanto de la realidad como de la misma ficcionada.
El momento histórico ha cambiado. Hoy todo el mundo tiene acceso a escribir, no hace falta ser un profesional del oficio para hacerlo. Hoy todos somos responsables de aquello que escribimos y de las consecuencias de lo que esto conlleva.
Creo que debemos romper el pensamiento de que la escritura es para los escritores. Ser escritor es un oficio: ingenioso, magnífico. Pero el desarrollo y las herramientas tecnológicas nos han abierto las puertas y ventanas para que cada cual lo haga. Obviamente es clara la diferencia entre literatura y escritura.
Pero, he aquí la pregunta. ¿Para qué escribimos? ¿Qué ganamos escribiendo?
La escritura hoy en día debe generar conciencia. Hacer salir de la sombra todo aquello que permanece y ha permanecido oculto. Si hablo, es para cambiar una realidad que considero debe ser cambiada. Hablo para crear, para generar más pensamiento en un mundo sobresaturado de todo tipo de informaciones, falsas y prostituidas.
En tiempos pasados, los escritores se veían obligados a escribir para legitimar el poder (véase la mediocridad de las obras de la Alemania nazi y la Italia fascista).
Es por eso que fueron muchos, escritores y no escritores, los que se vieron obligados a coger el lápiz (militantes antifascistas, comunistas, anarquistas y socialistas).
Escribir en clandestinidad. Repartir octavillas y periódicos en secreto. Jamás subestimaron el poder de la palabra como instrumento para vencer al holocausto que se estaba viviendo. Y obviamente su literatura, su prosa, o como deseemos llamarlo, tuvo más valor histórico que la gran mayoría de los libros publicados en los dos países en esta época.
La literatura debe asumir absolutamente la responsabilidad social mediante la prosa, y también en el verso, dentro de la libertad creativa del escribano. La literatura no es una cortina, la escritura no es una maceta.
Crea, transforma y convierte. Independientemente de su estética o forma de presentación. Habrá textos que tengan un valor intelectual y de contenido superior a otros. Habrá y ha habido distintos grados.
Pero callarse es una manera de seguir hablando. Callarse es ocultar y es ser partícipe de las injusticias que vive el mundo.
Debemos ser conscientes que no podemos exigir la comprensión total a quien no es libre. A quien vive esclavo de una dictadura comunicacional que le hace sentirse libre por la posibilidad de trabajar y producir para seguir consumiendo. Esta comprensión es un trabajo de años, de décadas. Pero no por ello debemos renunciar a lograrla.
Porque hay que escribir pensando en quién va a leernos. Hay que hacerlo para cambiar. Para inventar y para resurgir.
Hacerlo es un llamado a la libertad. Sin olvidar jamás que a quién hay que hablarle es al pueblo. A un pueblo que en el mundo capitalista sufre la decadencia del liberalismo y que tiene ansias de cambio, pero no sabe por donde viene ni cómo. ¿Se sienta a leer un artículo con palabras grandilocuentes y difícil comprensión una empleada de una fábrica de Ford en Detroit después de una jornada de 12 horas de trabajo?
La respuesta es no. Su mente está agotada. Por mucho que quiera no puede, a no ser que tenga una conciencia de clase a flor de piel y esté organizada dentro de la lucha sindical. Es por ello que todo el que tiene libertad para hacer un post en internet, un escrito en una web o cualquier tipo de transmisión de información, no puede olvidar que hay gente carente de nuestro mensaje. Del mensaje por la justicia, del mensaje por la liberación de las mujeres y hombres del planeta.
La liberación se alcanza con la acción. Pero esa acción viene de un pensamiento. Y ahí estamos nosotros, para generarlo, para darle vida. Para romper la conspiración de silencio que reina en el mundo sobre todo aquello que quieren que permanezca oculto, como en el caso de Cuba, los logros del socialismo y los problemas que el bloqueo inyecta a su pueblo desde el manifiesto de Lester Mallori.
Debemos escribir de la injusticia en general pero también de los casos concretos. Adquirir un nuevo grado de libertad. Para que se multiplique. Para que se expanda como la flor de lavanda en los campos de la Provenza francesa. Una libertad de pensamiento y palabra que si nos embriaga a todos, no solo a nosotros, realmente podrá producir metamorfosis.
Y no creo que esto sea utopía. Creo que no hay nada más cierto al respecto.
Nuestra responsabilidad en esta guerra informativa lo es todo. Porque vivimos inmersos en violencia constante que llega por todos lados. Y lo peor de todo: normalizada.
Y hacerlo siempre en nombre de una causa mayor, en nombre de un concepto, en virtud de un bien. El socialismo internacional. Que tiene su mejor ejemplo de expansión en la Revolución de ideas y cultura que Cuba trajo a la tierra.
Solo tenemos, con paciencia, que ayudar a pensar. Nada de esto es nuevo. Son solo reflexiones del momento actual que ya han sido habladas, estudiadas y ahondadas.
Porque, para cerrar estas letras, y en palabras del propio Sartre:
“Es posible que el mensaje no llegue a nadie. Pero es necesario que nosotros, evitemos simplemente que nuestra responsabilidad se transforme en culpabilidad si, dentro de cincuenta años, se pudiera decir: vieron venir la mayor catástrofe mundial y callaron”.
Tomado de Cubadebate