Culturales

José Martí, Cuba y los Estados Unidos de hoy 

El texto escrito por Johana Tablada de la Torre introduce el libro José Martí: ayer y hoy, del sello RUTH Casa Editorial. Constituye esta obra el Cuaderno No.18 de la Colección RUTH Cuadernos de Pensamiento Crítico de este sello editorial.

Sus coordinadores Pedro Pablo Rodríguez y Carlos Tablada Pérez publican una excelente selección de textos originales que, por su vigencia, constituye un material de altísimo valor práctico y conceptual para un público muy amplio. El libro representa una contribución imprescindible para los estudiosos que en el mundo siguen los temas de América Latina y en particular la relación de Cuba con Estados Unidos.


“La mayor fuerza de nuestra Revolución estará siempre en su raíz martiana”.

Fidel Castro Ruz

 

“Prólogo” a la edición crítica, en Obras Completas de José Martí, 1983
En esta nueva entrega el sello RUTH Cuadernos de Pensamiento Crítico, publica una excelente selección de textos originales que, por su vigencia, constituye un material de altísimo valor práctico y conceptual para un público muy amplio. Representa una contribución imprescindible para los estudiosos que en el mundo siguen los temas de América Latina y en particular la relación de Cuba con Estados Unidos. Son documentos valiosos para interpretar los acontecimientos actuales de Cuba y del mundo con una conceptualización política e histórica efectiva y real. Con mucha nitidez se presenta la esencia que ha marcado, como pocos, la relación de Cuba con Estados Unidos, en esa lucha larga de un país para alcanzar y defender su soberanía, independencia y proyecto de justicia social frente a la pretensión de su vecino poderoso de dominarla por cualquier vía, a cualquier costo y bajo cualquier pretexto.

Es este también un Cuaderno maravilloso para los jóvenes, lleno de sabiduría y explicaciones sorprendentes para problemas contemporáneos. Es una guía para la consulta y estudio de los funcionarios, directivos y decisores de la política exterior y para la actualización sistemática de las políticas públicas de las autoridades de Cuba. Son textos que podrían interesar a funcionarios estadounidenses que participan en el proceso de toma de decisión de la política hacia Cuba pues les permitiría comprender mejor las bases en las que se sustenta la cultura política y la decisión irreductible del pueblo cubano de ser libre, independiente, soberano, de construir un país abierto al mundo y al conocimiento, con justicia social y sin injerencia extranjera en sus asuntos.

RUTH Casa Editorial se viste de largo también con el prólogo brillante de Pedro Pablo Rodríguez, quien, como pocos, ha estudiado la obra del Maestro y la ha divulgado, fiel a la práctica martiana, de manera que la profundidad de sus conocimientos, lejos de impedir, facilita la comunicación más diáfana y placentera.

José Martí ilumina a todo el que se adentre en su vida y obra. A veces como un rayo que estremece y cambia todo para siempre y otras irradiando una luz tenue y misteriosa que nos conduce al mismísimo centro de las cosas. Enfrentándonos a nosotros mismos, en medio de la claridad más reveladora, esperanzadora o desgarradora, Martí invita a crecer, a luchar y a ser mejores. A nadie deja indiferente. Y aún si solo fuese para acercársele un poco, quien lo haga, hallará en él inspiración perpetua. Martí no solo escribió para la gran masa de cubanos y latinoamericanos que necesitaba incorporar a la lucha por la independencia de Cuba, hecho que, de consumarse, ya sabía que serviría además para “impedir a tiempo” la expansión de Estados Unidos “sobre nuestras tierras de América” como expresara en aquella carta entrañable a su amigo en víspera de su caída en combate por la libertad de Cuba.

La verdad es que José Martí escribió para todos nosotros, Martí escribió para todos los tiempos.

