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Discurso del presidente Lula en la Cumbre de la CELAC-UE: Los seres humanos no fueron hechos para estar solos

La última vez que estuve en Bruselas, en noviembre de 2021, intervine en el Parlamento Europeo, todavía como precandidato a la Presidencia de Brasil. Hice un llamamiento a la unión de todos los países en favor del futuro del planeta y de la humanidad.

En aquel momento, dije que, en esta época de tantas incertidumbres, pervive una antigua certeza: los seres humanos no fueron hechos para estar solos.

En los primeros tiempos de la humanidad, habríamos sido presa fácil de las bestias de la época. Doscientos mil años después, solos somos aún más vulnerables frente a las guerras, las pandemias, el hambre, la desigualdad y la crisis climática que podría llevar a la humanidad a la extinción.

Hoy, como Presidente de Brasil, me mueve la misma convicción. Y estoy seguro de que, más allá de los acuerdos comerciales fundamentales, esta Cumbre Celac-Unión Europea representa un paso importante en la construcción del mundo que soñamos. Un mundo más unido, más fraterno y menos desigual. Que no podremos construir solos.

Señoras y Señores.

Quiero elogiar la labor de las Presidencias de España y de San Vicente y las Granadinas en la organización de esta reunión, que no se celebraba desde hace ocho años.

Uno de los primeros actos de política exterior de mi tercer mandato fue determinar nuestro regreso a la CELAC, foro en cuya creación Brasil desempeñó un papel fundamental.

Desde su formación, la CELAC ha formado importantes consensos como la proclamación de América Latina y el Caribe como Zona de Paz en 2014.

También ha actuado con prontitud durante la pandemia del COVID-19 y no ha rehuido los retos del hambre y la delincuencia transnacional.

Mención especial merecen las presidencias mexicana y argentina de la CELAC, que han sido decisivas para reforzar el papel de la región en el naciente orden multipolar.

Los diálogos con la Unión Europea, China, India, la Unión Africana y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático demuestran la pluralidad de intereses en nuestra región.

Con Europa compartimos una larga historia y lazos económicos y sociales.

La cooperación entre ambas regiones debe reflejar las realidades y prioridades a ambos lados del Atlántico.

Para América Latina y el Caribe, esto se traduce en una clara orientación hacia la reducción de las desigualdades y la erradicación del hambre y la pobreza.

Debemos encontrar formas de superar las asimetrías en el desarrollo económico y social.

Las iniciativas para movilizar recursos e inversiones son bienvenidas y deben incluir la transferencia de tecnología y la integración real de las cadenas de producción.

Necesitamos una asociación que ponga fin a una división internacional del trabajo que condena a América Latina y el Caribe al suministro de materias primas y mano de obra migrante, mal pagada y discriminada.

La convergencia entre nuestras regiones no se limita a la interdependencia entre economías. También se produce en el plano de los valores.

La Unión Europea es un ejemplo de construcción democrática. Su legado tras la Segunda Guerra Mundial es la prueba de que podemos superar los desacuerdos más profundos cuando existe determinación política en torno a la Paz.

Nuestras regiones están amenazadas por el extremismo político, la manipulación de la información, la violencia que ataca y silencia a las minorías.

No hay democracia sin respeto a la diversidad. Sin que se tengan en cuenta los derechos de las mujeres, los negros, los indígenas, los LGBTQI+, los pobres y los migrantes.

Las políticas activas de inclusión social, digital y educativa son fundamentales para la promoción de los valores democráticos y la defensa del Estado de Derecho.

La revolución digital trae consigo innumerables oportunidades, con las nuevas generaciones de transmisión de datos, la Internet de los objetos, la robótica, las redes sociales.

Poblaciones antes aisladas tienen ahora la oportunidad de conectarse, producir contenidos, ofrecer y consumir servicios.

Pero hay retos importantes que requieren la coordinación de nuestros países y regiones.

Necesitamos urgentemente regular el uso de las plataformas para combatir la ciberdelincuencia y la desinformación. Lo que es delito en la vida real debe serlo en el mundo digital.

Las aplicaciones y plataformas no pueden abolir sin más las leyes laborales por las que tanto hemos luchado.

Hay que revertir la precariedad laboral.

Hay que rescatar una industria intensiva en tecnología y orientada a la sostenibilidad como gran motor de creación de empleo de calidad.

