Internacionales

La humanidad clama por las verdades de Assange

Por Liset García * / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

En medio de masivas protestas en Londres y otras ciudades del mundo en apoyo a Julian Assange, su caso vuelve a encabezar titulares. La pasada semana recomenzó la vista que dilucida si será o no extraditado a Estados Unidos, donde le espera una voluminosa condena por los documentos que publicó, reveladores de los crímenes cometidos por ese país. Los que ahora quieren condenarlo son los implicados en esos hechos y deberían sentarse en el banquillo de los acusados.

El fundador de Wikileaks fue apresado en 2019, luego de que el presidente ecuatoriano Lenin Moreno a pocos días de ser electo le hiciera “el favor” a Estados Unidos de entregarlo a las autoridades británicas, tras cancelarle el asilo y la ciudadanía otorgadas siete años antes por el gobierno de Rafael Correa para protegerlo del pedido de extradición.

Desde entonces su batalla legal y las condiciones del encierro son una verdadera tortura sicológica. El mundo vio su rostro desaliñado y en qué condiciones salió de ese recinto diplomático en Londres, donde había sido acogido. Tomado a la fuerza por sus captores, lo encerraron con saña en una cárcel de máxima seguridad. No por gusto, su esposa y su padre han advertido acerca de la salud de Assange, incluso de que si fuera extraditado podría quitarse la vida.

Los estadounidenses quieren juzgarlo por revelar verdades en el portal Wikileaks. Entre las más sobresalientes están las contenidas en informes del Pentágono que dejaron azorados a muchos, al ver la cantidad de víctimas civiles y militares en la guerra de Irak de 2004 a 2009, y detalles sobre los abusos contra prisioneros en Guantánamo, que fueron reproducidas luego por The New York Times, The Guardian, El País de España, la televisión CBS, la agencia de noticias AP y el semanario New Yorker, entre otros.

Además, entre los miles de documentos que salieron a la luz están los que contenían sospechosas actividades diplomáticas a partir de 2010, muchos de los cuales sirvieron a los periodistas para contrastar fuentes y desvelar una estimación de 15 000 muertos más, dato más fiel a la realidad del horror de esa guerra.

Al capturar al periodista australiano y pedir su extradición, el gobierno estadounidense quiere demostrar una vez más que en cuestiones de hipocresía y dobles raseros sus límites resultan incalculables. Pero en el proceso contra el fundador de Wikileaks, pudiera salírsele el tiro por la culata dado que se ha puesto en tela de juicio la libertad de prensa y de expresión, protegidas por la Primera Enmienda de su Constitución, que desde 1791 aparece en la Carta de Derechos que encabeza esa magna ley, ejercida y defendida, en primer lugar, por los propios medios estadounidenses que incluyeron en sus ediciones aquellas revelaciones.

En las protestas masivas que se suscitan en varias ciudades del mundo es ese uno de los reclamos: que si Assange fuera extraditado “moriría la libertad de expresión”. John Rees, fundador de la campaña Free Assange, ha dicho que se “intenta condenar a Julian Assange en virtud de la Ley de Espionaje de 1917, y si se salen con la suya, habrán logrado redefinir el periodismo como espionaje”.

Precisamente, en virtud de la Primera Enmienda, no fue llevado antes a la justicia. El Departamento de Justicia en el período presidencial de Obama, decidió no presentar cargos. Las principales informaciones que ahora se incluyen en el compendio de 18 cargos contra Assange abarcan los años de 2009 a 2011 y se deben a que Trump lo acusó de “conspirar” para obtener información confidencial de seguridad nacional, colaborar en el jaqueo de sistemas oficiales y haber difundido documentos secretos.

Por esas acusaciones, en Londres este 20 de febrero se realizó la primera de dos jornadas de audiencia de apelación final para determinar si se hace efectiva la extradición de Assange, firmada en junio de 2022 por la entonces ministra del Interior, Priti Patel.

La justicia británica detuvo la extradición en 2021 tras aceptar que el reo tenía riesgo de autolesionarse si era deportado a Estados Unidos. Luego, en abril de 2022, otro recurso denegó esa razón. Y ahora, el Alto Tribunal de Justicia de Londres ha concluido que aceptará recibir más documentación hasta este 4 de marzo para dilucidar sobre el derecho del acusado a seguir apelando.

Sería el último recurso jurídico ante la Corte londinense, aunque el equipo de la defensa ya se prepara para acudir al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en caso de que esta apelación no sea positiva.

Como en otras ocasiones, el mundo sale a las calles a favor de que no se sacien los deseos la venganza de Washington. Varios mandatarios, entre ellos el brasileño Lula da Silva, se han pronunciado a favor de Assange. El Gobierno de Australia ha pedido a Biden que pare el proceso. Su primer ministro, Anthony Albanese, se quejó de la duración del caso: “Ya basta –afirmó la semana pasada–, esto no puede seguir de manera indefinida”.

Pero el Gobierno estadounidense persiste en dar la espalda a tales exigencias, mientras Julian Assange juega sus últimas cartas para evitar la extradición. La realidad que se expande a voces por el mundo es que el castigo mayor que quieren imponer no es a Wikileaks ni a su fundador, sino a la verdad.

(*) Periodista cubana, colaboradora de Resumen Latinoamericano.

Foto de portada: Al Mayadeen.

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