Internacionales

El abuso, comercio y tráfico sexual de menores en Miami (II)

Por José Luis Méndez Méndez * / Colaboración Especial para Resumen Latinoamericano.

El asunto del presunto pedófilo expuesto en la entrega anterior, es solo un ejemplo de los crí­menes y abusos sexuales en Miami, en cuya ciudad la retórica sobre ese tema va por un lado y la realidad por otra. El citado caso se diluyó cuando en apariencias se esperaba que la justicia fuera severa ante el cúmulo de evidencias, testimonios y indagaciones realizadas.

Se conoce que estos delitos se incluyen en una categorí­a muy general dentro de los delitos sexuales, esta denominado por diferentes términos según la jurisdicción. Los diferentes tipos delitos sexuales se refieren a: Un comportamiento no consentido como una violación o asalto sexual; formas psicológicas de abuso como el acecho, acoso sexual; utilización de la confianza en una persona con fines sexuales, puede tener como objetivo el abuso sexual de niños y comportamiento considerado por las autoridades como inapropiadas.

Cualquier acción sexual, visual o fí­sica, que va a obligar al contacto no deseado en contra de la voluntad de la persona. Es un término comúnmente utilizado para referirse relaciones sexuales forzadas, incluyendo el sexo vaginal, anal u oral, sin consentimiento expreso, incluso dentro de la unión en cualquiera de sus variantes, permanente o temporal. Es un arma utilizada por los autores, motivados por la necesidad de controlar, someter, humillar, ejercer el poder físico o mental, satisfacer fantasías sado masoquistas y hacer daño que produzca placer al autor activo.

Los efectos pueden ser variados en dependencia de las secuelas dejadas, la formación de la personalidad de la víctima y su capacidad de superar eventos extremos, así como las trastornos por estrés postraumático: Los sobrevivientes de asalto sexual pueden experimentar sentimientos severos de ansiedad, el estrés o el miedo, conocida como trastorno de estrés postraumático, como resultado directo del asalto. Incluso en ocasiones no pueden tolerar el simple roce ni contactos físicos. El simple hecho de escuchar palabras asociadas a la experiencia genera angustia. Se registran casos reacciones ante el olor de perfumes asociados a la agresión.

Las formas de evasión, son diversas, algunos acuden al abuso de sustancias, las ví­ctimas de violación o asalto sexual pueden recurrir al alcohol u otros contenidos en un intento de aliviar su sufrimiento emocional. Pueden llegar al auto castigo, flagelarse, a las autolesiones  deliberadas, culparse y experimentar sentimientos de minusvalía, culpa e incluso la necesidad de infligirse daño fí­sico así­ mismo, para purgar la imaginaria falta.

Hay muchas reacciones emocionales y psicológicas que las ví­ctimas de violación y asalto sexual pueden experimentar. Uno de los más comunes es la depresión, además de adquirir como consecuencia del evento. Infecciones de transmisión sexual, si el agresor poseí­a alguna enfermedad puede contagiar a la ví­ctima, embarazos no deseados y en extremos resultar afectada por enfermedades que son para toda la vida como el VIH.

En casos, las víctimas tratan de reprimir la experiencia, pero el inconsciente evoca los llamados flashbacks, cuando los recuerdos de los traumas del pasado se sienten como si estuvieran ocurriendo en el presente con sus efectos.

El caso que nos ocupa es el efecto del trastorno lí­mite de la personalidad,  uno de los muchos posibles efectos a largo plazo del abuso sexual en la infancia, que deja daños imperecederos, traumáticos, que sesgan a la víctima hasta la muerte. Los efectos son a largo plazo sobre los sobrevivientes de asalto y / o abuso sexual en la infancia. Estas personas experimentan una serie de sentimientos abrumadores e intensos tales como el miedo, la culpa o vergüenza, que son acompañados de trastornos y desordenes del sueño, aparejados con perturbaciones alimentarias como la ansiedad, suelen utilizar los alimentos como un intento de hacer frente o compensar los sentimientos y las emociones negativas por lo que les pasó, acuden a los extremos desde dietas impuestas hasta la bulimia y purga de alimentos.

Se producen, además, los raros recuerdos del cuerpo, cuando el estrés de del abuso sufrido por un individuo toma la forma de problemas fí­sicos, no se pueden explicar por los medios habituales. Es una forma física de defenderse de lo ocurrido, esto se asocia a la perturbación de identidad, que la forma más común de manifestarse es la personalidad múltiple, es un disturbio en el que dos o más identidades o personalidades separadas y distintas controlan el comportamiento de un individuo en diferentes momentos, que con freencia termina en el suicidio, debido a que pierden la motivación de vivir.  En auxilio de todo lo narrado acude la psicología, que intenta canalizar los numerosos daños colaterales de un incidente grave como ese.

El acoso sexual es una forma de abuso psicológico. Se trata de acercamientos no deseados, pedidos de favores u otra conducta verbal o fí­sica con un objetivo sexual que van a constituir este acoso. Esta conducta explí­cita o disfrazada va a afectar al individuo, interfiriendo con su desempeño laboral o va a crear un entorno intimidatorio, hostil u ofensivo el ambiente. Sobre todo si viene acompañado del poder jerárquico, que inhibe la protesta por temor a las consecuencias.

