Cuba

Un alma que no puede desaparecer

Llueve a cántaros y me apresuro al encuentro con la mujer que acompañó por casi treinta años a la presidenta fundadora de la Federación de Mujeres Cubanas, Vilma Espín Guillois.

Alicia Martínez Préstamo me recibe en su casa y durante más de tres horas me habla de su “jefa Vilma” de quien fue su ayudante personal desde los 26 años de edad.

“Quise a Vilma antes de conocerla personalmente. La quise porque mi abuela y mi mamá me enseñaron a quererla por la figura que Vilma representa para los cubanos y las mujeres en particular. Mi abuela viajaba en camiones que venían de Santa Lucía, en Minas de Matahambre, Pinar del Río, a la Plaza de la Revolución en La Habana, a las movilizaciones. Imagínate cuando me dijeron que iba a trabajar directamente con ella. Además del temor que sentí por la responsabilidad que asumiría tuve una gran emoción. Pensé en mi abuela y en mi mamá. Y pensé en todas mis compañeras. Me designaron a mí, pero pudo tocarle a cualquiera de ellas. Siempre se los dije y siempre se los hice saber”.

Alicia se pone seria y me advierte que la entrevista es para hablar de Vilma. Por supuesto, le respondo. Sin embargo, la voz que narra fue testigo presencial de la dedicación de Vilma Espín a la Federación de Mujeres Cubanas, al país y a las causas justas del mundo. Alicia es poseedora de un repertorio vivo difícil de omitir.

“Me dije y cómo va a ser esto ahora porque estar todo el tiempo al lado de una persona es un camino a recorrer y cuando el compañero que trabajaba conmigo, Bowen, me la presenta y le dice: Vilma, Alicia es la compañera designada para trabajar con usted, ella exclama:  que bien. Me saludó con un besito y entramos. Estaba la oficina de Alicia Imperatori, su jefa de despacho y la de ella a continuación. Nunca cerraba la puerta ni había intercomunicador. Aquello era a viva voz”.

“Me senté al lado de Alicia, la jefa de despacho, y al rato ella llama: Alicia y las dos le respondimos: ‘diga Vilma’ y expresó: que bueno está esto, llamo una y me contestan dos. Respiré profundo y me dije: me parece que va a hacer un buen inicio. Su naturalidad me hizo sentir tranquila.”

“Comencé a conocer sus actividades, todo el trabajo que teníamos que hacer y pasó un año y otro año y esa admiración se fue convirtiendo en cariño y ese cariño se fue convirtiendo en fidelidad, amor, en necesidad y creo que llegó a ser un vicio porque Vilma es una persona muy especial. En mi mirada y en mi corazón siempre va a estar ella. Va a estar de una forma muy especial, con amor, cariño. A Vilma la adornan tantas cosas sin dejar de ser una persona de carne y hueso como todas nosotras. Nació con esas cualidades. Porque una persona que le duela tanto el dolor ajeno, una persona que haya renunciado a todas las posibilidades que ella tenía, materiales y de todo tipo en su juventud, para jugarse la vida de la forma en que lo hizo tiene que ser muy especial. Piensa que nació en el año 30 y tiene esa luz tan larga de ver el futuro con acciones reales. Pero ella tuvo la posibilidad de pensarlas, de sentirlas y de hacerlas y de dejar resultados y muchas tareas pendientes”.

Alicia habla desde el presente de su memoria. Para ella, Vilma siempre está. Su vida no quedó en el pasado. Admira la capacidad de su jefa para atender tantas misiones a la vez y siempre por el bien de los demás.

