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¿Por qué es importante la conferencia sobre el clima, COP26?

Por Patricia María Guerra Soriano / Colaboración especial para Resumen Latinoamericano

Cuando desde este domingo 31 de octubre hasta el viernes 12 de noviembre se desarrolle en la ciudad escocesa de Glasgow la vigésimo sexta Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima COP26, representantes gubernamentales y activistas sociales estarán definiendo el rumbo de lo que podría considerarse la última oportunidad para salvar al planeta.

A pesar de que el cambio climático es una de las principales emergencias que sacuden al mundo, las acciones gubernamentales para contrarrestarlo aún no son suficientes, una condición que puede determinar el aumento de la temperatura global hasta al menos 2, 7 °C en este siglo.

Un incremento en esa magnitud, según la Organización de Naciones Unidas (ONU), podría suponer un aumento del 62 por ciento de zonas calcinadas debido a incendios forestales en el hemisferio norte durante el verano, la pérdida del hábitat de un tercio de los mamíferos de la Tierra y períodos de sequías más frecuentes, de entre cuatro y diez meses; una verdadera “catástrofe climática” que Antonio Guterres, secretario general de dicho organismo internacional, señala por su afectación letal a regiones como el África subsahariana o a pequeños Estados insulares en peligro ante la subida del nivel mar.

Limitar el calentamiento mundial a una temperatura media de 1, 5 °C es una de las urgencias a solucionar para garantizar la vida humana. No obstante, las perspectivas no son halagüeñas y si bien tienen como antecedentes la realización de reuniones anuales sobre el clima, el cumplimiento de sus acuerdos no ha sido uniforme.

En 1994 entró en vigor la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, un convenio firmado actualmente por 197 naciones y con el cual se acordó “estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera”. Desde ese año, la ONU reúne a casi todos los países del mundo en cumbres conocidas como las “COP”, siglas que denotan  “Conferencia de las Partes”.

Durante el tiempo transcurrido se han acordado como ampliaciones de dicho convenio, el Protocolo de Kioto, en 1997, que definió los límites de emisiones con vista a alcanzarse para 2012 por parte de las naciones desarrolladas y el Acuerdo de París, en 2015, en el que se decidió intensificar los esfuerzos para limitar el calentamiento global e impulsar la financiación de las acciones sobre el cambio climático.

En la COP26, los delegados deben acordar las normas necesarias para aplicar el Acuerdo de París y ajustar plazos comunes sobre la frecuencia de revisión y seguimiento de compromisos climáticos, presentar planes ambiciosos en plazos concretos y posibles hasta alcanzar las llamadas cero emisiones netas.

Aunque el último informe de la ONU sobre la brecha de emisiones expone que un total de 49 países, además de la Unión Europea, se han comprometido a un objetivo de emisiones cero, la realidad indica que muchos retrasan las medidas de acción hasta después de 2030 y construyen proyectos que resultan incoherentes con los planes de contribución determinados a nivel nacional.

Guterres ha sido certero al respecto cuando esta semana advirtió: “Ya ha pasado el tiempo de las sutilezas diplomáticas. Si los Gobiernos, especialmente los del G20, no defienden y lideran este esfuerzo, nos dirigimos hacia un terrible sufrimiento humano”.

El cambio climático vuelve a la primera línea de la agenda internacional luego de su aplazamiento debido a la pandemia de la COVID-19. Han pasado tres décadas de crecientes emisiones, principalmente por el aumento incesante de la quema de combustibles fósiles, pero ya no hay tiempo para revertir los perjuicios, se debe acelerar el ritmo. “Los científicos tienen claros los hechos-zanjó Guterres este viernes-, los líderes deben ser tan claros en sus acciones”.

Foto de portada: El comercio

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