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Casa de Belén: Un hogar de niños argentino convertido en un campo de concentración

Por Luciana Bertoia.

El jueves, el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata dictará sentencia. La fiscalía y las querellas pidieron que se reconozca que el asilo funcionó como una réplica de los centros clandestinos y que lo hizo en connivencia con la parroquia de la zona y el tribunal de Menores.

Durante los casi siete años que estuvieron allí, la Casa de Belén en nada se pareció a un hogar para los hermanitos Ramírez. Era la representación del infierno en el que los habían sumido después del operativo en el que una patota de la Brigada de Lanús acribilló a su mamá. Para los dos varones y la nena, solo había golpes, humillaciones, penitencias –que incluían comer con los perros– y reiterados abusos sexuales. Después de 40 años desde que terminó ese calvario, Carlos, María y Mariano Ramírez esperan que la Justicia argentina reconozca su sufrimiento. Este jueves, el Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata dictará sentencia. La fiscalía y las querellas pidieron a los jueces que declaren que el Hogar Casa de Belén –dependiente de una parroquia de la localidad de Banfield y asociado al Tribunal de Menores que manejaba la jueza Marta Delia Pons– funcionó como un campo de concentración para niños y niñas durante la dictadura.

Carlos (5), María (4) y Mariano (2) vivían con su mamá, Vicenta Orrego Meza, en una casita que alquilaban en la calle Nother del barrio San José de Almirante Brown. Su papá, Julio Ramírez, había sido secuestrado hacia finales de 1974 y después legalizado. Vicenta y sus hijos compartían la vivienda con dos compañeros, José Luis Alvarenga y María Florencia Ruival.

En la madrugada del 15 de marzo de 1977, un grupo de hombres de la Brigada de Lanús –conocida como El Infierno por el centro clandestino que funcionó en esa dependencia– llegó hasta la casa donde estaba la familia Ramírez. No hubo más preanuncio que una balacera. Todos se aterrorizaron, incluido el perrito que salió disparado a esconderse detrás de la heladera. Carlos, el mayor de los hermanos, intentó sin éxito rescatarlo. Cuando decidió correr hacia su mamá, una bala le rozó la nuca.

Vicenta logró sacar a los chicos de la casa. Hay testimonios que dicen que hizo flamear un pañuelo blanco. Los testigos también indican que la acribillaron cuando se asomó para asegurarse que sus hijos saldrían con vida. Vecinos del barrio cuentan que la policía les pidió a unos muchachos que estaban con un carro que trasladaran los cuerpos de Vicenta, Florencia y José Luis. Los cuerpos de Ruival y Alvarenga se encontraron en el cementerio de Rafael Calzada. Vicenta sigue desaparecida.

Carlos, María y Mariano se quedaron en la casa de unos vecinos, Raúl Vitasse y Otilia Fernández. Después de unos días, Vitasse y Fernández fueron a la comisaría de Adrogué para preguntar qué debían hacer con los hermanitos. Allí les recomendaron ir al Tribunal de Menores de Lomas de Zamora, que estaba a cargo de Pons –una de las juezas identificadas con la dictadura–. La magistrada los recibió el 21 de marzo de 1977 y les dijo que se quedaran tranquilos, que ella se ocuparía de reunir a los hermanitos con su familia.

Nada de eso ocurrió. Ese mismo día, Pons mandó a los chicos al Hogar Leopoldo Pereyra de Lomas de Zamora. Sin demasiadas explicaciones, la jueza decidió trasladarlos al Hogar Casa de Belén después de que el 14 de abril de 1977 se presentara en el juzgado Teresa Raquel Sotelo, integrante de la comisión directiva de esta institución.

Los hermanitos Ramírez sufrieron golpes, humillaciones y reiterados abusos

Tomado de Página/12 / Foto de portada: La fachada del Hogar Casa de Belén en Banfield.

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