“Es por el bien de los niños, de las mujeres, de los hombres. Cuando ella quería que las mujeres parieran, como empezó a hacerse, tomadas de la mano de los hombres, estaba pensando en el bien de la familia. Cuando ella logró, que después lo perdimos, que en las salas de los hospitales los hombres tuvieran el derecho de ir a cuidar a sus madres y a sus esposas, eso estaba prohibido y ella decía pues ponen un paraban, pero no le podemos quitar el derecho a nuestros compañeros de ir a cuidar a sus seres queridos. Estaba pensando en nosotras, en las mujeres. Estaba pensando en nuestros compañeros. Siempre aclaró muy bien que la batalla de nosotras no era contra los hombres, era junto a los hombres, siempre a su lado”.

“La preocupación de Vilma Espín por los hogares de niños sin amparo filial era constante. Cuando se hizo el libro sobre ella, los compañeros de la editorial Capitán San Luis me llamaron y lo presentamos en muchísimos lugares. Fui a dos prisiones de mujeres. Después que hablamos del libro, les describo a la Vilma de carne y hueso, que su color preferido era el verde, que sabía cocinar, que se diseñaba sus modelos de ropa. Que estaba pendiente de los elásticos de los pijamas de los nietos, los detalles de una madre, de una abuela. Me gusta que la vean cerca. Tan humana como era. Y se me ocurre preguntar en la prisión: ¿alguna la conoció personalmente? tuve la agradable sorpresa que una muchacha se paró y llorando me dijo: la conocí personalmente porque me crie en un hogar de niños sin amparo filial. Recuerdo a Vilma que nos iba a visitar y nos revisaba la ropa de nosotros; las camas, las libretas. Iba a la cocina a ver la higiene de la cocina y qué estaban cocinando. Siento que traicioné a Vilma. No quedé bien con ella, pero cuando cumpla aquí voy a ser dirigente de la federación del bloque y voy a cumplir con ella”.

“En otra prisión que presentamos el libro, hice la misma pregunta y se pone de pie una señora y me dice: ‘la conocí personalmente porque fui a la Federación en una ocasión y pusieron una mesita con una meriendita y ella se me acerca y me pregunta ¿tienes nieto? y le dije sí uno de cuatro años, pues llévale bombones y caramelos’. Te imaginas encontrar en esos lugares personas que hayan podido guardar un recuerdo de ella. Eso te da la imagen. Es como un termómetro que marca la temperatura de hasta dónde llega Vilma. De hasta dónde puede estar en el corazón de cubanas y cubanos”.

“Vilma es sencilla y de muy buen gusto. Siempre lleva un pasador, pañuelos, flores. Recuerdo que una vez le regalaron una tela verde y Paquita, su costurera, le hizo un juego de pantalón y chaqueta e íbamos a una reunión y ella asistía como representante del gobierno de Cuba y de Fidel. Por la noche siempre preparábamos lo del día siguiente porque se dormía muy poco. Le dije:’jefa, mañana que se va a poner y me respondió: me estrenaré el juego de pantalón y chaqueta verde, como me toca hablar’, y entonces le pusimos el pasador, buscamos el pañuelo. Esas reuniones a veces se ponían muy difíciles, fuertes discusiones y ella iba a defender a Cuba y a América Latina y a las mujeres del mundo. Se alargó la jornada y no le tocó hablar ese día y por la noche cuando vamos a preparar lo del día siguiente le pregunto y que se pondrá mañana y me dijo: lo mismo que hoy, te dije que iba a hablar con esta ropa. Lo importante para ella era lo que iba a decir”.

“Vilma estaba trabajando y de repente nos decía muchachitas que palabra podemos poner más fuerte porque es muy poquito el tiempo del discurso y te pedía un tecito. Yo le decía camine un poquito, descanse las piernas; no tenemos tiempo, me respondía. Yo pensaba: si la pudiera filmar para que los demás vieran a lo que iba a lo viajes”.

