Realidades sobre los presos cubanos en Estados Unidos (III)
Por José Luis Méndez Méndez* / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.
La situación real de los migrantes cubanos en cárceles de Estados Unidos, internados en espera de la solución definitiva a sus casos, se ha tornado perturbadora. Tras intensos esfuerzos por salir del país, con la opción límite de intentar de manera ilegal, insegura y desordenada emplear el canal marítimo o aventurarse a recorrer América Latina y Centroamérica, desde parajes tan distantes como Bolivia, Ecuador, Colombia o integrar las llamadas caravanas que desde varios países centroamericanos procuran llegar al destino prohibido, inspirados en la errática y peligrosa política de sucesivas administraciones estadounidenses sobre el tema migratorio.
Algunos, que raramente califican para ingresar a territorio norteamericano por puntos fronterizos de la línea común Estados Unidos-México, son devueltos a territorio mexicano en espera de la decisión, otros llevados a campamentos de tránsito o cárceles en suelo estadounidense para sumergirse en un limbo jurídico, de esperas, audiencias, gestiones de abogados tarifados, que puede durar meses y hasta años.
Todo tipo de mentiras se emplean para ganarse el pase al sueño americano, hay historias tan inverosímiles que los jueces experimentados desarman de inmediato las cuartadas y el caso se torna perezoso y hasta toma una ruta de no regreso, que hace conflictiva la relación. Una máxima está presente: “A los norteamericanos no les gusta que lo tratan de engañar”, referente a los embustes que emplean para hacerse elegibles.
Hay pasajes de estos aspirantes a “refugiados políticos” que resultan alarmantes por su contenido.
Se recuerda, que un cubano de la provincia de Pinar del Río, llamado Roylán Hernández Díaz, de 43 años, se suicidó en una cárcel de Louisiana donde se encuentran otros 500 cubanos esperando sus audiencias de inmigración, que determinarán si son admitidos o deportados a su origen.
El caso de Hernández Díaz resulta particularmente atípico, porque el fallecido y su esposa cruzaron la frontera mexicana-estadounidense hace cinco meses por el punto fronterizo de El Paso, Texas, y fueron detenidos por inmigración. Sin embargo, la mujer fue liberada y el esposo enviado a la cárcel en Louisiana.
En esa misma cárcel de Pine Praire, otro cubano, identificado como Osleivy Carnaval, de 26 años, se cosió la boca después que un juez de negó su pedido de asilo político con el argumento de que el joven no tenía una razón “creíble” para temer que fuera a sufrir represalias si regresaba a Cuba de regreso.
Las autoridades lo descubrieron cuando fueron a buscarlo a la celda para deportarlo por la vía aérea, informaron a la familia y, desde entonces, han levantado un bloqueo informativo a su alrededor. Según abogados de inmigración, Carnaval fue trasladado recientemente a Miami, y habría sido finalmente deportado.
Trifulcas, aislamientos, autoagresiones, amenazas y sobre todo hacerse sentir y llamar la atención sobre sus situaciones migratorias son frecuentes en estos sitios de espera donde el migrante cubano, dista de gozar los privilegios de antaño, al menos en esta administración demócrata, que mima y cultiva solo a los de procedencia isleña que viven en Florida, que les puede proporcionar fondos y votos para sus aspiraciones presidenciales.
(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, «La Operación Cóndor contra Cuba» y «Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba». Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.
Foto de portada: El Periódico.