Internacionales

Unidad de la izquierda y el Consenso de Nuestra América

Por Francisco Delgado Rodríguez.

Los eventuales progresos de la derecha en los procesos políticos y electorales en América Latina, más allá de quién gana puntualmente el gobierno y de los matices que los caracterizan, nos recuerdan aquella oleada reaccionaria de principios de la segunda década del presente siglo, que fue etiquetada con el término de «contraofensiva del imperialismo y la derecha en la región». Ese momento nos dejó varios gobiernos de este corte, que desmontaron avances socioeconómicos e incidieron en una virtual parálisis del promisorio proceso integracionista, vía Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Ahora esa contraofensiva muestra una deriva de ultraderecha, tocando las puertas del control gubernamental en Argentina, quizá en Chile, por mencionar dos países relevantes, ante el desgaste de los proyectos de la derecha tradicional y de sus gobiernos.

¿Por qué las izquierdas y el movimiento popular organizado no supieron o pudieron capitalizar esas circunstancias?

Las evidencias históricas, porfiadamente, muestran que en la unidad de las fuerzas de izquierda está una de las respuestas, o una de las condiciones para enfrentar con éxito la contraofensiva imperial, y también el desafío de hacer sostenibles los triunfos electorales del progresismo y de la izquierda. Hablamos, desde luego, de una unidad sin cortapisas, sin apellidos ni formalidades vulnerables a la primera contradicción interna.

En América Latina ya tenemos un trecho recorrido, si se quiere mínimo, desde una perspectiva histórica.

A diferencia del resto del mundo, acá se reaccionó oportunamente cuando el mundo soviético-europeo se «desmerengó». Ante esta adversidad proveniente del otro lado del océano, se reaccionó creándose el ya mítico Foro de Sao Paulo (FSP), fundado por Fidel, Lula, y otros dirigentes de partidos progresistas y de izquierda que trataban de salir de los escombros ideológicos dejados por aquel descalabro político del campo socialista.

Del FSP, uno de sus productos más elaborados es el Consenso de Nuestra América.

Sin precedentes en el Foro, ese Consenso tiene un sentido conceptual y metodológico, con afanes prácticos, enfocados en estimular la unidad de nuestras fuerzas. Está dirigido a dotar a la izquierda de un referente de programa político para el largo plazo, por definición, más abarcador que un programa electoral, que se circunscribe a un corto periodo de tiempo, apenas suficiente para dar los primeros pasos hacia cambios abarcadores y profundos.

Los primeros borradores del Consenso fueron trabajados en 2015 y, entre otros antecedentes históricos, se tuvo en cuenta La historia me absolverá, el programa político fundacional y unitario de la Revolución Cubana.

Tras una amplia divulgación y debate entre la mayoría de los partidos miembros del FSP, finalmente fue aprobado en su XXIII Encuentro, celebrado en Managua, Nicaragua, en julio de 2017.

¿QUÉ DICE EL CONSENSO?

El Consenso de Nuestra América expone aquellos valores compartidos que distinguen a la izquierda en la región. Deja claro, por ejemplo, que la construcción de la unidad supone en sí misma que nuestros líderes y militantes superen tendencias personalistas y el afán de protagonismo, así como la competencia estéril y desleal, valores propios del sistema capitalista que se quiere suplantar. En resumen, establece que la ética revolucionaria es la guía de nuestra actitud ante la política y la sociedad.

En síntesis, el documento continuó con un diagnóstico de la situación que vivía América Latina al momento de su aprobación, y aborda qué debe hacerse para revolucionarla en el largo plazo. En este punto muestra criterios generales basados en experiencias exitosas y en lo acumulado políticamente, sobre cómo debe ser la fuerza política requerida para acometer tamaño esfuerzo.

El Consenso concluye valorando las transformaciones que requiere la región, de modo que tributen al ideal de un mundo mejor que, por definición, rebasa cualquier proyecto nacional. Para ello propone una comunidad de objetivos y principios generales. Se establece que el propósito es avanzar «hacia un horizonte socialista»; pero hay que encontrar las formas y los contenidos para cada país.

Con meridiana claridad, se precisa que el enemigo principal y de nuestros pueblos es el imperialismo estadounidense, que procura mantener vigente la centenaria Doctrina Monroe.

En el Consenso hay un énfasis sobre la inaplazable tarea de los partidos miembros del FSP, de trabajar por la unidad, primero al interior de las fuerzas, después con agrupaciones afines a nivel nacional, en el camino a la unidad en la diversidad de nuestros países, hacia la integración latinoamericana. Por tanto, en su concepción y eventual aplicación, el Consenso es una suerte de instrumento práctico, a fin de gestionar el proceso unitario.

Si aceptamos la pertinencia de trabajar por la unidad, el Consenso puede ser punto de partida. Si es polémico, mejor; si provoca el debate, también, porque ello contribuye a meditar en cómo procesar esa unidad, según las condiciones de cada lugar y cada fuerza política.

Siguiendo esa lógica, el documento no tiene pretensión de ser una guía universal, ni establece un cumplimiento esquemático para los partidos que lo asumen.

Hoy el mundo está en peor situación. Con la COVID-19 y la no menos catastrófica administración Trump; las contradicciones acumuladas, propias del capitalismo, adquirieron una dimensión que nos acerca constantemente a situaciones explosivas. El planeta se revela con infinidad de desafíos, incluido el deterioro de la naturaleza y el galopante consumismo.

En paralelo, somos espectadores de una suerte de reorganización caótica del sistema-mundo, en su dimensión geopolítica, con un protagonismo renovado de las guerras, como solución a viejos problemas, en tanto se desintegra el decadente mundo unipolar.

En este contexto no solo es necesario, sino urgente, retomar el Consenso de Nuestra América, y actualizar aquellos aspectos que muestran un cambio relevante desde 2017, tanto en la fotografía de la situación presente, como en la necesidad de evaluar los métodos, identificar insuficiencias nuestras y aciertos de los adversarios.

No podemos perder tiempo. Toca a la izquierda asumir el rol revolucionario para el que sus padres fundadores la concibieron y organizaron. Sin unidad, continuaremos siendo parte del así llamado folclor político, y no el instrumento para la emancipación.

Hay mucha historia que honrar, y también, desde allí, optimizar lo acumulado, y las experiencias para el triunfo definitivo.

Consecuente con estos anhelos, el Consenso de Nuestra América convoca: «Nos compete la inmediata tarea de convertir este documento en un instrumento de debate y acción política, divulgándolo y sometiéndolo al enriquecimiento con nuestras bases políticas y con los movimientos sociales. Con la guía, las enseñanzas y ejemplo legado, tenemos una única opción: luchar y crecer, luchar y vencer, luchar hasta la victoria. ¡Siempre!».

Tomado de Granma.

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