“Tú preguntas: pero cómo tenía tiempo para tantas cosas. Sabes por qué, no trabajaba ni por días ni por horas a veces a las ocho o nueve de la noche ella decía todavía es temprano. Y estar a las 3 y 4 de la tarde en la oficina y virarse y preguntarnos a Alicia Imperatori y a mí: qué letra estará comprando hoy. Cuando era la de ella, la F3, nos decía vámonos para las tiendas. Llegábamos a Galiano a La Época y si había telas y les gustaba, nos decía: vamos a marcar en la cola y la gente decía nooo Vilma pase usted y ella de ninguna manera. Hubo personas que querían hasta pagarle la compra y por nada del mundo”.

“Le fascinaba ir a la ferretería. Ella compraba los cáncamos para colgar las macetas, le encantaban las pinzas para cortar las rosas porque ella sabía por dónde. Sabía de todo porque leyó mucho, se instruyó mucho. Es un ejemplo de una cultura general integral y además porque escuchaba a las personas. Le gustaba la música y cantaba. Los boleros y la música instrumental eran sus preferidos, pero a la vez decía que no había algo tan sabroso que arrollar en una conga en Santiago de Cuba. Te das cuenta que es una cubana. Ella pertenecía a la coral en Santiago y a la vez era la capitana del equipo de voleibol de la universidad. Le pusieron las mambisas”.

“Ella nos contaba que lo que quiso estudiar fue medicina y ser cirujana del corazón. Pero como en Santiago de Cuba no se estudiaba medicina y ella no quería ir a La Habana cambió de carrera y fue la segunda mujer que se graduó en Cuba de Ingeniera Química Industrial. Decía que eso o piloto, le encantaban las alturas. Estuvo siete años en ballet. Conoció a Alicia Alonso, en un Lago de los cisnes que hicieron en Santiago. Empezó a estudiar guitarra clásica, pero decía que los dedos no le acompañaban. Hablaba, leía y escribía perfectamente el inglés y el francés. Ella habló francés primero que español. Su mamá era descendiente de franceses y le tocaba el piano y cantaba en francés”.

“Vilma dijo que se iba a enamorar el día que se enamorara de verdad. Eso de tener novio por tenerlo, no. Cuando sus amiguitas se enamoraban les decían a sus madres: déjanos ir, sabes quién va, Vilma. Si ella iba, era un sello de garantía y dejaban ir a las amigas”.  Asela de los Santos Tamayo, su amiga de siempre, nos contaba eso. Vilma era muy seria”.

“A ella le hacía muy feliz que las personas hicieran las cosas bien. Fue muy, muy disciplinada. Disfrutaba que la gente tuviera su familia. Una mujer de mucha familia porque su mamá y su papá fueron de familia y muy buenas. Jugaban en la cuadra con los amiguitos de todo tipo y colores allá en San Jerónimo. Los vecinos de entonces lo recuerdan”.

“Vilma Espín fue una figura internacional muy respetada. Era vicepresidenta de la Federación Democrática Internacional de Mujeres, FEDIM. Cuando desapareció el campo socialista, la sede estaba en Berlín y quisiera que vieras que desesperación tuvo por preservar la FEDIM y toda la documentación. Había una alemana, Brigitte Triems y desde la Federación en Cuba, Vilma la llamaba para salvar todos los archivos y no se perdiera nada. Se pasaba madrugadas en eso. Les decía: recojan todo, conserven todo y lo digo porque fue la verdad: quien salvó la FEDIM después de eso, fue Vilma. En un viaje de regreso que veníamos de África, pasamos por Paris y se reunió con representantes del Partido Comunista de Francia. Afortunadamente dieron un local y una compañera se hizo cargo de todo. Fue una sede provisional pequeñita pero allí continuó hasta que después pasó a Brasil”.

“Una vez fuimos al Congreso mundial contra la explotación infantil. No hubo una agresión a Cuba, ella solo no defendía a Cuba. Las injusticias del mundo entero para ella eran iguales. El día de la inauguración anuncian que van a leer la declaración final. Cuando escuchó eso, fue para el micrófono e hizo una denuncia y dijo que los pasajes costaban muy caros para que le faltaran el respeto a Cuba y al resto de los países y fue muy aplaudida. Ella brilla con luz propia”.