Su integridad e integralidad, su inteligencia cultivada con lecturas, conocimientos profundos, el magisterio de hombres grandes, y la intensidad de la experiencia vivida dentro y fuera de Cuba, le dotaron de una mirada única, apasionada, patriótica y a la vez equilibrada, reflexiva, soñadora, realista y universal. Esa capacidad explica que, pasado más de un siglo desde su desaparición física, Martí no haya dejado de ser un referente imprescindible que nos entrega respuestas de naturaleza invaluable para comprender de dónde venimos y para actuar y transformar con efectividad los fenómenos del mundo de hoy cuya existencia está amenazada como nunca antes por las consecuencias de las crisis múltiples generadas por el sistema capitalista.

Es también Martí un manantial inagotable en el que los revolucionarios cubanos encontramos la inspiración, las fórmulas y la fuerza para resistir, luchar, vencer y convencer en medio de la mayor adversidad.

Es intimidante escribir o disertar sobre la obra de ese hombre cubanísimo y universal de trayectoria y legado incomparables. Es lógico que así sea porque también han sido extraordinarias las grandes figuras de nuestras letras que han estudiado profundamente su obra contribuyendo tanto a su interpretación y divulgación. Hombres y mujeres como Cintio Vitier y Fina García Marruz, inigualables en su saber, también nos convocan a todos a mantenerle vivo, a estudiarle y seguir su ejemplo para no perder el rumbo. Son eternas las verdades de Martí por estas tierras.

Las generaciones que hoy o el día de mañana lleven a cuesta los destinos de la Patria harán bien en estudiarlo integralmente como recomendara Cintio Vitier para encontrar en la riqueza de Martí nuevas lecciones y una guía inestimable. Como dijera Fidel en su alegato de autodefensa La Historia Me Absolverá “parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta!

José Martí ha inspirado y movilizado a hombres y mujeres por la senda de la virtud y del patriotismo, ayudando a varias generaciones de cubanos y cubanas a elegir por voluntad propia la senda del sacrificio y la adversidad logrando superarla unidos con nuevas victorias frente al mayor adversario en la larga lucha por un país mejor y por un mundo mejor. Martí que estudió y nos devolvió a los grandes hombres de su tiempo, merece que regresemos una y otra vez al manantial inagotable de su legado desde todas sus aristas. De no hacerlo, correríamos el riesgo de no tenerle presente en las decisiones más difíciles de hoy en día, de dejarlo fuera, de dejarlo ir o de perder todo aquello que, con su ejemplo y sueños de justicia, bienestar independencia y libertad ayudó tanto a edificar.

El pensamiento y acción de José Martí, junto al de Fidel, ambos dotados de la fe inquebrantable en nuestro pueblo y en el “mejoramiento humano y la utilidad de la virtud”, han sido una guía y referente no solo en la obra social de la Revolución sino de la política exterior de Cuba como expresión de los anhelos y valores más genuinos del pueblo al que tantos hemos tratado de representar con orgullo y con honor.

Hoy Martí parece recordarnos la importancia de los principios éticos que nos salvan del camino fácil, de lo obvio, de la frivolidad, del miedo al poderoso, de la soberbia, de la conveniencia, de la pobreza de espíritu, del espejismo y el engaño, de las tentaciones viles, de las amenazas externas y hasta de nosotros mismos.

Martí sigue, desde su prosa o verso, llamándonos a elegir y seguir el camino de la virtud, del sacrificio por el bien de todos, del amor por la vida útil y la defensa de la Cuba libre, independiente y soberana que en el socialismo pudo hacer posible el sueño de justicia para todos.

Fidel, el Che y prestigiosos intelectuales y políticos cubanos y pensadores de otras latitudes, han señalado al pensamiento de Martí como aquel al que se debe acudir para encontrar “la interpretación justa” de fenómenos históricos contemporáneos. “De él aprendimos el infinito valor y la fuerza de las ideas” dijo Fidel en el evento internacional celebrado en La Habana sobre “el equilibrio del mundo”. Es un discurso que encontrarán también entre las páginas de este cuaderno. Fidel añade que el mayor tributo ha sido crear una trinchera para defender la libertad de América y de un país que ha hecho mucho con muy poco.

