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Milei, rápido y furioso

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Se están cumpliendo en Argentina los primeros cien días del gobierno de Javier Milei y aquí no hubo «luna de miel». Se dice así al plazo inicial de romance entre un nuevo mandatario y su pueblo, pero lo que está pasando en la Argentina no es parecido a nada, es un verdadero laboratorio social y político de la derecha internacional.

Apenas asumido, sin hipocresía ni anestesia, Milei se mostró autoritario, prepotente y mucho más bizarro de lo que era en los paneles de televisión basura. Emitió un Decreto Presidencial y mandó una megaley al Congreso (llamada popularmente «ley ómnibus»).

En ese giro autoritario derogó por decreto más de 300 leyes y anunció la imposición del dogma neoliberal y la pérdida de derechos y protecciones para los más vulnerables. Según el decreto, se desregula toda la economía, principalmente en sectores tan importantes como los alquileres de viviendas, la industria farmacéutica o los alimentos. Se transforman las empresas del Estado en sociedades anónimas para favorecer su posterior privatización, y se abre la posibilidad de entregar sectores estratégicos como el petróleo, el gas o el litio.

Todo fue muy vertiginoso y sorprendente. En poco más de tres meses, este gobierno devaluó la moneda en un 120 %, generó una inflación de más del 50 % y aumentó la pobreza en un 15 %. Son solo números que no reflejan el drama humano. Baste con decir que ese porcentaje significa que siete millones y medio de personas cayeron en la pobreza en estos tres meses; más que todo el daño que hicieron los dos anteriores gobiernos. Macri (con todo su neoliberalismo) elevó la pobreza un 10 % (desde el 30 % en que la había dejado Cristina Kirchner al 40 %). Alberto Fernández (pandemia de por medio) sumó otros cinco puntos (la llevó a 45 %); pero Milei, en tiempo récord, hizo que la pobreza supere el 60 %. Hoy hay hambre en la Argentina, un país de 50 millones de habitantes, que produce alimentos para 300 millones.

En cien días, ya hubo una huelga general, enormes manifestaciones populares contra Milei, como la del 24 de enero y la del 8 de marzo, día de la mujer trabajadora. Se espera que mañana, aniversario del último golpe militar, sean millones de argentinos en la calle contra el Gobierno.

Se observaron decenas de presentaciones contra las decisiones gubernamentales en los tribunales y varios frenos judiciales, así como reveses legislativos. A principios de febrero, el Parlamento rechazó la ley ómnibus de Milei, y la semana pasada los senadores también votaron en contra del decretazo. Ahora, si los diputados también lo rechazan, el decreto queda sin efecto. Milei, adorador del mercado y odiador del Estado, no sabe negociar. Su reacción fue insultar a los legisladores: «Son unas ratas», y en privado amenazó con cerrar el Congreso.

En el ataque a los legisladores subyace un ataque a las provincias. A los gobernadores los amenazó con no darles un centavo si no ordenan a sus representantes en el Congreso alinearse con sus caprichos.

A todo esto, se suma una crisis con su vicepresidenta, Victoria Villarruel, quien, dentro de la derecha, representa una corriente totalmente distinta. Milei es un anarco-capitalista convencido, ella es exponente de la derecha más nacionalista, vinculada a los tradicionales grupos de poder y, sobre todo, a las fuerzas armadas históricamente golpistas. Recientemente, hubo un ataque deliberado del ejército cibernético de Milei contra la Vice en las redes sociales, y es vox populi que ella viene elevando su exposición en público, y que, en privado, viene dialogando con sectores del ejército y con los gobernadores insultados por Milei.

Tomado de Granma/ Foto de portada: Agustin Marcarian/ Reuters

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