Cuba

La manía de los pretextos

Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

Los gobiernos de los Estados Unidos nunca han necesitado esgrimir pretextos para agredir, pero apelan a la manía de los efugios, por lo general falsos; sin embargo los concibe y difunde para presentar sus acciones inspiradas en ellos. Acude a los mecanismos políticos hemisféricos como comodín que los apoye a modo de instrumentos agresivos, los ha fabricado, interpretado, impuesto y asumido para influir en la opinión pública estadounidense y en la comunidad internacional con el deliberado propósito de sumar apoyo a sus fines.

En la declaración del Partido Comunista de Cuba el 18 de marzo de 1967: “Para los fines que el imperialismo y su política de represión del movimiento revolucionario mundial persiguen respecto a Cuba no es necesario inventar ninguna mentira ni comprobar ninguna verdad”.

Desde el surgimiento de Estados Unidos como nación, ya concurrían pretextos y doctrinas para apoderarse de Cuba, entre estas la teoría de la Gravitación Política, de John Quincy Adams, la Doctrina Monroe, el Destino Manifiesto y el Fatalismo Geográfico. A finales del siglo XIX, se suma el Panamericanismo tutelado, para involucrar a los latinoamericanos en sus fechorías expansionistas.

Con la visión de Quincy Adams hacia Cuba, no se había hecho otra cosa que aplicar a la Isla lo que el historiador cubano Ramiro Guerra definió como “las cuatro reglas prácticas de la diplomacia expansionista de Estados Unidos”, elaboradas entre 1804 y 1805 por Thomas Jefferson, a saber: Las prendas ambicionadas, mientras los Estados Unidos no pudieran tomarlas, debían permanecer en las manos más débiles; los Estados Unidos debían aguardar “en espera paciente” hasta la ocasión propicia; en el momento difícil del débil, poseedor de la prenda, se debía abandonar la actitud expectante para obrar rápida y enérgicamente contra este y como colofón, las formas debían guardarse en todos los casos y justificarse moralmente el despojo.

La historia más reciente registra ejemplos de diferentes pretextos esgrimidos por sucesivas administraciones norteamericanas para frustrar los procesos independentistas y emancipadores en la Isla. Así fue utilizada en 1898 la explosión del acorazado US Maine para intervenir en la guerra librada por el Ejército Libertador contra el colonialismo español, cuando ya se avizoraba la victoria de los cubanos.

Después utilizaron reiteradamente para intervenir en América Latina uno de los más socorridos: “proteger la vida y las propiedades de los ciudadanos norteamericanos”, como ocurrió en 1958 cuando ya la lucha de liberación en Cuba entraba en sus momentos finales, existían planes para mediatizar el triunfo.

Los pretextos no solo han servido para agredir de forma directa, sino también para justificar o tratar de hacerlo y para mantener la política hostil y agresiva contra Cuba en todos los frentes bajo el principio de la negación plausible, de tal manera que no se pudiera demostrar la participación del gobierno de Estados Unidos en lo que acontece en Cuba.

Entre los pretextos esenciales esgrimidos por el gobierno de los Estados Unidos han estado: el anticomunismo; la supuesta violación de los derechos humanos; la pretendida responsabilidad de la Revolución con la inestabilidad en el Caribe y en América Latina; la llamada incompatibilidad de Cuba con el sistema político regional; la protección de su seguridad nacional y la seguridad hemisférica.

En los inicios, las autoridades norteamericanas se escudaron de las legítimas nacionalizaciones de sus empresas, que ellos calificaron de represalias de Cuba ante la negativa de sus refinerías para procesar petróleo recibido de la Unión Soviética. Tema actualizado con la aplicación total del articulado de la llamada ley Helms-Burton.

Otra amenaza relacionada a la anterior es la llamada exportación de la Revolución cubana, que las administraciones norteamericanas han utilizado para invocar la supuesta afectación a su seguridad y a la seguridad hemisférica, lo cual les permitió imponer el aislamiento hemisférico de Cuba, tras su expulsión de la OEA en 1964, con el voto favorable de las oligarquías entonces en el poder en la región, con la honrosa excepción de México.

Los pretextos han sido sostenidos y mutantes, para justificar la agresión, unos surgieron desde el triunfo revolucionario y se han mantenido por más de seis décadas, otros han sido fabricados y esgrimidos en coyunturas puntuales como: la presencia militar de Cuba en África entre 1975 y 1992.

