Un esclarecimiento histórico (I)
Por José Luis Méndez Méndez * / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.
Se presentó en el prestigioso programa de los sábados por la noche, del canal educativo, Espectador Crítico de la televisión cubana, el documental La Habana de Fito, del realizador cubano Juan Pin Vilar, producido en el año 2022, en el cual el rol protagónico lo encarna Rodolfo Páez, el aclamado músico y compositor argentino Fito Páez, nacido el 13 de marzo de 1963 en la ciudad de Rosario, donde naciera también Ernesto Guevara de la Serna, para los cubanos de todas generaciones Che, quien cumplirá este 14 de junio sus primeros 95 años desde la inmortalidad.
Durante toda la extensión de la obra, Fito, ahora de sesenta años, derrocha amor y solidaridad hacia Cuba, en particular hacia La Habana, como centro de sus innumerables estancias en la capital, pura emoción que emerge desde sus más profundos y sinceros sentimientos. El documental es para disfrutar a ese argentino amante de la Isla.
La pieza se desliza rauda dedicada al arte y al testimonio del amigo, pero también refiere momentos históricos irresueltos en el guión de la puesta, parecen haber sido expresamente colocados en la boca del entrevistado para obtener realce y producir efectos sobre sucesos históricos cubanos, que se mantienen latentes en la sociedad cubana, los cuales han sido esclarecidos sin dejar ninguna duda, pero asimismo manipulados durante años, de manera tendenciosa, por detractores de la Revolución cubana.
El querido Fito, desconoce todos los detalles del sostenido proceso de agresión de más de una docena de administraciones estadounidenses contra Cuba. Estados Unidos, antes de existir como el país que ahora se conoce, ya tenía pretensiones de apoderarse de la Isla, predestinada, según sus padres fundadores, a ser una posesión más de su expansionismo voraz.
El autor, deja así contemplativo lo que expresa el músico y cantante, queda sin cierre, no lo saca de las posibles dudas ni le aporta conocimientos esclarecedores, lo incita sobre el tema y deja que el espectador asuma, que es una opinión acabada del entrevistado, sustentada con aparente sólido conocimiento no solo de los efectos sobre el suceso que trata, sino además de las causas, consecuencias y emite opiniones y criterios de valor, que dejan perplejos a sus seguidores de décadas. Realmente fue un acto inamistoso del realizador hacia el entrañable rosarino, exhibirlo inexperto, confuso e indefenso a merced de la apreciación de un público que lo venera y sobre todo forzarlo a recordar y exigirle valoraciones sobre sus vivencias pasadas dos décadas atrás. No fue leal a la amistad, que dice profesarle, lo maneja como un simple opinólogo, Fito no lo merecía.
Fueron varios momentos de la memoria histórica reciente de la Mayor de las Antillas, insertados en lo realizado, con poco tratamiento artístico, irrumpen en la puesta intempestivamente sin un antes ni un después, puestos así para causar el efecto intencionado y concebido.
Uno de ellos es el proceso de la emigración cubana, en particular hacia Estados Unidos, tema manipulado con fines políticos y desestabilizadores por sucesivas administraciones estadounidenses. Se aísla en un hecho ocurrido en el año 2003, hace veinte años, pero que el productor premeditado lo incita en busca del gancho velado, en medio de una entrevista aderezada con refrescantes sorbos de licor, que causan un clima de euforia en ambas partes.
Desde la asunción a la presidencia de Estados Unidos, por el republicano George W. Bush el 20 de enero de 2001, la agresión contra Cuba se intensificó, un paquete de medidas coercitivas unilaterales fueron aplicadas para tensionar las ya erosionadas relaciones entre los dos países.
La parte de los acuerdos migratorios firmados en 1994 y 1995, referida a la devolución de los emigrantes ilegales por medio del canal marítimo, como medida para disuadir esos intentos peligrosos, desordenados e inseguros, se tornó muy selectiva durante la administración saliente de William J. Clinton, unos pasaban el control, eran admitidos y otros devueltos. Tampoco se respetó el acuerdo de otorgar hasta 20 mil visas anuales para inmigrantes cubanos, eso dejó solo la opción de la salida ilegal como viable, en medio de los efectos acumulativos del bloqueo impuesto desde el 7 de febrero de 1962. En la realidad cubana con las penurias que provoca esa brutal medida, que todavía dura más de seis décadas y se agudiza con la persecución financiera, al no tener alternativas legales y contar con las promesas de ser recibidos, los inmigrantes cubanos en Estados Unidos, amparados en la Ley de Ajuste Cubano, efectiva desde 1966 que privilegia con fines políticos a los cubanos por encima de otros llegados a costas estadounidenses de diferentes países, constituyó un estímulo a todas las alternativas ilegales.
En ese año 2003, se produjeron varias salidas irregulares del país por vía marítima, pero el 19 de marzo de ese año, se origina un hecho extraordinario, es secuestrado un avión cubano modelo DC-3, cargado de pasajeros, procedía de la Isla de la Juventud, de su asiento municipal la ciudad de Gerona, con destino a La Habana y a diez millas de su destino final, se comunica que pasajeros armados demandaban seguir rumbo hasta la ciudad de Miami, es decir fue el secuestro de un avión y la toma de rehenes.