El Che dijo el 28 de enero de 1960: [que] había que recurrir siempre para dar la interpretación justa de los fenómenos históricos que estábamos viviendo, y el hombre cuya palabra y cuyo ejemplo había que recordar cada vez que se quisiera decir o hacer algo trascendente en esta Patria… porque José Martí es mucho más que cubano; es americano; pertenece a todos los veinte países de nuestro continente y su voz se escucha y se respeta no solo aquí en Cuba sino en toda América.

Otros han resaltado y con sobrada razón la vigencia del pensamiento martiano. Es muy grande el valor que tiene hoy su pensamiento en el contexto de las relaciones bilaterales con Estados Unidos, las que hay que enfrentar con firmeza y decoro, pero también con inteligencia y capacidad para lograr explicar, mostrar y sensibilizar la naturaleza inhumana de la política norteamericana contra Cuba en aras de movilizar el apoyo necesario para contrarrestar y poner fin a la injusticia. Este reto es cotidiano y debe ser enfrentado cada día en medio de las más sofisticadas, agresivas y mejor financiadas operaciones permanentes de desinformación que existen hoy en el mundo contra país alguno.

¡Son tan numerosos y tan grandes sus aciertos! Martí, como nadie supo explicar durante años Estados Unidos a los cubanos y otros pueblos de América para los que escribió, con pasión y sobrada ilustración, páginas que combinan magistralmente el periodismo agudo, el activismo político y la literatura.

Sus discursos, cartas, crónicas y ensayos encierran esencias necesarias para comprender a los Estados Unidos de hoy. “La verdad sobre Estados Unidos” sigue siendo un texto fundamental para comprender la raíz y la naturaleza del deterioro y los peligros que cada vez se hacen más visibles para los propios Estados Unidos y el planeta todo que, como resultado de la crisis múltiple del capitalismo y en particular del sistema insostenible y derrochador estadounidense, se profundizan hoy en ese país el avance real y creciente de corrientes fascistas y el retroceso civilizatorio, impulsado por Donald Trump y sus seguidores.

Esencial es la afirmación martiana de que constituye una ilusión o superchería, la idea de que Estados Unidos es un país homogéneo.

Lo que ha de observar el hombre honrado es, precisamente, que no solo no han podido fundirse, en tres siglos de vida común, o uno de ocupación política, los elementos de origen y tendencia diversos con que se crearon los Estados Unidos, sino que la comunidad forzosa exacerba y acentúa sus diferencias primarias, y convierte la federación innatural en un estado, áspero, de violenta conquista.

Verdades útiles para nuestra América como el carácter crudo, desigual y decadente de los Estados Unidos y la existencia, en ellos, “de todas las violencias, discordias, inmoralidades y desórdenes de que se culpa a los pueblos hispanoamericanos”.[1]

También alertó del daño provocado por determinados sectores sometidos de nuestra región y criticaba lo que llamó “el entretenimiento de hallar variedad sustancial entre el egoísta sajón y el egoísta latino”.

Es por eso que en sus sorprendentes análisis del poderío y ansias de expansión de Estados Unidos encontramos en Martí un antiimperialismo temprano, pero para 1895 ya ese antimperialismo era también rotundo y visionario. Para resistir esta amenaza y enfrentarla, Martí otorgaba una fe inmensa al poder salvador de las ideas y la moral para unir a los cubanos, para poder superar cualquier obstáculo y prevalecer, sin importar cuán poderoso o fuerte pueda ser el adversario.