A principios de la década de los ochenta, Cuba fue insertada en una lista de países certificados por Estados Unidos como patrocinadores del terrorismo, medida punitiva vigente sin asidero jurídico ni político. A estos países les son aplicables un conjunto de medidas de castigo aprobadas en leyes antiterroristas norteamericanas. Por ese motivo, entre otros, se asume que la Isla constituye una amenaza para la seguridad estadounidense, lo cual se añade a las causas que les permiten mantener el criminal bloqueo económico, comercial y financiero, a pesar del rechazo universal hacia el mismo reflejado en sucesivas votaciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, lo que viene manifestándose cada año desde 1992.

Los pretextos no se han sucedido puros, se mezclan con motivos y mentiras, así cuando en 1983, Estados Unidos invadió la pequeña isla de Granada, se esgrimieron 18 pretextos para hacerlo, de estos 13 eran mentiras, que involucraban a Cuba en el conflicto.

Al caer el campo socialista y después en el verano de 1990 cuando se desintegró la Unión Soviética, algunos pretextos históricos menguaron con relación a Cuba, pero en la evolución del impacto que causó en Cuba, estos cambios emergieron nuevas calumnias y algunos motivos históricos, como la manida violación de los derechos humanos en distintas formas de expresión, se fortalecieron.

A lo largo de esta sistemática agresión de sucesivas administraciones contra Cuba, agencias norteamericanas han diseñado provocaciones con el fin de fabricar pretextos que permitieran la intervención militar directa en Cuba.

El 9 de agosto de 2017, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, informó sobre la nota recibida 17 de febrero de ese año, de la Embajada de los Estados Unidos en La Habana y del Departamento de Estado, entidades que informaron al Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba sobre la presunta ocurrencia de incidentes que causaron afecciones a algunos funcionarios de esa sede diplomática y sus familiares.

Se identificaron a 24 supuestas víctimas que sufrieron aparentes ataques en Cuba entre noviembre del 2016 y agosto del 2017. Este presunto hecho fue investigado de manera exhaustiva, prioritaria y urgente, se solicitó la necesidad de compartir información y se propuso establecer cooperación entre las autoridades competentes de ambos países.

El 23 de mayo, el Departamento de Estado informó a la Embajada de Cuba en Washington la decisión de que dos diplomáticos cubanos abandonaran el territorio de los Estados Unidos. Ello motivó una protesta del Ministerio de Relaciones Exteriores por esta injustificada e infundada decisión punitiva.

El pretexto estaba instalado, no importaba si era real o no. Hasta ahora, el Departamento de Estado ha dicho que no ha podido descubrir las causas ni quién ni qué causó los ataques, pero que sirvieron de pretexto para disminuir el personal diplomático de ambos países y generado una crisis diplomática que prácticamente motivó el cierre de la embajada estadounidense en La Habana, y la cubana en Washington al ser expulsados, en represalia, la mayoría de sus funcionarios con el innecesario deterioro del proceso de restablecimiento de relaciones, iniciado años atrás.

Ahora, cuando la administración demócrata de Joe Biden, no ha expresado aún su política hacia Cuba, en espera oportunista de los efectos acumulativos de más de 65 años de bloqueo genocida, colapsen a la irredenta nación y sus voceros alegan que la Isla no es una “prioridad” para Estados Unidos, así como se mantienen activas las más de 243 medidas de castigo impuestas por el pasado gobierno, el duende de los fantasmales ruidos se ha revitalizado después, como acción paranormal, con el fin de entorpecer cualquier encausamiento de las deteriorados nexos diplomáticos. Otro esgrimido artilugio jusitificador ha sido la inclusión en la infame lista de países que supuestamente patrocinan al terrorismo o no contribuyen a su enfrentamiento, según el calificador estadounidense.

El presidente estadounidense, Joe Biden, reconoció anteriormente el daño infligido a los cubanos las políticas fallidas de Washington contra la Isla, concebidas para ser aplicadas con el empleo de la fuerza y la coerción en busca de sus propósitos. Un proceso de revisión al respecto sigue en la retórica y narrativa al margen de sus prioridades, aunque lo real y tangible es su política en este año electoral, es la de “máxima presión”, que intenta someter y doblegar la voluntad política cubana de labrar su propio destino de manera independiente y soberana sin tutelajes. .

Se afirma también que Biden ha reconocido el daño infligido a los cubanos y durante su período en la vicepresidencia del país, se expresó en apoyo de los esfuerzos del ex presidente Barack Obama para disminuir las restricciones de viaje y comercio con la mayor de las Antillas, si lo pensó o lo dijo, eso ha quedado en el olvido, los estadounidenses han sido privados de su derecho ciudadano de viajar con libertad, también la autonomía de comerciar sin distintos, ha sido borrada en las relaciones con la Isla.

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

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