La nave no tenía combustible suficiente para llegar al destino obligado y se dirige hacia Cayo Hueso, un punto floridano distante a 90 millas de las costas cubanas. Se le informa a las autoridades aeroportuarias miamenses que un avión secuestrado se dirige hacia esa zona. El hecho constituyó una alerta para las autoridades cubanas, el secuestro de aviones en pleno vuelo, no se producía desde la firma de los mencionados acuerdos migratorios. Se intuye que está en curso una conjura muy peligrosa para la seguridad nacional del país. Tensionar el tema migratorio podía ser un pretexto para planes de mayor envergadura, más aún después de haber declarado el presidente George W. Bush, que una emigración masiva, desordenada e ilegal de ciudadanos cubanos constituía una “amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos”, con todo lo que implicaba esa declaración.
Como es habitual entre países civilizados las autoridades cubanas exigen la devolución de los pasajeros, de la nave y la entrega de los secuestradores, pero la política de mala vecindad se impone, demoran en repatriar a la tripulación después de vejámenes e incitarlos al abandono de funciones, el avión es incautado y los secuestradores liberados, dando ejemplo de impunidad para motivar nuevos intentos.
Este se produce el 31 de marzo, cuando un avión comercial del modelo AN-24 es secuestrado en ruta de Gerona a La Habana, con 46 personas a bordo, no tenían combustible para seguir hasta el destino exigido por el secuestrador, que blandía una aparente granada de fragmentación. Ya había un antecedente en 1987, un caso similar se había tratado de neutralizar por la tripulación y el secuestrador entontes detonó la granada resultando heridas 13 personas.
El avión, carente de medios para continuar, aterriza en una pista del aeropuerto capitalino y el pirata aéreo amenaza con hacer explotar lo que esgrime si no se cumplen sus demandas, con 46 pasajeros a bordo, que incluía a seis niños, las autoridades cubanas instruyen actuar con paciencia y mesura para evitar un desenlace no deseado. Se informa de inmediato a las autoridades estadounidenses locales y estas a Washington.
Mientras se espera una respuesta de Estados Unidos, se logra negociar la liberación de 22 rehenes y se decide una operación riesgosa de suministrar el combustible exigido con personas a bordo. Sin llegar la respuesta demorada parte el avión con destino a Cayo Hueso, Florida, no hacia un final alejado de la politizada Miami, donde se esperaba el avión secuestrado con alocada euforia, el final de tan grave suceso.
Lo esperado sucede, los pasajeros y la tripulación son humillados, el secuestrador es recibido como héroe, el avión confiscado y se lega un mensaje de impunidad, que solo podía estimular otros intentos, se estaba abocando a una ola de hechos futuros similares. Esta situación indicó que se gestaba un pretexto intervencionista con aviesas intenciones.
No habían transcurrido 24 horas del vislumbrado final, cuando es secuestrada una embarcación de transporte de pasajeros en la bahía de La Habana, de construcción plana, para aguas interiores, la lancha Baraguá, con cuarenta pasajeros, once de ellos conjurados en el secuestro y 29 pasajeros, que incluía a 4 jóvenes turistas, dos francesas y dos nórdicas. Con el empleo de una pistola y cuchillos grandes y filosos se intimida de manera violenta a los pasajeros. Los agresores, hombres y mujeres con abultados antecedentes criminales por delitos comunes, solo uno no tenía pasado criminal, se muestran agresivos, dispuestos a las últimas consecuencias para alcanzar sus objetivos. Navegan hasta 30 millas afuera, en medio de un mar embravecido y quedan al pairo tras agotarse el combustible, son remolcados hasta el puerto de Mariel en el oeste de la capital y tras horas de negociación sin mediar la fuerza disuasiva se entregan los secuestradores. Algunos de los rehenes se lanzaron al mar como vía de escape al cautiverio. Fue otro suceso peligrosísimo en el cual concurrieron circunstancias agravantes de exposición al peligro de personas, algunos niños, toma de rehenes, amenazas de muerte con arma de fuego, un delito de terrorismo y piratería. En los días siguientes, se conocieron 29 proyectos en distintos niveles de desarrollo para secuestrar embarcaciones y naves aéreas con destino final Florida, donde podían llegar con total impunidad y seguridad.
En el referido documental, el apreciado cantautor, rememora de manera imprecisa, tras veinte años del hecho, que eran “unos muchachos que querían irse del país” y el realizador lo admite así, de una manera tan superficial, el comentario suma a la obra opiniones y juicios de valor faltos de objetividad y conocimiento sobre el trágico suceso y el entorno en que se produjo. Vuelve a dejar expuesto al juicio del espectador a su entrevistado, lesionando con ello la imagen amigable sembrada tras años de solidaridad sostenida del argentino con Cuba, no solo con su música e intérpretes, sino con la obra de la Revolución. Deja en su boca palabras que pueden herir al observador atento, al no condecir con la verdad histórica de los hechos.
En general, el documental tiene la orientación que le quiso dar su realizador, quien aprovecha la retrospectiva artística del rosarino, para deslizar hechos y sucesos cubanos, que aparecen colgados a lo largo del material, con la tendencia de validar, con el testimonio del interpelado el mensaje no tan oculto, que se proyecta. La Habana de Fito, sin las pretensiones rodadas, es para interpretar. Continuará…
En general el documental tiene la orientación que le quiso dar su autor, quien aprovecha la retrospectiva artística del rosarino, para deslizar hechos y sucesos cubanos, que aparecen colgados a lo largo del material, con la tendencia de validar con el testimonio del interpelado el mensaje no tan oculto, que se proyecta. La Habana de Fito, sin las pretensiones rodadas, es para interpretar. Continuará…
(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.