En la era Trump, el terrorismo es permitido en Estados Unidos (III y final)
Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.
La convocatoria, su difusión por las redes sociales, el realizarse en un lugar público, con entrada libre y promover que hasta el parqueo está incluido, es una provocación llena de impunidad, en un país, que intenta convencer que combate al terrorismo. Reunir a un panel de criminales de lujo, probos en el empleo del terror contra Cuba, con anuncios que inculcan el pavor de escuchas y lectores, como el sugerente de Pedro Remón, que daba en uno de sus avales: “Asesino de Eulalio Negrín” o el de Virgilio Paz: “Asesino de Orlando Letelier”, de manera similar se identificaba a José Dionisio Suárez Esquivel, quien además de un extenso prontuario policial, tiene deudas pendientes con la primera oleada de emigrados llagados al “sueño americano”, aquellos que salieron en los primeros años inmediatamente posteriores al triunfo de la Revolución. El destacado terrorista, fue seleccionado, entonces, como miembro de la Columna No. 9, que lideraba el comandante del ejército de Fidel Castro Ruz, el insubordinado después, Hubert Matos Benítez, para formar parte de los Tribunales Revolucionarios, que de forma expedita y sumarísima juzgaron a cientos de uniformados de todos los cuerpos armados del Gobierno de Fulgencio Batista y los condenaron a elevadas penas, la más empleada fue la condena máxima por fusilamiento. A Esquivel lo apodaron “charco de sangre”, porque solo proponía la muerte como opción de castigo.
A mediados de septiembre de 1976, un comando de la DINA, chilena, se infiltró en Estados Unidos, con la misión de eliminar al ex canciller del Gobierno de la Unidad Popular, presidido por Salvador Allende. Orlando Letelier del Solar también fue embajador en Estados Unidos, ministro de Defensa y se había convertido en un activo activista contra el fascismo estatal en Chile.
El grupo de sicarios lo integraron Michel Vernon Townley, estadounidense al servicio de los golpistas chilenos y los terroristas de origen cubano y destacados miembros del fascista Movimiento Nacionalista Cubano, con sede en Estados Unidos, Virgilio Paz Romero y José Dionisio Suárez Esquivel, cedidos a la junta fascista y sumados a la parte más letal de la Operación Cóndor, consistente en la eliminación física de adversarios.
Los conjurados Townley y Paz, fabricaron la bomba en un hotel en la capital del país y a Esquivel le toco matarlo. El estadounidense colocó la bomba debajo del asiento del chofer del sentenciado el sábado 18 de ese mes, sería activada por control remoto y esa misión se la dieron a Esquivel, para ejecutarlo el lunes 20. El terrorista alegó no poderlo hacer ese día, debido a que le apremiaba regresar a Miami para trabajar, pero propuso que el martes 21, podría hacerlo.
Así quedó decidido y realizado con oficio, el estallido cercenó la vida del chileno y de una joven estadounidense de 26 años, que lo acompañaba, convertida en un “daño colateral”, término empleado en este tipo de ejecuciones extrajudiciales, fue un trabajo en equipo de la internacional del crimen que fue Cóndor.
Al panel se sumó a Enrique Encinosa Canto, uno menos destacado, pero igual terrorista, hacedor de libros que conciben la apología a la violencia y al terror, como el titulado Cuba en Guerra, financiada su edición en Colombia, con fondos de la llamada Comisión de Seguridad de la Fundación Nacional Cubano Americana.
El panelista del simposio Encinosa Canto, registra en su currículo de “cabeza caliente”, expresión para destacar a los más violentos en el argot de ese medio, el haber sido el “curador” de la obra pictórica del archi criminal Luis Clemente Faustino Posada Carriles, quien murió impune, en su lecho en Miami, de los crimines cometidos en Venezuela, El Salvador y contra Cuba, por ser uno de los autores intelectuales del derribo en pleno vuelo del avión civil cubano en Barbados, el 6 de octubre de 1976 y jefe de los mercenarios venezolanos que colocaron las letales bombas en la nave.
El moderador de ésta increíble reunión apologética de la violencia asesina, fue Julio L. Shilling, un asalariado del emporio de la contrarrevolución cubana, que tiene cientos de vividores en su plantilla, con vastos antecedentes como haber pertenecido al llamado Pen Club, radicado en París y del cual fue figura cimera el finado Carlos Alberto Montaner Suris, terrorista desde los 16 años, trasvertido años después en pluma tarifada al servicio de los peores intereses pagados por el mejor postor.
La ocurrencia de este tipo de eventos en medio de una histeria gubernamental estadounidense es peligroso, puede enervar procederes y generar que el terrorismo se retome como opción agresiva, cuya ejecutoria principal la distingue Marco Rubio, transitorio secretario de Estado, cargo que es una talla superior a la que él alcanza para estar al límite de su incompetencia, ha querido creer, que Donald Trump ha olvidado sus epítetos contra él, durante las lidias electorales, descarta en sus creencias un dato esencial, el Mandatario es Gemines con Luna en Sagitario, su carta astral destaca, que no olvidar es uno de sus rasgos.
(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.