“Vilma siempre tuvo tiempo para su familia, para ser madre, esposa, abuela, para ser amiga y compañera. Teníamos preocupaciones con el poco tiempo con los niños y ellas nos decía: miren, no se preocupen, claro que queremos estar más, pero lo que estamos haciendo también es por ellos. Ustedes se han puesto pensar en las familias que se pasan las 24 horas del día con los hijos y no aprovechan el tiempo, lo pierden. Entonces si estas cuatro, cinco horas y las aprovechas bien eso es más que el mucho que no se aprovecha. Te consolaba escucharla y te daba fuerzas para cocinar de noche, lavar de noche, dormir poco. Al otro día vestirte y ponerte como si hubieras dormido 18 horas”.

“Muchos domingos trabajaba y otros estaba en el interior del país o de viaje, pero siempre trató de preservar la hora del almuerzo con su familia. Me pedía ir a ver los profesores en las escuelas de los hijos. Estaba pendiente de la ropa de su esposo, de que si la corbata tal le pegaba a tal camisa”.

“Cuando crearon el taller de la moda experimental que ubicaron en la Rampa, Martha Casas estuvo al frente mucho tiempo, una pinareña. Vilma dijo: ‘la minifalda fue una estrategia de Fidel y mía porque había poca tela y entonces para no hacer las sayas largas se hicieron cortas, la minifalda’.

“Cuando el período especial, fuimos al Central Urbano Noris, viramos con una jaba llena de cenizas del Central y nos enseñó a hacer el cloro. Nos decía: la mitad del cubo de cenizas y la mitad de agua y déjenlo reposar de 24 a 48 horas y después lo cuelan. Con esa ceniza también se pueden fregar las cazuelas y los jarros. A Vilma le gustaba planchar los pantalones de su papá y sacarle el filo. Nos enseñó a lavar con maguey, una suculenta que se parece al aloe. Ella decía: cojan una media, picoteen el maguey, lo ponen dentro y hacen un nudo. Esto tiene tremendo fijador para la ropa de color. Y es verdad que hacía una espuma tremenda. La ropa oscura se lava con eso y es una maravilla. Cuantas veces yo llegaba y echaba esa ceniza a los azulejos del baño y si le agregabas un poquito de luz brillante quedaba limpio, soltaba todo el jabón que se le pegaba”.

“Vilma nunca se sacó las cejas. Decía que dolía mucho, que para qué. Se ponía su sombrita, pero por el tema de la alergia no era de mucho maquillaje, sí se pintaba los labios de rojo. Nunca se abrió huecos en las orejas. A las hijas las dejó para que ellas determinaran cuando crecieran. Usaba aretes de clip y siempre muy femenina, fina y dulce. Su color preferido era el verde. Yo le decía por qué no se compra un delineador verde y me respondía: es que da trabajo y no tengo tiempo para eso. Hasta que un día lo logró. Le gustaba estar arreglada y presentable”.

“Vilma conocía por sus nombres a las dirigentes de todas las provincias y al personal de servicios”.

“Un día veníamos de viaje y el avión hizo escala en Holguín y subieron un médico y una enfermera con una niña pequeñita en una incubadora y la mamá de 18 años. Desde que se montó en el avión me dijo: Alicia vamos a sentarnos al lado de ella y empezó a preguntarle todo sobre la niña. Me dijo dale mis teléfonos. Al rato me pide ir corriendo a la cabina porque el médico dice que queda poco oxígeno. ‘Corre y dile para llamar al hospital y que la ambulancia que vaya al aeropuerto tenga oxígeno’. Se desesperó como si la que iba en la incubadora fuera de su sangre. Todos los días tenía que darle un parte con los muchachos de las Tunas. La muchacha era de un municipio dentro de las Tunas.  El dolor ajeno le dolió mucho”.

