Internacionales

Siria se muere

Por Patricia María Guerra Soriano / Colaboración especial para Resumen Latinoamericano.

“Hay algo en la guerra civil en Siria que no parece cambiar nunca”-escribía en agosto de 2016, el periodista Max Fisher-la razón que adujo el articulista en The New York Times fue simple y dolorosa: “cualquier intento para solucionarla fracasa”.

A cinco años de esa reflexión y a diez del inicio del conflicto, el proceso por lograr la paz en Siria parece un bucle infinito en el que, como en programación, las condiciones para finalizar nunca se cumplen, de manera que se ejecuta una secuencia de código repetidamente que, en este caso, ahoga en el fracaso el término de la guerra.

Geir O. Pedersen, enviado especial de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para Siria, lamentó, este viernes 29 de enero, la lentitud con que avanzan representantes del Gobierno de Bashar al-Ásad, de la oposición y la sociedad civil reunidos en el Comité Constitucional para Siria, desde que en 2019 se creara el órgano como respuesta a una de las peticiones de la resolución 2254 aprobada por el Consejo de Seguridad en 2015.

La redacción de un nuevo texto fundacional para la nación se sostiene sobre una frágil cuerda de entendimiento. Tras la quinta sesión de trabajo del cuerpo menor del Comité, compuesto por 45 personas, Pedersen advirtió que el proceso político no está produciendo un cambio real, por lo que las elecciones libres y justas a las que aspiran “parecen lejanas en el futuro”.

Con Pedersen nombrado en noviembre de 2018, han sido cuatro los mediadores de Naciones Unidas que han abogado por contener la guerra desde 2011. A ese intento se han suscrito otros como el diplomático argelino Lajdar Brahimi; el exsecretario general de la ONU, Kofi Annan y el veterano, Staffan de Mistura, quien entre 2016 y 2017 hilvanó varias rondas negociadoras que, finalmente, estallaron sin resultado alguno.

De nada han servido las conferencias de paz y las reuniones en Ginebra. Mientras las autoridades gubernamentales y la oposición acuerdan un cambio, el pueblo sirio va muriendo y Siria se vuelve la crónica viva de la tristeza contemporánea.

La década de guerra tiene el nombre de millones de víctimas. De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), más de 7 000 niños han sido asesinados o mutilados y más de 3 000, reclutados para combatir. Alrededor de 5, 6 millones de personas han intentado llegar hasta las fronteras de Turquía, el Líbano y Jordania; otras han cruzado el Mediterráneo para alcanzar Grecia o Italia y al menos 6, 2 millones han buscado refugio en diferentes zonas dentro del país. Esas cifras representan que casi la mitad de la población anterior a 2011 ha abandonado su hogar por el conflicto.

Casi un cuarto de las guerras civiles terminan con un tratado de paz, a menudo, porque ambos bandos están exhaustos; sin embargo -como hace notar Fisher-en Siria tanto el Gobierno como los insurgentes no están solos y el cansancio de la ciudadanía no se refleja en los bandos del enfrentamiento. El apoyo de fuerzas extranjeras (Estados Unidos, Rusia, Irán, Arabia Saudita y Turquía) balancea el panorama plagándolo de violencia, muertes y, lo peor, de incertidumbres que bloquean la posibilidad de un acuerdo final.

Los patrocinadores extranjeros determinan una fluctuación agobiante al reforzar los mecanismos para no perder la guerra. El resultado es el empate indefinido que mantiene en ascuas a su población sobre un escenario de matanzas masivas, indiscriminadas y repetidas en todos los flancos.

A las crisis política, económica y social se suman las consecuencias de la pandemia de COVID-19 que, a pesar de no ser más peligrosa que los desafíos soportados durante tanto tiempo, añade retos extremos para millones de personas que ya vivían por debajo del umbral de la pobreza.

Los responsables de la guerra se entretienen en las idas y venidas de sus delegaciones que terminan abandonando con un portazo la ciudad suiza de Ginebra; en tanto, el dolor se enquista en los cuerpos sirios y en las paredes destruidas de un país cansado de prólogos pacifistas y de una inercia que los vuelve anémicos.

Foto de portada: Tomada de El Periódico

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