El acoso sexual puede ocurrir en varias circunstancias tales como: La ví­ctima y el acosador pueden ser una mujer o un hombre y no necesariamente tiene que ser del sexo opuesto al acosador; la ví­ctima no solo es la persona acosada, pueden ser todo aquel que se vea afectado por esta conducta agresiva y el acecho sexual a través del internet es otra forma de acoso, moderna con el empleo de las redes sociales, el bulín cibernético. La prevención es la mejor herramienta para eliminar el acoso sexual.

Después de una necesaria digresión, se retoma el sórdido abuso infantil, que viene dado por la acción de poner en peligro o perjudicar la salud y el desarrollo fí­sico o emocional del menor. El abuso infantil incluye cualquier daño causado a un niño que no se puede explicar razonablemente, normalmente está representado por una serie de lesiones y su naturaleza no parece ser accidental.

El abuso fí­sico y el sexual, se manifiesta por cualquier lesión no accidental a un niño. Esto incluye golpes, patadas, bofetadas, quemadas, pellizcos, tirar del pelo, morder, estrangular, empujar y azotes, además, cualquier acto sexual forzado entre un adulto y un niño. Esto va a estar dado por caricias afectivas, penetración, algunas obscenidades, practica de prostitución infantil, sexo oral, o la observación forzada de relaciones sexuales.

Estos sucesos pueden prevenirse si se tienen en cuenta las necesidades fí­sicas de los niños, tales como la carencia de supervisión, una vivienda inadecuada, falta de provisión de agua y comida , ropa inapropiada para la temporada o la temperatura, el abandono, ineficiente atención médica y existencia de una incorrecta higiene, además de una percepción de riesgo baja entre familiares, vecinos y educadores.

El más frecuente de los abusos es el emocional, que se disfraza, es la actitud o comportamiento que va a interferir con la salud mental de un niño o su desarrollo social. Esto incluye gritar, insultar, avergonzar, hacer comparaciones negativas con otros. También incluye la ausencia de afecto y el apoyo necesarios a su desarrollo emocional, el bienestar social, fí­sico e intelectual del niño. Esto incluye ignorar, la falta de afecto fí­sico apropiado como abrazos, pasa inadvertida hasta para padres poco afectivos, estas carencias generan necesidades, que los acosadores emplean.

La prevalencia del abuso sexual infantil es difí­cil de determinar, ya que a menudo no se informan los eventos. Los expertos coinciden en que la incidencia es mucho mayor de lo que se denuncia a las autoridades. A continuación se presentan algunas estadí­sticas de investigaciones realizadas sobre el abuso sexual infantil en la ciudad de Miami.

Se encontró que el 9,2 % de los niños que fueron ví­ctimas de un abuso fueron agredidas sexualmente; una de cada cinco niñas y uno de cada veinte niños es ví­ctima de abuso sexual de menores; el 20 % de las mujeres adultas y de un 5 al 10 % de los hombres adultos recuerdan un asalto sexual en la infancia o incidente de abuso sexual.

Se estima que anualmente en Estados Unidos el 16% de los jóvenes de entre 14 y 17 años de edad habí­a sido abusados sexualmente; los niños son más vulnerables a ser abusados sexualmente en 7 y 13 años.

Tres de cada cuatro adolescentes, que han sido agredidos sexualmente fueron ví­ctimas de alguien que conocí­an bien mientras que el  63 % de las mujeres que han sufrido abuso sexual o intento de violación ha sido por un miembro de la familia y esto ha ocurrido después de la edad de 14 años.

Los niños que han tenido una experiencia de violación o intento de violación en sus años de adolescencia tienen 13,7 veces más probabilidades de sufrir una violación o intento de violación en su primer año de universidad.

Un menor que ha vivido sufriendo de abusos sexuales por largo tiempo, usualmente va a desarrollar una autoestima baja, un sentimiento de inutilidad y una visión diferente con respecto al sexo. Este niño puede volverse retraí­do y desconfiar de los adultos, y puede llegar a convertirse en suicida.

En la gran mayorí­a de los casos en que existe evidencia creí­ble de que un niño ha sido violado, sólo entre el 5 y el 15 % de estos niños tendrán lesiones genitales consistentes producto de este abuso sexual. El abuso sexual en los niños no se va a limitar solamente al contacto fí­sico; puede estar dado por al abuso sin contacto, tales como la exposición y la pornografí­a infantil. Todo y más acontece en la “capital del sueño americano”, donde todo es posible.

(*) Escritor y profesor universitario. Es el autor, entre otros, del libro “Bajo las alas del Cóndor”, “La Operación Cóndor contra Cuba” y “Demócratas en la Casa Blanca y el terrorismo contra Cuba”. Es colaborador de Cubadebate y Resumen Latinoamericano.

Foto de portada: Revista Semana.

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