En esa visión, como ocurrió en sus abundantes escritos sobre la guerra necesaria contra España, Martí dejaba fuera el odio. Ello ayudaría a explicar que a menos de cuarenta años de alcanzar la independencia de Cuba, más de mil cuatrocientos patriotas cubanos como Pablo de la Torriente fueron a luchar y a morir por la República española y explica también por qué muchos años después Fidel Castro, uno de los principales jefes de Estado de la región y del mundo que ofrece al gobierno de George W. Bush ayuda inmediatamente tras el atentado del 11 de septiembre al informar al gobierno de Estados Unidos que Cuba abría todos sus aeropuertos internacionales para que aterrizaran los aviones estadounidenses en el aire que no tenían en ese momento un lugar seguro para hacerlo. Lo mismo ocurrió con el ofrecimiento de antibióticos, plasma y de médicos en la tragedia del huracán Katrina en 2005. Así surgió la Brigada médica internacional Henry Reeve que tantas vidas ha salvado en el mundo. Años después, por razones bochornosas, las diferentes administraciones estadounidenses han hecho hasta lo imposible por desacreditar y calumniar la naturaleza noble de la labor de este contingente solidario, rehusaron facilitar la venta de oxígeno cuando se averió la planta principal cubana de producción de oxígeno medicinal durante el pico de la pandemia de la covid-19 y no pudieron responder al reclamo de numerosos sectores que en Estados Unidos pidieron a su gobierno ayudar a Cuba a controlar el incendio de la base de supertanqueros en Matanzas. Es el mismo país que a diario envía millones en ayuda bélica a Ucrania en lugar de promover negociaciones para alcanzar la paz.

Con todo el daño que sucesivos gobiernos de Estados Unidos le han infligido a Cuba y a los cubanos, esa visión martiana ayuda a explicar cómo es que sigue siendo hoy la posición de Cuba aquella que está a favor de construir una relación civilizada en pie de igualdad con su vecino del Norte, respetuosa de las diferencias y de la soberanía e independencia de Cuba.

La efímera directiva presidencial de Barack Obama, primera que tratara con respeto y como igual al gobierno de Cuba fue anulada por el gobierno de Donald Trump, pero permitió demostrar que, de existir voluntad política e interés, sí es posible avanzar por la senda del diálogo respetuoso, la única posible, pues para la mayoría de los cubanos no es ni será nunca opción la rendición y la traición a la Revolución que consagró la independencia y alcanzó la soberanía y la justicia social en Cuba. Esa lucha por la soberanía y el derecho a edificar nuestro destino es quizás el elemento que más ha marcado nuestra historia.

Martí al referirse a España apuntaba: “No nos maltraten, y no se les maltratará. Respeten, y se les respetará. Al acero responda el acero, y la amistad a la amistad. En el pecho antillano no hay odio”. Vale igual para nuestros días, aunque difícilmente podremos olvidar el daño y sufrimiento tremendo infligido a toda nuestra población por sucesivos gobiernos de Estados Unidos en aras de asegurar y perpetuar sus intereses de dominación. Martí y su prédica ética es un pilar fundamental y una fuente inagotable de argumentos y recursos efectivos para defender hoy a Cuba con firmeza y optimismo. Como entonces, se siguen reproduciendo por los distintos gobiernos y sectores de poder de Estados Unidos, una ficción, una representación de Cuba hecha a la imagen y semejanza de los intereses de unos pocos y las aspiraciones de dominación de esa nación sobre la nuestra. La base más amplia de apoyo a esos estereotipos es muchas veces aquella parte de la masa de cubanos vulnerable a la manipulación por la ignorancia o como le llamaría también Martí “El desdichado desconocimiento”. Martí rechazaba el individualismo y la adoración de la riqueza. Hoy vemos a quienes fuera y dentro se comportan como “aldeanos deslumbrados” y aceptan dócilmente, por conveniencia individual, la caricatura distorsionada que de Cuba les imponen las operaciones sistemáticas de desinformación de Estados Unidos y su clase dominante para justificar decenas de medidas coercitivas unilaterales, inhumanas y criminales, contra su propio pueblo. Es una política que nada tiene que ver con la protección de los Derechos Humanos de los cubanos porque está movida por los intereses y sectores más mezquinos, por la ambición y seculares objetivos imperiales de no permitir la herejía socialista tan cerca de sus fronteras.