“La niña se murió porque tenía una malformación incompatible con la vida y ella le dio seguimiento a la madre. Los tuvieron en una casa de visita del gobierno en su provincia hasta que se le entregó un terrenito. Tuvieron que estudiarse y el segundo lo lograron. El muchacho cada vez que encontraba un teléfono me llamaba lo mismo a las doce de la noche que a la una de la mañana: Alicia ya vendí la yegua que era lo último que me quedaba me decía y yo tranquilo no te preocupes y ella pendiente de los muchachos”.

 “Vilma no ha dejado de estar al lado mío. Eso no lo puedo pensar. Hay días que me levanto y pienso: que falta me hacía hablar con Vilma. Cuando voy al Segundo Frente y me paro frente a su piedra siempre le converso y le digo y siento que, si no entiendo una cosa, ella me lo aclararía. Pienso que hace tanta falta. Me duele mucho cuando hablan de cosas que ella hizo hace años y se creen que están descubriendo el agua tibia”.

El código de las Familias, por ejemplo, ahora hay que actualizarlo, pero no es nuevo. Estuvo hasta el último momento trabajando en el código. La licencia de maternidad y paternidad, eso lo trabajó ella. Quién empezó a llevar a los artistas y deportistas a los centros de reeducación que se llamaban así, a hacer eventos hasta en el Pedro Marrero, que fue Silvio Rodríguez, artistas que ella vinculó para llevar a esos centros. Vilma hacía encuentros en las calles con las personas, se ponían sillas y ella ahí escuchando. Le dedicó muchas horas al código de la Familia y a las Comisiones de prevención y atención social que desaparecieron. Ahí hay testigos que pueden hablar de eso”.

“El mejor homenaje a Vilma es cumplir con el deber de cada cual abiertamente, ser transparente. Hacer las cosas bien porque se sienten. No que el discurso vaya por una parte y la acción por otra. El mejor homenaje es ser siempre sinceros, esforzarse cada día por hacer mejor las cosas y decir la verdad. Decía que había que expresar la verdad. También se ponía brava cuando las cosas salían mal. No soportaba la mentira”.

“Hace 14 años que no está físicamente pero no saco esa cuenta. Ella sigue conmigo. Creo que su vida y a lo que la dedicó, merece mucho respeto. Todos los días le llevaba las flores de mi jardín, las orquídeas. Yo decía son las que ella ve, aunque después se le sembraron muchas al lado de la piedra, no las ve, aunque las tiene, pero creo que las siente. Ella es un alma que no puede desaparecer. Lo siento así”.

Alicia Martínez habla de su jefa, con admiración y mucho respeto. También con la naturalidad que le caracteriza. La misma que le transmitió Vilma cuando por primera vez la recibió en su oficina. Fueron casi 30 años de trabajo a toda hora.

El aguacero ha pasado y mi entrevistada sigue enseñándome el archivo de fotos que conserva en varios sobres. De repente muestra unos papelitos que Vilma le enviaba cuando se iba a demorar en la oficina. Una mujer cubana que veía la novela y como saldría tarde le pedía a su hijo Alejandro que le grabara el capítulo de la noche para cuando llegara a casa o que comieran, que no estaría a tiempo.

Vilma Espín lleva en sí todo lo posible y valeroso de una mujer sensible y profunda que dedicó su vida a la Revolución que materializó el acceso pleno de la mujer cubana a sus derechos.

En el Aniversario 61 de la creación de la Federación de Mujeres Cubanas, la ayudante personal de Vilma Espín, Alicia Martínez, pinareña abnegada, le rinde homenaje al transmitirnos las cualidades humanas de la dirigente que sentía como suyas las penas ajenas. La mujer que se puso pantalones en la Sierra Maestra y no olvidaba la flor y la sonrisa. Una mujer “cubana con ansias de justicia y libertad” como escribiera Alicia una noche mientras sentía que Vilma le soltaba su mano.

 

Tomado de Cubadebate/ Fotos: Cortesía de la entrevistada.

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