Internacionales

¿Por quién llora Jesús en Getsemaní?

“Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños…”

Mateo 18:3–6

Por Raúl Antonio Capote∗ / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

Narran las crónicas de los peregrinos en Tierra Santa, que, en los atardeceres, el sol cubre con una lámina de oro los techos de Jerusalén y los campos de Palestina, los devotos cristianos dicen que escuchan, en el jardín de Getsemaní, al pie del monte de los olivos, la última oración de Jesús de Nazaret.

Palestina es cuna y hogar de muchos pueblos, su historia comienza quizás, con la llegada de los sumerios, acadios, cananeos, amorritas, filisteos, jebuseos, fenicios, hebreos, las constantes invasiones extranjeras sumaron sangre griega, romana, persa, árabe, otomana, etc.

La Biblia menciona que, a la llegada de las tribus hebreas, Palestina estaba poblada por los amorritas, por otro lado, las «Cartas de Tell El-Amarna, encontradas en 1887, en las ruinas de Akhetalon, ofrecen una rica referencia de la época en que reinaba el faraón egipcio, Amenhotep III, de la dinastía XVIII, que gobernó desde 1407 a. C. hasta 1376 a.n.e.

Según el valioso documento histórico, Palestina se dividía en dos regiones, el país de los amorritas, que incluía los territorios que van desde el puerto de Kadesh, al puerto de Akka, frente al monte Carmelo y el lago Tiberíades y en la zona inferior estaba el país de los cananeos.

Israel no dominó nunca totalmente esas tierras, por ejemplo, las zonas costeras de la Palestina bíblica siempre estuvieron en manos fenicias.

Hacía 1223 a.n.e., según menciona la Estela de Meneptat, los hebreos eran tribus nómadas que habitaban la región del Sinaí.

Esas tribus llegaron en dos grupos, con una distancia de varios siglos entre uno y otro, el primero comenzó a arribar hacía el 2500 a.n.e., junto a los arameos. El segundo grupo, que constituirían las tribus de Judá, llegaron huyendo de Egipto, en 1165 a.n.e.

El breve reinado de Israel, fundado por el primer grupo, fue conquistado por los asirios en 722 a.n.e. y Judea es invadida años después por Nekkao, faraón egipcio.

Posteriormente, el rey de Babilonia, Nabucodonosor, captura Jerusalén, destruye el Templo y esclaviza a los habitantes de la región, Judea de existir como reino para siempre.

Alejandro Magno invade Palestina en el siglo tercero, y en el 65 a.n.e. las legiones romanas arriban bajo el mando de Pompeyo, destruyen el Templo y toman Jerusalén, estableciendo la dominación romana en el territorio. Las continuas rebeliones, culminan con la destrucción de la Ciudad Santa donde los romanos no dejan piedra sobre piedra. Roma destierra a los judíos.

Palestina va a ser cristiana, gracias a la dominación romana, luego, en el siglo VII, se transforma en musulmana hasta nuestros días, debe tenerse en cuenta, el legado de las culturas sirias, coptas, armenia, georgiana, egipcia, griega, sasánida y árabe que enriquecen la identidad de la región.

El dominio árabe, que se extendió del 637 al 1072, le pone el sello fundamental a la identidad y conformación étnica, luego llegaron los otomanos bajo el mando del sultán Selim I, en el año 1516.

No existe ninguna justificación histórica que acredite el “derecho” único y privilegiado de Israel, los hebreos, junto a decenas de pueblos, conformaron lo que es hoy Palestina, donde conviven una riada de sangres, culturas y creencias.

La guerra librada por los sionistas para colonizar esa región, violando principios, religiosos, éticos, humanos y legales de todo tipo, no se justifica tampoco desde el punto de vista religioso.

Resulta así mismo, incomprensible, el apoyo de algunos cristianos fundamentalistas al “pueblo elegido”, nadie mejor que ellos deberían conocer el evangelio de Jesús, la buena nueva traída por quien es, para muchos, hijo de Dios y Dios mismo, el mesías, el Cristo, para otros solo un profeta y para un grupo no despreciable, una figura histórica relevante.

El hijo de María y de José, que proclamó que todos los hombres son iguales, que todos los seres humanos y todos los pueblos son elegidos de Dios, no toleraría jamás la masacre de sus hijos en Palestina, como mismo negó el derecho a esclavizar, matar y despojar a otros seres humanos.

Jesús, nacido en Palestina, llora en Gaza por los niños sepultados bajo las bombas, a esos que defendió y considero dignos del reino de Dios.

Recordemos sus palabras y veremos que ser cristianos y sionistas es una contradicción imposible de saldar.

(*) Escritor, profesor, investigador y periodista cubano. Es autor de “Juego de Iluminaciones”, “El caballero ilustrado”, “El adversario”, “Enemigo” y “La guerra que se nos hace”.

Foto de portada: Captura de Video.

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