Ese comportamiento sometido de individuos y grupos políticos extremos y corruptos contrasta con la profundidad del conocimiento y la vastedad de la experiencia de José Martí en ese país, su agudeza para separar esencias y apariencias, para distinguir entre lo estructural y lo cosmético o coyuntural. Martiana es la mayoría silenciosa de nuestra emigración, aquella que favorece la comunicación y una relación de paz con su país de origen. Martí, que fue emigrado, está presente en la emigración patriótica de Cuba en Estados Unidos y muchos otros países del mundo. Martiana es la prédica y la lucha de quienes en iniciativas como Puentes de Amor tratan de educar y movilizar a otros para detener el abuso contra sus hermanos.

En José Martí se reconocen muchísimos cubanos y los hombres y mujeres buenos de cualquier lugar del mundo, cuando comprueban una vez más, que los conocimientos políticos del cubano común, tal como lo expresara Martí en Vindicación de Cuba: “se comparan sin desventaja con los del ciudadano común de los Estados Unidos”.

Martí evaluaba la independencia de Cuba como “el suceso histórico indispensable para salvar la independencia amenazada de las Antillas libres, la independencia amenazada de la América libre, y la dignidad de la república norteamericana”.

Como ocurría a fines del siglo XIX, hoy en Cuba se decide mucho más que el destino de un país y de su población heroica. En Cuba se decide si un país de nuestra región tendrá derecho o no a construir un modelo alternativo de sociedad más justa y sostenible que la que el capitalismo salvaje nos quiere imponer; si los pueblos de Nuestra América tienen derecho, como refiere Pedro Pablo Rodríguez en el necesario prólogo de este libro, si es posible que una nación “que abolió los privilegios y la explotación, que elevó las condiciones de vida y abrió amplio espacio al desarrollo de las capacidades de todos los cubanos” se plantee el derecho a disfrutar el fruto de sus riquezas y la soberanía nacional, a luchar por derechos para todos y no para unos pocos; si se puede tener políticas públicas de justicia social en beneficio de la mayoría y no de la minoría.

En medio del cerco recrudecido y las voces enardecidas de odio de quienes apuestan por ambición o ignorancia, con ilusiones crueles, al sufrimiento por dificultades y carencias que el bloqueo estadounidense provoca en nuestra población y a la desestabilización y derrocamiento de la Revolución cubana, se podría repetir sin abusar que tanto a lo interno, como a lo externo, está más vigente que nunca que “Un error en Cuba, es un error en América, es un error en la humanidad moderna” como dijera Martí. “Quien se levanta hoy con Cuba se levanta para todos los tiempos”.[2]

América Latina y el Caribe ya no fueron las mismas después de la Revolución cubana al demostrar lo que se puede hacer en beneficio de todos: luchar por la equidad, las políticas públicas y los derechos de los pueblos frente al abuso de las oligarquías y poderes externos. Lo ocurrido en la Cumbre de Mar del Plata en 2005 cuando los pueblos de América y sus gobiernos dignos rechazaron el convite a un tratado de libre comercio que quería imponer Estados Unidos lo demostró, y lo manifestó también la posición de solidaridad y denuncia a la exclusión de Cuba y al bloqueo criminal de la absoluta mayoría de jefes de gobierno en la llamada Cumbre de las Américas celebrada en junio de 2022 en Los Ángeles.

Hoy se puede afirmar también que América Latina y el Caribe no serían los mismos si la Revolución es derrotada por bloqueos, por la fuerza militar o por la sistemática política de máxima presión que tortura a toda una población y emplea millones en campañas de manipulación y desinformación para responsabilizar al Gobierno de Cuba, el país agredido, del impacto de las medidas inhumanas de abuso de Estados Unidos, el país agresor.