La Alianza Digital entre América Latina y el Caribe y la Unión Europea, que lanzamos recientemente, permite avanzar en la coordinación de políticas públicas, con foco en la gobernanza, las inversiones y la transferencia de tecnología.

La iniciativa del Secretario General de la ONU sobre la integridad de la información y la agenda de la UNESCO sobre la regulación de las plataformas digitales son también contribuciones clave al debate multilateral sobre la gobernanza.

Queremos asegurar una relación comercial justa, sostenible e inclusiva. La conclusión del Acuerdo MERCOSUR-Unión Europea es una prioridad y debe basarse en la confianza mutua y no en amenazas.

La defensa de los valores medioambientales, que todos compartimos, no puede ser una excusa para el proteccionismo. El poder de compra del Estado es una herramienta esencial para las inversiones en salud, educación e innovación. Su mantenimiento es una condición para la industrialización verde que queremos implantar.

Proteger la Amazonia es una obligación. Eliminaremos su deforestación de aquí a 2030. Pero la selva no puede verse sólo como un santuario ecológico.

El desarrollo sostenible tiene tres dimensiones inseparables: económica, social y medioambiental. El mundo debe preocuparse por el derecho a vivir bien de los habitantes de la Amazonia.

Es con este fin que acogeremos en menos de un mes una Cumbre de Países Amazónicos en Belém, en el corazón de la selva.

Señoras y señores
El actual modelo de gobernanza mundial perpetúa las asimetrías, aumenta la inestabilidad y reduce las oportunidades de los países en desarrollo.

En Haití tenemos una grave crisis multidimensional, que no se resolverá si sólo se abordan los aspectos migratorios y de seguridad. Se superará movilizando los recursos adecuados para estructurar proyectos de desarrollo.

La guerra en Ucrania es una confirmación más de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no está a la altura de los retos actuales para la Paz y la Seguridad. Sus propios miembros no respetan la Carta de la ONU.

En consonancia con la Carta de la ONU, repudiamos enérgicamente el uso de la fuerza como medio para resolver disputas.

Brasil apoya las iniciativas promovidas por diferentes países y regiones en favor de un cese inmediato de las hostilidades y de una paz negociada. Recurrir a sanciones y bloqueos sin el apoyo del derecho internacional sólo sirve para penalizar a las poblaciones más vulnerables.

Necesitamos la paz para superar los grandes retos que tenemos ante nosotros, y esto implica profundos cambios sistémicos. Dividir el mundo en bloques antagónicos sería insensato.

Es imprescindible reformar la gobernanza mundial.

Este será uno de los temas principales de la presidencia brasileña del G-20 el año que viene.

Las legítimas preocupaciones de los países en desarrollo deben ser atendidas, y necesitamos estar adecuadamente representados en los foros de toma de decisiones.

Señoras y Señores.

En 2021, cuando intervine en el Parlamento Europeo, el mundo atravesaba una de sus mayores pruebas: el Covid-19. La pandemia ha pasado, pero la humanidad no parece haber aprendido la dura lección.

Hemos mantenido unos hábitos de consumo irresponsables e incompatibles con la supervivencia del planeta. La desigualdad no ha hecho más que crecer: los ricos se han hecho aún más ricos, y los pobres aún más pobres.

735 millones de seres humanos pasan hambre, según un informe de la FAO publicado la semana pasada.

E incluso con todas las señales de alarma que emanan del planeta, todavía hay quien niega la crisis climática. E incluso los que no la niegan dudan en adoptar medidas concretas.

En 2009, los países ricos prometieron 100.000 millones de dólares anuales a los países en desarrollo como compensación por el daño que han causado al planeta desde la revolución industrial. Este compromiso nunca se ha cumplido.

Por si fuera poco, la guerra en el corazón de Europa ha aumentado el hambre y la desigualdad, al tiempo que ha incrementado el gasto militar mundial. Sólo en 2022, en lugar de acabar con el hambre de millones de seres humanos, el mundo gastó 2,24 billones de dólares en alimentar la maquinaria bélica, que sólo causa muerte, destrucción y aún más hambre.

Esta Cumbre UE-CELAC es también una forma de decir: Basta ya. Otro mundo es posible. Depende de nosotros construirlo, con muchas manos.

Muchas gracias.

Foto de portada: AFP

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