Y así en Martí aparecen otras claves para nuestra resistencia creativa tales como la importancia de la educación científica, el vínculo entre el estudio y el trabajo, la imprescindible forja continua de la unidad de los cubanos frente al vecino gigante y depredador y la lucha por lograr la verdadera integración de los pueblos de América, el sentimiento latinoamericanista, el internacionalismo y la solidaridad. Hoy nuestro país asediado y calumniado crece más cuando le muestra al mundo la importancia y el valor de la virtud, de la lucha sin odio, de la fuerza del amor y de la superior dignidad del respeto frente al resentimiento y el rencor, del rechazo a la intolerancia de cualquier tipo y la lucha por la paz.

Martí nos conduce siempre a equilibrios necesarios en política, al sentido del deber, del honor y el servicio público, al rechazo al caudillismo, la crítica a la mentalidad colonizada, la falta de originalidad y autoestima, el espejismo con el consumo y el individualismo, la explotación o la expansión imperialista.

El concepto del equilibrio en Martí es importante en más de un sentido, como lo es su rechazo por dañino a cualquier fanatismo, su pasión por la justicia social, de “toda la justicia” y sus ideas sobre cómo manejar la crítica a la Revolución interna y la importancia de no desangrarnos en luchas internas mientras exista un enemigo poderoso. Comprende que hay libertades que deben posponerse hasta que se consolide la República y “esté segura” sin temor a discutir las diferencias entre nosotros, pero sin dar espacio alguno al que nos agrede. Estados Unidos sigue apostando a dividirnos, a engañar al mundo y a los propios cubanos. Creen que gracias a su dominio y monopolio de los medios y plataformas de comunicación y culturales podrán capitalizar el descontento de nuestra población frente a carencias provocadas por el abuso del cerco económico financiero, comercial y mediático estadounidense y lograrán corromper y aumentar a muchos más de los pocos que en Cuba le sirven y responden a sus intereses. No lo han logrado en 63 años de agresión gracias a la resistencia creativa, la educación y la firmeza de nuestro pueblo y de sus líderes. Pero no es solo eso, de que nosotros los cubanos, pueblo y gobierno sigamos de conjunto encontrando y construyendo soluciones y superando obstáculos en todo aquello que de nosotros depende mejorar a favor del bienestar de nuestro pueblo y la preservación de nuestros sueños y conquistas dependerá que siga vivo el sueño de Martí.

Hoy se podría repetir aquella frase martiana de “Hemos peleado como hombres y algunas veces como gigantes para ser libres”.

Seguiremos trabajando duro, pero no vamos a dejar de denunciar y recordar cada día que Estados Unidos defiende derechos para su población y para otros países, que son sus amigos, lo que le niega cotidianamente al pueblo cubano. Ya vimos recientemente cómo se comportaron en momentos de mayor dolor cómo endurecieron el cerco cuando otros nos extendieron la mano utilizando como aliado hasta una pandemia en aras de avanzar con sus objetivos políticos fracasados. Se podría evocar a Martí en otras circunstancias similares para referirnos a la actuación oportunista y cruel de Estados Unidos.

En un momento el Maestro expresó: “¡No han de vernos morir por la libertad a sus propias puertas sin alzar una mano o decir una palabra para dar un nuevo pueblo libre al mundo!” Extendieron “los límites de su poder en deferencia a España”. Esta vez se puede decir lo mismo para el gobierno de Biden que en su campaña calificó de inhumanas las medidas de Trump y luego las aplicó con fría crueldad. No alzaron la mano. No dijeron la palabra.

Podemos repetir con Martí al hablar de los derechos de Nuestra América, que hoy el pueblo cubano solo le pide al mundo que se aprecien sus méritos y se respete su sacrificio, que es aún mayor por el alcance que tiene la guerra que unilateral e injustamente nos hace Estados Unidos.

Y también recordar a Fidel: “Podemos decirle a Martí que hoy más que nunca necesitamos de sus pensamientos, que hoy más que nunca necesitamos de sus ideas, que hoy más que nunca necesitamos de sus virtudes”.

La Habana 06 de noviembre, 2022

[1] Patria, Nueva York, 23 de marzo de 1894.

[2] Cuaderno de Pensamiento Crítico, p. 57.

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